viernes, 3 de julio de 2015

Julio 2015

"De Dioses y Hombres" es un blog de investigación sobre Ciencias de las Religiones y Mitología, coordinado y dirigido por el filólogo clásico de la Universidad de Costa Rica José Marco Segura Jaubert y el doctorando de la Universidad Complutense de Madrid Carmelo Morales Marcos. 
¡Os traemos tres artículos nuevos este mes! Los tres están relacionados con la magia. En los tres existe algún tipo de ritual mágico que nuestras colaboradoras nos explican con precisión. Jenifer Montiel en su artículo se propone presentarnos la magia en la India,  tema de gran amplitud y complejidad. Esta autora se centra en el análisis de algunos de los himnos del AtharvaVeda, por ser en él donde se encuentran  los himnos específicamente utilizados en rituales privados, muy habitualmente calificados de “mágicos”.
Aura Fernández nos hablará de los hechizos, o maldiciones a los que se les denomina de atadura o vinculante, que no son otra cosa que los conjuros que han llegado hasta nuestros días desde la antigüedad gracias al soporte sobre el que están escritos. Estos hechizos eran destinados a alterar el comportamiento o la fortuna de uno mismo o de otros. En las obras tanto literarias como visuales contemporáneas, la magia se nos presenta como un arte basado en ilusiones y en palabras mágicas que propician cambios inmediatos y tangibles. Pues bien, estos elementos también se encuentran presentes en la antigua magia grecorromana.
Macarena García nos adentra en la problemática de las prácticas mágicas y adivinatorias a las que se enfrenta el pueblo judío desde su entrada en la tierra prometida. A lo largo de las páginas de la Biblia hebrea nos encontramos con la denuncia de prácticas idolátricas y falsos profetas de los que el pueblo es instado a alejarse. Sin embargo, la denuncia de estas prácticas en la Biblia no hace sino confirmar que se llevaban a cabo y suponían una fuerte amenaza.




La magia en la India

Introducción


Rigveda.
En este artículo me propongo realizar una concisa presentación acerca de la magia en la India,  y digo concisa porque se trata de un tema de gran amplitud y complejidad, por  lo que se hace necesario realizar una acotación. Debido a ello, me centraré en el análisis de algunos de los himnos del AtharvaVeda, por ser en él donde encontramos los himnos específicamente utilizados en rituales privados, más relacionados con beneficios personales, muy habitualmente calificados por ello de “mágicos”.

La magia en la India

Dentro de la literatura sánscrita contamos con cuatro colecciones (samhitās) de himnos, los Vedas (sabiduría), los cuales, según la leyenda fueron comunicados a los rsis (sabios) por dios mismo y éstos fueron los encargados de transmitirlos a sus discípulos y así sucesivamente, siempre de forma oral y siempre entre brahmanes.
La más antigua de estas colecciones es el ṚgVeda (Veda de las palabras, sabiduría en verso), tras la cual vinieron el SāmaVeda (el Veda de los cantos), YayurVeda (el Veda del sacrificio), y finalmente el AtharvaVeda (conocido como el Veda de Agni).
Aunque no se sabe con seguridad la época de la que data esta literatura, la mayoría de investigadores coinciden en datarlos entorno al 1200-900 a.C., aunque, hay que tener en cuenta que hasta varios siglos después de la aparición de la escritura no fueron escritos estos himnos.
Las tres primeras colecciones son himnos destinados a la realización de ritos públicos, los śrauta (lo que se oye), mientras que en el último, el AtharvaVeda, encontramos himnos utilizados en ceremonias que podríamos calificar de “mágicas”, realizados por el Purohita o Atharvan, sacerdote especializado en este tipo de rituales. Se trata de ceremonias que conciernen aspectos más personales que los anteriores.
En general el contenido del AtharvaVeda se puede dividir en:
– himnos cosmogónicos y teológicos
– textos utilizados en rituales samskāra (sacramentos)
– ritos de mujeres (strikarmāni)
– rituales relacionados con el rey (rājakarmāni)
– plegarias para tener salud y larga vida (āyusyāni)
– encantamientos para tener prosperidad y suerte
– textos para expiar faltas
– textos para curar enfermedades (bhaisajyāni)
– conjuros contra demonios y hechiceros (ābhicārikāni y Krtyāpratiharanāmi)

2. Himnos

2.1. Conjuros contra demonios y hechiceros

AVŚ IV 18. Protección contra brujería con la planta Apāmārga

1. Semejante en luz al día con el sol es la noche. Hago lo eficaz para ayudar; que estén sin fuerza los encantamientos (krtvari).
2. Dioses, al que, haciendo un hechizo (Krtyā), lo lleve a casa de alguien que no lo sabe, que regrese de nuevo como (regresa) a su madre un ternero que todavía mama.
3. Quien preparando un mal en casa mediante él quiere consumir a otro, en él, al arder, numerosas piedras hacen un fuerte crac.
4. Tú que tienes mil moradas derriba a los que no tienen copete (visikha), a los que no tienen cuello (vigriva). Devuelve el hechizo al que lo ha hecho como la amada al amante.
5. Con esta hierba yo acabo de arruinar todos los hechizos, el que han hecho en el campo, el que en las vacas o el que en tus hombres.
6. El que lo ha hecho no ha tenido poder suficiente para hacerlo: se ha roto el pie, el dedo. Él ha hecho algo auspicioso para nosotros, pero una calentura para sí mismo.
7. Que la exorcizadora (apāmārga) exorcice la enfermedad Ksetriya y el conjuro. Fuera, sí, las hechiceras (yatudhani), fuera todos los malos espíritus (arāya).
8. Habiendo exorcizado a los hechiceros (yātudhāna), fuera todos los malos espíritus. 
Contigo, exorcizadora, nosotros exorcizamos todo esto.

