domingo, 6 de diciembre de 2015

La escatología en el Islam



Por: Ramadán Ibrahim Mizah, Máster en Ciencias de las Religiones y Doctorando en la Universidad Complutense de Madrid.



Correo electrónico: ramadán.ibrahim@cchs.csic.es



El islam, como otras muchas religiones, cree en la resurrección después de la muerte y que a la gente le espera otra vida más allá de la mundana: la vida eterna. El musulmán, a su vez, cree en la tortura o el tormento en la sepultura, en la resurrección después de la muerte, en el paso del Sirat, extendido por encima del Infierno, en la rendición de cuentas ante Dios, y en la entrada en el Paraíso o en el Infierno. Todo va por pasos. El primero de éstos es el tormento en la tumba, ya que la otra vida empieza desde el momento mismo de la muerte y su entrada en la tumba. De ahí, las etapas de la otra vida según el islam son como sigue:



A. La primera etapa: la sepultura:



De forme general, el hombre cuando muere cree que va a la otra vida, la vida eterna. La tumba es la primera etapa de esta vida. Widengren[1] nos cuenta que mientras esté el hombre en su sepultura tendrá dos posibilidades: o ser atormentado o ser agraciado, cada uno según sus obras. Sostiene también que al hombre, en su sepultura, le vienen dos ángeles, uno por la derecha y se llama “Munkar” y el otro por la izquierda y se llama “Nakir”. Éstos le preguntan por su religión, por el hombre que le fue enviado (en referencia a Muhammad). Si el muerto fue un buen hombre, contestará a las preguntas sin problemas. En este caso, los ángeles le anuncian su sitio en el paraíso, diciéndole literalmente lo siguiente: “contempla tu sitio en el infierno, en vez del cual, te ha dado Alá un sitio en el paraíso”. En caso contrario, si el muerto fue un hombre de malas obras, no podrá contestar nada y le anunciarán su sitio en el infierno diciéndole: ¡¡“no sabes nada  ni siquiera  has leído nada!!”.  Un ejemplo del tormento en la tumba es que al infiel o el hipócrita, el tiempo en que permanece en su hoyo, le aprieta su sepultura por ambos lados, tanto que se descomponen sus huesos. Lo contrario con el buen hombre o el creyente, su sepultura se pone muy ancha (70 varas) y se ilumina y tiene una puerta que da al paraíso. No hay que olvidar que la estancia del muerto en su tumba no es más que una etapa transitoria, después de la cual resucita la gente de la muerte otra vez y llega el día del juicio final.



B.     La segunda etapa: La resurrección (Baath):



Es la revivificación de los muertos. Según la doctrina islámica, éste es un tema del que no hay duda ninguna. El Corán hace referencia a ello en muchos suras. Lo mismo se refiere a las señales de ese día. Ya en el sura 74, aleyas 8-10 Allah amenaza que ese día va a ser muy difícil para los incrédulos. De las señales de la llegada de ese día tenemos: la tierra se sacude y saca lo que tiene en sus entrañas (sura 84, aleya 210) y la hendidura de los cielos y la separación de la tierra.[2]



C.       La tercera etapa: El sendero (As- sirat):



Una vez resucitada la gente, sacudida la tierra y hendidos los cielos, acudimos a otra creencia musulmana: el Sirat. Según la doctrina islámica, todo el mundo tendrá que pasar por el Sirat, extendido, a su vez, por encima del Infierno, en una línea divisoria entre el Paraíso y el Infierno. El profesor Alí Laraki[3] avisa de que el paso de la gente sobre el Sirat difiere de una persona a otra, según las obras de cada uno en la vida mundana. Hay quien lo pasa en un abrir y cerrar de ojos, hay quien lo pasa lentamente, hay quien lo hace de bruces, y los hay quien no puede pasar y acaba cayendo en el Infierno. Este paso lo tendrán que hacer todos los hombres: musulmanes y no musulmanes. El Corán habla del Sirat en varias aleyas, de las que citamos las siguientes: ¡¡“ninguno de vosotros dejará de llegarse a ella. Es una decisión irrevocable de tu señor!”(Sura 19, aleya, 71). Ibn Kathir [4]cuenta en su interpretación del Corán que este libro alude al Sirat en la anterior aleya y que Allah advierte a todos los hombres de la llegada inevitable de ese día cuando dice: “es una decisión irrevocable de tu señor”.  Con más claridad todavía se refiere el Corán al Sirat en el sura 1, aleyas 6-7, diciendo: “dirígenos por la vía recta, la vía de los que tú has agraciado, no de los que han incurrido en la ira, ni de los extraviados”.

