Por: Carmelo Morales Marcos, profesor y doctorando de la Universidad Complutense de Madrid.
Correo electrónico: karmelo7777@hotmail.com
El mapa indica la antigua
civilización china, desde la dinastía Shang hasta los Han. Anterior a la
dinastía Shang están la dinastía Xia de la cual no documentación arqueológica,
como en los Shang, pero sí escrita. Los Zhou derrotaron al último gobernante de
los Shang (por cierto llamado Zhou)por Mandato del Cielo. El Mandato del Cielo
daba legitimidad para gobernar, siempre y cuando el gobernante siguiera el
Camino de la virtud.
Kong Qiu o Confucio nació en el
Estado de Lu, en la actual provincia de Shandong, en el invierno del año 552 a.
C. Él se llamaba Ch´iu y su familia se llamaba K´ung, por eso su nombre entero
era K´ung Chíu. Su primera biografía la escribió el historiador Ssu-ma Ch´ien.
Pero entre este y Confucio ya hay un intervalo de cuatro siglos. Las fuentes de
las que disponía Ssu-ma Ch´ien son parecidas a las de ahora. Una de estas
fuentes son las Analectas, que se trata de conversaciones del maestro
con sus discípulos. Pero esta fuente no da ningún detalle sobre la fecha del
nacimiento de Confucio. Para paliar esta carencia tenemos la crónica analística
del estado de Lu, es decir el Clásico o Ch´un- Chíu.
La fecha de la muerte del maestro.
Ningún estudioso duda que fue el verano del año 479 a. C, pues el Ch´un
-Chiu especifica claramente la fecha de la muerte, pero en ningún caso este
Clásico especifica la fecha de nacimiento de ningún funcionario. De ahí
la mayor dificultad para averiguar el nacimiento de Confucio. Pero vivió al
menos 70 años, porque así viene documentado en las Analectas. «A los quince
años mi vida emprendió la Vía del estudio; a los treinta estaba firmemente
establecido en esta Vía; a los cuarenta no tenía dudas; a los cincuenta conocí
la voluntad del Cielo; a los sesenta mis oídos eran obedientes; y a los setenta
pude seguir los anhelos de mi corazón sin transgredir los límites del comportamiento
correcto y adecuado». Está estimado que Confucio vivió unos setenta y tres o
setenta y cuatro años, fechando así su nacimiento en el 551 a.C. Confucio nació
y vivió en el periodo de primavera y otoño de la dinastía Zhou. Según los Registros
Históricos Confucio nació de una relación impropia de su padre Shu Ho Tsou
con una muchacha de la familia Yen. Su padre fue un valiente militar que
cumplió misiones bastante peligrosas. Parece claro que Confucio no era fruto de
la primera esposa de su padre, sino de una segunda o concubina. Es muy posible
que la relación del padre de Confucio con su madre no fuera legal. Dice la
tradición que Confucio se quedó huérfano de padre y madre siendo aún joven. Al
quedar huérfano bastante joven no tenía nadie a quien acudir y por lo tanto su
juventud no tuvo que ver nada con la vida fácil. Existen fuentes que aseguran
que descendía de una familia noble, pero en esto no están todos los eruditos de
acuerdo, porque no hay que olvidar que la posición de gran militar a la que llegó
su padre no fue heredada.
Confucio no tenía ningún interés en
triunfar como guerrero. De niño él ya se divertía mucho realizando el ritual
para ofrecérselo a los dioses. Aunque su padre era un guerrero él con quince
años ya estaba enamorado del estudio, y a los cincuenta años comprendió que
este amor por el estudio era un deber impuesto por el Cielo. Llegó a ser un
gran erudito que nunca aprendió de ningún maestro, sino, de los textos de la
antigüedad que él veneraba. Amó tanto el estudio, que, a pesar de su gran fama
de hombre humilde, llegó a declarar que, «Incluso en una aldea de diez casas,
siempre habrá alguien cuya lealtad y formalidad se igualen a la mía, pero no
habrá quien me iguale en mi amor al saber, en mi amor al estudio». El estudio
que Confucio veneraba era el estudio del pasado, y este lo estudiaba en los Clásicos
de las Odas y los Documentos. Se emocionaba con la belleza de su
cultura. Parece ser que Confucio llegó a
ocupar algún puesto de funcionario en alguna corte principesca, pero se vio
obligado a dimitir. Ostentó cargos solamente unos pocos años; el primer puesto
importante que se le asignó fue el de magistrado del distrito de Zhongdu, ya
contaba con casi cincuenta años. Debido al éxito que obtuvo en su administración
fue ascendido a Ministro de Construcción y a Presidente del Tribunal, incluso se
cree que pudo llegar a ser primer ministro. Viendo que no podía llevar sus
doctrinas a la práctica dimitió. Una vez que dimitió abandonó Lu (497.a.C) y
comenzó a viajar de una corte a otra para que escucharan sus consejos de cómo
gobernar mediante la virtud. Pero nadie le escuchó y después de trece años con
algunos discípulos, enfrentándose al fracaso y a la desesperación, tuvo que
regresar a Lu, donde pasó el resto de su vida. Son estos años de vagabundo y de
corte en corte intentando que se gobernará por la virtud los que a continuación
explicaré.
