La Mántica y su recepción por los
presocráticos y Platón
Por: Julián Natucci, Profesor de Filosofía y Doctorando en la Universidad Complutense de Madrid.
Correo electrónico:
juliannatucci@hotmail.com
Ya desde la Antigüedad se ha asociado la
adivinación a un tipo de delirio. El mismo Cicerón nos cuenta que la etimología
de la palabra griega mantiké proviene de delirio (manía),
oponiéndola a la etimología romana de divinatio,
cuyo origen se encuentra en relación con los dioses. Parece que la mántica solo
era accesible a aquellas personas invadidas por la divinidad (éntheos),
y acontecía tanto en el ámbito público como en el ámbito privado. Además de la
adivinación a través de sueños (oniromancia) y oráculos, existen innumerables
formas de ejercer la mántica en la Antigüedad, como por ejemplo la
ornitomancia, la osteomancia, la hidromancia, la hieroscopia, etc. A diferencia
de estas formas de adivinación, en la adivinación a través de oráculos no era
tanto la persona, sino el lugar sagrado lo que atraía a la divinidad. Existen,
además, una adivinación artificial, adquirida mediante el aprendizaje de unas
técnicas, y una adivinación natural, acontecida de forma espontánea a través de
una turbación del alma.
Representación del Oráculo de Delfos. |
Según Cicerón, la mayoría de las escuelas
filosóficas eran defensoras de las prácticas adivinatorias. Uno de los
principales filósofos presocráticos que se han relacionado con poderes mánticos
y sobrenaturales es, por ejemplo, Pitágoras de Samos. Parece ser que Pitágoras,
además de ser el gran matemático que todos conocemos, tuvo una estrecha
vinculación con el dios Apolo. “Se dice que […] despertó la admiración en
Delos, cuando se acercó al altar llamado incruento, consagrado a Apolo
Engendrador, y le tributó honores. Desde allí se dirigió a todos los oráculos.”
También se cuenta que pudo hacer vaticinios a partir de catástrofes y mediante
vuelos de pájaro gracias a las enseñanzas que adquirió de la profetisa de
Delfos Temistoclea. Incluso nos cuenta Arístipo de Cirene que su nombre
provenía del Pítico Apolo, porque se acercaba a él en su capacidad de hacer
revelaciones. Por otro lado, se cuenta que Pitágoras hizo viajes al Hades,
donde se encontró al poeta Hesíodo. Esta suposición ha llevado a E. R. Dodds a
compararlo con un chamán, debido a esa capacidad para viajar al mundo de los
muertos. Que Pitágoras haya sido un chamán a la manera de los chamanes
siberianos puede ser bastante discutible. En cualquier caso, como dice Erwin
Rohde, existen dos caras de Pitágoras que hemos heredado de la tradición: una
místico-religiosa y otra más científica. De hecho, el propio movimiento
pitagórico se dividió en dos grandes grupos: unos que apoyaban doctrinas
demostrables (los matemáticos) y otros que seguían doctrinas indemostrables sin
argumentos racionales y que habían sido escuchadas (acusmáticos).
Otro filósofo presocrático que ha sido
asociado varias veces a la mántica, además de a los poderes de curación, es
Empédocles de Acragas. Dodds también hace referencia a él como un chamán,
afirmando que encontramos indicios para suponer esto de primera mano a partir
de sus escritos. A Empédocles también se lo ha relacionado con Pitágoras,
siendo un posible discípulo suyo. En su obra las Purificaciones (Katharmoi) se identifica
el estado de purificación con un estado de locura del alma. Para Empédocles, la
purificación a través de la mántica (introducción de la divinidad en el alma)
era necesaria para salir del ciclo de las reencarnaciones que tenían atada al
alma al mundo material. Poco más se sabe de este procedimiento de vuelta
a unión con la divinidad, pues la obra Purificaciones está casi por completo perdida.
Sin embargo, se cree que las almas perdidas en el ciclo de las reencarnaciones
fueron identificadas por Empédocles con los dáimones y se piensa que desarrolló
una teoría sobre ellos.
