domingo, 9 de octubre de 2016

Editorial octubre 2016

De Dioses y hombres: estudios sobre religiones y mitología, es un blog de investigación coordinado y dirigido por el profesor y Máster en Literatura Clásica José Marco Segura Jaubert y el profesor y Doctorando por la Universidad Complutense de Madrid Carmelo Morales Marcos.

Doctorando por la Universidad Complutense de Madrid y Profesor Carmelo Morales, expone en el presente artículo la segunda parte del pensamiento moral y religioso de Kant. El objetivo de nuestro autor es enseñarnos hasta qué punto tiene importancia la moral en la religión para Kant y si para él es posible que se sostenga una religión sin su parte moral, parte primordial para este autor, que en sus textos se vislumbra, incluso, que es la única esencial en el fenómeno religioso. En esta segunda parte de este artículo seguirá insistiendo en los postulados morales de Kant respecto a la religión, aunque hace más hincapié en el concepto numinoso en Otto. Enlazando con Otto, Jenifer Montiel nos escribe sobre cómo, mucho antes de la aparición del islam, en la Península Arábiga existían ya corrientes místicas, gnósticas y herméticas que tendrán mucha influencia en los primeros ascetas musulmanes. Por qué éste fenómeno se da en la mayoría de las religiones probablemente tiene mucho que ver con lo que Rudolf Otto en su obra, Lo santo, define como numinoso o misterium tremendum, ese algo que se siente y te recorre por el cuerpo pero que no se puede describir con palabras. La búsqueda del origen de este sentimiento es el objetivo final de todo misticismo.  Por último, Antonio Justo nos trae un interesante artículo que trata sobre los sacrificios humanos en el antiguo Israel. Los sacrificios humanos están documentados en las antiguas religiones de Oriente, pero eran excepcionales, y eran tan particulares que se tiene reparo en llamarlos sacrificios. La teoría de los sacrificios humanos se extendió a Israel, no sólo que ofrecieron sacrificios a Yahveh, sino que en una época antigua y durante bastante tiempo el yahvismo oficial conoció y hasta prescribió positivamente los sacrificios humanos.

Moral y Religión en Kant II Parte

Por: Carmelo Morales Marcos. Licenciado en Geografía e historia por la UNED; licenciado en Teoría de la Literatura por la Universidad Complutense de Madrid; máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid y doctorando en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid.

