domingo, 30 de noviembre de 2014

La Diosa Isis

Por: Lorena González Blasco

Correo electrónico: lorenagblasco@yahoo.es

La Isis de Farnese, Museo Arqueológico de Nápoles 
En estas pocas páginas vamos a ver a Isis, una de las diosas egipcias, ya romanizada, por lo que tendrá nuevos atributos y advocaciones diferentes de las de su origen. Así lo que veremos es una presentación de ella en dicho periodo de la historia.
Su nombre egipcio, Isis, significa asiento o trono. [1] Es una diosa madre. Su principal representación es amamantado a su hijo Horus, heredera de la iconografía egipcia; asimilada a Io o Deméter, a la Fortuna-Tyché o Sothis, también se la encuentra como una diosa panthea entre los lararaia, asimilando varios atributos de diferentes diosas y cuya función era profiláctica, además podía encontrársele con su paredro Serapis y su hijo, formando la triada y siendo la garante de la familia. Aunque también se la encuentra sola a la diosa con el sistro.[2]
Se nos relata que es uno de los cuatro hijos de Rea-Nut y esposa del dios Osiris, ambos se unieron en el vientre de su madre antes de nacer. Se convierte en regente al partir su esposo-hermano a civilizar el mundo, pero a su regreso Set se deshace de él encerrándole en un sarcófago que lanza al río, de esta forma navegará hasta Biblos, donde bajo la forma de un árbol el rey de ese país lo utilizará como pilar de su palacio. Tras conocerlo Isis por medios mágicos y ayudada por Anubis se dirige a ese lugar, donde se convierte en la nodriza del príncipe, siendo sorprendida una noche cuando intentaba darle la inmortalidad, entonces se revela exigiendo el ataúd de su esposo, regresando a Egipto. Por ello, esconde a Osiris, pero Set en una partida de caza lo encuentra y lo trocea en varios fragmentos que Isis recupera, menos el falo, e Isis le devuelve a la vida. Tras ello nace Horus, que más tarde reclamará su herencia al luchar contra Set, del que se apiada Isis y Horus le quita la cabeza colocándole luego una de vaca. [3]
En estos momentos aparece Serapis, emergido de los dioses Osiris y Apis, según Alvar el Apis muerto convertido en Osiris, dios fecundador y protector de los muertos, asimilado a Plutón con un cesto de frutas, calathos, cuya iconografía fue inventada por Briaxis y cuyo culto se configuró gracias a Timoteo de Eleusis.[4]
En esta época Isis forma la triada con Serapis, equivalente a Horus, y junto a Harpocrates, que sería su hijo Horus. Así sus nombres se helenizan y entran dentro de los relatos helénicos.
Sus textos son las aretalogías, escritas en griego entre el 100 a.C. y el 200 d.C., los cuales contienen himnos o plegarias a la diosa, que según Alvar se recitarían de forma colectiva. Y sus instrumentos para la realización del culto son la hidra o la situla, donde se guardaba el agua, elemento imprescindible ya que se suponía que era agua del Nilo; el sistro, una especie de sonajero, y la cista, donde se guardaban las diferentes partes de Osiris que la diosa fue recogiendo.[5]
Se la adoraba en templos públicos y privados. El primero estaba incluido dentro de la ciudad como el iseum de Pompeya y el Iseum Campense con lugares anejos para aposentos del clero y hospedaje de peregrinos así como para realizar la iniciación. Y el segundo estaba dentro de las casas particulares, como la casa de Decimo Octavio Quartione y Loreio Tiburtino, ambas en Pompeya. [6]
Se realizaba un culto diario. Por lo que se abría el templo por la mañana, tras ello se procedía al despertar, asear y acicalar a la diosa, una vez realizado esto se le ofrecía comida, la cual rechazaba, por lo que se guardaba para la alimentación de los sacerdotes. Durante el día hasta la hora de cerrar el templo, que se hacía por la tarde, la gente entraba a rezar, a hacer sus tareas, a realizar requerimientos divinos o incubatios o tener alguna visión.[7] 
Cada isiaco entraba en contacto con la divinidad de forma personal, abrazando el altar, un acto típicamente romano comenta Alvar, arrojando sus cabellos desatados y de rodillas y a veces sentados. Normalmente se pedía por el bienestar, la salud y curación de los seres queridos, terminar bien un viaje, tener éxito profesional, preservar la castidad de la mujer y proteger la vida materna de los partos. Y era la diosa quien elegía tanto al que se iniciaba como al sacerdote que le iniciaba. Dicho iniciado debía pasar varias pruebas, entre ellas el ayuno de ciertos alimentos y la abstinencia sexual.[8]
Las dos grandes fiestas son el Navigium Isidis y el Inventio Osiridis. La primera, llamada en griego Ploiaphesia, se celebra el 5 de marzo, fecha que inicia la temporada de navegación y en la que se hacen votos a la diosa para que el mar de sus frutos. Y la segunda rememora el viaje para recuperar a Osiris, realizado entre el 26 de octubre y el 3 de noviembre. A ambas les precedía un periodo de abstinencia sexual.[9]
Lo que es interesante es que aunque cambiando de civilización conserva su estructura en tríada y su principal papel, como diosa-madre. Así como que sus acompañantes cambien el nombre helenizándose. No debemos olvidar que dicha deidad pasará luego al mundo cristiano en la advocación de la Virgen María con muchas de sus características, sobreviviendo a lo largo de la historia.

