martes, 31 de enero de 2017

Los nudos mágicos en la antigüedad euro-mediterránea.

Por: Pietro Viktor Carracedo Ahumada

Correo electrónico: pietrocarracedo@gmail.com


Tabla de maldición encontrada en Britania
Los nudos tienen una clara interpretación de atar, sujetar, anudar, etc. diferentes objetos, individuos, circunstancias… pero en ocasiones se vuelve un elemento con poder propio que puede afectar, voluntariamente o no, a aquello que ate. Ante todo, cuando se da este tipo de recurso en el ámbito mágico-religioso, nos encontramos ante las denominadas prácticas homeopáticas, siguiendo la definición de Frazer[i] y su ley de semejanza –aunque su ley de contacto tendrá algo que decir a este respecto–.
El nudo mágico como tal no tiene por qué ser un anudado de hilo, cuerda o cualquier otro material, también puede ser algo que permita una sujeción, desde un común pisapapeles hasta enunciar el acto sin llevarlo a cabo. Esta evolución de pensamiento, de progresiva separación del nudo mismo a otras posibilidades, se podrá ir observando en los ejemplos que se enunciarán a lo largo de este artículo, si bien modificará su significado primero o lo mantendrá inmutable según las circunstancias de cada sociedad. Me centraré especialmente en el mundo euro-mediterráneo antiguo, pese a incluir algunos ejemplos más actuales en los casos en que se considera interesante analizar la evolución del elemento mágico y su pervivencia. Para terminar esta pequeña introducción, quiero señalar que en la mentalidad antigua –y hoy día aún en la popular– está muy presente la idea de una vinculación de todos y cada uno de los elementos constituyentes del universo. Del mismo modo que la astrología afirma que los astros afectan a los nacidos bajo sus signos, por estar “unidos” a ellos, otros dirían que lo están todos los seres vivientes, y aquellos, que la naturaleza nos reúne a todos. En definitiva, los antiguos tienen mucho más presente y le dan más importancia a cualquier anudamiento de lo que podremos darle nosotros a algo que consideramos un elemento muy vulgar.
¿Dónde encontramos las primeras manifestaciones de nudos mágicos en el entorno a tratar? El hecho de enrollar, entrelazar, retorcer, etc. con fines mágicos homeopáticos parece tener manifestaciones muy tempranas, ya en la prehistoria según algunos especialistas en arte (S. Giedion, E.Ripoll) que se basan en las pinturas en que aparecen manos aparentemente cruzadas, figuras cruzando los dedos o meandros marcados con los dedos, delimitando contornos, como marcas de posesión. También ha habido menciones a las primeras prendas trenzadas, en una asociación de las primeras redes de caza y pesca como elementos positivos, a pesar de que estas cumplen una función excesivamente práctica. ¿Podría ser que en el hilado, aunque en principio una ocupación femenina, surgiese la visión mágica y protectora propiamente dicha del anudamiento en las primeras prendas y bisutería?
Runas del Futhark nórdico asociadas a los nudos mágicos.
Desconocemos en qué momento cobra el nudo la importancia necesaria como para convertirse en un tabú o en una necesidad, pero tenemos ejemplos de ello en muchas culturas distintas. Principalmente, el nudo como práctica mágica puede tener fines positivos y benefactores o negativos y maléficos, según el uso que se haga de él. Sin embargo, también por sí mismo el nudo puede tener poder mágico (la δύναμις de la que hablaban los griegos).

