domingo, 5 de marzo de 2017

Editorial Marzo 2017

De Dioses y hombres: estudios sobre religiones y mitología, es un blog de investigación coordinado y dirigido por el profesor y Máster en Literatura Clásica por la Universidad de Costa Rica José Marco Segura Jaubert y el profesor y Doctorando por la 
Universidad Complutense de Madrid Carmelo Morales Marcos.
¡Os traemos dos nuevos e interesantes artículos este mes!
Primeramente el Máster en Literatura Clásica por la Universidad de Costa Rica José Marco Segura Jaubert, nos trae la primera parte del análisis que explora a fondo un mito moderno como es la saga de Star Wars creada por George Lucas y que ha trascendido la gran pantalla para ser parte de la vida cotidiana.
El profesor y doctor por la Politécnica de Madrid Jorge Mateos Enrich nos trae la tercera parte de su artículo sobre las ramas del Islam. Ya se vio que el tronco se ramifica en dos ramas: la Sunní y la Chií. Hay que destacar tres periodos básicos en el eje temporal: el primer periodo sería correspondiente a los primitivos años del Islam, incluyendo el periodo de la vida de predicación del Profeta; un segundo periodo, anómalo religiosamente, que sería el de las dinatías Omeyas, encabezadas por Muawiya y; un tercero en el que habría lugar a una vorágine de ramificaciones.

¡Qué los disfruten!






Las ramas del árbol del Islam Parte III

Por: Jorge Mateos Enrich. Doctor por la Universidad Politécnica de Madrid.

Dibujo por Jorge Mateos Enrich.
Aunque en el artículo titulado “Las ramas del árbol del Islam II” se dio por concluido el tema que empezó con el pretérito artículo de “Las ramas del árbol del Islam I”, se ha estimado conveniente no cerrar los artículos definitivamente hasta adjuntar una tercera entrega: “Las ramas del árbol del Islam III”.

La causa principal de esta tercera entrega es, sin duda, tratar de adecuar la extensión y complejidad de lo tratado, con el espacio literario disponible. Ello dejaba el desarrollo de algunas facciones, credos, sectas etc. sin explicar lo suficientemente. Creemos que con esta tercera entrega se podrá poner un broche final más correcto.
Ya se vio que el tronco se ramifica en dos ramas: la Sunní y la Chií, y de ahí (como se plasma en la ilustración, Fig.1) se completan ramas y hojas.
Hay que destacar tres periodos básicos en el eje temporal de lo que se está tratando. El primer periodo sería el correspondiente a los primitivos años del Islam (incluido el periodo de la vida de predicación del Profeta). Este primer periodo sería el llamado de los “Califas rectamente Guiados”: Abu Bakr, Omar, Utman y Alí. A partir de este surgen las escisiones más definitorias de las escuelas posteriores. Un segundo periodo, anómalo religiosamente, que sería el de las dinastías Omeyas, encabezadas por Muawiya y continuada por su hijo Yazid. Los Califas habían sido los servidores de la religión, los Omeya sus amos. Y un tercero en el que habría lugar a una vorágine de ramificaciones, que sería un periodo de reflexión y de revisión religiosa con los Abasíes, donde se buscaba un nuevo punto de partida.
En la época de los Omeyas (mitad del siglo VII - mitad del siglo VIII) no era lo mismo el concepto religioso y legal en Medina (Arabia) que en Kufa (Irak), los dos grandes centros (junto con Damasco) de la vida espiritual y legal musulmana, tanto en cuanto a “tradición” como a “modernidad”.
Insistiendo en que el gran cisma se produce con Alí, marcamos otro punto de revisión con la llegada de los Abasíes (año 750), destronando a los Omeyas. Como decíamos (S. VIII) Medina permanecía fiel a los conceptos tradicionales de la ley tribal árabe pero en Kufa, un medio predominantemente persa y una sociedad cosmopolita, había otros métodos.  El efecto de las leyes aplicadas diferían de una ciudad a otra. Con el desarrollo del derecho escrito la escuela de Medina se convirtió en la escuela malikí, y la escuela de Kufa en la escuela hanafí. La creciente diversidad de doctrinas sería el rasgo más destacado de la evolución jurídica en la segunda mitad del siglo VIII.
De nuevo, la política abasí había respaldado la idea de que el califa era el servidor de la ley, no su amo. Se trataba, pues, de “islamizar” la ley.
Esbozadas las cuatro escuelas de derecho (malikí, hanafí, shafaí y hanbalí)  en entregas anteriores, decir que el derecho hanafí era el sistema oficialmente adoptado por el gobierno central abasí.
Aunque hubo acercamientos y alejamientos entre las cuatro grande escuelas, actitudes polémicas e intolerantes entre sí hasta el siglo IX, las cuatro fueron consideradas ortodoxas en el islam Sunní. El rasgo primordialmente distintivo, sin embargo, de las teorías legales malikí y hanafí, oponiéndolas a la shafí y hanbalí, es su reconocimiento de las fuentes suplementarias de la ley.