BIBLIOGRAFÍA

-          Alvar Ezquerra, J; Los Misterios. Religiones «orientales» en el Imperio Romano, ed. Crítica, Barcelona, 2001
-          Arroyo de la Fuente, M. A.; El culto isiaco en el Imperio Romano. Cultos diarios y rituales iniciático: iconografía y significado, BAEDE, nº 12, Madrid, 2002. (versión impresa y pdf)
-          Arroyo de la Fuente, M.A.; Iconografía de las divinidades alejandrinas, Liceus, Portal de Humanidades, 2006.
-          Turcan, R.; Los cultos orientales en el Mundo Romano, trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001.




[1] Arroyo de la Fuente, M. A.; Iconografía de las divinidades alejandrinas, Liceus, Portal de Humanidades, 2006, pág. 18 y Turcan, R.; Los cultos orientales en el Mundo Romano, trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 83.
[2] Alvar Ezquerra, J; Los Misterios. Religiones «orientales» en el Imperio Romano, ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 153 y Arroyo de la Fuente, M. A.; op. cit. BAEDE, nº 12, Madrid, 2002, pág. 216.
[3] Alvar Ezquerra, J., op. cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 47-49 y 51-54 y Turcan, R.; op. cit., trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 83.
[4] Alvar Ezquerra, J.; op. cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 58-60, 62, 64 y 66 y Turcan, R.; op. cit., trad. De Antonio Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 80-82.
[5] Alvar Ezquerra, J; op. cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 150-151, 234-235 y 237.
[6] Arroyo de la Fuente, M. A.; El culto isiaco en el Imperio Romano. Cultos diarios y rituales iniciático: iconografía y significado, BAEDE, nº 12, Madrid, 2002, pág. 214, 216-217 y 219 (versión impresa) y Turcan, R.; op. cit., trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 107 y 109.
[7] Alvar Ezquerra, J; op. cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 227-228; Arroyo de la Fuente, M. A.; op. cit. BAEDE, nº 12, Madrid, 2002, pág. 225-226 (versión impresa) y Turcan, R.; op. cit., trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 107 y 112-114.
[8] Alvar Ezquerra, J; op. cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 145, 241 y 250 y Arroyo de la Fuente, M. A.; op. cit. BAEDE, nº 12, Madrid, 2002, pág. 226-228 (versión impresa).
[9] Alvar Ezquerra, J; op. cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 146, 218 y 221; Arroyo de la Fuente, M. A.; op. cit. BAEDE, nº 12, Madrid, 2002, pág. 229-230 (versión impresa) y Turcan, R.; op. cit., trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 115-118.

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