En este himno se nos introduce en un contexto nocturno con luna llena (Semejante en luz al día con el sol es la noche). Es muy habitual que se aluda a este momento por ser el momento en el que los seres malignos salen y se alude a que el objetivo del himno es aplacar los posibles encantamientos (krtvari) que puedan ser realizados por estos seres.
En los ślokas 2, 3 y 4 nos encontramos con que no solo se trata de aplacar sino de hacer que estos encantamientos se vuelvan contra los que los han realizado (como (regresa) a su madre un ternero que todavía mama).
En los śloka 2 y 4 se pide ayuda a los dioses, aunque no se especifica a cuales.
En el śloka 4 aparecen dos nombres de lo que podrían ser tanto demonios como hechiceros (en general se hace complicado diferenciar entre ambos). Reciben el nombre de vigriva (los que no tienen cuello), que parecen ser una especie de monstruos, y visikha, que puede hacer referencia a los no arios (los que no tienen copete). Ya al final del himno, ślokas 7 y 8 aparecen otros seres: yatudhani (hechiceras), arāya (malos espíritus) y yātudhāna (hechiceros).
En otros himnos también encontramos otro tipo de demonios o hechiceros. Por ejemplo, en el AVŚ IV 37 se hace referencia a raksas (Gracias a ti antaño atharvan mataron a los demonios (raksas)), apsaras (Vuestras esposas son las apsaras, vosotros sois los maridos), gandharvas (Uno como un perro, otro como un mono, un niño todo peludo, tomando el aspecto de alguien querido el gandharva ataca a las mujeres) y los pisāca (a todos los pisāca, hierba aniquila y derrota).
Vemos también el uso de un tipo de planta utilizada como protección, apāmārga, "la exorcizadora", literalmente la que limpia y purifica. Además, se especifica que esta planta tiene efectos protectores contra todo tipo de conjuros (Con esta hierba yo acabo de arruinar todos los hechizos, el que han hecho en el campo, el que en las vacas o el que en tus hombres), incluso tiene efectos curativos (Que la exorcizadora (apāmārga) exorcice la enfermedad Ksetriya y el conjuro). En esta misma estrofa ya se especifica que finalmente el hechizo se ha vuelto y ha provocado el mal al que lo ha hecho, mientras que en contra de su objetivo primario, ha sido beneficioso para el destinatario. Ya al final del himno se vuelve a hacer referencia a ella (Contigo, exorcizadora, nosotros exorcizamos todo esto).
En general, en los bhaisajyāni, himnos de curación, nos encontramos habitualmente con la idea de que muchas enfermedades son causadas por demonios o hechiceros. Para protegerse de estos seres se suelen utilizar plantas, como vemos aquí, pero también amuletos, cuyo poder se potencia mediante la realización de rituales. Son muy comunes los amuletos de plomo o sisa (AVŚ I 16) o de madera (AVŚ II.9) (Oh (amuleto) de diez tipos de trabajo, alivia a este hombre de los demonios).

AVŚ I 16. Protección contra los demonios con un amuleto de plomo.
Av

1. Contra la tropa de devoradores (attrin) que se ha alzado en la noche de luna nueva, en el cuarto Agni, el que aniquila a los atacantes (yātu), intercedida por nosotros.
2. El plomo (sisa) lo bendice Varuna, el plomo es grato a Agni, Indra me ha regalado el plomo: éste, sí, ahuyenta a los atacantes.
3. Éste somete al viskandha, éste ahuyenta a los devoradores, con éste yo venzo todas las turmas de demonias (pisāci).
4. Tanto si golpeas a nuestra vaca, a nuestro caballo, a nuestro hombre, te perforamos con el plomo para que no mates a nuestros guerreros.

En este himno nos volvemos a encontrar en un contexto de luna llena y con la enumeración de nuevos seres malignos (attrin, yātu, viskandha y pisāci).
El pisāci está vinculado al mundo de los muertos y come carne y provoca enfermedades. En este caso son seres femeninos. Al igual que ocurre con los visikha y los raksas parece que estos también se podrían asimilar a grupos no arios, ya que hace referencia a la vaca y el caballo, dos de los animales más apreciados y sagrados de los arios.
En el śloka 1 aparece el "cuarto Agni", quizá haciendo referencia a la leyenda en la que los tres hermanos de Agni murieron antes que él cumpliendo su función en los sacrificios o simplemente se refiera a algún día del mes siguiendo un calendario lunar. Agni nos ayuda a acabar con los seres malignos tras ser invocado (Agni, el que aniquila a los atacantes (yātu), intercedida por nosotros).
En el śloka 2 ya aparece el amuleto, el plomo (sisa), (ahuyenta a los atacantes) al cual se pide ser ayudado y bendecido por Agni, Indra y Varuna, dioses védicos principales. Los tres dioses en un principio pertenecían al grupo de los asuras, sinónimo de Devas (dioses), los dioses más antiguos. Probablemente el término asura derive de sura (dios), por tanto, sería el “no-dios”, aunque según algunos investigadores puede derivar de “asu”, energía vital, o “ser dotado de energía vital”, además los asuras tienen una importante conexión con el misterioso poder de creación “māyā”. Posteriormente irán degradando su estatus y ya en el AtharvaVeda la palabra asura pasará a denominar "demonio".
Agni gobierna sobre todas las riquezas de la tierra y del cielo, es por ello por lo que se le invoca para obtener riquezas, comida, salvación y cualquier tipo de bien temporal, en este caso protección contra los conjuros. Varuna es el señor de los médicos, posee miles de remedios y puede alejar la muerte y alargar la vida, así como acortarla. También puede ser invocado para salvar al sacrificante y otorgar riqueza, bienestar y felicidad a los descendientes. Además es el guardián del Soma.
Generalmente se le pide que prolongue la vida y castigue a los transgresores. De Indra se dice que ha sido él mismo el que ha regalado el amuleto. Con su rayo tiene la capacidad tanto de matar como de resucitar a los muertos en la batalla, pues, al igual que los otros dioses importantes del panteón védico tiene un lado temeroso y otro amable.

AVP II 64. Contra los hechizos

1. Aurdhvanabhasa el primero con el resplandor del sol para quienes lo deseaban ha hecho un hechizo, el asura; que éste nos sea auspicioso.
2. A los que este hechizo han realizado o a los que han deseado esta residencia la hermana de todos los dioses, la diosa Nirrti los mate.
3. Amuleto protector de Kasyapa; el Cielo, tu padre; la Tierra, tu madre. Igual que lo habéis contrarestado, dioses, así hacedlo de nuevo.
4. Los hechizos de color oscuro, los hechizos llenos de redes, los hechizos rojos que han hecho, ésos los hacemos desaparecer de aquí.
5. O si esto han realizado (diciendo): "que ellos sean dichosos". Hechizo eres, beneficioso eres, ve junto a los hechiceros.

En el śloka 1 nos encontramos con Aurdhvanabhasa, al cual se le pide bendición (que éste nos sea auspicioso). Probablemente es el nombre propio de un asura con poderes especiales (māyā). Es un recurso muy utilizado en este tipo de conjuros el aludir a la primera ocasión que se realizó el ritual, para dar más fuerza a la práctica mágica. Vemos como también se alude a ello de nuevo en el śloka 3 (Igual que lo habéis contrarestado, dioses, así hacedlo de nuevo).
En el śloka 2 nos encontramos de nuevo con el objetivo de volver el conjuro contra los que lo han realizado, esta vez de forma más violenta (la diosa Nirrti los mate). La diosa Nirrti aparece por primera vez en el ṚgVeda como diosa de la muerte y la corrupción.
Con este objetivo vemos de nuevo el uso de un amuleto protector, śloka 3. En esta ocasión se trata de un amuleto atribuido a Kasyapa, probablemente un rsi (sabio), pero no sabemos de qué tipo de amuleto se trata. En algunos himnos se dice que Aditi y Kasyapa son los padres de Agni y que nació del Tiempo (el Cielo, tu padre; la Tierra, tu madre), puede que aquí se haga referencia a ello.
En el śloka 4 encontramos que el objetivo del ritual es la protección frente a un conjuro realizado por alguien (los hechizos rojos que han hecho, esos los hacemos desaparecer de aquí). Al final del himno, śloka 5, se alude a que el objetivo del himno no es sólo la protección sino que el conjuro se vuelva contra su hacedor, y probablemente que, como veíamos antes, nos traiga beneficios, en contra de su objetivo inicial (Hechizo eres, beneficioso eres, ve junto a los hechicero).