Para Confucio un gobierno era bueno
por la fuerza de las virtudes morales y no por la fuerza de las leyes. Esto es
lo que intentaba inculcar a los gobernantes. Con sus discípulos su principal
objetivo era enseñar un conocimiento básico para que actuaran como un ser
humano ideal y como el gobernante era el mayor ejemplo para el pueblo, si el
gobernante alcanzaba la virtud, todo el pueblo se convertirá al bien. También
valdría para lo contrario, es decir, si el gobernante era corrupto todo el
pueblo delinquía. Esto era el pensamiento político principal del Maestro. Su
doctrina política no fue escuchada ni puesta en práctica por ningún mandatario,
pero lo que no consiguió en vida, si lo consiguió después de su muerte. Tres
siglos y medio después de su muerte el Imperio Han adoptó como doctrina oficial
sus enseñanzas.
Paso a continuación a enseñar algo
más de la doctrina política de Confucio, pero a través del estudio de los
textos confucianos:
Empezamos con La gran enseñanza o ciencia, este clásico confuciano y entre otras
muchas referencias al arte de gobernar dice lo siguiente:
«Los antiguos para gobernar sus
reinos, primero ponían en orden su propia casa. Para poner en orden su casa,
antes se perfeccionaban ellos mismos. Para perfeccionarse ellos mismos, en
primer lugar, rectificaban su corazón. Para conseguir esto hacían previamente
sinceros sus pensamientos y para hacer sinceros sus pensamientos alcanzaban
antes el máximo conocimiento. El máximo conocimiento reside en la investigación
de las cosas.»
Luego, esta idea para recalcarla aún
más se repite, pero al revés:
«Investigando las cosas se alcanza el
máximo conocimiento y esto se consigue haciendo sinceros los pensamientos. Para
que los pensamientos sean sinceros se necesita rectificar el corazón y entonces
se perfecciona uno mismo. Una vez perfeccionado uno mismo, se puede poner en
orden la casa y una vez esto está conseguido ya se está preparado para gobernar
el reino.»
Todo esto se puede resumir en que
para gobernar un reino uno tiene que empezar perfeccionándose así mismo. Esto
es lo que quería transmitir Confucio.
Sigue
diciendo al respecto en la Gran Ciencia:
«Desde
la persona más noble a la más humilde, todos tienen el deber de mejorar y
corregir su propio ser.»
Es
decir, no es una opción, sino una obligación y no es cuestión solo para los
gobernantes, sino para todos. Más adelante dice lo siguiente:
«¿No sería más eficaz lograr que
fueran innecesarios los juicios?[1] Resultaría más provechoso
dirigir nuestros esfuerzos a la eliminación de las inclinaciones perversas de
las personas.»
Esta filosofía política es clave en
Confucio porque para el Maestro lo esencial para un buen gobierno es la
educación y no los castigos, el ejemplo modélico haría innecesarios los juicios
según esta filosofía. Y siguen los ejemplos en este texto:
«Yao y Shun gobernaron con amor y el
pueblo los imitó»
«Jie y Zhou gobernaron con violencia
y el pueblo también los imitó».[2]
«Un buen ministro es aquel que ve un
hombre virtuoso y capacitado y lo eleva. Un mal ministro siente envidia de
estos hombres y no lo asciende y cuando está rodeado de hombres perversos no
los expulsa»[3].