Heráclito de Éfeso también desarrolló una
filosofía estrechamente vinculada a la adivinación. Se puede decir que en cada
fragmento que nos ha sido conservado se percibe un mensaje propio de un
sacerdote oracular. “Heráclito no concibe al filósofo ni como el hombre que
proclama la naturaleza del mundo físico, ni como el descubridor de una nueva
realidad por detrás de la apariencia sensible, sino como el descifrador de
enigmas, como el hombre que interpreta el sentido oculto de todo cuanto sucede
en nuestras vidas y en el mundo como un todo [...]”. Heráclito, por otro lado,
fue bastante crítico con la religión de su tiempo, aunque fue seguidor de las
máximas de Delfos conócete a
ti mismo y nada en exceso y mostró una gran admiración hacia la
sabiduría oracular. Quizás
esas críticas de la religión fueron vertidas sobre todo hacia los sacrificios y
otras prácticas religiosas, pero no en relación a los designios de la Pitonisa.
También Demócrito de Abdera parece que
escribió sobre los sueños y la influencia de los dáimones en los sueños. “Dice Demócrito
que algunas imágenes se acercan a los hombres y que algunas de ellas son
benéficas, mientras que otras son perjudiciales; de ahí que deseen hallar
imágenes de buenos presagios. Éstas son grandes, altas y difícilmente
corruptibles, aunque no imperecederas, y anuncian a los hombres el futuro,
dejándose ver y emitiendo voces.” Parece extraño que un filósofo que la
tradición nos ha mostrado como el más científico de los presocráticos, defensor
del mecanicismo y el atomismo, haya creído en los presagios a través de los
sueños. Incluso Aristóteles se opuso a la doctrina de Demócrito por extender el
carácter divino de los sueños a los animales. Esta extraña teoría atribuida al
famoso atomista también había sido transmitida por Clemente de Alejandría:
“Jenócrates de Calcedonia no duda de que hay, en general, una cierta noción de
lo divino, aun en los seres irracionales. Demócrito, por su parte, aunque no lo
quiera, tendrá que aceptarlo para mantener la coherencia de sus propias
doctrinas, puesto que, conforme a ellas, las imágenes que provienen de la
sustancia divina salen al encuentro de los hombres y de los animales
irracionales.” Desgraciadamente la obra de Demócrito sobre los sueños se ha
perdido y todas las atribuciones al filósofo no son más que suposiciones.
Las visiones provocadas por la divinidad,
que acontecían a sujetos en un estado de locura, también tuvieron una especial
influencia en Platón. Platón es de los antiguos filósofos griegos clásicos el
que más referencias hace a los oráculos y al poder de la locura en determinados
ámbitos de la vida humana. En el Fedro,
Platón habla de cuatro tipos de locura contagiada por la divinidad. Estos tipos
son la locura profética, la locura teléstica, la locura poética y la locura
erótica. A cada una le corresponde una divinidad diferente. Aquí nos interesa
sobretodo la locura profética, que tiene lugar a través del sueño y a través de
la vivencia del sacerdote o sacerdotisa del oráculo. Platón muestra un claro
posicionamiento: “Pero resulta que, a través de esa demencia, que por cierto es
un don que los dioses otorgan, nos llegan grandes bienes. Porque la profetisa
de Delfos, efectivamente, y las sacerdotisas de Dodona, es en pleno delirio
cuando han sido causa de muchas y hermosas cosas que han ocurrido en la
Hélade, tanto privadas como públicas, y pocas o ninguna, cuando estaban en su
sano juicio.”
Conocida es la vinculación de Platón con
el orfismo y sus prácticas de purificación. Según Dodds, interesante es también
observar la actitud de Platón respecto a una serie de tradiciones no
originarias de Grecia que formaron un conglomerado religioso. Estas tradiciones
influyeron en el filósofo ateniense haciendo que los propios soldados del
Estado ideal platónico fuesen una especie de elegidos cuyas almas tenían unas
capacidades especiales de recibir mensajes y visiones divinas a través del
contacto con los dáimones. En el Banquete, Platón desarrolla una explicación de los dáimones
como seres intermedios entre los dioses y los seres humanos, fundamentales en
el ejercicio de la mántica en la Antigüedad. En el discurso de Diotima a
Sócrates se dice: “A través de él funciona toda la adivinación y el arte de los
sacerdotes relativa tanto a los sacrificios como a los ritos, ensalmos, toda
clase de mántica y la magia. Para Platón, la divinidad no puede tener contacto
directo con el hombre, sino que es a través de este dáimon como se produce todo
contacto y diálogo entre dioses y hombres, tanto como si están despiertos como
si están durmiendo.”Platón afirma que el sabio es el hombre demónico,
diferenciándolo del mero artesano.