Hasta aquí hemos visto himnos de protección contra demonios o hechizos. Pero, en el AtharvaVeda también nos encontramos con himnos relacionados con conseguir la atracción de otra persona o con un beneficio familiar.

2.2. Textos utilizados en los rituales Samskāra (sacramentos)

AVŚ 2.30. Para asegurarse el amor de una mujer

1. Como agita el viento la hierba de la tierra, así agito yo tu pensamiento, para que seas mi amante, para que no te separes de mí.
2. Que los dos Asvinas la guíen, que la lleven con su amante. Se han encontrado vuestras fortunas, las intenciones y las costumbres.
3. Si los de bello plumaje están deseosos de cantar, felices deseosos de cantar, allí va mi llamada, como la punta de una flecha.
4. Lo que está dentro esté fuera, lo que está fuera esté dentro. Del pensamiento de las muchachas de múltiples formas apodérate, hierba.
5. Ella ha venido deseando un esposo, deseando una mujer he venido yo, como un caballo que relincha, así con fortuna he venido yo.

En este himno vemos como el que realiza el ritual lo que busca es manipular la mente de otra persona para que se sienta atraída por él (así agito yo tu pensamiento, para que seas mi amante).
En el śloka 2 nos aparece una pareja de dioses, los Asvinas, considerados los médicos de los dioses. Son además los amigos de las solteras de edad avanzada y se dice que presiden el amor y el matrimonio, por lo que se les implora para unir parejas (Que los dos Asvinas la guíen, que la lleven con su amante).
En el śloka 4 nos volvemos a encontrar con el uso de plantas (Del pensamiento de las muchachas de múltiples formas apodérate, hierba). Vemos, por tanto, las múltiples funciones que se le atribuyen a las plantas; protección contra demonios y enfermedades (enfermedades que en muchas ocasiones se creen causadas por los seres malignos) y atracción o como podríamos ver aquí, manipulación.

AV V 25. Para la concepción de un varón

1. Lo reunido de la montaña, del cielo, de la matriz, de cada miembro, que el pene, dador de la semilla del embrión, lo coloque, como la pluma en la flecha.
2. Como esta gran Tierra recibe el embrión de los seres, así yo deposito tu embrión. Te invoco para esta ayuda.
3. Pon un embrión, Simvali, pon un embrión, Sarasvati, que los dos Asvinas un embrión depositen en ti, enguirnaldados de loto.
4. Un embrión en ti MitraVaruna, un embrión en ti el dios Brhaspati, un embrión en ti Indra y Agni, un embrión Dhatr ponga en ti.
5. Que Visnu prepare la matriz, que Tvastr modele las formas, que vierta el semen Prajapati, que Dhatr ponga un embrión en ti.
6. El que sabe el rey Varuna o el que la diosa Sarasvati, el que Indra, destructor de Vrtra, sabe ese conceptivo bebe.
7. Eres embrión de las plantas, embrión de los árboles del bosque, embrión de todo ser. Agni, deposita aquí un embrión.
8. Móntala, domínala, deposita un embrión en su matriz. Eres un toro, lleno de fuerza masculina, para la descendencia te conducimos.
9. Barhatsana ábrete, haz descansar un embrión en la matriz. Los dioses te han dado un hijo de vosotros dos, los bebedores de Soma.
10. Dhatr, con la mejor forma, en las ingles de esta mujer deposita un hijo varón para que nazca el décimo mes.
11. Tvastr, con la mejor forma, en las ingles de esta mujer deposita un hijo varón para que nazca el décimo mes.
12. Prajapati, con la mejor forma, en las ingles de esta mujer deposita un hijo varón para que nazca el décimo mes.

La vida de los hindúes está muy marcada por todo tipo de rituales de paso; primer afeitado, matrimonio, etc. Uno de los primeros ritos por los que se pasa es el de la implantación del embrión, destinado a propiciar que la esposa quede embarazada. Se hace primero una preparación que dura tres días, mediante la cual se realiza la oblación de los dioses de la casa, tras lo cual se realiza ya el ritual. Al llegar la tercera noche el marido consagra el cuerpo de la esposa, untándola con ghi (mantequilla clarificada) y agua de rosas y le sopla en el lado derecho de la nariz. Ya al tercer mes se realiza otra ceremonia de "masculinización" que es muy similar. En este caso, por las palabras del himno, estaríamos en el primer rito, la implantación del embrión, aunque también hace referencia al sexo del futuro bebé (en las ingles de esta mujer deposita un hijo varón).
Lo que llama principalmente la atención de este himno es la gran proliferación de nombre de divinidades y otros personajes. Algunos ya los habíamos encontrado anteriormente por su capacidad de protección o curación (Asvinas, MitraVaruna, Indra y Agni), pero ahora nos encontramos con algunos nuevos. También se hace referencia al episodio en que Indra destruye a Vrtra, la serpiente que tiene atarapadas las aguas dentro de la montaña.
En el śloka 6 nos habla del rey Varuna (El que sabe el rey Varuna), aludiendo a su estatus de rey de los aditias, hijos de Aditi (un epíteto del sol) y Kasyapa.
Algunos autores consideran que Agni y Bhrhaspati son el mismo dios, ya que a menudo se les aplican los mismos epítetos, por lo tanto tendrían la misma función. También puede estar asociado con Indra, pues es uno de sus epítetos. Es el "señor de las palabras sagradas".
Sarasvati es la esposa de Brahma, diosa de la sabiduría y de la ciencia, madre de los Vedas e inventora del alfabeto Devanagari. Tvastr es un sacerdote, padre de Visvarupa, otro sacerdote importante según algunos textos, según el RgVeda padre de Indra. También se dice que es el “arquitecto” (que Tvastr modele las formas), el artesano de los dioses. Soma además de ser una deidad es un juego con propiedades extáticas. Prajapati es el creador universal, literalmente “el Señor (pati) de la descendencia (praja)”, es el Uno que crea después un Segundo, tras lo cual según los mitos vierte su semen por deseo por ella (que vierta el semen Prajapati).
Lo que también sorprende de este himno es la violencia que utiliza en algunos momentos (Móntala, domínala, deposita un embrión en su matriz).
En relación a este himno Mircea Eliade comenta “El acto generador se convierte en una hierogamia de proporciones cósmicas que moviliza a todo un grupo de dioses".

