Máster en Ciencias de las Religiones.
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Los
datos históricos
Las leyendas, palabras de profetas y
leyes más antiguas se alejan de cualquier ultraje a los sacrificios de niños y
con el Deuteronomio comienza la estigmatización del idólatra a esta costumbre
cultural incompatible con la religión de Yahveh. Las informaciones históricas
que se tienen de la realización de sacrificios de niños en Israel son muy
escasas. De los sacrificios de niños del hombre sencillo no se dice nada en el
conjunto del Antiguo Testamento, particularmente en sus libros de historia, que
en todas partes tratan del pueblo en general pero rara vez de sus miembros
particulares.
Se puede deducir indirectamente en
Gen. 22; Mi. 6, 7, por un lado, y de las amenazas y prohibiciones con Jeremías
y Ezequiel, en el Deuteronomio y la Ley de Santidad por otro, que los
sacrificios privados de niños no fueron demasiado raros. Por el contrario, los
sacrificios públicos o estatales de reyes u otros líderes políticos llevados a
cabo en grandes catástrofes para bien de la comunidad, el Antiguo Testamento no
los señala en la época antigua, por lo menos ninguno que haya sido israelita.
De Mesa, el rey de Moab, se cuenta que alrededor del 850 a.C., al ser atacado
por los reyes de Israel y Judá, encerrado en su ciudad, hizo frente al peligro
que le amenazaba a él y a su ciudad realizando el sacrificio del príncipe
heredero:
Entonces tomó a su hijo primogénito, que había de reinar en
su lugar, y le ofreció en holocausto sobre la muralla. Un enojo enorme
sobrevino a los israelitas, quienes se retiraron lejos de aquél y regresaron a
su país. (II Reyes 3, 27)
De los reyes más antiguos de Israel
y Judá no se cuenta nada parecido. Solamente a los reyes de Judá Ahab (742-726
a. C.) en II 16, 3, y Manasés (696-642 a. C.) en II 21, 2-6 el libro de los
Reyes les imputa un sacrificio de niños. El pasaje II 16, 3 dice lo siguiente
de Ahab:
Siguió, pues, el derrotero de los reyes de Israel, e incluso
hizo pasar a su hijo por el fuego, conforme a las abominaciones de los gentiles
a quienes Yahveh había arrojado de delante de Israel.
Y en II 21, 2-6 se dice de Manasés:
El hizo lo malo a los ojos de Yahveh, imitando las
abominaciones de los pueblos que Yahveh había arrojado de delante de los hijos
de Israel…, además, hizo pasar por el fuego a su propio hijo.
El hecho de que no se sepa nada de
los sacrificios de niños públicos o estatales en Israel antes del final del
siglo VIII y mediados del siglo VII a. C. puede interpretarse como que Israel
no los conoció por lo menos en los tres o cuatro siglos anteriores, y que
surgieron solamente alrededor de la época en la que se constataron, es decir,
por el año 735 a. C., bien sea porque desde el exterior se hubieran introducido
en Judea, o porque hayan surgido del fondo del propio pasado donde la gran
penuria política de la época pudiera haber sido el motivo para ello. Sin
embargo, por no haber mencionado los sacrificios públicos de Israel en aquella
época no se puede afirmar que no existieran.
La narración del sacrificio de un
hijo de Mesa demuestra que el narrador israelita comprendía estos sacrificios
públicos de niños, lo que se puede explicar si los ha tenido en su entorno. El
no haber podido encontrar en los profetas más antiguos ninguna protesta clara
contra esta costumbre no es prueba absoluta de que no se haya practicado en su
época, más bien tenían que luchar contra otros acontecimientos más peligrosos y
extendidos que el aislado sacrificio de un niño para bien de la comunidad.
También se incluían las protestas contra los sacrificios especiales en la
reprobación de cualquier sacrificio cultual.
El sentido histórico del sacrificio
del hijo atribuido a Ahab no puede dudarse de ninguna manera, ni siquiera bajo
el recurso de que, si fuera histórico, Isaías hubiera protestado. En relación a
los sacrificios de niños, Isaías menciona los lugares donde se lleva a cabo
esta práctica sin enjuiciarlos negativamente. Lo mismo que el sacrificio del
hijo de Ahab es histórico, también lo es el sacrificio que llevó a cabo Manases
con su hijo, y en ambos casos es de suponer que el autor del libro de Reyes sacara
estos datos de la “Crónica de los reyes de Judea”.
Seguramente estos dos actos de
sacrificio no se enjuiciaron como si fueran idolatría y pecado. Esta
discriminación nace del autor deuteronómico del libro de Reyes, y en su
exposición, tal vez bajo la descripción exacta de la situación que le ha
llevado a juzgar la resolución de ambos reyes al peor de todos los sacrificios,
los ha presentado más bien como un ejemplo claro de devoción y amor a su
tierra.
Como las leyendas, palabras de los
profetas y leyes predeuteronómicas suponen la existencia de los sacrificios de
niños, estas están aprobadas en los casos en que exista un sustituto del niño
en un animal o al comprender el modo de pensar que lleva a estar dispuesto a
entregar lo más querido, y así se consuelan. Por eso las informaciones
históricas de la época predeuteronómica demuestran que los sacrificios de niños
de entonces han sido un componente legítimo del culto de Yahveh.