Platón, como es sabido, en la República decide expulsar a los poetas por
mostrarnos una falsa imagen de la divinidad. ¿Significa esto que Platón rechaza
aquí la vertiente irracionalista que muestra cuando habla de los dáimones y la
adivinación? En el libro II de la República se dice que adivinos y sacerdotes
mendicantes acompañan a los ricos y poderosos en sus injusticias,
acrecentándolas con sus adivinaciones y ayudas. En cierto sentido, se
muestra la mántica en oposición a la justicia. Esto, sin embargo, debe
entenderse no como un desprecio de Platón a la mántica en sí, sino a los
servicios privados que ésta pueda prestar. De ahí que Platón rechace a aquellos
adivinos que actúan como pedigüeños, solo con el afán de ganar dinero con el
primer postor. Este desprecio del uso de la mántica se puede comparar con el
rechazo de Platón hacia un tipo de poesía y a la sofística en general, donde se
practica la técnica del engaño a través de una deformación de la divinidad.
En general, Platón tiende abiertamente a
declararse seguidor de Apolo, y en el libro VIII de Las Leyes se dice que hay que seguir las
directrices del oráculo délfico para la construcción de una ciudad justa.
“Habrá una reunión de Exegetas, Sacerdotes, Sacerdotisas y Adivinos, quienes
junto con los Guardianes de la ley darán aquellas normas que necesariamente se
le habrán pasado por alto al legislador.” Se observa aquí claramente la enorme
importancia que muestra Platón a la mántica para la constitución del estado
justo. Otro ejemplo de cómo Platón quiere seguir fiel a la tradición de los
oráculos se muestra en el libro V de esta obra, en donde el filósofo ateniense
sostiene que todo intento de fundación de una nueva ciudad o su restauración
debe realizarse siguiendo las directrices marcadas por los tradicionales
oráculos de Delfos, Dodona y Ammón. Los ritos de purificación tras casos de
homicidio, incluso involuntario, deben realizarse también siguiendo las
directrices del Oráculo de Delfos. De esta manera se protege a la comunidad de
posibles contagios.
Todo el objetivo de Platón en su política
religiosa es hacer de la religión un asunto público, controlado y guiado hacia
un objetivo común. En cierta forma, esto refleja su rechazo a formas extrañas
de religión, basadas en prácticas privadas, no controladas por el Estado.
Existen, por ejemplo, castigos para aquellos que tienen santuarios privados.
En lugar de adivinos independientes, Platón aboga por adivinos al servicio del
Estado. Esto refleja su intento de volver a la tradición y rescatar una unidad
religiosa de la comunidad que en su tiempo se estaba perdiendo. Platón también
es un claro enemigo de la necromancia. Destaca dos tipos de causas en los daños
que se pueden inculcar a otras personas: el que se establece a través de las
drogas y el que se lleva a cabo mediante la brujería. Si el que lleva a cabo
tales acciones es un adivino, debe ser ejecutado. La razón de esta estricta ley
contra los hechizos de brujería refleja nuevamente el afán de Platón de
eliminar cualquier poder mágico de su ámbito privado, haciendo que este poder
se ponga exclusivamente al servicio del Estado. Él mismo considera este uso
inadecuado de la mántica una práctica propia de niños y no de seres racionales.
A raíz de lo expuesto, podemos decir que
existen diversas consideraciones de la mántica por parte de los filósofos
antiguos. Los presocráticos que hemos tratado tienden a defender su uso privado
o por lo menos no hay indicios que nos lleven a suponer un rechazo de
determinadas prácticas de adivinación. Platón, por el contrario, denigra su uso
privado y aboga por un control estatal de la mántica, aunque ello no implique
su extirpación. Tanto en los presocráticos como en Platón hay que destacar que
la mántica se entiende como una forma de sabiduría, siempre que esta se realice
correctamente y haya contagio divino. Eso nos llevaría a reinterpretar una
larga tradición filosófica que ha identificado la filosofía griega con el
racionalismo y la ha desvinculado de las fuentes mágico-religiosas.
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