Correo electrónico: karmelo777@hotmail.com

Immanuel Kant
En esta segunda parte de este artículo seguiré insistiendo en los postulados morales de Kant respecto a la religión, aunque haré más hincapié en lo numinoso en Otto.
El misterio santo Kant lo define de esta manera: “La creencia en algo que, sin embargo, debemos a la vez considerar como misterio santo puede ser tenida por una fe divinamente inspirada o por una fe racional pura. Si no somos apremiados por la mayor necesidad a aceptar lo primero, tomaremos como máxima lo segundo. Sentimientos no son conocimientos y por lo tanto no significan tampoco ningún misterio, y puesto que el misterio hace referencia a la Razón pero no puede ser universalmente comunicado, cada uno tendrá, pues, que buscarlo (si en algún caso existe) solamente en su propia Razón. Es imposible decidir a priori y objetivamente si hay o no tales misterios. Por lo tanto, tendremos que investigar inmediatamente en lo interior, en lo subjetivo de nuestra disposición moral, para ver si tal cosa se encuentra en nosotros…. La realización de la idea del fin último moral, nos conduce inevitablemente a misterios santos.” [1]
Otto tiene otra definición muy distinta para este concepto: “Consideremos lo más hondo e íntimo de toda conmoción religiosa intensa, por cuanto es algo más que fe en la salvación eterna, amor o confianza; consideremos aquello que, prescindiendo de estos sentimientos conexos, puede agitar y henchir el ánimo con violencia conturbadora; persigámoslo por medio de los sentimientos que a él se asocian o le suceden. La expresión que más próxima se nos ofrece para compendiar todo esto es la de mysterium tremendum. Puede convertirse en el suspenso y humilde temblor. El concepto de misterio no significa otra cosa que lo oculto y secreto, lo que no es público, lo que no se concibe ni entiende, lo que no es cotidiano y familiar, sin que la palabra pueda caracterizarlo y denominarlo con mayor precisión en sus propias cualidades afirmativas. Sin embargo, con ello nos referimos a algo positivo. Este carácter positivo del mysterium se experimenta sólo en sentimientos. Entre estas cualidades positivas, la primera que se echa de ver es la expresada en el adjetivo tremendo. Tremor no es en sí otra cosa que temor. En realidad, es muy distinto del atemorizarse.” [2]
Otto trata de explicar que en algunas lenguas no existe un concepto que identifique este sentimiento y se confunde con conceptos de más baja categoría, como por ejemplo el miedo normal y vulgar que nada tiene que ver con el misterium tremendum. En su obra, este autor hace interesantes reflexiones sobre lo que estamos tratando, que verdaderamente contrastan con las ideas que Kant tiene al respecto.
Otto dice lo siguiente: La verdadera diferencia entre el racionalismo y su contrario es más bien una cualidad diferente en el modo y temple o tono sentimental de la religiosidad misma; a saber: que en la idea de Dios, el elemento racional predomine sobre el irracional, o lo excluya por completo, o, al revés, que prepondere el elemento irracional”.[3]
Otto también habla sobre el sentimiento de dependencia (en estos mismos términos se expresaba Schleiermacher). Este es el «sentimiento de dependencia» que se reconoce y da cuenta de sí mismo, lo cual es harto distinto de los sentimientos «naturales» de dependencia.
Y sigue con su tesis: “Decíamos antes que del objeto numinoso sólo se puede dar una idea por el peculiar reflejo sentimental que provoca en el ánimo. Así, pues, es «aquello que aprehende y conmueve el ánimo con tal o cual tonalidad» …Nuestro problema consiste en indicar cuál es esa tonalidad sentimental. El sentimiento numinoso se distancia mucho en sus grados superiores del simple pavor demoníaco. Pero no por esto niega su común progenie y parentesco. Aun allí donde la creencia en demonios se ha elevado, desde mucho tiempo atrás, a la forma de creencia en dioses, siempre conservan los dioses, por cuanto son númenes, algo de su primer carácter fantasmal; a saber, ese carácter propio de lo que desasosiega y amedrenta, que se completa y perfecciona en su sublimidad o se esquematiza en ella. Y este componente sentimental tampoco desaparece en el estadio más alto, la pura creencia en Dios, ni ha menester que desaparezca; solamente se apacigua y ennoblece. Aquel estremecimiento primario vuelve a repetirse en la forma infinitamente ennoblecida de un temblor y enmudecimiento del espíritu, que llega hasta sus últimas raíces, examinaremos los pasajes del Antiguo Testamento, en que se hace sensible el parentesco entre esa cólera divina y el aspecto demoníaco del numen de que tratamos. Muchos pasajes del Antiguo Testamento evidencian que esta cólera divina no tiene nada que ver con propiedades morales.” [4]
Según Otto, el sentimiento numinoso se distancia mucho en sus grados superiores del simple pavor demoníaco, pero no niega su común procedencia y parentesco y continúa diciendo que siempre conservan los dioses algo de su primer carácter fantasmal, que desasosiega y amedrenta.
A mí me gustaría preguntarle a este autor cómo se puede pasar de un primer pavor demoniaco, que desasosiega y amedrenta, a lo numinoso, si no se supiera consciente o inconscientemente que la divinidad es justa, bondadosa o misericordiosa; si solo fuera poderosa e intimidatoria pero no tuviese ninguno de estos atributos morales o sirviese como modelo de esa Ley moral a la que se refiere Kant, veo muy difícil que se pudiese pasar del primer estadio demoniaco.
Otto continua afirmando: “A quienes acostumbran a pensar la divinidad únicamente por sus predicados racionales ha de presentárseles como un humor caprichoso, como una pasión arbitraria. Los fieles de la Antigua Ley hubieran rechazado seguramente con energía esta interpretación. Pues a ellos la cólera divina no les parecía aminorar la santidad, sino expresión natural de la «santidad», elemento esencial de ella. Pues esta ira no es sino lo tremendo mismo.” [5]
El teólogo alemán, en un intento de explicar el misterium hace una distinción entre lo misterioso y lo problemático: “El objeto realmente misterioso es inaprehensible e incomprensible, no sólo porque mi conocimiento tiene respecto a él límites infranqueables, sino además porque tropiezo con algo absolutamente heterogéneo, que por su género y su esencia es inconmensurable con mi esencia, y que por esta razón me hace retroceder espantado.[6]
Otto, en su afán por explicar lo numinoso, explica que por muy intensa que sea la atención no llegamos a sacarla a la luz de la inteligencia comprensiva, sino que permanece en la irremisible oscuridad de la experiencia inconcebible, puramente sentimental. Esto quiere decir para nosotros que es irracional, que es lo irracional en estado puro.
Pone como ejemplo de numinoso el relato del segundo libro de Moisés, de cómo Yahveh, colérico, ataca a Moisés en la noche y quiere quitarle la vida. Dice que este relato conserva todavía ese carácter, y sin embargo a nosotros nos produce una impresión casi pavorosa. Y nombra también como auténticamente numinosa la aparición de Dios en la zarza ardiente y el versículo siguiente del libro segundo de Moisés.
Pero para nuestro autor, el concepto de lo numinoso se evidencia en su máximo grado de pureza y misterio en el capítulo XXXVIII del libro de Job, que figura entre los más notables de la historia de la religión. Job ha pleiteado con sus amigos contra Elohim, y sostiene frente a ellos su causa. Estos han tenido que callarse a sus razones, pero cuando aparece el propio Elohim para defenderse por sí mismo, lleva su defensa con tal fortuna que Job se declara vencido (vencido realmente y por derecho, y no tan sólo forzado al silencio por la mera prepotencia, dice Otto). Para ilustrar su punto, Otto destaca las palabras de Job: «Por tanto, me aborrezco y me arrepiento en el polvo y la ceniza.» Para el alemán esta es la señal que atestigua el estar convencido íntimamente de una superioridad, esto es humillación ante algo superior.