El ejemplo se Yao y Shun, dos
emperadores virtuosos según los Clásicos sirvieron para que el pueblo se convirtiera
y persiguiera la virtud. Por el contrario, el ejemplo de los otros dos
emperadores fue suficiente para que el pueblo se degradara. El ministro
virtuoso se rodea de personas virtuosas, sin embargo, el ministro corrupto
tiende a rodearse de perversos. Para acabar con este texto y pasar a otros
textos confucianos también dice lo siguiente:
«Si el príncipe utiliza las rentas
públicas para aumentar su riqueza personal, el pueblo lo imitará y dará rienda
suelta a sus más perversas inclinaciones; si, por el contrario, el príncipe
utiliza las rentas públicas para el bien del pueblo, éste se mantendrá en
orden.»[4]
El mayor problema del mundo, el
egoísmo, también es el mayor enemigo de un buen gobierno. Un gobernante que
solo piensa en aumentar su riqueza dará lugar, por efecto de mímesis, a que el
pueblo no desee pagar impuestos. Un gobernante que solo mira por su pueblo,
este lo notará y lo tomará como modelo y lo imitará. Esto era hace 2500 años y
se podría aplicar hoy día perfectamente.
A continuación, pondremos ejemplos del
gobierno mediante la virtud de otro texto: El
Justo Medio.
En este texto también hay
innumerables ejemplos de política confuciana. En el texto se dice:
«Mucho más excelente es la virtud del
que permanece fiel a la práctica del bien, aunque el país se haya carente de
leyes y sufra una deficiente administración”[5].
«Cuando el reino es administrado con
justicia, basta su palabra para que le sea conferido lo que merece; cuando el
reino es mal gobernado y haya disturbios, basta su silencio para salvarse»[6].
«La pompa y la ostentación sirven de
muy poco para la conversión de los pueblos».
Es un ministro de excelente virtud
aquel que a pesar de encontrase en un gobierno degradado y corrupto sigue
siendo honrado y honesto. Este ministro solo tiene dos opciones, pasar inadvertido
o dimitir hasta que el gobierno sea honesto. Cuando esto suceda el ya no pasará
inadvertido y obtendrá todo lo que merece. Termina el texto haciendo alusión al
absurdo despilfarro de algunos gobiernos. Y terminamos con ejemplos del último
texto: las Analectas.
«Quien pretenda someter a los hombres
por la fuerza de las armas no alcanzará la sumisión de sus corazones; por esto,
la violencia nunca es suficiente para dominar a los hombres. Quien conquista a
los hombres por la virtud, consigue que todos se sometan a él sin reservas y
con corazón alegre.»[7]
Una vez más Confucio, ahora en otro
texto, pretende decirnos que es la educación y la fuerza en las virtudes
morales la que convierte a las personas y que los castigos y la violencia harán
que estas obren bien por temor, pero no por vergüenza, y es la vergüenza la que
produce en cambio radical en el ser humano. Más ejemplos en su texto más
famoso, Las Analectas, sería el
siguiente que hace referencia a los atributos y virtudes que debe tener un
gobernante virtuoso:
«Para gobernar un estado de mil
carros hay que tener respeto por sus asuntos, tener confianza, ser económico en
el gasto, amar a los hombres y no hacer levas más que en los tiempos
apropiados.»[8].
«Si para gobernar al pueblo se usa el
poder, la ley y los castigos, el pueblo se comportará bien por miedo, pero no
se avergonzará de su mala conducta».
«Si para gobernar al pueblo se
utiliza la virtud y los ritos, este tendrá una conducta correcta y además será
honesto.»[9].
Conclusión
Esto es la filosofía de Confucio en
cuanto a la política. Sí el pueblo no se comporta bien por miedo, este no se
convertirá al bien puesto que no se avergüenza de lo que ha hecho. Por lo tanto,
no sirve de nada gobernar por medio de los castigos. Cuando para gobernar al
pueblo se utiliza la educación y la virtud, este sí se avergonzará de sus actos
y tendrá una conducta correcta y voluntaria. De esto se trata el gobierno
mediante la virtud.
Bibliografía
-
Cheng, A. Historia del pensamiento chino, Bellaterra, Navas de Tolosa, 2012.
-
Elorduy, C. Romancero Chino, Editora
Nacional, Madrid 1984.
-
Kant, I. Crítica de la razón práctica, F.C.E, México, 2005.
-
Kaizuka, S. Vida y pensamiento de Confucio, J de Olañeta , Palma de Mallorca
2004.
-
Pérez Arroyo, J. Confucio: Los cuatro libros, Espasa
libros, Barcelona 2014.
-
Wilhelm, R, I Ching, Libro de las Mutaciones, Edhasa, Barcelona, 1977.
-
Xinzhong, Y, El Confucianismo, Cambridge University Press, Madrid, 2001.
No hay comentarios:
Publicar un comentario