Por: Marta Martínez Arranz
Correo electrónico: martinezarranz.marta@gmail.com
1.
Introducción
La
serpiente ha sido calificada mayoritariamente como un animal peligroso para el
ser humano por sus métodos defensivos, en unas ocasiones a través del veneno de
su picadura y en otras por su capacidad constrictora. Pero resulta llamativo
que, en períodos antiguos de la historia de la cuenca del Mediterráneo, como en
el Calcolítico hasta época romana, la serpiente tenía unas connotaciones
benignas relacionadas con la magia, la protección y la medicina; entonces ¿por
qué motivo identificamos a este reptil con el mal?, ¿puede ser una mala interpretación
del término griego δράκων, δράκοντος? Podríamos afirmar que la difusión de la
mentalidad judeocristiana supuso una ruptura con la tradición anterior y, desde
ese período, la figura de la serpiente se vinculó con la tentación a partir del
relato del Pecado Original y Expulsión del Paraíso (Génesis 3 1-13; 22-24).
En
este trabajo me gustaría realizar una visión general de la evolución del
significado simbólico de la serpiente comenzando con las vinculaciones de la
serpiente y las denominadas Diosas Madre, seguidamente la serpiente en Grecia,
los poderes curativos de la serpiente en el ámbito grecorromano, las serpientes
que dominan la mitología egipcia, hasta la llegada del imaginario bíblico en el
que la serpiente cambia radicalmente con las tradiciones mediterráneas.
2.
La Diosa Madre y la Serpiente
Las primeras representaciones de algunas
partes del cuerpo femenino se remontan a los tiempos en que la humanidad aún no
comprendía el proceso biológico de la reproducción (no relacionaban la copulación
con la fecundidad) y, por ello, creó una deidad que era una extensión
macrocósmica del cuerpo de la mujer. Dicha deidad es la Creadora cósmica, la
que da la Vida y en la que se origina el Nacimiento.
Las diosas de las serpientes en Cnossos. |
El
arte inherente a la Diosa, con su sorprendente ausencia de imágenes de guerra y
dominación masculina, refleja un orden social en el que las mujeres, como jefes
de clanes o sacerdotisas-reinas, desempeñaban un papel central. La Vieja Europa
y Anatolia, así como la Creta minoica, eran una “gylanía”, que es el término
que indica una estructura social en la que los dos sexos son iguales. Por ejemplo, Marija Gimbutas postula que las
figurillas son “figuras míticas o simbólicas que utilizaban para representar
los mitos de las estaciones y otros”. De esta perspectiva se hacen eco
anilistas como A. Marshack –autor de The
roots of Civilization (1972)-, para el que las figurillas evocan “imágenes
historiadas” que se relacionan con los ciclos estacionales y la renovación de
la vida. Ambos expertos las vinculan con una diosa de la tierra o con sus
celebrantes a través del papel que desempeñan en las ceremonias. Es probable
que las sociedades paleolíticas practicasen alguna variante de magia de la
fertilidad.
Los
principales temas representados en el simbolismo de la Diosa son el misterio
del nacimiento y la muerte, así como el de la renovación de la vida, no solo la
humana, sino de toda la vida del planeta y, por supuesto, del cosmos. Ella era
la única fuente de vida, la cual tomaba su energía de manantiales y pozos, del
sol, de la luna y de la tierra húmeda. Este conjunto de símbolos representa un
tiempo mítico que es cíclico, no lineal. Esto se manifiesta en el arte con
signos de movimiento dinámico: espirales que giran y se retuercen, serpientes
enroscadas y ondulantes, círculos, crecientes, astas de bóvido, semillas
germinadas y brotes.
La
serpiente es la energía vital y la regeneración, un símbolo seminal, es un
epítome del culto a la vida en este mundo. Esta misma energía está en las
espirales, en las plantas trepadoras y en los árboles que crecen, así como en
los falos y estalagmitas, pero se concentra especialmente en la serpiente y,
por consiguiente, es esta la más poderosa; es algo primordial y misterioso que
procede de las profundidades de las aguas, donde comienza la vida; su
renovación estacional, manifestada por el cambio de piel, y su hibernación la
convirtió en un símbolo de la continuidad de la vida y de la conexión con el
Otro Mundo. Durante todo el Neolítico, la Diosa Serpiente aparece,
invariablemente, representada en posición sedente; sus brazos y piernas pierden
con frecuencia la forma humana y se transforman en auténticas serpientes, y, a
veces, es la cabeza la que se metamorfosea. A su vez la figura de la serpiente
está presente en muchos iconos de la antigüedad, ya sea como compañera de la
Diosa o en tanto parte de su equipo, como cetro, cinturón o tocado de la misma.
La
asociación entre aves y serpientes queda consignada en un arcaico mito griego
cosmogónico citado en las Argonáuticas
de Apolonio de Rodas y en otros fragmentos de autores menores, Robert Graves (Los Mitos Griegos) recopila e interpreta
este mito. La gran madre Eurínome se materializó en el abismo amorfo y bailó en
las tinieblas, sus movimientos originaron el viento, al que dio la forma de la
serpiente Ofión quien la deseó y con el que finalmente Eurínome copuló.
Comprobó que estaba embarazada y por ello se transformó en paloma para empollar
sobre las aguas un huevo que ella misma había generado, a su vez la serpiente
Ofión lo incubó entre sus anillos. A partir de este Huevo Universal se creó todo.
Continuará…
Bibliografía
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