Conclusión:

Para finalizar, vamos a resumir las características de las ideas que estamos exponiendo sobre estos dos autores. Por un lado, tenemos a Kant; quien sostiene que la única manera que tiene el hombre de ser agradable a Dios es a través de su obrar moral. Además, distingue dos tipos de religión: la cultual, que busca favores y la moral, fundada en la conducta buena, la única que resulta agradable a Dios. Para Kant, cuando no se reconoce que el uso de la razón es el único criterio para conocer la verdad, incluso en las cuestiones relacionadas con lo suprasensible, se puede pasar a la superstición.
Por último, afirma que es ilusorio creer que haya algo que agrade a Dios, a no ser una buena conducta. Por otro lado, para Otto, aun cuando los predicados racionales están en el término más visible, dejan inexhausta la idea de la divinidad.
El teísmo moral kantiano es crítico, declara insuficientes las pruebas especulativas de la existencia de Dios, pues considera imposible demostrar la existencia de modo apodícticamente cierto, pero está convencido de la existencia de Dios y su fe está libre de toda duda, el fundamento donde edifica esta fe es inquebrantable y nunca podrá ser derribado. Este fundamento es la moral, y considera que su fe en Dios es tan cierta como una demostración matemática. Este es el sistema de los deberes conocidos a priori, de una manera cierta, por la razón pura. Ahora tiene el hombre un fundamento seguro sobre el que poder edificar su fe en Dios: no necesita ninguna prueba especulativa de su existencia, sino que está convencido de esta con certeza porque, de lo contrario, tendría que rechazar las leyes de la moralidad fundadas en la naturaleza de su ser y por ello absolutamente necesarias. Por eso la existencia de un sabio Gobernante del mundo es un postulado necesario de la razón práctica.
Como conclusión habría que decir que la influencia de la obra de Kant será enorme para la religión. Aunque no fuese su intención, Kant colaboró con la destrucción de la metafísica en la religión, y lo quisiera o no, también inició la era positivista en la cual todo lo que remite a la metafísica o religión es desacreditado como superstición. También dio paso a una ética libre de toda religión que enlaza con el Humanismo el cual va sustituyendo a la religión, porque si la razón humana es la única responsable de la acción moral, el hombre puede ser un fin en sí mismo.

Bibliografía:

-Derrida, J. (2006). Dar la muerte. Barcelona: Paidos Ibérica.
-Kant, I. (1969). La religión dentro de los límites de la mera razón. Madrid: Alianza.
-Kant, I. (2005). Crítica de la razón práctica. México: FCE.
-Kierkegaard, S. (2005). Temor y temblor. Madrid: Alianza.
-Otto, R. (1998). Lo Santo. Madrid: Alianza.
-Stendebach, F, J. (1996). Introducción al Antiguo Testamento. Barcelona: Herder.






[1] Kant, La religión dentro de los límites de la mera razón, Alianza 1969, 3ªparte, pag.139.
[2] Otto, Rudolf. Lo Santo. Alianza, Madrid 1994, pag.21.
[3] Otto, Rudolf. Lo Santo. Alianza, Madrid, 1998, pag.11.
[4] Otto, Rudolf. Lo Santo.Alianza, Madrid, 1998, pag.27.
[5] Otto, Rudolf. Lo Santo. Alianza, Madrid, 1998, 4, pag.28.
[6] Otto, Rudolf. Lo Santo. Alianza, Madrid, 1998, 5, pag. 40.

El Sufismo en la India

Por: Jenifer Montiel Rodrigo, Máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid.

