lunes, 8 de febrero de 2016

Editorial: Febrero 2016


De dioses y hombres es un blog de investigación dedicado al estudio de las ciencias de las religiones y la mitología, coordinada y dirigida por el profesor y Máster en Literatura Clásica de la Universidad de Costa Rica José Marco Segura Jaubert y por el profesor y doctorando de la Universidad Complutense de Madrid Carmelo Morales Marcos.
Este mes os traemos tres nuevos e interesantes artículos: el Doctor por la U.P.M Jorge Mateos Enrich en el presente artículo nos resalta el papel de la mujer en el Islám primitivo y para ello recorre un camino inverso, desde el presente hasta el pasado. Esto va a ayudar a comprender una serie de hechos, circunstancias, situaciones y aspectos que hoy, en los albores del siglo XXI, se dan por supuestos sin contrastarlos de forma precisa. La máster en Ciencias de las Religiones por la U.C.M  Jenifer Montiel nos presenta en su artículo una nueva institución que estaba relacionada con la existencia de mujeres dedicadas al cuidado del templo y de la deidad que en él se veneraba, llegando a formar incluso una casta propia. Esta institución son las Devadās, mujeres que viven en el templo o en sus alrededores y cuyas funciones residen en cuidar de él, del sacerdote y, por supuesto, de la deidad, simbolizada por un ídolo. Por último el Doctorando en Ciencias de las Religiones por la UCM Pietro Víktor Carracedo Ahumada nos habla en su artículo sobre la Simbología y estética de la figura alada. Las alas son uno de los símbolos más extendidos en la iconografía religiosa, debido en gran parte a todos los símbolos y connotaciones que puede ofrecer, más que a su pura estética o relación física con el sujeto.

El papel activo y los derechos de la mujer en el Islam primitivo



Por: Jorge Mateos Enrich, Doctor de la Universidad Politécnica de Madrid.

Aunque el presente artículo tiene como objeto resaltar el papel de la mujer en el Islam primitivo, es necesario recorrer un camino inverso para situar la cuestión, desde el presente hasta el pasado. Esto va a ayudar a comprender una serie de hechos, circunstancias, situaciones y aspectos que hoy, en los albores del siglo XXI, se dan por supuestos sin contrastarlos de forma precisa.

Actualmente se tiene, al menos en la Cultura Occidental, un concepto habitualmente erróneo del Islam, cuando no una postura crítica o de rechazo. Aspectos y tópicos que, sin más, se admiten y de los que raramente se duda y mucho menos se cuestionan. Uno de ellos es el papel que representa la mujer en la sociedad musulmana.

Es evidente que desde el nacimiento y posterior expansión del Islam el rol de la mujer ha ido cambiando, mutando, adaptándose. Obviamente este es un aspecto similar al que se ha producido en otros ámbitos culturales de referencia como podrían ser los ámbitos de las otras dos grandes religiones monoteístas: el Judaísmo y el Cristianismo.

Entre las tres religiones podemos encontrar nexos, más o menos plausibles, pero nexos a fin de cuentas. Cronológicamente, el Islam heredó algo de las anteriores, así como el Cristianismo lo hizo del Judaísmo. Las referencias sobre la mujer en las sociedades primigenias de estas tres culturas se harán necesarias.

En todo tiempo y en todo ámbito social y cultural, el papel de la mujer ha sido más o menos relevante, pero siempre ha tenido lugar, La cuestión mujer-Islam o, dicho de otra manera: el debate en torno a los derechos de la mujer y las barreras para la igualdad efectiva de sexos que representan las sociedades patriarcales actuales, los textos sagrados y las tradiciones se ha mantenido por generaciones. Debates del mismo orden se han mantenido en el ámbito de Judaísmo y del Cristianismo. Por lo que se refiere al mundo musulmán, es innegable que el papel actual de la mujer no siempre fue el que es ahora. La situación se torna a la inversa que en el ámbito de otras religiones o sociedades y la figura, activa, de la mujer en el Islam ha ido perdiendo relevancia con el tiempo. Se puede situar en torno al año 1000 de nuestra era el declive del papel político y social de las mujeres islámicas, coincidiendo con la agonía del  Imperio de la dinastía Abasida.