3. Conclusión

Como ya comentaba en la introducción, India es un territorio muy extenso, con muchísimas tradiciones diferentes, es por ello por lo que era necesario centrarse en una, y entre todas ellas he elegido la tradición védica por ser la más extensa tanto cronológica como geográficamente, pero también podría ser interesante un análisis de lo que se entiende por magia en otras tradiciones, como las corrientes śivaítas, que se extienden principalmente por el sur, aunque en este caso, estaría más relacionado con el misticismo que con la "magia", pues se trata de de un tipo de praxis más relacionada con la divinidad y con el control de la energía interna que te lleva a la unión con ella.
Un ejemplo lo podríamos ver en el Festival de Kirman Canti que se celebra en el Estado de Tamil Nadu. En esta fiesta los devotos caminan sobre una zanja rellena con brasas ardiendo y explican que esto es posible gracias a que la dios Kiranam, si realmente son devotos les extiende su sari bajo los pies (que ellos ven) y ella absorbe el calor de los carbones, haciendo que se derrita la mantequilla que anteriormente se ha extendido por encima de su imagen. Además, la noche anterior se ofrece arroz a los demonios que residen en el lugar y luego se les espanta para que no molesten durante la ceremonia.
En relación a ello también sería interesante ver la diferente concepción de la mujer en India y como este concepto hace que se desarrollen diversas corrientes mágicas. Por ejemplo, como veíamos antes la mujer en la tradición védica y en las epopeyas es la mujer abnegada y sumisa, mientras que en las corrientes devocionales del sur es la energía que mueve el universo (Shakti), sin la cual la fuerza (Śiva) no es nada. Así, en los Vedas nos encontramos con seres malignos femeninos como las apsaras que utilizan su belleza para desviar del camino correcto al hombre, incluso llevarlo a la locura, mientras que en las corrientes del sur los seres malignos no son femeninos.
También hay que tener en cuenta las diferencias cronológicas, el śivaísmo es una corriente muy viva actualmente, mientras que la utilización de los himnos del AtharvaVeda no sigue con esa vigencia, aunque haría falta un estudio antropológico amplio para afirmar esto con rotundidad.

4. Bibliografía

– Beck, Brenda E.F.; COLOUR AND HEAT IN SOUTH INDIAN RITUAL, revista "Man, New Series", vol.4 (dic.1969) pp.333-372.
– Doniger O´Flaherty, Wendy; MITOS HINDÚES, Ediciones Siruela, Madrid, 2004.
– Eliade, Mircea; EL MITO DEL ETERNO RETORNO, Alianza editorial, Madrid, 2011.
– Heiltebeitel, Alf; SIVA, THE GODESS, ANT THE DISGUISES OF THE PANDAVAS AND DRAUPADI, University of Chicago, 1980.
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– Storm, Rachel; INDIAN MYTHOLOGY. MYTHS AND LEGENS OF INDIA, TIBET AND SRI LANKA, Om Books International, New Delhi, 2006.
– VV.AA., editado por Juan Antonio Álvarez-Pedrosa Núñez y Sofía Torallas Tovar).
EDICIÓN DE TEXTOS MÁGICOS DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LA EDAD MEDIA, CSIC, Madrid, 2010.
– Wilkins, W.J.; MITOLOGÍA HINDÚ, edicomunicación, Barcelona, 1987.
– Zaehner, R.C.; HINDUISM, Oxford University Press, Oxford, 1966.

– VV.AA., HISTORIA DE LAS RELIGIONES, editorial Crítica, Barcelona, 2012.
El arte de maldecir: Los conjuros de atadura en la antigua Grecia

Por: Aura Fernández Tabernilla, Máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid.

