domingo, 9 de octubre de 2016

Los sacrificios humanos en el antiguo Israel Parte I

Por: Antonio Justo Patallo, Licenciado en historia, especializado en Historia Antigua. Máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid.

Correo electrónico: antoniojusto@hotmail.com


Introducción

Los sacrificios humanos están documentados en las antiguas religiones de Oriente, pero eran excepcionales, y eran tan particulares que se tiene reparo en llamarlos sacrificios. La teoría de los sacrificios humanos se extendió a Israel, y cierto número de autores admiten no sólo que los israelitas paganizados ofrecieron sacrificios humanos a divinidades extranjeras, no sólo que algunos de ellos ofrecieron tales sacrificios a Yahveh, al que confundían con estos dioses extranjeros, sino que en una época antigua y durante bastante tiempo el yahvismo oficial conoció y hasta prescribió positivamente los sacrificios humanos.
En Israel los sacrificios humanos se relacionan con el molk, un rito religioso característico de la religión cananea, continuado por otros pueblos de Oriente Próximo como los fenicios, los hebreos y los púnicos. Se practicaba en honor al dios Molok y consistía en el sacrificio por cremación de un hijo recién nacido en perfectas condiciones. Se celebraba en un recinto al aire libre, diferenciado de templos y cementerios, y las cenizas eran guardadas en vasijas y enterradas en el tofet. El rito procede del mundo semita y los hallazgos en el tofet de Cartago apoyaban la idea de que el molk, como sacrificio cruento, era conocido desde antiguo en Fenicia y desde allí se habría difundido por el vecino Israel y el occidente fenicio-púnico, hasta Cartago y sus colonias.

Los sacrificios de niños en las partes predeuteronómicas

Las partes predeuteronómicas del Antiguo Testamento muestran con claridad que el sacrificio de niños estaba catalogado como una ofrenda que a Yahveh se ofrecía y que le complacía. También se dice que Yahveh podía renunciar al más grande de los sacrificios, a lo que siempre tenía derecho. Pero esto no quiere decir que lo aborreciera, o que pensase que las personas que decidían llevarlo a cabo estuvieran cometiendo un hecho infame. Al contrario, a Yahveh le gustaba la forma de pensar que da pie a que los hombres entreguen a sus seres más queridos. En referencia a las narraciones basta con recordar la promesa de Jefté y el sacrificio de Isaac.
Según la promesa (Jueces 11, 30-40) Jefté promete que en caso de que alcance la victoria sobre los amonitas ofrecería a Yahveh en holocausto el primero que saliera de su casa a su llegada y al ver salir a su única hija mantiene lo prometido con el consentimiento de ésta y cumple su promesa. Esta promesa se relaciona con una posible costumbre de la Edad del Hierro de ofrecer sacrificios humanos a cambio del éxito militar.[1]
Según el sacrificio de Isaac (Gen. 22) es el mismo Yahveh el que exige a Abraham el sacrificio de su único hijo, nacido en la vejez de su padre y por eso aún más querido, pero que después se conforma con la voluntad de Abraham de llevarlo a cabo y busca un animal para que sustituya al hijo prometiéndole una recompensa gloriosa. La conclusión que impondría el relato sería que desde sus orígenes la religión de Israel repudió los sacrificios humanos.[2]
Como las narraciones más antiguas, también las palabras predeuteronómicas de los profetas están libres de toda polémica acerca de los sacrificios de niños y reconocen más bien el sentimiento piadoso que inspiran. Esto se admite en primer lugar en Miqueas 6, 7. En el famoso relato de la disputa de Yahveh con su pueblo (Mi. 6, 1-8) que si no es de Miqueas es de su contemporáneo Isaías que tocaba temas de su tiempo, un israelita asustado por la acusación de Yahveh le ofrece de entre todas las ofertas de sacrificios que estaban indicadas para poder conciliarse con él a su primogénito:

¿Acaso se complacerá Yahveh en miles de carneros, en miríadas de torrentes de aceite? ¿Entregaré mi primogénito por mi prevaricación? ¿El fruto de mi vientre por el pecado de mi alma? (Mi. 6, 7)
Lo mismo que como hizo en las otras ofertas, Yahveh rechaza también esta oferta de sacrificio y demanda como oferta única: la justicia, el amor y la pureza. Pero esto no significa un ultraje a las ofertas de sacrificio que hacen los fieles y sobre todo descarta el descrédito de las mismas. De la disposición de cada una de las contribuciones dentro del sacrificio con la ofrenda de niños como clímax final, hay que suponer el hecho que se los consideraba como lo peor de todo, pero sin embargo se valoraba mucho la actitud espiritual que llevaba a realizar tales sacrificios y también Yahveh la valoraba. Pero efectivamente Yahveh no reclamaba tal sacrificio sino que pedía devoción y pureza.
El planteamiento hacia los sacrificios de niños es aquí parecido al de Gen. 22: de por sí un testimonio de verdadera piedad que ha perdido el derecho a existir. La diferencia entre las antiguas narraciones del Pentateuco y la proclamación de los profetas preexílicos es que el narrador afecto a un culto piadoso considera necesario sustituir el sacrificio del niño por un animal, mientras que el profeta predica la religión como está planteada libremente.
Las leyes antiguas certifican y completan la imagen que se daba a las narraciones predeuteronómicas y a las palabras de los profetas, en las que se expone el sacrificio de los niños como si fuera un legítimo mandamiento de Yahveh, por lo menos potencialmente. Sin embargo en las leyes se habla solamente de la obligación general a entregar el primogénito que entonces estaba en vigor y casos como los que vienen en Jueces 11, 30-40; Gen. 22; Mi. 6, 1-8, en los que un padre ofrece para el sacrificio a su hijo primogénito (Miqueas 6, 7) o que Yahveh exija la entrega del hijo único como un pago especial (según Gen 22) y que Yahveh reclame la ofrenda del hijo único como mérito especial no se han tomado en consideración. Lo uno es imposible al lado de lo otro. Si al primogénito se le consideraba propiedad de Yahveh bajo todos los conceptos, no cabe pensar en una oferta voluntaria de este sacrificio ni en una reclamación divina especial. Pero si los conceptos llevados a la práctica se excluyen recíprocamente en realidad siguen estando juntos y uno condiciona al otro.
El sacrificio del primogénito no ha sido nunca una costumbre general en Israel como lo fue para los animales sin lugar a dudas. En las narraciones de los patriarcas, donde se habla mucho de los primogénitos, no se expone nunca la idea de que pertenecieran a Yahveh, y en Gen. 22 el deseo que Yahveh tiene por el sacrificio de Isaac es una excepción clara que excluye la presencia de una obligación general de entregar al primogénito. Lo mismo indica el libro de Jueces y Samuel. De David, que tuvo varias mujeres y se habla de varios primogénitos, ninguno de ellos le fue ofrecido a Yahveh para sacrificio, y tampoco se indica en ninguna parte que hubiera existido la obligación para ello. Como muestran Gen. 22; Jueces 11, 30-40; Mi. 6, 1-8, no existe ni la menor duda de que este sacrificio especialmente duro y por ello también especialmente meritorio del primogénito se le haya ofrecido a Yahveh solamente en algunas ocasiones, bien sea porque el mismo Yahveh lo demandaba, o bien sea porque un padre afligido y abrumado por unas circunstancias tremendamente negativas se lo hubiera ofrecido voluntariamente.
De la época en que las leyes más antiguas no demandaban para Yahveh solamente el sacrificio del animal que hubiera nacido el primero, sino que a menudo a los primogénitos de los hombres, se presenta claramente una expansión que se puede comprender fácilmente por la posibilidad potencial de ese sacrificio, ya que va desde la demanda de animales hasta la demanda de personas. Una expansión que por lo menos es eficaz, en cuanto tiene como resultado el rescate del primogénito a través de la sustitución de un animal pero que por lo demás se queda en teoría.
Estas demandas generales de los primogénitos y las de los casos especiales del ofrecimiento del hijo primogénito u otro niño no se excluyen las unas a las otras. Lo mucho que se ajusta una a la otra se observa más bien porque solamente las leyes más antiguas que estaban vigentes en la época en la que se realizaba el sacrificio esporádico de un niño en el culto de Yahveh contenían la demanda de los primogénitos.
Las leyes más recientes como las del Deuteronomio y la Ley de Santidad, que proceden de una época en la que se luchaba en contra de cualquier posibilidad que pudiera llevar a los sacrificios de niños, no hacen referencia a ellos ni siquiera con una sola palabra, y más tarde cuando la lucha está decidida y un retroceso hacia las costumbres desechadas resulta impensable, el código sacerdotal de Yahveh reclama nuevamente a los primogénitos para desviar la obligación de los israelitas de tener que entregarlos a los sacerdotes por una parte, y por la otra desviar el derecho de Yahveh hacia los servicios de los levitas.
Por esta razón es por lo que se relacionan la demanda de los primogénitos para Yahveh que estaba respaldada por la ley y el consentimiento de los sacrificios de niños en su culto, y el Deuteronomio y la Ley de Santidad renunciaron a esa demanda porque podía haberse entendido como una justificación de los sacrificios de niños, atenuada por la posibilidad u obligación de anularla y todos sus esfuerzos para desterrar estos sacrificios hubieran sido obstaculizados.
Las leyes deuteronómicas contienen la demanda del primogénito del hombre. En los acontecimientos de la salida de Israel de Egipto se refleja esta demanda cuando Yahveh dice a Moisés en Ex. 13, 2:

Conságrame todo primogénito; la primicia de cualquier seno entre los hijos de Israel, trátese de hombre o de bestia, es mía.
El sermón que Moisés da a su pueblo en el pasaje 13, 11-15 se toma como una determinación de llevar a cabo esta ley:

Y cuando Yahveh te haya conducido a la tierra del cananeo, como juró a ti y a tus padres, y te la haya entregado, cederás a Yahveh toda primicia de seno, y de todo primer parto del ganado que tengas, los machos serán para Yahveh. Mas todo primer nacido del asno lo rescatarás mediante un cordero, y si no lo quieres rescatar, lo desnucarás. Todo primogénito de hombre, entre tus hijos, lo has de rescatar. Y cuando te pregunte mañana tu hijo, diciendo: ¿Qué significa esto?, ¡le dirás!: Con mano fuerte nos sacó Yahveh de Egipto, de la casa de esclavitud. Sucedió que, habiendo puesto Faraón dificultades para dejarnos partir, Yahveh mató a todos los primogénitos en el país de Egipto, desde el primogénito del hombre al primogénito del ganado; por eso sacrifico yo en honor de Yahveh los machos de toda primicia de seno y rescato todo primogénito de mis hijos.
La demanda se lleva a las leyes de Sinaí en Ex. 34, 19-20:

Todo primer nacido es mío y toda primera cría macho de tu ganado, ya mayor, ya menor; sin embargo, la cría primera de un asno la rescatarás mediante un cordero, y si no la quieres rescatar, la desnucarás. Rescatarás todo primogénito de tus hijos, y no comparecerás ante Mí con las manos vacías.
Mientras aquí en la demanda del primogénito las dos veces se hace referencia expresamente a la sustitución de ésta por la de un sacrificio de animal, en el libro de la alianza no se hace:

No retrasarás [la ofrenda de] tu troje colmada y tus caldos; al primogénito de tus hijos me has de entregar. Igualmente harás respecto [al primer parto de] tu torada y tu rebaño; siete días estará con su madre y al octavo me lo darás. (Ex. 22, 28-29)

Como la expresión verbal ordena claramente el mismo procedimiento para el primer nacimiento humano que para el de un animal, está claro que afirma la sustitución del sacrificio humano por un animal. Al niño se le sacrificará solamente simbólicamente al octavo día, al mismo tiempo que al animal que le sustituye, y es muy probable que la práctica de la circuncisión que se efectúa al octavo día del nacimiento, que es usual en el judaísmo postexílico, y que según Lucas 2, 21-23 también se le realizó a Jesús, esté relacionada con la costumbre más antigua del sacrificio simbólico del primogénito.
De todos modos del pasaje del libro de la alianza se deduce claramente la seriedad con que se veía la obligación de entregar al primogénito en el Israel antiguo. Esto testimonia claramente la conclusión que se ha sacado de los otros pasajes más antiguos y es que el sacrificio de niños en el culto de Yahveh tenía originariamente un terreno legal. 

Bibliografía

Albertz, R., Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento, vol. 1: De los comienzos hasta el final de la monarquía, trad. esp. de D. Mínguez,  Ed. Trotta, Madrid, 1999.
Eissfeldt, O., “Molk como concepto del sacrificio púnico y hebreo y el final del dios Moloch”, en Otto Eissfeldt, El Molk como concepto del sacrificio púnico y hebreo y el final del dios Moloch, trad. esp. de A. Wagner y K. Mansel, Centro de Estudios Fenicios y Púnicos, Madrid, 2002, pp. 45-86.
Ruiz Cabrero, L. A., “El sacrificio semita de las primicias y el molk en Fenicia e Israel: problemática de su difusión”, en J. Alvar; C. Blánquez; y C. G. Wagner (eds.), Formas de difusión de las religiones antiguas, Ediciones Clásicas, Madrid, 1993, pp. 75-97.
Vaux, R. de, Instituciones del Antiguo Testamento, trad. esp. de A. Ros, Herder, Barcelona, 1985.





[1] L. A. Ruiz Cabrero, “El sacrificio semita de las primicias y el molk en Fenicia e Israel: problemática de su difusión”, J. Alvar; C. Blánquez; y C. G. Wagner (eds.), Formas de difusión de las religiones antiguas, Madrid, 1993., pp. 89.
[2] R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, trad. esp. de A. Ros, Barcelona, 1985, p. 561.

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