En el maremágnum de términos sobre el Islam que se vienen escuchando desde los años 80 y 90 del siglo pasado y la primera década del presente (cuando Occidente sacudió definitivamente el “avispero de Oriente Medio”) y, aún actualmente, surge la confusión y, paradójicamente, el interés por lo musulmán. Términos como “muyahidín”, “islamismo”, “salafismo”, “yihad”, “burka”, “hiyab”, “niqab”, “ablación”, etc. son mal interpretados, cuando no asimilados sin explicación, por la cultura occidental.

Todo esto tiene que ser analizado, reflexionado y contextualizado. En el caso que ocupa, se tiene el concepto de una mujer islámica representando un papel secundario, cuando no relegado, en el ámbito religioso, político y social. Importante y fundamental en el contexto de la familia pero irrelevante y sumiso en los demás.

Este artículo pretende aportar luz sobre esta cuestión y apuntar que esto no siempre fue así, ni mucho menos. Se ha de hacer, pues, un recorrido por el Islam, desde sus comienzos y sus primeros pasos hasta su afianzamiento, para refutar la idea actual de una mujer relegada. Se van a aportar aspectos sobre la importante labor que tuvieron las mujeres en los albores de esa nueva cultura; la cultura musulmana.

Llegados a este punto hay que aclarar un concepto primordial. El Islam no es una religión en sí misma (carece de dogmas y de una estructura jerárquica), es un modo de vida. Parece que siempre se quiere buscar, y más actualmente, un antagonismo entre Islam y modernidad. Esta es una discusión fútil. Desde sus comienzos, el Islam ha ido sufriendo un continuo estado de revisión, cuando no de refundación. No se trata de conjugar una religión con un modo de vida, sino de adaptar ese modo de vida a los tiempos cambiantes.

Se puede afirmar que la ley que rige a la sociedad musulmana es la Sharia. Sharia significa literalmente “sendero” o “camino”. Esta es, a su vez, un compendio de cinco elementos. El Corán, libro sagrado o de las revelaciones. Los Hadizes, dichos del Profeta y actitudes de su vida cotidiana. La Qiya, el razonamiento analógico. La Ijma, el consenso de la comunidad. La Ijtihad, el pensamiento libre e independiente basado en la razón. Este último es uno de los aspectos más discutidos, controvertidos y polémicos en las distintas escuelas del Islam. Es obligado hacer referencia a estos elementos para evaluar el papel de la mujer islámica en sus orígenes.

Las citas del Corán y la actitud de los primeros musulmanes son testigos del hecho de que la mujer era tan esencial para la vida cotidiana como lo era el hombre y de que ella no era inferior a él. El  estatus de la mujer fue establecido para garantizar ser igual al hombre. Este fue establecido como una norma y un hecho, por lo que nunca se consideró un problema.

El Islam otorgó a la mujer derechos y privilegios que ella nunca había tenido en otras religiones o sistemas sociales. Los derechos y responsabilidades de una mujer eran iguales a los de un hombre. Ella es igual que el hombre en la búsqueda del conocimiento y la sabiduría. Como el Islam exige a los musulmanes la búsqueda del conocimiento, no hace distinción entre hombre y mujer. En el principio del Islam, el Profeta declaró que la adquisición del conocimiento le incumbe a cada musulmán. Esta declaración fue muy clara y ha sido realizada por los musulmanes a lo largo de la historia. Ella tenía derecho a la libertad de expresión tanto como el hombre. Sus opiniones eran tomadas en consideración y no podían ser rechazadas porque ella perteneciera a este género. Ambos, el Corán y la historia, registran que las mujeres no solo expresaron libremente sus opiniones sino que también discutieron y participaron en discusiones muy serias con el Profeta y otros líderes musulmanes. Además de esto, hubo ocasiones en que las mujeres musulmanas expresaron sus opiniones en asuntos legislativos de interés público e incluso se opusieron a los califas, que aceptaron sus válidos argumentos. Un ejemplo específico de esto tuvo lugar durante el califato de Omar (segundo califa “Rectamente Guiado”, año 625-646 de nuestra era, EC, año 13-24 después de la Hégira DH).

Los registros históricos demuestran que las mujeres participaron en la vida pública de la primera comunidad musulmana, especialmente durante los tiempos más difíciles. Las mujeres musulmanas acompañaron a los ejércitos musulmanes para curar a  los heridos, preparar las provisiones y servir a los guerreros. Pero no solo esto, como se verá más adelante algunas tomaron parte activa en la batalla en condición de jefes como en el caso de la “Batalla del Camello”. Esta batalla enfrentó a Aisha (viuda del Profeta) con Alí (cuarto califa “Rectamente Guiado”, año 656-661 EC, año 36-40 DH). Ellas nunca fueron encerradas detrás de unos barrotes de acero, consideradas indignas o privadas de almas.