1.      La magia de anudar físicamente

En la antigüedad euro-mediterránea encontramos muchas referencias a anudamientos y encadenamientos al hablar de diferentes fenómenos, casi siempre en situaciones mágico-religiosas o de carácter inmaterial. Si bien el mundo grecorromano, base de la cultura occidental, es el que más cambios ha producido en la interpretación de esta práctica mágica, también aquí podremos encontrar ejemplos variados de la literalidad de la magia del anudamiento.
Para empezar tenemos la relación propia del cuerpo mismo con el anudamiento. En la antigüedad los bailes y ceremonias –ambos, pues generalmente van unidos– se llevaban a cabo, a veces, mediante una unión de los miembros, en parejas o grupos en corros. Tenemos testimonios del valor mágico de este tipo de danzas no sólo por la formación de un círculo –no hace falta explicar el valor circular–, sino también por el hecho de cerrar el lugar, el fuego, el conjuro, las plegarias… En la literatura clásica tenemos ejemplos del tipo: ¡Anudemos un coro…![ii], que en este caso cantan las Erinias antes de disponerse a torturar a Orestes por la muerte de su madre. Tenemos también los ejemplos de los bailes tradicionales de diferentes regiones europeas en las que “atarse” al bailar es norma. 
El acto de abrir o cruzar las piernas ha ido cambiando sus connotaciones a lo largo de la historia de la magia. En el mundo grecorromano se consideraba funesto que una mujer embarazada cruzara las piernas, pues el feto podría, directamente, no nacer, mientras que para protegerse de las inquinas de los enemigos era efectivo cruzar brazos o piernas. Parece curioso que la psicología corporal moderna interpreta el cruce de brazos automáticamente con decisión o defensa, y hacerlo con las piernas parece indicar seguridad. Las manos, por otra parte, siempre han sido un elemento mágico, sobre todo de carácter defensivo, ya desde la antigüedad prehistórica. Parece por tanto digno de mención su valor apotropaico, sobre todo el cruzar los dedos de diversas maneras, como la higa (poner el pulgar entre el índice y el corazón) contra el mal de ojo y cualquier tipo de brujería; o cruzar los dedos índice y corazón con el mismo fin, gesto que pervive hoy día para preservar y atraer la suerte a los propósitos.
Tyet o Nudo de Isis.