El último sacrificio público de
niños del que se tiene conocimiento histórico fue el llevado a cabo por Manasés
y debió realizarse por el año 650 a. C. Entra casi en el siglo que hizo surgir
el gran movimiento reformista llamado deuteronómico, basado en el programa del
Deuteronomio. Uno de los objetivos que tenía era acabar con los sacrificios de
niños, y su victoria puso fin a esta costumbre. Nunca más después se volvió a
practicar un sacrificio público de niños, aunque parece que más tarde todavía
se realizaban sacrificios privados de niños.
La
importancia de la reforma deuteronómica
Fue sólo la reforma deuteronómica la
que terminó con los sacrificios de niños que se practicaban hasta esa fecha en
el culto de Yahveh, fundándose en que se trataba de una costumbre tomada por
Israel de otros cultos y que se dedicaba a dioses extranjeros. Aunque los
israelitas ya realizaban sacrificios de niños, es cierto que la forma que
tenían de practicarlos, como sucedía en todas las prácticas de sacrificios de
Israel, recibió diversa influencia procedente del modelo cananeo.
El afán de querer limpiar el culto
de Yahveh de elementos extraños no fue sólo lo que llevó al movimiento
deuteronómico a una lucha para erradicar la costumbre de los sacrificios de
niños. Influyó mucho también el profundo sentimiento humanitario del que este
movimiento era partícipe. Algunas disposiciones del Deuteronomio irradian gran
simpatía conmovedora y un cálido aliento de verdadera humanidad, y en los
hombres y mujeres que estaban detrás de este libro fue tan grande la decisión
de crear una sociedad donde la dignidad humana y las buenas relaciones sociales
fueran una realidad que no solamente hacían temblar a los anticuados códigos de
derecho, sino también a las respetables leyes religiosas y culturales.
El hecho de que este deseo de
humanidad tan decidido no se asustara de tocar los conceptos religiosos y las
costumbres culturales, lo demuestra la determinación, contraria a la
interpretación válida hasta entonces, de la responsabilidad colectiva de los
consanguíneos en 24, 16, de que no se podrá matar a los padres por deseo de los
hijos, ni tampoco a los hijos por deseo de los padres, sino que cada uno
padecerá la pena de muerte por su propio comportamiento.
Con esta disposición está
relacionada la prohibición deuteronómica de los sacrificios de niños. Esta era
una protesta en contra de las costumbres religiosas que tuvieron su sentido y
razón de ser en las fases más antiguas de la religión israelita pero que ahora
tienen que abandonarse y evitar formas de adoración a dios que existían antes.
Este progreso está condicionado por la promulgación que hicieron los profetas,
pero no hubiera podido conseguirse sin el movimiento deuteronómico y bajo la
dirección de un rey para cambiar esta realidad por nuevos ideales. El
reconocimiento de que la erradicación de los sacrificios de niños fue una de
sus conquistas hace que se eleve el aprecio hacia ese movimiento y hacia sus
defensores.
Conclusiones
El molk era una costumbre antigua de la religión de Yahveh que estaba
arraigada en Israel por lo menos desde hacía muchos siglos, con la que el rey
Josías de Judea acabó con la destrucción del tofet del valle de Ben Hinnom. No fue el culto de un dios
extranjero que fuera adoptado por Israel no hace demasiado tiempo. Se trataba
de un dios que solamente fue venerado en Judea a finales del siglo VIII y en el
VII a. C. No fue el único dios receptor de los sacrificios de niños ya que
también muchos otros dioses reclamaron estos sacrificios y los recibieron.
La costumbre de los sacrificios
debió de estar bastante propagada para merecer los anatemas del Deuteronomio,
del Levítico y de los profetas. Todos los textos llevan a la misma conclusión:
esta práctica fue introducida tardíamente del exterior y fue condenada por
todos los representantes del yahvismo, tanto el deuteronomista como los
profetas y los redactores sacerdotales. Nunca formó parte de ningún ritual
israelita de los sacrificios. El origen evidentemente habría que buscarlo en el
ambiente cananeo.
Las indicaciones más claras de
sacrificios humanos vienen del ambiente fenicio y se refieren a los sacrificios
de niños. Es verosímil que los sacrificios de niños quemados se introdujeran en
Israel desde Fenicia en una época de sincretismo religioso. A pesar del
silencio de los textos propiamente fenicios, es posible que este sacrificio se
llamase molk en Fenicia y que con
este nombre se introdujera en Israel.[1] La
cuestión es compleja y todavía no se le ha dado una solución cierta, pero se
trate de sacrificios al dios Molok o de sacrificios como ofrenda molk, estos sacrificios de niños por el
fuego eran extraños al ritual israelita.
Bibliografía
Albertz, R., Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento, vol. 1: De los comienzos hasta el final de
la monarquía, trad. esp. de D. Mínguez,
Ed. Trotta, Madrid, 1999.
Eissfeldt, O., “Molk como concepto
del sacrificio púnico y hebreo y el final del dios Moloch”, en Otto Eissfeldt, El Molk como concepto del sacrificio púnico
y hebreo y el final del dios Moloch, trad. esp. de A. Wagner y K. Mansel,
Centro de Estudios Fenicios y Púnicos, Madrid, 2002, pp. 45-86.
Ruiz Cabrero, L. A., “El sacrificio
semita de las primicias y el molk en
Fenicia e Israel: problemática de su difusión”, en J. Alvar; C. Blánquez; y C.
G. Wagner (eds.), Formas de difusión de
las religiones antiguas, Ediciones Clásicas, Madrid, 1993, pp. 75-97.
Vaux, R. de, Instituciones del Antiguo Testamento, trad. esp. de A. Ros, Herder,
Barcelona, 1985.
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