En tiempos de Omar la educación era obligatoria tanto para los niños como para las niñas de la comunidad. Las mujeres trabajaban junto a los hombres, tomaban parte en la vida pública, asistían a las disertaciones, hacían sermones y componían poemas para las oraciones públicas. De hecho Omar nombró a una mujer máxima autoridad del mercado de Medina. Este era un puesto de gran responsabilidad civil, pues entre sus obligaciones estaba la de regular la construcción, la concesión de autorizaciones comerciales y la inspección de pesos y medidas.

En los párrafos precedentes se vislumbra la dirección que conformaba el estatus de la mujer en esa  sociedad incipiente. Se va, a partir de aquí, a reflexionar sobre aspectos cuya interpretación actual no era válida antaño. Son conceptos esenciales en las sociedades contemporáneas. Pero retrotrayéndose al pasado van a ser contextualizados adecuadamente.

En la sociedad  musulmana el matrimonio era y es un contrato civil. Es un contrato concluido, mediante una propuesta y una aceptación, entre dos partes capacitadas para ello ante dos testigos. El matrimonio decidido por las familias o tutores es el tradicional. También se acepta que a una mujer adulta no se le puede forzar a una unión en contra de sus deseos. Por otra parte, la novia recibe una dote, según lo estipulado en el contrato, pagada directamente por el marido y la cantidad acordada forma parte de su fortuna personal, sobre la cual el marido no tiene ningún derecho legal. En el contrato de matrimonio la mujer podía estipular que su marido no tomaría otra mujer por esposa o podía asegurarse una autorización previa para divorciarse si ella así lo decidiese. Se ve que  los aspectos concernientes al matrimonio distan mucho de la concepción actual que se tiene sobre el tema.

Otro asunto es el de contracepción o el aborto. En pleno siglo XXI, estos son temas sumamente delicados en las sociedades occidentales, sobre todo las marcadamente influenciadas por el catolicismo. De hecho los jerarcas y miembros de la Iglesia prohíben la contracepción y sancionan el aborto como crimen.

No obstante, mientras el Islam permite la contracepción, no permite terminar con el embarazo una vez que acontezca. Se va a matizar esta aseveración. Los juristas musulmanes estaban de acuerdo en que el aborto está prohibido después de que el feto se haya formado completamente y se haya dotado de alma. Esto acontece, de acuerdo con los Hadizes, alrededor de las seis semanas después de haber comenzado el embarazo. Esto sería equiparable en la actualidad a una especie de “Ley de Plazos”. Existía y existe una excepción a este plazo: si, después de que el bebé haya sido completamente formado, se llega al dictamen médico de que continuar el embarazo ocasionará la muerte de la madre. En este caso, la pareja tiene que recurrir al principio general islámico: el de elegir el menor de los males. En tal caso el feto debe ser abortado.

Se va viendo que conceptos o tópicos actuales son desmontables acudiendo a la historia.

El derecho a testificar por parte de la mujer  musulmana fue algo reconocido. Para otorgarle a la mujer el derecho a testificar, el Corán llevó a cabo una gran revolución. No obstante, es importante decir que es preciso el testimonio de dos mujeres por el de  un hombre en según qué temas.

Por otra parte hay que referir que a las mujeres no les estaba permitido declararse como testigos en los principios de la sociedad judía. Los rabinos catalogaban a una mujer de no tener permitido ser testigo. En Israel, hoy en día las mujeres judías no tienen permitido atestiguar en las cortes rabínicas. En el occidente cristiano tanto las leyes eclesiásticas como las civiles excluyeron a las mujeres de dar testimonio incluso hasta finales del siglo XVIII.