La cuestión del Sirat la encontramos también en el zoroastrismo, que surgió  en el siglo IV a.C en Irán de la mano de Zoroastro. Según esta doctrina, cuando muere un hombre, su espíritu pasa por un puente extendido entre el Infierno y el Paraíso. Este puente se llama “puente chinvat”, y es más fino que un pelo. Es, además, una forma de conexión entre la vida mundana y la vida del más allá, que es de Ahura Mazda, el Dios Supremo. Cuando el alma pasa por este puente, sufrirá en función de sus obras mundanas. Por esa razón, cuando muere un hombre, los zoroastristas permanecen durante 4 días celebrando los ritos fúnebres, leyendo algunos capítulos del Avesta, su libro sagrado, con la creencia de que en estos días el alma muda a la otra vida, pidiéndole perdón y misericordia. Aun así, hay mucha diferencia entre las dos doctrinas: la islámica y la zoroastrista. Según la primera doctrina, el paso por el Sirat será después de la resurrección de la muerte. Es decir, después de muertos los hombres, resucitados y presentados ante Dios para rendir cuentas. Mientras que según la segunda doctrina, este paso se practica justo después de la muerte y antes de la resurrección,[5] teniendo en cuenta que los zoroastristas también creen en la resurrección, en la rendición de cuentas y en el Infierno y en el Paraíso.  [6]



D.      La cuarta etapa: la rendición de cuentas y la balanza:



El profesor Eliade[7] nos habla del día del juicio final según la doctrina islámica apuntando que todos los hombres se personarán ante Dios para rendirle cuentas de las obras y hechos mundanos. Dios estará tumbado en su trono, rodeado por ocho ángeles del Cielo. Cada persona se presentará ante Dios a llevar su libro de obras. En este libro estarán apuntadas todas las obras que arremetió en su vida mundana, tanto las grandes como las pequeñas obras. El bienaventurado es el que se toma su libro con la mano derecha. Ello es una señal de que lo tiene fácil ese día. Es una albricia.  El malaventurado es quien se toma este libro por detrás de su espalda, que lo tendrá muy difícil ese día. Véase el sura 84, aleyas 1-12. 

Entonces, cada uno volverá otra vez, con su libro de obras en mano, para rendir cuentas ante Dios. Quien pesan más sus buenas obras sobre las malas entrará en el Paraíso. Quien pesan más sus malas obras sobre las buenas entrará en el Infierno. Esto es lo que en la doctrina islámica se llama “la balanza”. Es una forma de medir las obras que hizo el hombre en su vida mundana. A esta idea de la balanza se refiere el Corán en muchas ocasiones. Véase, por ejemplo, el sura 101, aleyas 6-11; el sura 21, aleya 47; el sura 99, aleyas 7-8. En ese día también se presentarán todos los profetas y mensajeros precedentes a Muhammad, desde Adán y Abraham y Moisés hasta Jesucristo, para certificar ante Dios que han trasmitido y predicado sus respectivos mensajes de unicidad. Mientras tanto, Muhammad estará en el Paraíso aguardando quien de su nación entre allí para felicitarle. [8]



E.       La quinta etapa: La entrada en el paraíso o en el infierno:



El profeta Muhammad nos describe en el sura 85, aleyas 11-40 el Paraíso adonde entran los creyentes, que estará lleno de bienes, gracias, y de todo lo que apetecen las almas, tanto de comida y debida como de frutas y hurís. Éstas son chicas jóvenes guapísimas que aguardan el Paraíso la llegada de sus prometidos. Por ello, el musulmán sabe muy bien que esta vida es pasajera y que la otra vida es la eternidad y la estabilidad, con lo cual él trabaja siempre por la vida del más allá, que es el futuro.[9]El profesor Ali Laraki[10] nos habla diciendo que el musulmán, siempre y cuando sea  musulmán de fe, no se queda eternamente en el Infierno, que simplemente se permanecerá allí una temporada para purgarse de los pecados cometidos en su vida efímera, luego ingresa en el Paraíso. Mientras que el no musulmán, al que había llegado el mensaje del islam pero en el que no ha creído, aun sabiendo lo que es el islam, se considera incrédulo por haber perecido siendo no musulmán. Por eso, se permanece en el Infierno eternamente, así lo dice el Corán: “y realmente los que, de la gente del Libro, y los asociadores, se hayan negado a creer, estarán en el Fuego de Djahannam donde serán inmortales. Esos son lo peor de todas las criaturas.” (Sura 98, 6) Como bien dice Ibn Kathir[11] en su interpretación, la gente del Libro son los cristianos y los judíos; ya que a ellos se envió Jesús con el Evangelio, en el caso de los primeros, y Moisés con la Torá, para los segundos. Ambos negaron de Muhammad cuando vino con el Corán, que según la doctrina islámica, es la palabra de Dios, por el que fue revelado, en lengua árabe clásica.  Con “asociadores” se refiere, según el mismo exegeta, a los adoradores de los Dioses paganos y del fuego, a los que llegó el mensaje del islam, pero que no lo reconocieron.