Correo electrónico: aurataber@hotmail.com

Portada de Historias de Terramar.
Imagen sacada de:
www.casadellibro.com
Muchos de nosotros hemos crecido rodeados de magia, leyendo grandes sagas literarias como las de Harry Potter (1997-2007), Los Libros de Terramar (1983-1991) o Dragonlance (1984-actualidad), por ejemplo; y viendo series y películas como la de Embrujadas (1998-2006) o la de Hocus Pocus (1993), por nombrar algunas. En todas estas obras, tanto literarias como visuales, la magia se nos presenta como un arte basado en ilusiones y en palabras mágicas que propician cambios inmediatos y tangibles. Pues bien, estos elementos también se encuentran presentes en la antigua magia grecorromana, aunque sin duda alguna lo más llamativo de la misma es su corpus de hechizos destinados a alterar el comportamiento y/o la fortuna de uno mismo o de otros. La razón por la que dicho corpus es la parte más conocida de la praxis mágica clásica es porque muchos de los conjuros que lo conforman han llegado hasta nuestros días desde la antigüedad gracias al soporte sobre el que están escritos. A estos hechizos, o maldiciones, se les denomina de atadura o vinculantes.
Antes de explicar en qué consisten estos conjuros exactamente, me gustaría exponer, aunque sea a grandes líneas, el contexto de la práctica mágica en la Antigua Grecia. Habitualmente la magia se realizaba fuera de la esfera de la religión pública, siendo por ende una práctica propia del ámbito privado. Solía tener, además, un carácter misterioso, secreto y de culto. Los actos mágicos podían ser tanto dañinos, es decir, pertenecientes a la denominada “magia negra”, como beneficiosos, tal como ejemplificaba el uso de “gemas mágicas”, y es debido a este potencial “destructivo”; así como por el hecho de que dicha práctica se llevaba a cabo a las afueras de la polis, la magia era vista como una actividad antisocial en el mundo grecorromano[1]. Con todo, la magia forma parte indispensable del trasfondo de buena parte de la literatura clásica, tal como lo demuestran figuras míticas como Circe o Medea.
Dicho esto, la magia vinculante, tema central de esta entrada,  adoptaba dos formas fundamentalmente: a) un hechizo o maldición vinculante, el cual se escribía sobre una variedad de medios que incluían cera, fragmentos de cerámica y, más a menudo, delgadas hojas o tabletas de plomo, que eran luego enrolladas o dobladas y atravesadas con un clavo; y b) un figurín, fabricado con cera, arcilla, lana, plomo, bronce o, muy rara vez, mármol, que se asemejaba a la forma de un hombre o una mujer y cuyos miembros podían unirse o torcerse. Dichas figuras podían presentar agujas o clavos atravesándolas, mientras que otras veces eran enterradas en una suerte de ataúdes hechos a partir de delgadas láminas de plomo. Estos muñecos, así como los féretros, se inscribían con el nombre de la víctima y con una larga maldición, siendo luego emplazados en tumbas y santuarios, o arrojados al agua.
El término atadura viene del concepto griego κατάδεσμος, “maldición vinculante” (katadesmos, plural katadesmoi), que era usado por algunos autores como Platón para etiquetar este tipo de magia[2]. Asimismo, los investigadores utilizan su equivalente en latín, defixio (plural defixiones), para referirse a los conjuros de atadura que están escritos en tablas[3]. La noción de vinculación puede encontrarse también en el lenguaje de las mismas tablas, las cuales expresan a menudo la acción deseada mediante el uso de verbos como katadein, “atar/unir”, o katekhein, “frenar/contener”. Por otro lado, la metáfora de la atadura queda ilustrada en el doblamiento, enrollamiento y perforación de las tablillas de plomo. En el caso de los figurines, dicha metáfora se consigue mediante la torsión literal, la atadura y las perforaciones de los mismos con clavos.
Aunque la fórmula básica de vinculación era estándar, los investigadores han dividido los conjuros de atadura en grupos temáticos que tienen que ver tanto con la competencia en el ámbito de los deportes, del drama o de los negocios, como con los asuntos eróticos, relacionados con el sexo o el matrimonio, y las peticiones de venganza y justicia. Dichos conjuros explicaban con bastante claridad las intenciones del usuario, así como lo que éste pretendía cambiar en su “víctima” a través de la atadura de su persona, de sus habilidades de percepción o de sus capacidades mentales. En otras palabras, este tipo de hechizos o maldiciones eran escritos por individuos que deseaban controlar a otra persona.
Relieve de Medea con las hijas de Pelias.
Imagen sacada de:
https://commons.wikimedia.org.
Por regla general la magia vinculante o de atadura requería la cooperación de las divinidades del inframundo y de sus poderes para su ejecución, por lo que era habitual que las tablas con este tipo de conjuros fueran emplazadas en pozos, manantiales, hipódromos, en el caso de maldiciones deportivas, teatros, en caso de maldiciones entre actores, y en los santuarios de las deidades del inframundo. Durante el periodo clásico una serie de deidades con o sin nombre eran invocadas en esta clase de conjuros para que intervinieran, de alguna manera, en la acción. En los textos de principios del Ático, por ejemplo, se menciona a menudo a Hermes[4], Hécate y Perséfone. Las funciones de estos tres dioses como responsables tanto de los viajeros como de los muertos se volvieron cada vez más prominentes en el siglo V a. C., siendo dicho cambio especialmente llamativo en el caso de Hécate, quien en el siglo VIII jugaba un rol totalmente diferente como una diosa cuyos ámbitos de influencia incluían la tierra, el aire y el agua[5]. Con todo, lo más común era que el hacedor de estas maldiciones pidiera ayuda a los muertos para realizarlas, ya que éstos, en especial aquellos que estaban “inquietos", podían hacer de mediadores mágicos al permanecer entre el mundo de los vivos y el de los muertos[6]. Por lo tanto, se enterraban las tablas o las efigies con el conjuro de atadura en los cementerios y, más concretamente, en las tumbas de aquellos que habían muerto antes de tiempo (aōroi) como, por ejemplo, los niños recién nacidos o las mujeres sin descendencia; violentamente (biaiothanatoi) como los asesinados, que reclamaban venganza, o los ejecutados; o que no habían recibido correctamente los ritos funerarios (ataphoi)[7] como los náufragos o los suicidas, por señalar algún caso. Es posible que los aōroi y los biaiothanatoi sean los grupos más utilizados para la magia vinculante de entre los “muertos sin descanso”, porque, en primer lugar, los primeros representaban la categoría más numerosa ya que integraba a cualquiera que, por unas razones u otras, se consideraba que no había cumplido todos los días de su vida, salvando la excepción de los muertos en el campo de batalla[8]; y porque, en segundo lugar, los segundos eran los más invocado para ejecutar las empresas mágicas más agresivas. No obstante, todos estos “muertos sin descanso” se caracterizaban por la ira y la implacabilidad, cualidades que el practicante de la magia esperaba poder canalizar para llevar a buen término su maldición. Es decir, los cementerios eran lugares de gran poder.
Figura femenina perforada por trece clavos.
Imagen sacada de:
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Uno de los cambios más interesantes que pueden observarse en estas maldiciones desde el periodo clásico hacia adelante implica la progresiva “fragmentación” de la víctima a la que se desea atar. En muchas de las primeras tablas áticas se encuentra sólo un nombre (en nominativo o acusativo); más adelante, en tablas posteriores, aparece un verbo como katadein o katekhein en primera persona junto con el nombre; y, finalmente, el nombre o nombres de las víctimas son acompañados por las partes del cuerpo y las capacidades intelectuales que se desean atar o capturar con el hechizo[9]. Con el tiempo, a partir del periodo clásico, pero extendiéndose también por el helenístico y el romano, empezaron a surgir numerosos ejemplos de maldiciones y tablas de conjuros con largas y extensas listas de partes del cuerpo.
Para finalizar esta entrada, decir que, sin duda alguna, los conjuros de atadura más llamativos son los que componen la denominada magia amorosa griega, la cual, tal como explica Faraone, se dividía en: hechizos para inducir una “pasión incontrolable” (eros), muy populares entre los hombres para conseguir los favores (normalmente sexuales) de una mujer, que solían tomar la forma de una maldición vinculante (katadesmos o defixio); y hechizos para incitar afecto (philia), los cuales eran más habituales entre mujeres que deseaban “sanar una relación rota o disfuncional, o proteger una en funcionamiento pero frágil”[10]

Bibliografía

Collins, D., Magic in the Ancient Greek World, Malden, MA: Blackwell Publishing, 2008.
Faraone, Ch. A., Ancient Greek Love Magic, Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1999.
Hernández, M. R., “Invocaciones a los muertos en los textos griegos mágicos”, Conversaciones con la Muerte. Diálogos del hombre con el más allá desde la Antigüedad hasta la Edad Media, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2011.
Luck, G., Arcana Mundi: Magic and the Occult in the Greek and Roman Worlds. A collection of Ancient Texts, Baltimore [etc.]: The Johns Hopkins University Press, 2006.
Ogden, D., Magic, Witchcraft and Ghosts in the Greek and Roman Worlds: a Source Book, New York [etc.]: Oxford University Press, 2002.
.........., A Companion to Greek Religion, Malden, MA: Blackwell Publishing, 2007.
Petropoulos, J.C.B., Greek Magic: Ancient, Medieval and Modern, London and New York: Routledge, 2008.