Correo electrónico: jmontiro@hotmail.com

Origen y principios básicos del Sufismo

Dervis.
Mucho antes de la aparición del islam, en la Península Arábiga existían ya corrientes místicas, gnósticas y herméticas que tendrán mucha influencia en los primeros ascetas musulmanes.
El porqué de éste fenómeno que se da en la mayoría de las religiones probablemente tiene mucho que ver con lo que Rudolf Otto en su obra, Lo Santo, define como numinoso o misterium tremendum, ese algo que se siente y te recorre el cuerpo pero que no se puede describir con palabras. La búsqueda del origen de este sentimiento es el objetivo final de todo misticismo.
Estos primeros ascetas se centrarán principalmente en la preparación para el Día del Juicio a través del cumplimiento de los deberes impuestos por la religión y la práctica del desapego de las cosas mundanas (principalmente a través de retiros y ayunos). Su objetivo, ya desde estos primeros momentos era el reencuentro y la unión con Dios, estado que recibe el nombre de fanaa. Aparece ya en estos momentos una práctica que después se convertirá en básica, utilizada con este objetivo de la unión con Dios, se trata de la invocación o dikhr.
Ya en los siglos VIII y IX en ciudades como Kufa y Basora (actual Irak) aparecerán pequeños grupos de devotos alrededor de estos primeros ascetas, los cuales empezarán a teorizar sobre sus experiencias. Sus escritos, que tendrán una gran difusión, giran en torno a la comprensión de las cosas importantes y de aquello que está oculto (batin), para lo cual recomiendan el retiro y la realización del dhikr (invocación), que irá ya para entonces acompañado de movimientos corporales y ejercicios de respiración o música, no como algo que induce al éxtasis sino como forma de concentración y liberación de las distracciones mundanas.
Éstos primeros pasos darán ya lugar a lo que después conoceremos como la corriente Sufí o Sufismo (Tasawwuf en árabe), que cristaliza en los primeros tiempos de la dinastía ´Abbasí, s. VIII.
Etimológicamente proviene de suf (lana), y hace referencia a los mantos de lana de los primeros ascetas, aunque hay otras teorías que lo asocian con la palabra griega sophos (sabiduría) o la palabra árabe safa (pureza), incluso también se ha dicho que eran los sucesores de los ahl as-suffa (la gente del vestíbulo), los cuales vivían devota y humildemente en el patio del profeta. Originalmente sufí hace referencia a alguien que ha alcanzado la iluminación, pero posteriormente se extenderá también a los iniciados, discípulos del maestro reunidos en la cofradía o tariqa.
La principal regla era "Comer poco, dormir poco, hablar poco", todo con objetivo de explorar el alma (nafs), luchar contra el alma peligrosa, el ego y así llegar a la unión con Dios, el Absoluto (´arif o fanaa).  Para ello se establecen una serie de etapas:
- tawba: arrepentimiento de las faltas cometidas, la ruptura con la forma de vida acostumbrada y la plena concentración en el nuevo camino.
- muyahada: esfuerzo por apartar todo aquello que te aleja de dios.
- soledad (jalw) y retiro (´uzla).
- temor a dios (taqwa).
- renuncia (zuhd): no sólo habla de pobreza terrenal sino espiritual.
- silencio (samt) en el sentido de no excederse en palabrería.
- gozo (qana´a).
- confianza absoluta en el decreto divino (tawakkul).
- paciencia (sabr).
- observancia (muraqaba).

En este camino podemos diferenciar las etapas (maqam), que son actitudes de duración, con el hal (estado), situación transitoria del alma producida por iluminación divina, imposible de retener.
Para los sufíes, la shari´a, ley, es la expresión exterior de la haqiqa, la verdad interior. Aunque algunos lo califican de heterodoxo e incluso de herejía, zandaqa. Por contra, debemos calificar al Sufismo de ortodoxo, ya que, aunque interiormente se libere de las restricciones del dogma, no lo puede rechazar. Para ellos el hombre tiene acceso al Absoluto a través del Corán y el Profeta es el representante de Dios. En este sentido se llaman a sí mismos ahl al-haqiqa, la gente de la verdad, en contraposición a ahl al-charia, los ulemas y alfaquíes, a los cuales consideran demasiado apegados al sentido literal de los textos religiosos.
La práctica del dhikr, invocación, ayuda a vehicular el recuerdo de Dios hacia el sufí, pero antes de llegar a él debe poseer una comprensión profunda de los Cinco Pilares del Islam (fe, oración, ayuno, limosna y peregrinación). Tiene el doble significado de "recuerdo" y "mención", que dirigen directamente al Principio haciendo que el invocador se una con Dios y se libere del sufrimiento. Siempre hay que practicarlo bajo la supervisión del maestro o guía, ya que puede llegar a ser peligroso. Es un método de concentración espiritual basado en la convicción de que la repetición incesante de ciertas jaculatorias permite al creyente desterrar de su corazón todo lo que no sea divino y llegar a un estado en el que la conciencia se desvanece. Tienen un ritmo establecido, puede hacerse mentalmente, en voz alta o baja y van acompañados de respiraciones, además también puede realizarse en movimiento, acompañado de música o poesía.
Otra importante práctica es el wird, que, aunque difiere de una cofradía a otra, consiste esencialmente en tres fórmulas. En la primera se pide perdón a Dios, en la segunda se pide a Dios que bendiga al profeta y le de la paz y la tercera es la Shahada, testimonio de la unicidad divina. Generalmente estas recitaciones se realizan utilizando una especie de rosario (subha o tasbih), de origen indio.
El objetivo de la espiritualidad o misticismo, no sólo sufí sino de la mayoría de las religiones, es alcanzar la santidad no tras la muerte sino en esta vida. Este camino místico comienza siempre con un rito de iniciación. En el Sufismo el aspirante (murid) recibe este rito de un maestro (murshid o shaikh), que a su vez lo recibió de otro maestro, formando una cadena que se remonta al Profeta y a sus compañeros (la silsila). Se considera que hay personas a las que dios ha elegido para recibir el don de la baraca, bendición divina, los cuales son venerados, tanto a los santones como a las tumbas e incluso a sus descendientes. El principal de los maestros es el Qutb, muy similar a la concepción que tiene el chiísmo del imam.
La wasiya (legado, mandato) es la norma o corpus doctrinal a la que cada tariqa, cofradía, se acoge, transmitida siempre de maestro a discípulo, como una especie de carta fundacional.
El murid o discípulo es aquel que, aunque está separado de Dios porque está distraído por las cosas mundanas, tiene como objetivo encontrarlo, por ello también recibe el nombre de salik, peregrino. Para encontrar este camino necesita al maestro, pero también a sus compañeros, con los que establece una alianza fraternal. En el ámbito indio se habla del pir-bhai (hermano a través del maestro). Todos los iniciados deben vestir la jirga o muraqqa´a (andrajo).
Antes de convertirse en murid el aspirante debe pasar una serie de pruebas difíciles de cumplir que sirven para poner a prueba su capacidad de transitar por el camino, como por ejemplo un largo retiro, que puede durar hasta cuarenta días.
Superadas las pruebas, el ritual de iniciación comienza con un apretón de manos, mediante el cual el aspirante es aceptado en la cadena de transmisión de la tariqa. El maestro supervisa en todo momento el crecimiento espiritual de los discípulos y les ayuda a progresar mediante instrucciones religiosas, oraciones y otras indicaciones. Además, debe enseñarles el correcto comportamiento en todo momento.
´Abd-al-Qadir al-Yilani (m. 1166) fundó la primera tariqa, que recibió el nombre de Qadiriyya, actualmente una de la más extendidas y con mucha presencia en el norte de África. A partir de entonces las cofradías empezarán a jugar un papel muy importante tanto social como políticamente. Políticamente muchos soberanos se apoyaron en ellas para así ejercer un control sobre la población. Socialmente siempre han contribuido a la difusión del islam, sobretodo en regiones muy alejadas, donde se favoreció un sincretismo religioso, como por ejemplo ocurrió con el hinduismo.
Económicamente se han mantenido siempre gracias a los beneficios derivados de la posesión de bienes de manos muertas, legados, donaciones o fundaciones privadas.

