jueves, 1 de septiembre de 2016

Las ramas del árbol del islam Parte I

Por: Jorge Mateos Enrich, Doctor por la Universidad Politécnica de Madrid.

Si tuviéramos que asimilar el islam, sin más, a un gran árbol, podríamos decir que consta de un tronco principal del que se bifurcan dos grandes ramas, de las que, a su vez, surge un tupido ramaje en cada una. Obviamente este árbol debería tener unas raíces que son substrato que le dio vida.
Aunque esta sea una forma muy simplista para abordar un enrevesado y complejo mundo de relaciones, injerencias y exclusiones, bien podría servir como esquema de encaje general de partida. La explicación pormenorizada del comportamiento de un organismo vivo, creciente y cambiante no es tarea fácil. El islam es un complejo mundo de ortodoxias, herejías, escuelas, tendencias, sectas, etc. También es algo que se implanta sobre diversos pueblos y diversas regiones del planeta, obviamente con sus especificidades y contradicciones, con sus peculiaridades y sus localismos. En cualquier caso, estamos hablando de “algo” practicado por 1.500 millones de personas repartidas por todo el globo.
Comúnmente se admite que el islam es una de las tres grandes religiones monoteístas, junto con el cristianismo y el judaísmo. Ya esta primera aseveración pudiera ser muy categorista. ¿Por qué? El islam no es una religión en sí misma. Carece de dogmas y de una jerarquía como las que tienen el cristianismo y el judaísmo. Carece también de intermediarios entre el individuo y el dios. El islam es algo que se hace, es un modo de vida. El islam es la obediencia y la sumisión a Dios.
Al ser la más joven de las tres grandes religiones monoteístas (las religiones del “libro”), ciertamente podemos afirmar que aquí aparece una notable relación entre las tres, entre ellas y con la aportación o referencia de otras más antiguas.
El sustrato de algo es una acumulación de capas que se van superponiendo de forma continua para crear un medio, es decir, en nuestro caso este sería el medio que posibilita el enraizamiento del árbol.
La noche de los tiempos se pierde en religiones politeístas, en infinidad de deidades, de figuras, de objetos de adoración. En esto radica la peculiaridad básica del islam: en el monoteísmo. En religiones anteriores en el tiempo observamos, por ejemplo, como en el zoroastrismo, Zoroastro veía el drama del universo encarnado en dos divinidades: no una, ni miles, solo dos. Ormuz encarnaba el principio del bien y Ahrimán el principio del mal. Los zoroastras persas rechazaban las estatuas, la imaginería y los iconos religiosos.
En el budismo la religión empieza en el momento en que Gautama recibe la iluminación bajo el árbol del loto.
Confucio articuló una filosofía más que una religión. La esencia de sus enseñanzas se condensa en la buena conducta en la vida, el buen gobierno del Estado, el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación. Todas las personas están sujetas a la voluntad del Cielo que es la realidad primera, la fuente máxima de moralidad y de orden.
Por su parte árabes y judíos eran semitas y remontaban su ascendencia hasta Abraham (y pasando por él a Adán). Los árabes consideraban que descendían de Ismail, hijo de Abraham y de Agar, su segunda esposa. Las historias que comúnmente se asocian al Antiguo Testamento formaban parte también de la tradición árabe. Aunque la mayoría de los árabes eran por entonces (antes de islam) politeístas, los judíos se habían mantenido absolutamente monoteístas.
El cristianismo irrumpió en todo este universo y , además, casi en regiones compartidas por el politeísmo romano y el monoteísmo judío. La base del cristianismo radica no tanto en el nacimiento de Jesús como en su muerte y resurrección.
Visto pues, de forma somera, los elementos de los que se pudo nutrir el islam y sobre los que empieza a crecer, daremos un paso más para ver cómo a partir de una semilla empieza a crecer el gran árbol.
Mahoma debió nacer entre el 567 y el 572 en La Meca y pertenecía a la tribu de los Qurayshíes, la de mayor poder de dicha ciudad, pero carecía de estatus por ello ya que pertenecía a uno de los clanes más pobres de la tribu, el de Banu Hasim. A los cuarenta años de edad adquirió la costumbre de retirase periódicamente a una cueva de las montañas a meditar. Allí, según la tradición, es cuando se le aparece el arcángel Gabriel y empieza a revelarle lo que posteriormente formaría el corpus del libro sagrado: el Corán. Había nacido una nueva religión. El gran árbol empezaba a desarrollarse.
Mahoma fue un profeta, pero también fue un jefe guerrero. Extendió la nueva religión tanto predicando como a golpe de sable. Le cabe el honor de haber conseguido la unificación de las distintas tribus de Arabia y el de extender una religión monoteísta en un mundo politeísta.
La era musulmana empieza en el año 622, es el momento de la Hégira o huida de Mahoma de La Meca a Yatrib (Medina), cuando descubre un complot para asesinarle. Posteriormente entrará en La Meca al mando de su ejército y la someterá definitivamente. Se había creado la umma o comunidad de creyentes.
Las causas de la rápida expansión del islam pueden ser múltiples, pero una de ellas puede ser su “sencillez” y la clara aplicación de sus preceptos. Estamos ya en el gran tronco del árbol del islam.
El islam se basa en cinco preceptos que son los llamados pilares. Estos son los siguientes. El primero sería el Tawhid o la unidad de dios. En efecto, la enseñanza más importante y fundamental del profeta Mahoma es la creencia en la Unidad de Dios. “No hay ninguna deidad más que Dios” (Allah). Esta frase es la base del islam, su fundamento y su esencia.
El siguiente precepto es el Salat o la oración. El islam prescribe el rezo cinco veces al día. La cadencia de las oraciones es la siguiente: fayir (mañana o primeras horas de la mañana), zuhr (mediodía), asr (tarde), magrib (ocaso) y, por último, isha (noche). Aparte, estaría la obligación de la llamada oración Yuma (la oración de los viernes en la mezquita, coincidente con el medio día). Cuando el islam se bifurque, las distintas formas que adquiere el rezo según los distintos credos será también la propia de cada uno.