[1]Esta visión de la magia como un subgrupo de la actividad religiosa potencialmente dañino queda reflejada en numerosas leyes y otros textos que datan de principios del siglo V a.C. en adelante. Petropoulos, J.C.B., Greek Magic: Ancient, Medieval and Modern, London and New York: Routledge, 2008, p. 4.
[2]Collins, D., Magic in the Ancient Greek World, Malden, MA: Blackwell Publishing, 2008, p. 64.
[3]El termino defixio viene del verbo latino defigo, “clavar, traspasar, vincular, embrujar”. Como sustantivo defixio significa “clavado, maldito [con un conjuro]”. Aunque defixio es el término técnico para la maldición escrita sobre una tabla (tabella defixionis), también son defixio las efigies que están atravesadas con agujas o clavos. Luck, G., Arcana Mundi: Magic and the Occult in the Greek and Roman Worlds. A collection of Ancient Texts, Baltimore [etc.]: The Johns Hopkins University Press, 2006, p. 510.
[4]Un ejemplo de la invocación de Hermes en uno de estos conjuros de atadura lo ofrece la siguiente tablilla ática de plomo de principios del siglo IV a.C., en la que una persona realiza una maldición vinculante contra sus oponentes legales y contra otras maldiciones de atadura: “A. Si alguien puso un hechizo contra mí, ya sea hombre o mujer, esclavo o libre, extranjero o ciudadano, de mi hogar o fuera del mismo, ya sea por envidia hacia mi trabajo o mis acciones, si alguien puso un hechizo contra mi ante Hermes, se trate de Hermes Erionios o Hermes el embaucador, o ante algún otro poder, lo ato de regreso a todos mis enemigos. B. Ato a mis enemigos de la corte Dion y Granicos”. Ogden, D., Magic, Witchcraft and Ghosts in the Greek and Roman Worlds: a Source Book, New York [etc.]: Oxford University Press, 2002, p. 211. En este ejemplo se puede observar un detalle interesante: este tipo de conjuros también tenían un cierto carácter exorcístico en tanto que servían para “devolver el mal” sufrido a la persona que lo había enviado en primer lugar.
[5]El cambio en el estado de estas divinidades en parte se debe al hecho de que Hermes y, en cierta medida Hécate, se han asociado tradicionalmente con los movimientos entre el mundo terrenal y el inframundo, mientras que Perséfone estaba asociada con el tránsito entre vivos y muertos por su actividad como gobernante del inframundo junto a Hades. Collins, D., op. cit., pp. 71-72.
[6]Las maldiciones que requieren la ayuda de un muerto para llegar a buen puerto pueden agruparse en dos grupos dependiendo de la forma de intervención del muerto en el mundo de los vivos: a) el muerto actúa como mensajero entre el que realiza el conjuro y las divinidades ctónicas que serán quienes, en última instancia, actúen en el mundo de los vivos; y b) el alma del difunto actúa por sus propios medios y cumple “en persona” los deseos del solicitante o de su cliente (el defigens). Martín, Hernández, R., “Invocaciones a los muertos en los textos griegos mágicos”, Conversaciones con la Muerte. Diálogos del hombre con el más allá desde la Antigüedad hasta la Edad Media, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2011, p. 101.
[7]Los ritos funerarios, así como un correcto enterramiento eran fundamentales para que el alma del difunto pudiera descansar en paz. Los poemas homéricos proveen varios ejemplos. En la Ilíada, el fantasma de Patroclo se le aparece en sueños a Aquiles y le pide que le entierre como es debido para que su alma pueda entrar en el Hades: “¡Duermes, pero me has olvidado, Aquiles! Cuidabas de mí cuando estaba vivo, pero no ahora que estoy muerto. Entiérrame lo antes posible, para que pueda pasar por las puertas del Hades. Las almas me mantienen a distancia, los fantasmas de los muertos no me permiten aún mezclarme con ellos más allá del río, pero en este estado deambulo por las amplias puertas cerradas de la casa de Hades. Échame una mano, te ruego por mis lágrimas. Pues no volveré del Hades, cuando me hayas dado el fuego que me es debido” (Homero, Ilíada 23.62–76). Ogden, D., Magic, Witchcraft and Ghosts, op. cit., pp. 151-152.
[8]Los soldados que caían en combate eran enterrados o incinerados en el mismo campo de batalla. En la
Ilíada, por ejemplo, los guerreros griegos incineraban a sus caídos en el propio campo de batalla. Otro ejemplo de esta práctica lo proveen los griegos que murieron en la batalla de Maratón, en el 490 a.C., pues fueron incinerados y luego enterrados bajo un largo túmulo funerario en el mismo sitio. Ogden, D., A Companion to Greek Religion, Malden, MA: Blackwell Publishing, 2007, p. 88.
[9]Así, por ejemplo, si se deseaba que una persona perdiera sus facultades mentales se ataban su alma, su lengua y su sentimiento. En un sentido más general la atadura del espíritu hacía referencia a la voluntad de la víctima como manera de motivarla para hacer o no hacer algo. Sin embargo, lo que no se ha conseguido todavía explicar del todo es el significado de la atadura de las manos y los pies, o de los brazos y las piernas, así como en conjuros posteriores la proliferación de partes del cuerpo que podían ser atadas. Con todo, se puede decir con cierta certeza que las manos y los pies, no menos que la lengua o el alma, constituían una fórmula anatómica básica. Esto es, las manos y los pies eran parte de una fórmula de atadura que requería la mención de las facultades físicas e intelectuales. Collins, D., op. cit., pp. 79-80.
[10]Faraone, Ch. A., Ancient Greek Love Magic, Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1999, p. 96.

Prácticas mágicas judías en la Antigüedad tardía

El caso del Sefer ha-Razim

Por: E. Macarena García García, Máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid e investigadora predoctoral FPU