 
Del nudo como objeto mágico tenemos testimonios como los de Plinio, quien dice que los nudos se utilizaban como herramienta sanadora en las enfermedades de la ingle: a un hilo de araña se le hacían siete o nueve nudos, y se mencionaban al deshacerlos nombres de viudas. Tampoco es extraño incluso hoy día, sobre todo en los pueblos mediterráneos, encontrar algo anudado a una escultura de una divinidad (más actualmente a un santo) para rogarle por el cumplimiento de una petición… aunque a nivel popular, realmente se crea que el santo en cuestión cumple su parte del trato con el fin de ser liberado. El poeta Virgilio[iii] nos da ejemplos de magia amorosa, contándonos que para atraer al amado Dafnis, una joven anuda tres veces una cuerda; también en este poeta, pero en La Eneida, relata cómo Dido se desciñe los vestidos pero se desata una sola sandalia mientras ejecuta un ritual mágico previo a su suicidio: de esta manera, busca librarse del amor por Eneas, pero a la par mantiene atado al troyano[iv]. Asimismo hay hechizos egipcios que implicaban anudar una cuerda o hilo tres veces, simbolizando, además numéricamente, la detención del infinito, del tiempo, de una situación…
Por otra parte, los fineses contaban con hechiceros que mediante tres nudos enviaban el viento a los marineros (el primero leve, el segundo fuerte, y el tercero, huracán) según los desataban, pues se creía que en tales cuerdas estaba el viento encerrado. Hay textos letones que expresan los poderes de estos magos vecinos siempre en relación con una cuerda “mágica”, casi como atributo propio de los hechiceros.
Los nudos en la vestimenta eran en el mundo antiguo cosa que requería de gran atención, pero aún hoy día en ciertas regiones se guardan de olvidar su función. Se ha demostrado que la ropa con cruces y nudos, pliegues, etc. adquiría para los antiguos un significado especial, mágico, por la oferta de protección que presenta. Los cinturones, fajas, etc. de la antigüedad son uno de los elementos más testimoniados con valor mágico-religioso, tanto en el mediterráneo como entre los celtas o el Oriente medio: el sostén de Afrodita o el velo de Ino Leucotea en las narraciones homéricas, que ofrecen magia amorosa y protectora, respectivamente;[v] el ceñidor de los reyes o personajes importantes de la Biblia[vi], que tenía en el propio rito judío cierto valor religioso.  Coinciden estos objetos en que confieren nuevas fuerzas o poderes a su propietario, una vez este lo ha anudado a su cuerpo. Y del mismo modo que los cinturones, también los broches y cierres de las prendas podrán adquirir un valor mágico cuando más allá de la estética quede asociado, decorado o no, con una divinidad o elemento sobrenatural. Ejemplos de ellos hay en los broches de la Hispania antigua, que además tenían una decoración astral de círculos concéntricos y cruzados, o entre los pueblos nórdicos, donde se ha querido ver en los motivos decorativos de la ropa símbolos rúnicos escondidos.
Cabe citar también que los cabellos, muy susceptibles de ser trenzados y anudados, adquieren también un valor mágico. A veces sencillamente son la fuente del poder, en casos como el de Sansón o Niso, el padre de Escila, quien tenía un mechón dorado o purpúreo que su hija cortó para que su amado Minos triunfara, ya que aquél mechón era la fuente de su suerte y sus victorias. Otras veces debe propiciarse la magia mediante los peinados. En numerosas culturas podía averiguarse la edad, situación o el rango social de un individuo en base a lo complejo de su peinado: durante mucho tiempo las cabezas de las jóvenes casaderas pasaron por épocas de mucho trabajo, mientras que en ambientes religiosos el cabello debe ir suelto y sin adorno, preferiblemente, o tener adornos sobrios, aunque por otros motivos, ocultos.
Y es que, como ya se dijo, el anudamiento no siempre es positivo. Véase el caso del Flamen Dialis, sacerdote de Júpiter, y su mujer Flaminica, quienes no podían llevar ropa con ningún tipo de nudos, si bien debían ir completamente tapados. Tampoco podían llevar brazaletes o anillos, y mientras que el hombre debía llevar cabello y barba recortados bajo un gorro, la mujer debía en ocasiones abandonar su habitual peinado trenzado en cono, para no arreglarse lo más mínimo, pues se pensaba que todo esto ayudaba a no “atarle” a su condición terrenal y así no molestar en sus actos religiosos. Incluso tenían prohibido caminar bajo parras y otras plantas del estilo, pues los zarcillos de éstas contaban como nudos.
Merece la pena indicar que en muchas regiones rurales el anudamiento de las prendas guarda aún especial sentido. En ciertas zonas de España, Italia o Rumanía existe aún la tradición entre la gente de los pueblos de evitar que la mortaja tenga nudos –es posible, también, que se cosa ropa nueva sin anudar para este propósito–; no atan los cordones de los zapatos del muerto y evitan el uso de corbatas y demás accesorios que requieran de algún tipo de nudo: hasta el cabello es peinado repetidas veces para evitar enredones. El objetivo de este tipo de actos es evitar que el difunto o su alma queden atados a este mundo terrenal-material y por tanto, no puedan descansar en paz o molesten a los vivos. Asimismo se aseguran de desatar cualquier nudo posible, o le incluyen un lazo en la mano o en la muñeca, deshecho el nudo, a los difuntos que han dejado atrás esposo o esposa, para que éstos queden libres y puedan volver a casarse.