Otro tema espinoso es el de la ablación. Hoy en día es aceptado por algunas sociedades y tiene lugar en determinadas regiones del planeta. Pero esta no es una práctica aceptada por el Islam. La mujer tenía derechos esenciales sobre su propio cuerpo. La ablación del clítoris o infibulación está completamente prohibida en el Islam. No existe (en las escuelas de jurisprudencia islámica, en los Hadizes ni en la sunna o tradición del Profeta) la menor referencia a la ablación. El Profeta nunca trató dicho asunto. Esta es una práctica pre-islámica que, según los antropólogos y etnólogos, tiene una antigüedad superior a tres mil años. Además, esta práctica ha sido ejercida en sociedades y tribus no islámicas, de regiones y latitudes tan opuestas como Etiopía y Escandinavia, o incluso Melanesia.

Por último, en este apartado se hablará del signo exterior que se ha convertido en un tópico de la mujer musulmana: el hiyab o “velo”. Todo este asunto es muy confuso, empezando porque el término “velo” no alude a una, sino a tres clases diferentes de prendas para la mujer. El hiyab se refiere a una prenda que oculta el pelo. El litam es una prenda que cubre el pelo y la parte inferior de la cara hasta los ojos. Y por último, el burka que cubre totalmente el cuerpo, ocultando la fisionomía femenina, incluso tapa los ojos con una especie de rejilla. No hay un solo verso del Corán que prescriba que las mujeres deban cubrirse el pelo o la cabeza. La obligación de cubrirse no tiene ninguna base canónica. Hay que decir que este tipo de velos no se vestían en tiempos del Profeta. Ninguna de las cinco escuelas principales de derecho islámico establece el uso obligatorio del velo. En realidad, no es más que un hábito que se ha extendido con la ayuda del fundamentalismo moderno y la actitud intransigente de la “política identitaria”.

Una vez hecha la revisión de algunos conceptos básicos, se hace patente el rol que desempeñó la mujer en los primeros siglos del Islam. Pero después de todo lo expuesto anteriormente, cabe formularse la siguiente pregunta: ¿cuándo cambió el estatus de las mujeres en la sociedad islámica?

Situándose en los últimos años del Imperio Abasida (956 EC) surgieron una serie de acontecimientos clave para entenderlo. Hasta entonces la cultura musulmana era una fuerza imperante. Se avanzaba en las matemáticas, los conocimientos científicos, la medicina. Los Abasidas construyeron una nueva capital, Bagdad, empezada a construir por Mansur, el califa abasí en el 756 EC. Era la mayor ciudad del mundo, posiblemente la más poblada que jamás había existido. El Islam había conquistado todos los territorios de los antiguos sasánidas y gran parte de los que habían gobernado los bizantinos, pero, al final, el fantasma de aquellos imperios suplantados se infiltró en el Islam y lo cambió. En lo que aquí compete, la práctica de relegar a la mujer a un mundo invisible derivó, al parecer, de las costumbres bizantinas y sasánidas.

Habían pasado casi cuatro siglos desde la muerte del Profeta. Ahora surgían eruditos, filósofos y sufíes. Se empezaban a cuestionar muchos aspectos del Islam. Asuntos como interpretación, razón o tradición se ponían en duda, surgían desacuerdos, controversias. Se ponía en cuestión la ciencia, ya que esta dependía de la indagación que a su vez depende de la aplicación de la razón, sin recurrir a la revelación. Algunos volvían a la contemplación ascética y las reflexiones místicas. En aquella época surgió un movimiento de alejamiento de la filosofía y la ciencia natural. Se pensaba que la razón era una trampa peligrosa que solo conducía al caos. A mediados del siglo XI nació Muhammad al-Gazali, de padres persas. Este hombre encabezó todo esa tendencia regresiva o de reinstauración de las ciencias religiosas.

En algún momento de ese período, parece que cambió el estatus de las mujeres en la sociedad islámica.

Ya se ha visto que en los primeros tiempos del Islam las mujeres tenían más independencia y desempeñaban en los asuntos públicos un papel de mayor importancia que el que tuvieron después, o que el que muchas tienen hoy en el mundo islámico. La primera esposa del Profeta, Jadiya, por ejemplo, fue una mujer de mucho poder y éxito. Aisha, la mujer más joven del Profeta, dirigió uno de los principales partidos del cisma que se produjo al morir Omar. Llegó incluso a comandar ejércitos en el campo de batalla. Las mujeres aparecen de forma destacada entre los eruditos del primer Islam. En el siglo I DH, mujeres como Hafsa, Umm al-Darda, Amra Rahman fueron famosas calígrafas. Ellas y otras daban clases y pronunciaban conferencias públicas.