Rumi

La Maulawi o Mevleví es una orden fundada a raíz de la doctrina del poeta persa sufí Jalal al-Din Muhammad al-Balkhi al-Rumi (s.XIII), el cual recibe el tratamiento de Mewlana (nuestro maestro). Nació en la ciudad de Balkh el día 6 del mes de Rabi-ul-awal del 604 H. y se dice que ya a los seis años de edad se le conocía unos grandes poderes espirituales. Su principal obra recibe el nombre de Maznawi.
Tenía muchos seguidores y seguidoras, pero nunca creó una organización. El encargado de ello fue su hijo mayor y sucesor, Sultan Walad (m. 1312). Él organizó el ritual en el cual el aspirante debía pasar 1001 días de servicio en la cocina, ascendiendo a tareas más elevadas poco a poco, mientras que también era introducido en la lectura e interpretación del Maznawi y aprendía la técnica de la danza-meditación, el sema
Actualmente el centro de la orden y el santuario más importante (zagüia) se encuentra en Konya (Turquía), donde se haya la tumba de al-Rumi, aunque también hay un importante centro en Estambul, cerca de la Torre de Gálata.
Destaca de esta orden su particular dhikr, el Sema, danzas giratorias (por las cuales reciben el nombre de derviches, miembros de la tariqa o cofradía, giróvagos). Es un tipo de danza-meditación que representa el baile de los planetas. Consiste en girar sobre uno mismo de este a oeste pivotando sobre el pie izquierdo, en silencio absoluto recitando mentalmente la oración, con los brazos extendidos, representando la ascendencia hacia la verdad, para lo cual hay que liberarse totalmente del propio ego. El vestuario hace referencia a este movimiento de los planetas y la suave música de flauta, tambores, atabales, violines y laúdes simboliza el sonido de las esferas. El ritual está totalmente reglado; avance con pasos lentos, triple reverencia frente al maestro, movimiento de quitarse los mantones negros dejando a la vista las túnicas blancas (que representan el cuerpo resucitado), el desplegar los brazos sobre el pecho, dejando la derecha abierta hacia el cielo y la izquierda dirigida hacia la tierra.
Consta de cuatro partes que simbolizan el aniquilamiento en el amor y el retorno a este mundo. Una oración de bendición y el prolongado huuuu (Él) constituye el final.
En general las prácticas de los mewlevíes han sido denostadas por la mayoría de los musulmanes, ya que lo ven como una desviación (bida) de la norma islámica y conciben la danza como una distracción frívola.