Cuando hayas entrado en el país que Yahveh, tu Dios, te otorga, no aprenderás a imitar las abominaciones de aquellas naciones. No ha de hallarse en ti quien haga pasar a su hijo o su hija por el fuego, quien practique la adivinación, agorero por las nubes, adivino, mago, quien obre encantamiento, consultor de espectros u oráculos, o evocador de muertos; pues constituye una abominación para Yahveh el hombre que hace tales cosas.[1]
La problemática de las prácticas mágicas y adivinatorias a las que se enfrenta el pueblo judío desde su entrada en la tierra prometida puede hallarse ya plasmada en las palabras de Deuteronomio que citamos como apertura. A lo largo de las páginas de la Biblia hebrea nos encontramos con la denuncia de prácticas idolátricas y falsos profetas de los que el pueblo es instado a alejarse. Sin embargo, la denuncia de estas prácticas en la Biblia no hace sino confirmar que se llevaban a cabo y suponían una fuerte amenaza, pues ¿acaso habría necesidad de denunciar algo que no está teniendo lugar?
Hasta el pasado siglo, la magia había sido considerada por los investigadores como una manifestación minoritaria de dudosa valía, ligada al pueblo llano, la incultura y la superstición. Sin embargo, la investigación actual ha constatado cómo a partir del s. IV a.e.c. existe un continuum en todo el Oriente helenizado (y, posteriormente, en el Occidente con la expansión romana, la llamada oikoumene mediterránea) de prácticas mágicas que poco tienen que ver con la clase social o el nivel de cultura: se trata de rituales muy concretos a través de los cuales el hombre satisface sus necesidades, sus problemas más inmediatos, gracias a la intercesión de seres intermedios – ángeles o demonios – o la interpretación de sueños y augurios. Con una visión vital del universo, han de seguirse unas instrucciones precisas, conocidas tan sólo por los técnicos cualificados, para someterse a las leyes de la simpatía y del contagio. Esto lleva a un servicio pagado que no puede permitirse toda la sociedad, sino precisamente las capas más altas, “aquellas de mayor cultura y religiosidad,” lo que desmonta esta idea tradicional de “la magia popular” o “la magia de los incultos.”
Sin embargo, hemos de tener cuidado: al utilizar la palabra “magia,” se tiende a perder el concepto de qué entendía la sociedad a la que estudiamos como prácticas mágicas y a suplantarlo por nuestro propio punto de vista: una definición etic y no emic de la magia en la Antigüedad Tardía. Por ello, en esta entrada, al hablar de “magia” lo haremos como sinónimo de “poder ritual:” una serie de procedimientos rituales en busca de una respuesta efectiva a los males del hombre en este mundo de manera inmediata, prácticas paralelas – que no contrapuestas – a la religión oficial.
Además, debemos tener en cuenta también que al hablar de “magia judía” se hace referencia a una serie de rituales practicados por judíos, para un público o clientela tanto judía como no judía, y cuya procedencia no es estrictamente judía. Es muy difícil saber en la Antigüedad Tardía qué grupo religioso o cultural ha creado un ritual mágico, dado que, en toda esta oikoumene mediterránea, los manuales mágicos son muy parecidos unos a otros y se caracterizan por el sincretismo, siendo frecuente la mezcla de elementos de magia egipcia o mesopotámica con conceptos y fórmulas judías y griegas.
Tomemos como ejemplo uno de los manuales mágicos que el judaísmo nos ha transmitido: el Sefer ha-Razim o Libro de los Secretos. Se trata de un breve documento de unas 800 líneas, datado entre finales del s. III y principios del s. IV e.c. y caracterizado por un hebreo midrásico[2] con gran cantidad de préstamos griegos.
El libro está estructurado en siete secciones de tamaño desigual, correspondientes al motivo de los siete cielos o firmamentos, además de un prólogo en el que se indica la historia de la transmisión de estos conocimientos del ángel Raziel a Noé para salvarle del diluvio y, tras éste, a través de las diferentes generaciones bíblicas hasta Salomón.
El propio nombre del ángel Raziel hace referencia a lo oculto: Raziel significa literalmente “el misterio de Dios,” y aparece también como revelador de secretos en el Sefer Raziel ha-Mal’aj o Libro del ángel Raziel, siendo en esta ocasión Adán el receptor del conocimiento. Por lo tanto, se trata de una figura conocida tanto por la literatura rabínica como por la mística.
Por su parte, la identificación de Salomón como último receptor ilustre de este libro de misterios tampoco es baladí. Dada la caracterización bíblica de Salomón como el sabio por excelencia, este personaje sufrirá una paulatina evolución a lo largo de los siglos. De este modo, en el siglo I e.c. aparece caracterizado como exorcista en un breve salmo de Qumrán,[3] siendo su figura poco a poco enriquecida con rasgos helenísticos hasta su identificación como mago, tal y como observamos en este libro. Se trata de una característica propia del poder ritual judío: Salomón, David, Moisés o Abraham aparecen como líderes del pueblo y a la vez magos, combinando el poder político (sobre la humanidad) con el poder mágico (sobre los espíritus, ángeles y demonios), dualidad que no aparece en otras grandes figuras de la Antigüedad tardía de otras culturas (como, por ejemplo, Simón Mago o Dárdano) y que constituye uno de los pocos rasgos distintivos del poder ritual judío respecto a otras culturas y religiones.
Como esquema general, tras la localización de cada cielo le sigue la descripción de sus subdivisiones: los nombres de los ángeles que contiene ese cielo,[4] su aspecto, funciones, para qué se les puede invocar, los ritos necesarios para ello, el tiempo adecuado en que deben realizarse, la invocación propiamente dicha (el texto, el “conjuro,” a veces perdido) y, en ocasiones, informaciones adicionales sobre el ritual, su modificación o inversión del efecto. Con estas acciones, lo que se pretende es tener acceso – principalmente – a la curación (entendida generalmente como exorcismo), el control de los elementos naturales (lo que se puede relacionar con las cosechas: el bienestar, el dinero) y el poder (por las referencias al gobierno y a la guerra).
Por ejemplo, en los manuales mágicos, la acción de atar o encadenar se entiende como un método de control y sometimiento, atestiguado ya en la primera y más antigua magia egipcia: las ligaduras efectuadas a una figura o estatuilla pequeña hacen que, mediante la ley de la simpatía, al igual que se actúa sobre el objeto simbólico, también se actúe sobre el sujeto real a quien se quiere controlar.
Las listas de ángeles que nos proporciona el Sefer ha-Razim constituyen no sólo una curiosidad cosmológica, sino que tienen su lugar justificado en este manual mágico gracias al poder de la palabra: saber el nombre de algo permite al hombre conocerlo y controlarlo. Recuérdese, por ejemplo, el relato de Génesis 2, en que el hombre nombra a los animales y con ello, se sitúa por encima del resto de la creación. Se trata de un primer paso antes de la invocación a estos seres, o a alguno de ellos en concreto, en busca de un resultado visible en este mundo.
Una vez hechas todas estas aclaraciones, veamos pues un ejemplo concreto de ritual mágico del Sefer ha-Razim, un conjuro para contemplar el carro solar durante la noche:
Y si deseas mirar el sol durante la noche [mientras] va por el viento del norte, purifícate [durante] tres semanas de días de todo alimento ,y de toda bebida, y de toda cosa impura, y sitúate en la vigilia de la noche, en la hora tercera, cubierto con ropajes blancos, y pronuncia el nombre del sol y el nombre de los ángeles que lo conducen durante la noche veintiún veces, y di: “Yo os conjuro, [a] los ángeles que revoloteáis por el aire del cielo, por aquel que ve pero no es visto, por el rey que descubre todos los misterios y ve todos los secretos, por ’El, que conoce qué [hay] en las tinieblas. Y él transforma las sombras en mañana, e ilumina la noche como el día, y todos los secretos ante él se aclaran como el sol, y no hay nada imposible para él. En nombre del rey santo que camina sobre las alas del viento, en las letras del nombre revelado (el Tetragrámaton) que fue descubierto a Adán en el jardín del Edén, [por] el gobernador de los astros, el sol y la luna, [quienes] se inclinan ante él como esclavos ante sus señores; por el prodigioso nombre de ’El, yo os conjuro, quienes me haréis conocer este gran milagro que yo deseo, y veré el sol en su esplendor en la esfera de su carro, y no habrá nada oculto que no comprenda, y lo veré hoy por completo, y le pediré mi deseo, y hablará conmigo como habla cualquier hombre con su compañero, y me contará los misterios de los arcanos, y me dará a conocer los secretos, y no me dañará ningún mal.”
Y cuando termines de hablar, escucharás el estruendo de un trueno en el borde del norte y verás [algo] como una chispa saliendo, y brillará la tierra ante ti. Y después de que lo veas, entonces te inclinarás y te prosternarás, y rezarás esta oración: “Alaba al que sale por el oriente: Helios, el marinero (el bueno), supremo jefe, el digno de fe, tú que de antaño te has erigido como poderosa rueda, rectora del universo, amante de su padre, Señor, enviado de brillante luz, soberano comandante. Hago caer, yo, Fulano, hijo de Fulano, mi súplica ante ti, que te aparezcas ante mí sin [causarme] miedo, y te me descubras sin [causarme] terror, y no se me oculte ninguna cosa, y me cuentes en verdad todo lo que yo pido.”[5]
Un requisito básico para que los rituales funcionen es el necesario estado de pureza inicial, concepto de gran importancia en las prácticas rituales (tanto las calificadas como magia, como las incluidas en la religión oficial) de cualquier cultura. En esta línea, las instrucciones iniciales para la preparación de este ritual concreto incluyen ciertas prácticas de purificación como la abstinencia de comida y bebida, y la prohibición de contacto con elementos impuros durante tres semanas.[6] Una vez pasado este tiempo, el sujeto ha de pronunciar un determinado número de veces el nombre del sol y de los ángeles en un tiempo determinado (en la vigila de la noche, en la tercera hora) y ataviado con unas ropas concretas (cubierto con ropajes blancos).
Tras este ritual preparatorio, el sujeto escuchará el estruendo de un trueno, tras el cual debe prosternarse y entonar una oración dirigida a Helios, el sol.[7] Se trata de una prueba palpable del sincretismo imperante en los manuales mágicos de la Antigüedad Tardía: una oración a un dios pagano (como emisario del Dios supremo) en el seno de un texto judío, sin ningún tipo de censura o reparo religioso.[8]
La finalidad de este conjuro es la obtención de sabiduría oculta. Y en él hay un rasgo que llama la atención especialmente por no ser elemento común o frecuente en los conjuros del Sefer ha-Razim: la súplica a la divinidad para que esta revelación de secretos no venga acompañada de terror ante lo desconocido, lo incomprensible, lo superior al hombre; en definitiva, lo que en terminología de Otto podemos denominar como el mysterium tremendum de lo numinoso.
Por último, este conjuro es prueba de que estamos ante un manual de magia escrito no para el público en general, sino para un técnico en poder ritual, dado que las fórmulas que deben pronunciarse se indican a modo de formulario estereotipado o prefijado, con huecos a rellenar. De este modo, hacia el final del texto se indica “Yo, Fulano, hijo de Fulano”, a fin de que el cliente, una vez que el técnico le revele este ritual a cambio de pago, pueda sustituir “Fulano” por su nombre propio en la invocación al sol.
Así pues, podríamos concluir gracias al estudio de este ejemplo concreto, que las prácticas mágicas del judaísmo en la Antigüedad Tardía responden a una motivación concreta, de poder o control sobre el universo, y muestran un fuerte sincretismo, como prueba la alusión a Helios. La gran cantidad de copias y fragmentos encontrados de este libro contrasta con la falta de evidencias arqueológicas que atestigüen la realización de estos ritos, lo que deja abierta la cuestión sobre si estos rituales podrían haber sido más comunes que lo que tradicionalmente se ha defendido.