 Las mismas fuerzas que oprimieron las primeras luces científicas y las erradicaron de la vida intelectual del Islám, las mismas que devaluaron la razón, se emplearon en constreñir la posición de la mujer.

Bibliografía.

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BÜYÜKÇELEBI, ISMAIL. El Islám como un modo de vida. Ed. The Light Inc. 2006.

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HALLIDAY, FRED. 100 mitos sobre Oriente Próximo. ED. Global Rhythm Press. 2006.

VERNET, JUAN. Los orígenes del Islám. ED. El acantilado. 2001.

WAINES, DAVID. El Islám. Ed. Akal. 2008.

Devadasi, la servidora de la divinidad

Por: Jenifer Montiel Rodrigo, Máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid.

Correo electrónico: jmontiro@hotmail.com


Davadasi.

Durante el siglo VI, en el seno de los templos de la India, tuvo lugar la aparición de una nueva institución. Esta nueva institución estaba relacionada con la existencia de mujeres dedicadas al cuidado del templo y de la deidad que en él se veneraba, llegando a formar incluso una casta propia.
Según la región, esta institución recibe diferentes nombres: Devadāsis (Tamil Nadu, Andhra Pradesh y Karnataka), Maharis (Odhisa), Bhagtans o Kalavangtis (Rajasthan y Uttar Pradesh), Murlis (Maharashtra), Nathis (Assam), etc.
Se trata de mujeres que viven en el templo o en sus alrededores y cuyas funciones residen en cuidar de él, del sacerdote y, por supuesto, de la deidad, simbolizada por un ídolo.
Es, por tanto, también en este mismo momento, siglo VI, cuando tuvo lugar el origen de la creación de imágenes móviles para las procesiones, pues el pueblo requería ver a sus dioses, y el acceso al templo, donde estaban las grandes imágenes esculpidas,  era restringido.
Este hecho tiene que ver con la creencia de que la sola visión de la imagen insufla en el cuerpo del testigo el propio poder de la divinidad representada, es lo que los hindúes conocen como darśana.
Eran dos los principales caminos por los que una niña se unía al grupo de servidoras del templo: por vía hereditaria o por necesidades económicas (eran vendidas por su familia). En el caso de los chicos, se convertían en músicos y acompañaban a las bailarinas durante sus danzas.
Pero antes de entrar a formar parte de la comunidad debían realizarse diversos pasos o rituales: el ritual simbólico de matrimonio con la deidad (kalyanam), el de dedicación (muttirai) y la ceremonia de la primera lección de danza (gejjaipūja), en la que se ofrecían los ghungroos, cascabeles que se ligan a los tobillos durante el baile.
Más tarde, tras un período de formación sería el momento de buscar un patrocinador que se encargase de ellas, pasando a ser posiblemente también sus compañeras.
El ritual del matrimonio, a pesar de ser simbólico, tenía un gran valor añadido, pues, significaba que estas mujeres pasaban a poseer el estatus de sumangali (mujer casada auspiciosa) y, al ser este un enlace con la divinidad, nunca serían viudas, lo cual tenía un gran valor en un sistema en el que muchas mujeres se suicidaban arrojándose a la pira funeraria de sus maridos (conocido como “Sacrificio de Sati”)1. Estas viudas preferían el suicidio antes de afrontar el ser repudiadas por su propia familia, separadas de sus hijos, exiliadas y convertidas en dalits o intocables, pues eran consideradas portadoras de mala suerte. Aún hoy en día, estas circunstancias se siguen dando y muchas viudas emigran a ciudades donde residen en comunidad, como es el caso de Vrindavan, ciudad próxima a Delhi, o Varanasi, por supuesto, en muy duras circunstancia pues ni tan solo tienen permitido ejercer labores para recibir un sustento.
La principal función de las servidoras, como decíamos, era la de cuidar a la deidad, por lo tanto, al ídolo que la representa y llevar a cabo los rituales. Algunos de estos rituales eran: el baño y el adorno de las imágenes, la ceremonia de la diosa Lakṣmī (ritual de regeneración), portar la lámpara sagrada o kumbarti en las procesiones y durante las  pūjas u ofrendas (pues eran las encargadas del ejercicio de realizar círculos con la lámpara delante de la imagen)  y cantar y bailar (esto último siempre en privado y solo para la deidad).
El pushpanjali2 (literalmente, la ofrenda de las flores) era el primer ritual de la mañana, donde se bailaba y se decoraba con flores a la deidad.
En muchos de estos rituales podemos observar la importancia que adquiere el arte, pues era a través de la música, la danza (denominada dasiattam) y el teatro como ellas se relacionaban con la divinidad y mostraban su unión y comunicación con ella, es decir, su Bhakti (devoción). No debemos olvidar que en la India, tradicionalmente, como ocurría en la antigua Grecia, no existía una clara diferenciación entre las artes, pues todas ellas (teatro, poesía, música, danza…) forman parte de un todo.
También hay que señalar que los templos fueron la gran cuna del arte hindú, desde la arquitectura y escultura hasta la música, danza y teatro, de hecho, encontramos aquí el origen de muchos de los estilos de danza clásica que hoy conocemos.
Servidoras de la divinidad.
Esto es debido a que por todo el subcontinente, los templos y todo lo que los envolvía recibieron un gran patrocinio de los legisladores, pues era a través del patrocinio como los reyes mostraban su poder. Este poder consistía no solo en exhibir su autoridad y potencia militar sino en mostrar su capacidad para facilitar el bienestar espiritual de su pueblo.
Algunas de las dinastías más involucradas en este patrocinio fueron la Pallava (s. IV-IX), la Coḷa (s.IX-XIII) y la Pandya (s.XII-XIV) de Tamil Nadu, y la Gajapati (s.XI-XVI) de Odhisa, especialmente los reyes Chodaganga Deva o Kapilendra Deva, este último encargado de definir las obligaciones de las servidoras, entre las que se incluía bailar dos veces al día, y de crear el NatyaMandir, un espacio en el templo para la danza.