Bibliografía:



-          Abdul Wahed Wafei, Alí.  “Al- Asfar al- mokaddasa fi Al-Adian al sabeka lel-Islam,” (las escritoras sagradas antes la venida  del Islam.), Editorial  Nahdit Misr, Egipto, Nueve ediciones, 2010.

-          Eliade, Mircea.  Historia de las creencias y de las ideas religiosas: De Mahoma al comienzo de la Modernidad, V. 3. Ediciones Cristiandad, S.L.Madrid.1983.V.

-          Ibn Kathir, Tafsir al Corán al- adhem, (=La interpretación del glorioso Corán.), Editorial: Al- juloúd, el Cairo,  1994. v, 3.

-          G, Gnoli. El Iran antiguo y zoroastrismo”, en Tratada de antropología de lo sagrado,  el hombre indoeuropeo y lo sagrado, Coordinador por Julien Ries V, 2. Trotta, Madrid.  1995, p. 145.

-          Laraki, Alí. “Aqída” dos tratados sobre la creencia islámica (عقيدة الاسلام), Editorial Zaquizami, primera Edición. Impresión: Realización HERA.

-          Widengren,  G. Fenomenología de la religión, Madrid: Cristiandad, S.L. 1976.





[1] Fenomenología de la religión, Madrid: Cristiandad, S.L. 1976. Pp. 409 y 413.

[2] Laraki, Alí. “Aqída” dos tratados sobre la creencia islámica (عقيدة الاسلام), Editorial Zaquizami, primera Edición. Impresión: Realización HERA,  p.31.

[3]Ibídem, p.32.

[4] Tafsir al Corán al- adhem, (La interpretación del glorioso Corán.), Editorial: Al- juloúd, el Cairo,  1994. v, 3. p.  49.

[5] Abdul Wahed Wafei, Alí.  “Al- Asfar al- mokaddasa fi Al-Adian al sabeka lel-Islam,” (las escritoras sagradas antes la venida  del Islam.), Editorial  Nahdet Misr, Egipto, Nueve ediciones, 2010, p. 169.

[6] G, Gnoli. El Iran antiguo y zoroastrismo”, en Tratada de antropología de lo sagrado,  el hombre indoeuropeo y lo sagrado, Coordinador por Julien Ries V, 2. Trotta, Madrid.  1995, p. 145.

[7] Historia de las creencias y de las ideas religiosas: De Mahoma al comienzo de la Modernidad, V. 3. Ediciones Cristiandad, S.L.Madrid.1983.V. 3, p. 80.

[8] Ibídem, p. 80.

[9] Widengren, Fenomenología de la religión, p.  413.

[10] Aqida. Dos tratados sobre la creencia islámica, pp. .32-33.


[11] Tafsir al Corán al- adhem, V, 4, p. 508. 


2 comentarios:

  1. Cristianos y musulmanes coincidimos en algunas cosas y diferimos en otras: coincidimos en hacer buenas obras y buenas obras son el ayuno, la limosna y la oración, por eso hay que practicar las tres, pero en secreto, lo que haga tu mano derecha que no se entere la izquierda.

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  2. También coincidimos en que hay un Cielo y un Infierno. Pero el Cielo en el cristianismo es distinto del Cielo del islam. En el cristianismo los hombres y mujeres no se casarán, serán como los ángeles. Lo dice el Nuevo Testamento. En otras palabras, según el cristianismo, no hay huríes, porque no va a haber relaciones sexuales ni matrimonio. Sin embargo, todo lo bueno de la tierra está allí con mucha más intensidad que aquí en la tierra. De la misma manera, todos lo malo de la tierra se da en el infierno como mucha más intensidad que aquí en la tierra.

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