Es obvio que las fuentes documentales son más extensas en la rama Sunní, debido sobre todo, al número de sus practicantes y a su extensión geográfica. Pero esto no quiere decir que el islam no produjese ramificaciones en la rama Chií, netamente minoritaria, y más contenida geográficamente.
Volviendo al gran cisma, vamos a fijar el recorrido a partir de ahí en ambas ramas. En el islam Sunní, la “cadena” de califas fue común, hasta un momento, a la del islam Chií. Ambas ramas consideran los califas inmediatamente posteriores a la muerte del Profeta: Abu Bakr, Omar, Utman y Alí, como los “Rectamente Guiados”. No obstante, Alí fue considerado el primero para el credo Chií, hecho que produjo es desgajamiento del “gran tronco”.
En efecto, la línea sucesoria Sunní siguió con el califato de su hijo mayor Hassan. Según unas fuentes este abdicó a favor del omeya Muawiya, según otras se apartó voluntariamente del califato a cambio de algunas prebendas. No obstante Alí tenía otro hijo: Hussein, ya mencionado en los anteriores artículos (sacrificio de Kerbala). A partir de aquí las dos ramas tuvieron diferentes cadenas. Después de Muawiya, su hijo Yazid tomó las riendas del califato, pasando posteriormente a Walid I, Hisham, Al-Mansur, Harum al Rashid (“el bien guiado”)…siguiendo, así, su propio camino. Los sunníes tenían califas, los chiíes imanes.
Por otro lado el Chiismo consideró a Alí (Alí ibn Abu Talib) como su primer imán, y sucesivamente a sus hijos Hassan y Husseín. Posteriormente siguió la línea consanguínea con Alí ibn Hosseín, Mohammad ibn Alí y en sexto lugar a Jaffar ibn Mohammad Sadeq. Nos detenemos en el sexto imán chií por que tiene una importancia capital, ya que a partir de aquí surgiría otra bifurcación en la rama Chií.
Aunque hay más ramas, quizá las más importantes del credo Chií sean las de los septimanos y las de los duodecimanos, esto es, la de los seguidores del séptimo y las del duodécimo imanes, completamente divergentes. A partir de los septimanos surgieron los Ismailitas, mientras que los duodecimanos están a la espera de la reaparición del imán oculto, el Mahdi (el que hace el número 12 y que desapareció en el 864), momento en que llegará el Juicio Final.
Se tratará da aclarar, a partir de aquí, estas nuevas “ramas” y las consecuencias que tuvieron en el “árbol”. Es evidente que todos estos vaivenes son inseparables de asuntos políticos, religiosos, territoriales, o personales.
El sexto imán Jaffar ibn Mohammad Sadeq, tal vez el mayor teólogo dogmático del chiísmo ortodoxo, había designado como sucesor a su hijo Ismail, pero un día lo encontró en estado de embriaguez y decidió revocar su decisión, nombrando a su hermano Musa (Musa ibn Jaffar) para sucederle en el imanato como séptimo imán. Esto condujo a un cisma cuyas consecuencias históricas, religiosas y políticas serían trascendentes para la historia del islam.
Evidentemente los chiíes duodecimanos no reconocieron las pretensiones de Ismail (Ismail ibn Jaffar) de convertirse en imán y lo ignoraron, llevando la línea de sucesión al último imán, el duodécimo: Mohammad ibn al Hassan, el “Imán oculto”. Pero los partidarios de Ismail se negaron a reconocer esta anulación.
Lo que le sucedió al propio Ismail es objeto de discusión. Algunas fuentes aseveran que murió y fue enterrado por su propio hermano. Sin embargo, diversos partidarios de Ismail refutaron estas historias, afirmado que no estaba muerto. De hecho llegaron a decir que, cinco años después fue visto en Basora y que había adquirido poderes milagrosos. Los que apoyaban los derechos de Ismail y sus descendientes recibieron el nombre de “ismailíes” o “ismailitas”. Dada la importancia del imán para el credo de los chiíes, esta disputa sobre quién podía ser el imán legítimo condujo inevitablemente a profundas divisiones entre los propios chiíes.
Como se ha dicho las consecuencias de este nuevo cisma fueron trascendentes. En lo político, los ismailíes conseguirían crear varios reinos independientes, tales como la poderosa dinastía Fatimí en Egipto, los carmatas que fundaron el estado de Bahrein y los nizaríes, más conocidos como la “Secta de los Asesinos”, cuyo centro de operaciones estaba en Alamut, un conjunto de fortalezas cercanas a la ciudad de Ghazvin (noroeste de Irán). En el aspecto ideológico fueron los herederos del gran debate intelectual entre distintos grupos religiosos que tuvo lugar en el Bagdad de los siglos IX y X.