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Cantera Burgos, F. y M. Iglesias González, Sagrada Biblia, Madrid, 2003 (3ª ed.)
Keizer, L., Sepher Ha-Razim and its Traditions. An Inquiry into the Interrelation of Jewish, Greco-Egyptian, and Chaldean Magico-Mystic Practices in the Roman-Hellenistic Period, Santa Cruz, 1971.
Margalioth, M., Sepher Ha-Razim, Jerusalem, 1966.
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Sznol, S., “Sefer ha Razim – El Libro de los Secretos. Introducción y comentario al vocabulario griego”, Erytheia, 10.2 (1989), pp. 265-288.




[1] Deut 18,9-12a.
[2] Un tipo o clase de hebreo de época rabínica que encontramos en los midrashim. Un midrash es una obra de exégesis o interpretación bíblica que, más allá de un simple comentario, tiende a rellenar lagunas del texto con elementos narrativos (hagadah) y legales (halajah).
[3] García Martínez, F., Qumran Cave 11. 11Q28, 11Q20-31, Oxford, 1998, pp. 181-205.
[4] El número de estos ángeles asciende a nada menos que 700 en total. Sus nombres – algunos de ellos etimológicamente en consonancia con su función – provienen tanto del hebreo como del griego, siendo unos pocos conocidos gracias a los papiros mágicos griegos y, otros tantos, de procedencia y significación oscura.
[5] Cuarto Cielo, líneas 43-65. La traducción al español de este fragmento del Sefer ha-Razim es elaboración propia a partir del texto hebreo de Margalioth, M., Sepher Ha-Razim, Jerusalem, 1966.
[6] Otra de las prácticas de purificación citada en el Sefer ha-Razim es la purificación por inmersión. Se trata de una práctica ritual muy frecuente en la cultura judía: recuérdense, por ejemplo, los baños rituales en el mikvé a los que ha de someterse la mujer tras la menstruación.
[7] Se trata de una oración original de este libro, sin paralelos hasta la fecha en los papiros mágicos griegos ni ninguna otra fuente, por lo que no hay una única reconstrucción, totalmente fiable, de este fragmento. No obstante, en los papiros mágicos griegos es frecuente la referencia al cosmos en los atributivos y epítetos de los dioses, incluyendo también a Helios en un claro paralelo a PMag. VII, 529.
[8] Este sincretismo no se limita a los manuales mágicos de la época, sino que es observable también en algunos hallazgos arqueológicos, como las sinagogas bizantinas de Beth Alpha, Ḥammat Tiberias y Na‘aran (s. IV-VI e.c.), cuya decoración incluye como motivo central un zodiaco con Helios como centro de la rueda.