India

Aunque el islam se hace presente en el subcontinente indio en el siglo VIII de la mano del sultanato de Delhi, no es hasta los siglos X y XI cuando aparece la tradición sufí.
Los místicos persas tuvieron una gran influencia en la India mogol y se establecieron muchos contactos entre el sufismo y el hinduismo de tendencia teísta. La introducción de las diversas órdenes sufíes fue decisiva en la islamización de las comunidades hindúes ya que, frente al sistema de castas, el Sufismo promulga los ideales de tolerancia y justicia.
Muchas órdenes se desarrollaron en la India, pero haremos especialmente hincapié en una de ellas, la orden Chistí, por ser ésta una de las principales.
La Chishtí es una orden fundada en la ciudad de Chixt, próxima a Herat (Persia), por Mu´in al-Din Hasan al-Siyistani (ca. 1141-1236), el cual se encargó también de extenderla por la zona del
Indostán. Llegó a Delhi en 1193 durante el reinado Ghurid, asentándose en Ajmer, Rajasthan durante la formación del sultanato de Delhi.
En esta misma ciudad se encuentra la tumba del fundador de la orden, convirtiéndose en un importante centro de peregrinación tanto de musulmanes como de sikhs, cristianos e hindúes.
Los chistíes crearon una comunidad igualitaria dentro de un estratificado y cerrado sistema de castas, en la que se desarrollaban enseñanzas basadas en el amor, la espiritualidad y la harmonía, es por ello por lo que consiguió tantos adeptos rápidamente.
Los chishties destacan por su misticismo espiritual y un gran desapego de las cosas mundanas. Siempre se mantuvieron fieles a su ideal ascético originario. Además, permitían la iniciación de no musulmanes. Amaban la música y la poesía, y por ello el tipo de ceremonias que llevan a cabo dio lugar a un género musical específico, el Qawali, una combinación de instrumentos indostánicos tradicionales con poemas místicos en urdu, hindi y persa. Es al poeta Amir khusrau (fallecido en 1325) a quien se le atribuye el desarrollo de este género.
Hasta la actualidad esta orden sigue muy vinculada a la música y ha extendido su influencia por toda India, Europa y Estados Unidos. Uno de los principales representantes actuales es el músico Rahat Fateh Ali Khan.

Bibliografía

• Abumalham, Montserrat; DE RELIGIÓN DE LOS ÁRABES A RELIGIÓN UNIVERSAL,
ed. Trotta, 2007.
• Abumalham, Montserrat; TEXTOS FUNDAMENTALES DE LA TRADICIÓN RELIGIOSA MUSULMANA, ed. Trotta, 2005.
• Andrews, Ted; LA DANZA Y LAS ENERGÍAS, ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1994.
• Brown, John P.; THE DARVISHES AND THE ORIENTAL SPIRITUALISM, ed. Routledge, 2008.
• EL CORÁN; ed. Herder, 2005. Traducción de Julio Cortés.
• Gómez García, Luz; DICCIONARIO DE ISLAM E ISLAMISMO; ed. Espasa libros, 2009.
• Hourani, Albert; HISTORIA DE LOS PUEBLOS ÁRABES, ed. Ariel, 1992.
• Idres, Shah; CUENTOS DE LOS DERVICHES, ed. Paidós, 1998.
• Schmmel, Annemarie; INTRODUCCIÓN AL SUFISMO, ed. Kairós, 2007.
• Stoddart, William; EL SUFISMO, ed. Sophia Perennis, 2002.

• Sourdel, Dominique; EL ISLAM, Ed, Davinci, ¿qué sé?, 2007.

Los sacrificios humanos en el antiguo Israel Parte I

Por: Antonio Justo Patallo, Licenciado en historia, especializado en Historia Antigua. Máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid.

Correo electrónico: antoniojusto@hotmail.com


Introducción

Los sacrificios humanos están documentados en las antiguas religiones de Oriente, pero eran excepcionales, y eran tan particulares que se tiene reparo en llamarlos sacrificios. La teoría de los sacrificios humanos se extendió a Israel, y cierto número de autores admiten no sólo que los israelitas paganizados ofrecieron sacrificios humanos a divinidades extranjeras, no sólo que algunos de ellos ofrecieron tales sacrificios a Yahveh, al que confundían con estos dioses extranjeros, sino que en una época antigua y durante bastante tiempo el yahvismo oficial conoció y hasta prescribió positivamente los sacrificios humanos.
En Israel los sacrificios humanos se relacionan con el molk, un rito religioso característico de la religión cananea, continuado por otros pueblos de Oriente Próximo como los fenicios, los hebreos y los púnicos. Se practicaba en honor al dios Molok y consistía en el sacrificio por cremación de un hijo recién nacido en perfectas condiciones. Se celebraba en un recinto al aire libre, diferenciado de templos y cementerios, y las cenizas eran guardadas en vasijas y enterradas en el tofet. El rito procede del mundo semita y los hallazgos en el tofet de Cartago apoyaban la idea de que el molk, como sacrificio cruento, era conocido desde antiguo en Fenicia y desde allí se habría difundido por el vecino Israel y el occidente fenicio-púnico, hasta Cartago y sus colonias.