 Se puede asociar estas tradiciones del nudo a ciertas costumbres europeas medievales, que a su vez beben de tradiciones paganas. Existía en el Medievo la creencia de que un lazo anudado por algún envidioso podía ser causante del impedimento de consumación y embarazo de una recién casada, por lo que se procedía preventivamente a desenrollar todos los nudos y lazos existentes, se quitaban cerrojos y abrir puertas y ventanas en el momento del parto, incluso, para facilitar la llegada del bebé… esta situación se repetía en los últimos momentos del difunto, pero con una finalidad evidentemente distinta.
Los nudos en estos últimos casos se presentan como algo más externo, que afecta sin embargo directamente a los de su alrededor. La necesidad de realizar el nudo no es personal, lo cual vuelve el acto mágico más peligroso, pues uno puede desconocer su existencia pero sí recibir el efecto. En todo caso, lo lógico es realizar el nudo concienzudamente, como cuando en pueblos de Rusia se arrojan redes sobre los recién casados y los umbrales de las casas para atrapar todo lo malo antes de que les toque. Esta función apotropaica se repite en los actos de anudar hilos de lana u otro material que se haya poseído en otro objeto, que recibirá el daño: hay varios relatos de la Grecia popular en que un sacerdote anuda hilos rojos en un árbol, para que el enfermo sane y el árbol absorba la enfermedad. Del mismo modo, el morţişor búlgaro, blanco y rojo, se anuda pasada la primera quincena de marzo a una rama de un árbol frutal para que con la primera flor venga también la suerte al portador, asociando en este caso la pulsera con un bien personal.
Y hablando de pulseras llegamos al mundo amulético, pues estas son elementos externos, no necesariamente creados por el portador, pero con poder en sí mismo, por lo que su presencia, externa se puede convertir en algo mucho más personal. No sólo cuentan como nudo mágico porque se llevan anudadas en las muñecas o las manos, sino por sus formas, de las cuales las más apreciadas son las enrevesadas y complejas –talismanes celtas, con trenzados infinitos y cerrados, que simbolizan la continuidad del tiempo y el mundo. Pulseras y collares trenzados encontramos desde época muy temprana, y se han relacionado estrechamente con las decoraciones de la cerámica o la piedra en que trenzas o formas zigzagueantes que aparecen casi desde sus primeras manifestaciones, -si bien no es comparable, ya que a menudo se ha hablado de simbolismos como el mar o las montañas para este tipo de representaciones geométricas. En cualquier caso, el trenzado en la bisutería, por llamarla de alguna manera, puede guardar algún valor mágico en cuanto a que hoy día en algunas zonas sigue teniendo ese sentido, al interpretar que un trenzado de tres o cuatro cuerdas, de diferentes colores, ofrecen tal o cual suerte basándose en patrones mágicos numérico-cromáticos. Además, también se consideraba que portar nudos encima, ya fuera como amuleto o en bisutería, atraía la suerte y protegía de todo mal.
Para hablar de amuletos propiamente dichos nos detendremos en Egipto. En Egipto los términos para referirse a los amuletos eran meket, nehet o sa, que son palabras derivadas de diferentes verbos que significan “proteger”. Aquí encontramos el llamado Lazo o Nudo de Isis, Tyet. Realizado en jaspe rojo o cualquier material de este color, o en su defecto de oro o recubierto de oro, este amuleto, que representa un nudo con los extremos cayendo a ambos lados, simboliza la sangre y la fuerza mágica de Isis, diosa hechicera por excelencia, y otorgaba protección a su portador. Al menos así se ha interpretado a raíz de su asociación con el capítulo CLVI del Libro de los Muertos. Se han encontrado generalmente en ambientes funerarios, pues se colocaban al cuello del difunto para su bienestar en el Más Allá. También existía la costumbre de sumergirlo en agua o perfumes, mientras se recitaban los versos del Libro de los Muertos[vii], y podrían incluirse aquí los collares funerarios dorados.
El Ankh o cruz egipcia, que es símbolo de la vida y muy utilizado como amuleto ya desde la antigüedad, ha sido presentado por algunos estudiosos –pues aún se desconoce a qué se intenta asemejar su forma– como un posible nudo, o dos piezas unidas en el cuello, un cruzado…como fuere, atribuir al amuleto su poder a causa de la unión mediante nudo; por esto baste solo mencionarlo pero no incluirlo en este listado de ejemplos.
En Roma tenemos un ejemplo básico: la bulla, el saquito con un amuleto en su interior que los niños debían portar hasta la madurez para protegerles de todo mal. En el caso de los celtas tenemos el llamado Huevo de Serpiente, que cita Plinio[viii], amuleto en el cual se entrelazaban numerosas serpientes, normalmente recubierto de oro o dorado, en el que los druidas y poderosos confiaban casi ciegamente, con la creencia de que aquél que poseyera tal artilugio saldría vencedor en cualquier cosa que se propusiera. Es oportuno recordar que en el mundo celta las serpientes aparecían prácticamente en casi todos los amuletos, pues simbolizaban Vida, Tiempo, y si tenían cuernos, una de las formas del dios Cernunos, divinidad de la naturaleza.

