martes, 30 de septiembre de 2014

CONFUCIO

Por: Carmelo Morales Marcos, doctorando de la Universidad Complutense de Madrid

Correo electrónico: karmelo7777@hotmail.com

Estatua de Confucio del Templo Confuciano de Shanghai

Para acercarse a la doctrina de Confucio es menester que en primer lugar se conozcan unas características básicas en lo referente a su persona, es decir, presentar los  rasgos más importantes y que mejor definen a este sabio.
Confucio nació en el Estado de Lu, en la provincia de Shantung, en el invierno del año 552 a. C. Él se llamaba Ch´iu y su familia se llamaba K´ung, por eso su nombre entero era K´ung Chíu. Su apodo era Chung-ni porque Chung significa el segundo de los hijos.
Su primera biografía la escribió el historiador Ssu-ma Ch´ien. Pero entre este y Confucio ya hay un intervalo de cuatro siglos. Las fuentes de las que disponía Ssu-ma Ch´ien son parecidas a las de ahora. Una de estas fuentes son las Analectas, que se trata de conversaciones del maestro con sus discípulos. Obra de la que se hablará en próximos artículos para conocer a fondo la doctrina del sabio de Lu.
Pero esta fuente no da ningún detalle sobre la fecha del nacimiento de Confucio. Para paliar esta carencia tenemos la crónica analística del estado de Lu, es decir el Clásico o Ch´un- Chíu, también conocido como Los Anales de Primavera y Otoño.
Menos dudas presenta la fecha de la muerte del maestro. Ningún estudioso duda que fue el verano del año 479 a. C, pues el Ch´un -Chiu especifica claramente la fecha de la muerte, pero en ningún caso este Clásico especifica  la fecha de nacimiento de ningún funcionario. De ahí la mayor dificultad para averiguar el nacimiento de Confucio. Pero vivió al menos 70 años, porque así viene documentado en las Analectas. << A los quince años mi voluntad se aplicaba al estudio; a los treinta estaba firme; a los cuarenta no tenía dudas; a los cincuenta conocí el Mandato del Cielo; a los sesenta podía escuchar la verdades sin dificultad; a los setenta pude seguir lo que mi corazón deseara sin hacer el mal>>[1]. Está estimado que Confucio vivió unos setenta y tres o setenta y cuatro años,  fechando así su nacimiento en el 552 a.C. o en el 551 a.C.
Confucio nació y vivió en el periodo de Primavera y Otoño de la dinastía Zhou. Según los Registros Históricos Confucio nació de una relación impropia de su padre Shu Ho Tsou con una muchacha de la familia Yen. Su padre fue un valiente militar que cumplió misiones bastante peligrosas. Parece claro que Confucio no era fruto de la primera esposa de su padre, sino de una segunda o concubina. Es muy posible que la relación del padre de Confucio con su madre no fuera legal.[2]
Dice la tradición que Confucio se quedó huérfano de padre y madre siendo aún joven. Al quedar huérfano bastante joven no tenía nadie a quien acudir y por lo tanto su juventud no tuvo que ver nada con la vida fácil, es muy posible que  sufriera brotes importantes de pobreza.  Existen fuentes que aseguran que descendía de una familia noble, pero en esto no están todos los eruditos de acuerdo, porque no hay que olvidar que la posición de gran militar a la que llegó su padre se la ganó a pulso y no la heredó.
Según los Registros Históricos Confucio media dos metros y ochenta centímetros, aunque las medidas de longitud de la época eran más cortas que las de ahora. Aun así,  Confucio era considerado, no solo más alto que la media, sino alto entre los altos. Si a esto le añadimos que los hombres de la aldea de Confucio eran considerados ya más altos de lo normal, no es extraño pensar que Confucio rondara los dos metros de altura. Si esto fuera   fruto de su herencia paterna se explicaría el éxito de su padre como un gran guerrero.
Lo que era claro es que Confucio no tenía ningún interés de triunfar como guerrero. De niño él ya se divertía mucho realizando el ritual para ofrecérselo a los dioses. Aunque su padre era un guerrero él con quince años ya estaba enamorado del estudio, y a los cincuenta años comprendió que este amor por el estudio era un deber impuesto por el Cielo. Llegó a ser un gran erudito que nunca aprendió de ningún maestro, sino de los textos de la antigüedad que él veneraba. Amó tanto el estudio, que a pesar de su gran fama de hombre humilde, llegó a declarar que, << En una aldea de diez casas, seguro que se encontraría a alguien tan leal y sincero como yo, pero no habría ninguno a quien le gustara el estudio tanto como a mí>>.[3]
El estudio que Confucio veneraba era el estudio del pasado, y este lo estudiaba en los Clásicos de las Odas y los Documentos. Se emocionaba con la belleza de su cultura.
Parece ser que Confucio llegó a ocupar algún puesto de funcionario en alguna corte principesca, pero se vio obligado a dimitir. Ostentó cargos solamente unos pocos años: el primer puesto importante que se le asignó fue el de magistrado del distrito de Zhongdu, ya contaba con casi cincuenta años. Debido al éxito que obtuvo en su administración fue ascendido a ministro de Construcción y a Presidente del Tribunal, incluso se cree que pudo llegar a ser primer ministro. Viendo que no podía llevar sus doctrinas a la práctica dimitió. Una vez que dimitió abandonó Lu (497.a.C) y comenzó a viajar de una corte a otra para que escucharan sus consejos de cómo gobernar mediante la virtud. Pero nadie le escuchó y después de trece años con algunos discípulos, enfrentándose al fracaso y a la desesperación, tuvo que regresar a Lu, donde pasó el resto de su vida.[4]