El tercero es el llamado Sawm al-Ramadan o el ayuno en el mes del Ramadán. En este mes los musulmanes han de abstenerse de comer, beber y de tener relaciones sexuales desde el amanecer a la salida del sol. El Ramadán es el noveno mes del calendario lunar islámico.
El cuarto es el Zakat o limosna purificadora prescrita. Esta limosna debe ser pagada por cada musulmán libre, hombre o mujer, que tiene la cantidad requerida de riqueza.
El último sería el Hayy o peregrinación a La Meca. Este es un precepto que no obliga sino puede ser realizado por motivos económicos o de salud.
A la muerte del profeta Mahoma, el árbol del islam se empieza a retorcer y aunque no de manera definitiva se va bifurcando el gran tronco, único hasta ahora, ya en dos ramas. Una más imponente, la Sunní, y otra más incipiente, la Chií.
Al morir Mahoma sin haber nombrado sucesión, se produce la consiguiente disparidad de opiniones entre partidarios de unos y otros para suceder al difunto. En cualquier caso, ya apuntó Mahoma que él sería el último profeta. Parecía que la opción más clara sería que el sucesor fuese alguien de su sangre. Este era el caso de Alí, primo y yerno (casado con Fátima) de Mahoma. Pero no fue así y el sucesor fue un amigo y seguidor del profeta: Abu Bark. Los seguidores de Alí fueron llamados Chiíes, palabra que en árabe significa “partidarios”, y siempre han estado convencidos de que Alí fue el único sucesor legítimo de Mahoma. En cualquier caso, a los seis meses de este hecho ya se había cerrado la fisura, pero el gran tronco ya se había desgajado definitivamente.
Abu Bark asumiría el título de “califa”, que significa “segundo” en la escala de mando o “suplente”. Sería el primero de los llamados “califas rectamente guiados”. Sería sucedido por Omar, otro de los amigos de Mahoma. Omar era un gran estratega militar y contribuyó, en mucho, a la extensión del Imperio Musulmán.
El tercer califa fue Otmán, sobrino segundo de Mahoma, que tomó posesión del cargo a la edad de sesenta y ocho años. Era casto y modesto incluso antes de su conversión. También poseía una gran riqueza ya que era un aristócrata Omeya, aunque esto no era motivo de descalificación para el desempeño de su cargo ni fue motivo de recelos por sus seguidoes. Cuando Otmán tomó posesión del cargo, la comunidad islámica era un gobierno que controlaba un vasto territorio. A él le correspondía gestionar esta expansión. Un gran proyecto que llevó a cabo durante la primera mitad de su califato fue la elaboración definitiva del Corán.
Otmán fue asesinado por contrarios a sus modos políticos. Sobre todo por favorecer a los omeyas y entre ellos a su primo Muawiya, gobernador de Damasco.
Era el momento de nombrar un nuevo califa. Ahora, por fin, todos los pensamientos se dirigieron al candidato que había sido relegado una y otra vez, el hombre al que algunos habían llamado siempre el legítimo sucesor del profeta: Alí, el yerno de Mahoma.
Muawiya empezó a ganar peso político y militar y realmente no estaba interesado en la “pureza” de las enseñanzas de Alí. Se extendieron revueltas y se plantearon dos frentes: los partidarios de Alí y los de Muawiya. En la llamada “Batalla del Camello”, con Aisha, la mujer de Alí en su contra, se fraguó la escisión definitiva. Sin embargo no hubo enfrentamiento, se pactó la paz.
Esto enervó a  los partidarios de Alí, sus chiíes. Este se encontraba… ¿negociando? ¿Con Muawiya, la viva imagen del materialismo anti musulmán? ¿Qué clase de encarnación, mimada por Dios, era Alí de una verdad que Alá guiaba? El acuerdo con el enemigo decepcionó a una parte de sus seguidores, los partidarios más radicales, que se separaron de él. Se los llamó kharijitas, “los que partieron”. Estaba aflorando una nueva rama en una de las ramificaciones del gran árbol del islam.
Los kharijitas ya no consideraron “digno” a Alí. Consideraban que nadie nacía con el don del liderazgo, y la mera elección no podía convertir a alguien en califa. En el año 40 D.H. un joven kharijita asesinó a Alí. Con la muerte de Alí concluyó la primera era de la historia islámica. Los historiadores musulmanes dieron en llamar Califas Rectamente Guiados a los cuatro primeros líderes que siguieron a Mahoma.
El árbol del islam ya había desarrollado un fuerte tronco central y dos grandes ramas se bifurcaban de él. A su vez  las ramas de estas empezaban a desarrollarse con fuerza.
El chiismo cobró fuerza definitiva con la masacre del pequeño ejército de Hussein, hijo menor de Alí, a las puertas de la ciudad irakí de Kerbala (año 62 D.H.) a manos del ejercito de Yazid, hijo de Muawiya. El abrazo apasionado a la causa de Alí se convirtió en un fuego incontrolado: el Chiísmo. A Alí le dieron otro título. Dijeron que era el imam. Cuando Hussein murió mártir en Kerbala, la idea de “imán” pasó a convertirse en un rico concepto teológico que satisfacía unas ansias religiosas que las doctrinas dominantes de la época desatendían.
La doctrina al uso, tal como la articularon Abu Bark y Omar, decía que Mahoma era estrictamente un mensajero que daba una serie de instrucciones sobre cómo vivir. La importancia religiosa de Mahoma estaba, únicamente en su sunna, en el ejemplo que dio con su modo de vida, un ejemplo que otros podían seguir si querían vivir en la gracia de Dios. A las personas que aceptaban esta doctrina se dio en llamarlas al final “suníes”, y hoy constituyen el 90% de la comunidad musulmana. Los “chiíes”, por el contrario, pensaban que no se podían hacer merecedores del cielo solo con esfuerzo. Para ellos las instrucciones no bastaban. Querían creer que la orientación directa de Dios seguía llegando al mundo, a través de alguna persona elegida que podía introducir a los creyentes en la gracia salvadora del alma. Adoptaron la palabra imam para designar a esta persona confortadora. Su presencia en el mundo mantenía abierta la permanente posibilidad del milagro. Para los chiíes en Kerbala se produjo un milagro: el del martirio de Hussein. Hoy los chiíes de todo el mundo conmemoran el aniversario de la muerte de Hussein con una jornada de duelo catártico. Se representa a Hussein en el papel de una figura redentora a una escala apocalíptica. Con su martirio, Hussein obtuvo un lugar junto a Dios, y el privilegio de interceder por los pecadores. Creer en Hussein no podía dar dinero, poder, fortuna ni amor, pero podía llevarte al cielo: este era el milagro.