2.      La reinterpretación del nudo. Otras formas, mismo fin.

La idea de atadura no puede ceñirse exclusivamente al acto en sí. El hombre encontrará el camino para “encadenar” el mundo a su antojo sin necesidad de anudamiento alguno.
Si podían crearse nudos con cuerda, y también tallándolos, ¿por qué no crearlos dibujándolos? En el mundo antiguo hay representaciones aisladas con nudos, una de ellas, por ejemplo, en la extraña piedra que se encontró en Delfos, donde puede verse un relieve de líneas que se entrecruzan y anudan (¿vegetación?), y de la que aún no se ha podido decir mucho salvo que seguramente tenía carácter mágico.
En el mundo nórdico, las runas Othalaz, Gebo, Dagaz e Ingwaz están relacionadas en su visión mágica-mántica con nudos: la primera, como símbolo de propiedad privada, a la protección de la misma; la segunda, simboliza un cruce/encuentro o un lazo, como runa de la amistad; la tercera, cerrada como un lazo, simboliza una recuperación (normalmente de salud o riqueza). Por último, Ingwaz se relaciona con una detención del tiempo o de los hechos, ya que se entiende como un nudo, tal cual, en el enfrentamiento, según algunos, de dos runas Kenaz (< del derecho, > del revés), que ante todo son símbolos de apertura. 
Si ciertos animales tienen características mágicas y hasta son representados con tales fines, ¿podría alguno ser utilizado para un hechizo de anudamiento? Sin duda. Véase el caso de los búhos o del torcecuello, que menciona Píndaro[ix], que eran utilizados o imitados con diferentes artilugios en las prácticas mágicas o en la poesía amorosa para encadenar, vigilar o recuperar al amante, ya que igual que giran el cuello hacia un lado, luego rápidamente recuperan la postura normal.
Y del mismo modo que un amuleto, no necesariamente con la misma forma del nudo, implicaba ya una atadura, otros objetos pueden ser utilizados con el mismo fin, aunque no con las mismas intenciones.
Las figuras de cera, barro... sean quizás la segunda interpretación en este sentido más literal de la magia. No en vano desde antiguo una representación de cualquier tipo o material de una divinidad o démon cobraba ya especial valor. Por tanto, tampoco es extraña la aparición de amuletos que representan a tal o cual divinidad o genio para tener protección, entendiendo que se encerraba en tal objeto una pequeña parte de su esencia y, por tanto, de su poder. Algunas prácticas mágicas aseguraban atar un poder sobrenatural, en la actualidad generalmente mediante un santo cristiano, pero en el mundo antiguo judío, como se puede ver en el Libro de los misterios, había fórmulas y técnicas para coaccionar a los seres celestiales, amenazándolos con no soltarlos hasta recibir lo solicitado, generalmente mediante el anudamiento de una prenda. Se ha pasado de petición a exigencia. Y si podían ser encadenados seres sobrenaturales, ¿qué impedía, pues, llevar a cabo prácticas mágicas con figuras mortales?
Tenemos varios ejemplos también en Egipto; citaré la historia de la conspiración contra Ramsés III, aunque se sabe del uso de figuras desde la III hasta la XX dinastía. En esta historia los conspiradores contaban con cierto individuo que tenía acceso a los libros mágicos de la Biblioteca Real, y que hizo uso de los conjuros que allí aparecían, entre los que se encontraba realizar figuras de cera u otros materiales representando a ciertas personas cercanas al Faraón, para “atarlas” y de esta manera impedir que le ayudaran, volviéndolas completamente inútiles. Sin embargo, no pudo llevarse a cabo en condiciones puesto que la conspiración fue descubierta.
Tenemos testimonios parecidos en Grecia, pero asociados a figurillas de carácter amoroso, en que se representaba a un varón o a una mujer, o en ocasiones a ambos, arrodillado el suplicante-amado, apoyadas ambas en una superficie sobre la cual se escribían los nombres de los amantes. También hay figuras de madera y cera de Eros, denominadas Erotes, a las que se hacía ofrendas y peticiones, y a las que en ocasiones se les ponía delante o ataba algún objeto personal del amado o que hubiera tenido contacto con él, para que el dios hiciera lo propio. Alejandro Magno, se cuenta[x], recibió una caja con una recreación de las fuerzas enemigas encerradas en un cofre, y se le dijo que de preservarlo bien cerrado para asegurarse siempre la victoria sobre ellos.