Este largo período que estuvo de vagabundo con sus discípulos por tierras extrañas fue un período de duras pruebas, pasó por las mayores crisis de toda su vida. Además del hambre, pues estuvieron sin comer toda una semana entera,  fue atacado en un lugar llamado K´uang por los vecinos del lugar y casi perdió la vida. Después de esto Confucio declaró a sus discípulos << Si el Cielo quiere que la cultura del rey Wen se transmita, qué pueden hacer contra mí los hombres de K´uang>>.[5] Él tenía la seguridad de que el Cielo no le iba a permitir morir sin antes haber transmitido esa cultura, cosa que sucedería años después a través de sus discípulos. Más tarde en un lugar llamado Sung volvió a ser atacado por un general  llamado Huan Ti (otras fuentes hablan de que era un magistrado enemigo de Confucio) poniendo de nuevo su vida en peligro. Pero él pensaba que los Clásicos del rey Wen le habían sido transmitidos y hasta que él no los transmitiera no podía abandonar este mundo, y así fue. En este último ataque del general Huan Ti, Confucio dijo << El Cielo produjo en mí la virtud ¿qué mal me podría hacer Huan Ti?>>.[6]
Parece que fue en estos trece años de vagabundeo cuando murió su discípulo preferido, Yen Hui, aquél que en la más extrema pobreza no disminuía su felicidad, aquél que no repetía nunca una falta, aquél que cuando murió, el maestro lloró estrepitosamente, hasta el punto que uno de sus discípulos le llamó la atención por lo mucho que lloraba, y él le contestó << ¿Si no lloro así por este hombre, por quien voy a hacerlo? >>.[7] Ni siquiera Confucio pensaba que estaba a su nivel y declaró que no había conocido jamás a nadie con tanto amor al saber.
El paso del maestro de una corte a otra no sirvió para nada, no le hicieron caso alguno. Para él lo que hacía que un gobierno fuera bueno era la fuerza de las virtudes morales y no la fuerza de las leyes. Esto era principalmente lo que intentaba inculcar a los gobiernos. A pesar de este fracaso Confucio nunca perdió su fe en el Camino del Cielo (Tian). Para él este era su fuente de optimismo y sabiduría.
Volvió a casa cuando el clima político del estado de Lu cambió. En estos últimos años se dedicó a enseñar a aquellos que querían oírle. Dedicó el resto de su vida a enseñar a sus discípulos y a editar los clásicos antiguos. Y son estas enseñanzas, las que se recogen en Los Cuatro Libros de Confucio, las que pasaran a la historia como su doctrina. Llegó a tener numerosos discípulos, se dice que mínimo setenta, y de edades muy diversas, entre veintiuno y sesenta años. Los discípulos transmitieron sus enseñanzas a las generaciones posteriores. La gran parte de sus dichos vienen recogidos en Las Analectas, en algunos casos fueron escritos por discípulos de discípulos de Confucio.
El maestro cuando enseñaba a sus alumnos ponía más énfasis en la práctica que en la teoría moral. No ofrecía a sus alumnos una exposición teórica moral, sino que hacía hincapié en determinadas conductas ya existentes. Por eso recurría a los Cinco Clásicos. Nunca imponía sus enseñanzas a ninguno de sus discípulos si el alumno no había buscado primero él mismo el Camino. No se negaba nunca a dar instrucción a nadie, pero si alguien no se entusiasmaba, Confucio no le ayudaba, pensaba que era perder el tiempo. Su método educativo era muy diferente a los anteriores maestros. Le gustaba dar vueltas con sus discípulos por la naturaleza cuando impartía su doctrina. De los más de setenta alumnos que tenía solo dos procedían de las clases nobles.
Su primer principio y principal objetivo era enseñar la educación del carácter, así como inculcar a sus discípulos un conocimiento básico para que actuaran como un ser humano ideal.
Se dice que Confucio empeoró de salud más rápidamente por la muerte de Yen Hui y Po Yu (su hijo mayor). El maestro murió el cuarto mes de 479 a. C. Quiso hacerlo en la más estricta intimidad, rodeado de sus amados discípulos y de una forma humilde, aunque esto, sus discípulos no lo llevaron a rajatabla[8]. La gran victoria de Confucio vino tres siglos y medio después de su muerte, cuando el Imperio Han adoptó como doctrina oficial sus enseñanzas.

Bibliografía seleccionada

Graham, Angus Charles (2012) El Dao en disputa. Trad. Daniel Stern. México D. F. F de Cultura Ec.
Kaikuza, Shigeki (2004) Vida y pensamiento de Confucio. Palma de Mallorca. Olañeta.
Pérez Arroyo, Joaquín (2002) Confucio. Los Cuatro Libros. Barcelona. Espasa Libros S.L.U.
Watson, Burton (1958) Ssu Ma Chien Grand Historian of China. Columbia University Press.
Yao, Xinzhong (2001) El Confucianismo. Trad. María Condor. Madrid. Cambridge University Press.







[1] Analectas 2/4.Trad  J. Pérez Arroyo

[2] Vida y pensamiento de Confucio. S. Kaizuka, 41.
[3] Analectas, 5/27

[4] El Confucianismo. X. Yao, 46.
[5] Analectas, 9/5
[6] Ibid 7/22
[7] Ibid 11/9

[8] Ibid 9/11

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