Los sacrificios de niños en las partes predeuteronómicas

Las partes predeuteronómicas del Antiguo Testamento muestran con claridad que el sacrificio de niños estaba catalogado como una ofrenda que a Yahveh se ofrecía y que le complacía. También se dice que Yahveh podía renunciar al más grande de los sacrificios, a lo que siempre tenía derecho. Pero esto no quiere decir que lo aborreciera, o que pensase que las personas que decidían llevarlo a cabo estuvieran cometiendo un hecho infame. Al contrario, a Yahveh le gustaba la forma de pensar que da pie a que los hombres entreguen a sus seres más queridos. En referencia a las narraciones basta con recordar la promesa de Jefté y el sacrificio de Isaac.
Según la promesa (Jueces 11, 30-40) Jefté promete que en caso de que alcance la victoria sobre los amonitas ofrecería a Yahveh en holocausto el primero que saliera de su casa a su llegada y al ver salir a su única hija mantiene lo prometido con el consentimiento de ésta y cumple su promesa. Esta promesa se relaciona con una posible costumbre de la Edad del Hierro de ofrecer sacrificios humanos a cambio del éxito militar.[1]
Según el sacrificio de Isaac (Gen. 22) es el mismo Yahveh el que exige a Abraham el sacrificio de su único hijo, nacido en la vejez de su padre y por eso aún más querido, pero que después se conforma con la voluntad de Abraham de llevarlo a cabo y busca un animal para que sustituya al hijo prometiéndole una recompensa gloriosa. La conclusión que impondría el relato sería que desde sus orígenes la religión de Israel repudió los sacrificios humanos.[2]
Como las narraciones más antiguas, también las palabras predeuteronómicas de los profetas están libres de toda polémica acerca de los sacrificios de niños y reconocen más bien el sentimiento piadoso que inspiran. Esto se admite en primer lugar en Miqueas 6, 7. En el famoso relato de la disputa de Yahveh con su pueblo (Mi. 6, 1-8) que si no es de Miqueas es de su contemporáneo Isaías que tocaba temas de su tiempo, un israelita asustado por la acusación de Yahveh le ofrece de entre todas las ofertas de sacrificios que estaban indicadas para poder conciliarse con él a su primogénito:

¿Acaso se complacerá Yahveh en miles de carneros, en miríadas de torrentes de aceite? ¿Entregaré mi primogénito por mi prevaricación? ¿El fruto de mi vientre por el pecado de mi alma? (Mi. 6, 7)
Lo mismo que como hizo en las otras ofertas, Yahveh rechaza también esta oferta de sacrificio y demanda como oferta única: la justicia, el amor y la pureza. Pero esto no significa un ultraje a las ofertas de sacrificio que hacen los fieles y sobre todo descarta el descrédito de las mismas. De la disposición de cada una de las contribuciones dentro del sacrificio con la ofrenda de niños como clímax final, hay que suponer el hecho que se los consideraba como lo peor de todo, pero sin embargo se valoraba mucho la actitud espiritual que llevaba a realizar tales sacrificios y también Yahveh la valoraba. Pero efectivamente Yahveh no reclamaba tal sacrificio sino que pedía devoción y pureza.
El planteamiento hacia los sacrificios de niños es aquí parecido al de Gen. 22: de por sí un testimonio de verdadera piedad que ha perdido el derecho a existir. La diferencia entre las antiguas narraciones del Pentateuco y la proclamación de los profetas preexílicos es que el narrador afecto a un culto piadoso considera necesario sustituir el sacrificio del niño por un animal, mientras que el profeta predica la religión como está planteada libremente.
Las leyes antiguas certifican y completan la imagen que se daba a las narraciones predeuteronómicas y a las palabras de los profetas, en las que se expone el sacrificio de los niños como si fuera un legítimo mandamiento de Yahveh, por lo menos potencialmente. Sin embargo en las leyes se habla solamente de la obligación general a entregar el primogénito que entonces estaba en vigor y casos como los que vienen en Jueces 11, 30-40; Gen. 22; Mi. 6, 1-8, en los que un padre ofrece para el sacrificio a su hijo primogénito (Miqueas 6, 7) o que Yahveh exija la entrega del hijo único como un pago especial (según Gen 22) y que Yahveh reclame la ofrenda del hijo único como mérito especial no se han tomado en consideración. Lo uno es imposible al lado de lo otro. Si al primogénito se le consideraba propiedad de Yahveh bajo todos los conceptos, no cabe pensar en una oferta voluntaria de este sacrificio ni en una reclamación divina especial. Pero si los conceptos llevados a la práctica se excluyen recíprocamente en realidad siguen estando juntos y uno condiciona al otro.
El sacrificio del primogénito no ha sido nunca una costumbre general en Israel como lo fue para los animales sin lugar a dudas. En las narraciones de los patriarcas, donde se habla mucho de los primogénitos, no se expone nunca la idea de que pertenecieran a Yahveh, y en Gen. 22 el deseo que Yahveh tiene por el sacrificio de Isaac es una excepción clara que excluye la presencia de una obligación general de entregar al primogénito. Lo mismo indica el libro de Jueces y Samuel. De David, que tuvo varias mujeres y se habla de varios primogénitos, ninguno de ellos le fue ofrecido a Yahveh para sacrificio, y tampoco se indica en ninguna parte que hubiera existido la obligación para ello. Como muestran Gen. 22; Jueces 11, 30-40; Mi. 6, 1-8, no existe ni la menor duda de que este sacrificio especialmente duro y por ello también especialmente meritorio del primogénito se le haya ofrecido a Yahveh solamente en algunas ocasiones, bien sea porque el mismo Yahveh lo demandaba, o bien sea porque un padre afligido y abrumado por unas circunstancias tremendamente negativas se lo hubiera ofrecido voluntariamente.
De la época en que las leyes más antiguas no demandaban para Yahveh solamente el sacrificio del animal que hubiera nacido el primero, sino que a menudo a los primogénitos de los hombres, se presenta claramente una expansión que se puede comprender fácilmente por la posibilidad potencial de ese sacrificio, ya que va desde la demanda de animales hasta la demanda de personas. Una expansión que por lo menos es eficaz, en cuanto tiene como resultado el rescate del primogénito a través de la sustitución de un animal pero que por lo demás se queda en teoría.
Estas demandas generales de los primogénitos y las de los casos especiales del ofrecimiento del hijo primogénito u otro niño no se excluyen las unas a las otras. Lo mucho que se ajusta una a la otra se observa más bien porque solamente las leyes más antiguas que estaban vigentes en la época en la que se realizaba el sacrificio esporádico de un niño en el culto de Yahveh contenían la demanda de los primogénitos.
Las leyes más recientes como las del Deuteronomio y la Ley de Santidad, que proceden de una época en la que se luchaba en contra de cualquier posibilidad que pudiera llevar a los sacrificios de niños, no hacen referencia a ellos ni siquiera con una sola palabra, y más tarde cuando la lucha está decidida y un retroceso hacia las costumbres desechadas resulta impensable, el código sacerdotal de Yahveh reclama nuevamente a los primogénitos para desviar la obligación de los israelitas de tener que entregarlos a los sacerdotes por una parte, y por la otra desviar el derecho de Yahveh hacia los servicios de los levitas.
Por esta razón es por lo que se relacionan la demanda de los primogénitos para Yahveh que estaba respaldada por la ley y el consentimiento de los sacrificios de niños en su culto, y el Deuteronomio y la Ley de Santidad renunciaron a esa demanda porque podía haberse entendido como una justificación de los sacrificios de niños, atenuada por la posibilidad u obligación de anularla y todos sus esfuerzos para desterrar estos sacrificios hubieran sido obstaculizados.
Las leyes deuteronómicas contienen la demanda del primogénito del hombre. En los acontecimientos de la salida de Israel de Egipto se refleja esta demanda cuando Yahveh dice a Moisés en Ex. 13, 2:

Conságrame todo primogénito; la primicia de cualquier seno entre los hijos de Israel, trátese de hombre o de bestia, es mía.
El sermón que Moisés da a su pueblo en el pasaje 13, 11-15 se toma como una determinación de llevar a cabo esta ley:

Y cuando Yahveh te haya conducido a la tierra del cananeo, como juró a ti y a tus padres, y te la haya entregado, cederás a Yahveh toda primicia de seno, y de todo primer parto del ganado que tengas, los machos serán para Yahveh. Mas todo primer nacido del asno lo rescatarás mediante un cordero, y si no lo quieres rescatar, lo desnucarás. Todo primogénito de hombre, entre tus hijos, lo has de rescatar. Y cuando te pregunte mañana tu hijo, diciendo: ¿Qué significa esto?, ¡le dirás!: Con mano fuerte nos sacó Yahveh de Egipto, de la casa de esclavitud. Sucedió que, habiendo puesto Faraón dificultades para dejarnos partir, Yahveh mató a todos los primogénitos en el país de Egipto, desde el primogénito del hombre al primogénito del ganado; por eso sacrifico yo en honor de Yahveh los machos de toda primicia de seno y rescato todo primogénito de mis hijos.
La demanda se lleva a las leyes de Sinaí en Ex. 34, 19-20:

Todo primer nacido es mío y toda primera cría macho de tu ganado, ya mayor, ya menor; sin embargo, la cría primera de un asno la rescatarás mediante un cordero, y si no la quieres rescatar, la desnucarás. Rescatarás todo primogénito de tus hijos, y no comparecerás ante Mí con las manos vacías.
Mientras aquí en la demanda del primogénito las dos veces se hace referencia expresamente a la sustitución de ésta por la de un sacrificio de animal, en el libro de la alianza no se hace:

No retrasarás [la ofrenda de] tu troje colmada y tus caldos; al primogénito de tus hijos me has de entregar. Igualmente harás respecto [al primer parto de] tu torada y tu rebaño; siete días estará con su madre y al octavo me lo darás. (Ex. 22, 28-29)

Como la expresión verbal ordena claramente el mismo procedimiento para el primer nacimiento humano que para el de un animal, está claro que afirma la sustitución del sacrificio humano por un animal. Al niño se le sacrificará solamente simbólicamente al octavo día, al mismo tiempo que al animal que le sustituye, y es muy probable que la práctica de la circuncisión que se efectúa al octavo día del nacimiento, que es usual en el judaísmo postexílico, y que según Lucas 2, 21-23 también se le realizó a Jesús, esté relacionada con la costumbre más antigua del sacrificio simbólico del primogénito.
De todos modos del pasaje del libro de la alianza se deduce claramente la seriedad con que se veía la obligación de entregar al primogénito en el Israel antiguo. Esto testimonia claramente la conclusión que se ha sacado de los otros pasajes más antiguos y es que el sacrificio de niños en el culto de Yahveh tenía originariamente un terreno legal. 

Bibliografía

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[1] L. A. Ruiz Cabrero, “El sacrificio semita de las primicias y el molk en Fenicia e Israel: problemática de su difusión”, J. Alvar; C. Blánquez; y C. G. Wagner (eds.), Formas de difusión de las religiones antiguas, Madrid, 1993., pp. 89.
[2] R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, trad. esp. de A. Ros, Barcelona, 1985, p. 561.