En la Inglaterra e Italia medievales, según Frazer, se echaban a la chimenea figuras talladas de los enemigos, no inmediatamente al fuego, pero cerca, para que se derritieran o quemaran lentamente.  Y no hay más que echar un vistazo al uso de velas en la actualidad, que se utilizan en términos esotéricos no tanto para “pedir a santos”, sino para “derretir” al amante o vencer al enemigo, del cual se incluye normalmente una foto junto a la cera y se pronuncia su nombre en la petición-conjuro.
El fenómeno, a pesar de conservar sus formas más evidentes hasta hoy día, continuó evolucionando. Se deja un poco de lado la ley del similia similibus y otros objetos adoptan la misión de los anudamientos. Los ejemplos más claros son las defixiones latinas, tablas de diferentes materiales (aunque sólo se nos conservan de plomo) con nombres o circunstancias escritas que se hundían en la tierra tras patearlas, doblarlas y agujerearlas, para que ésta se las “comiera”, y con ello, el portador del nombre que allí aparecía sufriera las mismas desgracias. Las tabellae defixionum cuentan con el añadido de ser un resto arqueológico real, no sólo mencionado en textos, de las cuales se han hallado y publicado ya más de seiscientos, y se continúan descubriendo más. Se han encontrado tablillas en todo el territorio romano, en Grecia y en Oriente próximo, aunque se cree que esta práctica provenía directamente de los fenicios. También entre los íberos y los celtas se llevaban a cabo prácticas semejantes, si bien la costumbre había sido tomada, según parece, de los romanos: estos, no obstante, no las enterraban siempre, sino que muchas veces hacían cumplir sus conjuros arrojándolas al agua. La tablilla de Chamalières (Puy de Dôme)[xi], encontrada en la llamada Fuente de las Rocas, un santuario galorromano, fechada hacia el siglo I d.C. tiene un valor especial por estar escrita no en lengua latina, sino ya en lengua autóctona. Estos conjuros continuarán en el territorio europeo oriental, incluso, en época bizantina.
Sólo queda la máxima abstracción, la palabra. Las defixiones son ocupación del drómenos[xii], por lo que se han hallado tablillas sin texto pero igualmente maltratadas. Es otra forma de presentar “el nudo”, plantando en el mismo elemento los diferentes objetos que quieren reunirse, ya que a menudo el texto escrito, según fue complicándose o inscribiéndose la fórmula en primera instancia oral, incluye expresiones de “yo ato, yo sujeto”, o la invocación a divinidades con epítetos claramente relacionados: Ήρμης Κατóχος (Hermes el que sujeta)  Con la llegada de los dioses a las fórmulas mágicas, el individuo irá alterando en estas la primera persona por el imperativo, para conferir más poder al acto mágico. Estas expresiones de encadenamiento llegan a enunciarse de manera directa en verbos como atar, anudar, sujetar, encadenar, etc., al menos hasta donde nos dejan ver de la magia los escasos papiros recuperados y la literatura.  En los textos griegos mágicos no sólo se habla de encadenar a tal o cual individuo, sino también de vincular –que no es exactamente lo mismo- y al mismo tiempo, dentro de los propios conjuros, se encadenan las acciones y los nombres, mediante palabras mágicas de difícil pronunciación o directamente negando los espacios e intervalos: así, por la propia sucesión de palabras poderosas, tiene lugar, como si de una cadena física se tratase, la consecución del hechizo.
La evolución del nudo ha llegado hasta su desaparición, en pos de su nombramiento. Pero su eficiencia mágica, en cualquiera de sus formas, continúa incluso hoy día, a ojos de los practicantes de magia, plenamente eficaz.