A pesar de que los abasíes llegaron al poder con la ayuda de algunos chiíes, el hecho de que asumieran la autoridad en el mundo musulmán tuvo poco efecto en cuanto a favorecer la causa de este grupo. Hubo varias rebeliones contra ellos los propios abasíes, no solo por cuestiones religiosas o de interpretación de la ley, sino por las propias cuestiones del gobierno. Pero no solo los chiíes se rebelaron contra ellos, algunos grupos sunníes hicieron lo propio. Estamos hablando de estallidos de violencia y de guerras intelectuales.
Aparte de esto, una amenaza de menor calibre contra los abasíes fue la que generaron los duodecimanos. Convencidos estos de la llegada de un redentor (el Mahdi), desarrollaron un martiriológico en torno a algunos de sus imanes que habían sido asesinados a causa de su fe. Sin embargo, su actitud relativa al concepto de Mahdi era en esencia pasiva. En contraste con esta manera pasiva de aceptación del destino, los ismailíes, asumieron un papel mucho más enérgico y evangelizador que los duodecimanos, que eran más ortodoxos y reservados. Decir que los ismailíes consideraban a su séptimo imán como “su” Mahdi y que creían que debían preparar la situación para el regreso de este mediante su intervención activa.
Los sunníes, y de hecho algunos chiíes duodecimanos, se oponían radicalmente a los ismailíes. Las exigencias de estos fueron ampliamente rebatidas por sus enemigos. Al final, las amenazas formuladas contra los que se negaban a aceptar las pretensiones de Ismail y de los seguidores de su línea llegaron a ser demasiado peligrosas, por lo que el mismo Ismail, el séptimo imán de los ismailíes, se vio obligado a esconderse. Así el imanato quedó oculto, aunque durante el siglo siguiente, más o menos, el cargo de imán, según los ismailíes, pasó de uno a otro entre individuos que eran sucesores de Mahoma, pero en secreto.
A partir de entonces, los ismailíes se vieron obligados a asumir una actitud de secretismo estricto en sus planteamientos, tanto con respecto a su religión como a su actitud evangelizadora.
A partir de aquí las actuaciones de estos estuvieron envueltas en el secretismo y en el  misterio.
Los ismailíes argumentaban que el Corán no debía leerse como una serie de afirmaciones literales, sino que había un margen amplio para la interpretación, esto es, hablaban de interpretar significados ocultos. Significados que solo ellos eran capaces de hacer. Para muchos musulmanes sunníes ortodoxos esto era anatema, pues eran contrarios a la interpretación. El modo en que los ismailíes interpretaban los significados ocultos del Corán (conocidos como batin) exageró aun más las diferencias. Los nuevos conversos ismailíes tenían que pasar por un a “ceremonia” de iniciación antes de poder acceder a dichos significados ocultos. El hecho del secretismo llevó a que durante la última parte del siglo VIII y a lo largo del IX, la capacidad de los ismailíes para mantener su actividad de manera continuada fue realmente escasa.
No obstante sus “misioneros” (d´ai) encontraron terreno abonado en muchas zonas de Oriente Medio, Persia y Siria para la implantación de sus creencias, aun en los años oscuros. Hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo IX para que los ismailíes comenzaran a emerger de sus escondites secretos y salieran a la luz, coincidente con las tensiones sociales en el Imperio abasí.
A mediados del siglo X los abasíes estaban en franco declive. Una dinastía chií procedente de Persia, los buyies, se estableció en Bagdad, algo que acabó de manera definitiva con el dominio abasí. Estos buyies eran chiíes duodecimanos, más moderados que los ismailíes.
Los ismailíes también tuvieron que observar en su seno varios movimientos radicales como los qarmatas o los drusos, procedentes estos de la secta Darazi. Sin embargo, un nuevo grupo estaría a punto de aparecer, y era el que mayor marca dejaría en los historiadores, sobre todo occidentales, era la secta de los “Asesinos”…

Hemos profundizado, en este último artículo de la serie, en la rama Chií del gran árbol, esperando que la trilogía haya aportado los suficientes datos al neófito para una comprensión algo más precisa de un complejo e intrincado organismo que, aun hoy día, sigue bullendo de actividad.
Con esta entrega se ha completado la historia del islam en sus tres primeros siglos de desarrollo, pero el árbol ha seguido creciendo y dasarrollándose de forma inminente hasta los albores del siglo XXI.


Bibliografía.

·         ALFRED G. KAVANAGH. Irán por dentro. La otra historia. Ed. TIERRA INCÓGNITA. 2010.
·         ANSARY, TAMIN. Un destino desbaratado. La historia universal vista por el Islám. Ed. RBA. 2011.
·         NOEL J. COULSON. Historia del derecho islámico. BIBLIOTECA DEL ISLAM CONTEMPORANEO. Ed. BELLATERRA. 2000
·         W.C. BARTLET. Los Asesinos. Ed. CRÍTICA. 2006.
·         YALALUDDIN AS-SUYUTI. Los Primeros Califas del Islam. Ed. MADRASA 2007.