Para terminar esta primera parte del artículo, y dejando el desarrollo de las distintas escuelas, sectas y demás aspectos del islam, y su consiguiente relación con el “gran árbol”, sentaremos bases que nos harán comprender el desarrollo del “ramaje” del mismo.
Se puede afirmar que la ley que rige a la sociedad musulmana es la Sharia. Sharia significa literalmente “sendero” o “camino”. Esta es, a su vez, un compendio de cinco elementos. El Corán, libro sagrado o de las revelaciones. Los Hadizes, dichos del Profeta y actitudes de su vida cotidiana. La Qiya, el razonamiento analógico. La Ijma, el consenso de la comunidad. La Ijtihad, el pensamiento libre e independiente basado en la razón. Este último es uno de los aspectos más discutidos, controvertidos y polémicos en las distintas escuelas del Islam. Es obligado hacer referencia a estos elementos para explicar el crecimiento y desarrollo del islam.
La interrelación de unas y otras, sus peculiaridades y su interpretación dará lugar a la segunda parte del presente artículo.

Bibliografía.
·         ANSARY, Tamin (2011); Un destino desbaratado. La historia universal vista por el Islam, RBA. Barcelona
·         BÜYÜKÇELEBI, Ismail (2006); El Islam como un modo de vida,  The Light Inc, New Jersey.
·         MARTÍN, Javier (2008); Suníes y chiíes. Los dos brazos de Alá, Catarata, Madrid
·         KAVANAGH, Alfred G. (2010); Irán por dentro,  José J. de Olañeta, Barcelona
·         VERNET, Juan; (2001); Los orígenes del Islam, El acantilado, Barcelona

·         WAINES, David (2008); El Islam, Akal, Madrid

1 comentario:

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