Notas:




[i] La rama dorada. Capítulo II: La magia simpatética, 1 Los principios de la magia. 
[ii] 14 Esquilo, Euménides, vv.30
[iii] Églogas VIII, vv.78-80. 
[iv] Eneida, vv.750-751
[v]  Homero. Ilíada XIV, vv. 214-221 y Odisea V, vv,346-350. 
[vi] Véase por ejemplo el caso del Rey David danzando en el Santuario ataviado sólo con el ceñidor, o incluso en el apócrifo Testamento de Job, donde éste regala cinturones divinos a sus hijas como el mayor de los dones.
[vii] Que dicen así en su traducción inglesa en Egyptian Magic, de Sir Wallace Budge:The blood of Isis, and the strength of Isis, and the words of power of Isis shall be mighty to act as powers to protect this great and divine being, and to guard him that would do unto him anything that he holdeth in abomination.  
[viii] Naturalis Historia 29. 55 y ss. 
[ix] Pítica IV, 214-219. 
[x] Abu-Shâker, ibn al-Râhib, The history of Alexander the Great. 
[xi] Conservada hoy en el Museo de Clermont Ferrand. 
[xii] Drómenos, el que actúa, y legómenos, el que habla, como los dos agentes de la magia. 


Bibliografía:

Cooper, Catherine F.; Frankfurter, David; Krueger, Derek; Lim, Richard. 1992. John G. Gager (Ed.)’s ‘Curse Tablets and Binding Spells from the Ancient World.’ New York:  Oxford University Press

Daímon páredros, Magos y prácticas mágicas en el mundo mediterráneo. Aurelio Pérez Jiménez, Gonzalo Cruz Andreotti (eds.) Ediciones clásicas. Mediterránea Nº9 Málaga. 2002

Derek Collins, Magic in the Ancient Greek World.. Blackwell Publishing. Singapore-USA. 2008

Frazer, J.G. La rama dorada. Fondo de cultura económica México-Madrid-Buenos Aires. 1981.

La magie en Égypte: a la recherche d’une définition. La documentation Française-Louvre: conférences et colloques. La Riche. 2002

Magic and Ritual in the Ancient World. Paul Mirecki, Marvin Meyer (eds.) Brill. Leiden, Netherlanden. 2002

Religión, magia y mitología en la Antigüedad clásica. Jose Luis Calvo Martínez (ed.) Biblioteca de estudios clásicos. Granada. 1998

Religión, superstición y magia en el mundo romano. Encuentros en la Antigüedad. Dep. Historia Antigua. Universidad de Cádiz. 1985

Sir Wallis Budge. Egyptian Magic. Citadel Press. Carol of Publishing Group. Toronto. 1997.





1 comentario:

  1. Casinos in Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira
    Casinos in Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, 부산광역 출장마사지 Wazira, Wazira, 군포 출장샵 Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, 순천 출장안마 Wazira, Wazira, 양산 출장안마 Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, Wazira, W 청주 출장마사지

    ResponderEliminar