A finales del s.XII el subcontinente indio vivió la invasión, desde la actual Afghanistan, de los ejércitos musulmanes procedentes de Asia Central. A penas un siglo después, gran parte del país estaba bajo las órdenes del recién fundado Sultanato de Delhi.
Los legisladores musulmanes, muy lejos de eliminar la institución de las servidoras, le dieron un nuevo empuje llevando a algunas de las bailarinas más destacadas a la corte, dando origen a la aparición de las Rajadasis (servidoras del rey). Esto causó la aparición de nuevos estilos de danza y de nuevas piezas coreográficas, pues a diferencia del templo, donde bailan para la deidad en privado, en la corte bailan para el público.
Según algunos investigadores, con la llegada de los ingleses en el s. XVII, la institución de las servidoras comenzó a decaer. Otros, sin embargo, ven su decadencia mucho antes. Zaechner dice literalmente: “A parte del sistema de castas y de los abusos inhumanos había muchas prácticas hindúes amparadas por el dharma que habían sido consideradas inhumanas en muchas partes del mundo, como el suicidio de las viudas en la pira funeraria de sus maridos, el matrimonio de niñas o la prostitución en el templo. Estas fueron algunas de las costumbres que los británicos encontraron en la India en el s.XVIII”3
Esta decadencia, ya sea antes o después de la colonización inglesa, habría obligado a las servidoras a buscar nuevos caminos de financiación, comenzando incluso a ejercer la prostitución, dando lugar a lo que algunos han definido como “prostitución sagrada”, pues, los beneficios recaen igualmente en el templo.
De cualquier forma, cierto es que la moral victoriana introdujo prejuicios contra ella, hasta que, finalmente la institución fue prohibida por la legislación gubernamental (Ley Devadasi de Bombay, 1934).
Tras la independencia de la India en 1945, fue el propio gobierno el que en consecutivas leyes (1988-1996) la prohibió definitivamente, con penas de hasta tres años de cárcel, ya que, a pesar de las leyes anteriores, había sobrevivido de forma residual. Incluso hoy en día, aún a pesar de los esfuerzos gubernamentales y no gubernamentales, continúan existiendo mujeres que realizan las prácticas de servidoras de la divinidad en los Estados sureños de Karnataka y Andhra Pradesh bajo el paraguas del culto a la diosa Yellamma. 


Citas:


1.      Finalmente fue prohibido por la legislación gubernamental inglesa en 1829.

2.      En el siguiente enlace podemos ver la danza realizada durante el Pushpanjali por un grupo de bailarinas de Bharatanatyam, danza clásica del sur de la India:


3.      Zaechner,R.C. (1966), p. 149.



Bibliografía:



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