domingo, 10 de julio de 2016

La evolución iconológica de la serpiente en el ámbito mediterráneo Parte I

Por: Marta Martínez Arranz

Correo electrónico: martinezarranz.marta@gmail.com

1.      Introducción

La serpiente ha sido calificada mayoritariamente como un animal peligroso para el ser humano por sus métodos defensivos, en unas ocasiones a través del veneno de su picadura y en otras por su capacidad constrictora. Pero resulta llamativo que, en períodos antiguos de la historia de la cuenca del Mediterráneo, como en el Calcolítico hasta época romana, la serpiente tenía unas connotaciones benignas relacionadas con la magia, la protección y la medicina; entonces ¿por qué motivo identificamos a este reptil con el mal?, ¿puede ser una mala interpretación del término griego δράκων, δράκοντος? Podríamos afirmar que la difusión de la mentalidad judeocristiana supuso una ruptura con la tradición anterior y, desde ese período, la figura de la serpiente se vinculó con la tentación a partir del relato del Pecado Original y Expulsión del Paraíso (Génesis 3 1-13; 22-24).
En este trabajo me gustaría realizar una visión general de la evolución del significado simbólico de la serpiente comenzando con las vinculaciones de la serpiente y las denominadas Diosas Madre, seguidamente la serpiente en Grecia, los poderes curativos de la serpiente en el ámbito grecorromano, las serpientes que dominan la mitología egipcia, hasta la llegada del imaginario bíblico en el que la serpiente cambia radicalmente con las tradiciones mediterráneas.

2.      La Diosa Madre y la Serpiente

Las primeras representaciones de algunas partes del cuerpo femenino se remontan a los tiempos en que la humanidad aún no comprendía el proceso biológico de la reproducción (no relacionaban la copulación con la fecundidad) y, por ello, creó una deidad que era una extensión macrocósmica del cuerpo de la mujer. Dicha deidad es la Creadora cósmica, la que da la Vida y en la que se origina el Nacimiento.
Las diosas de las serpientes en Cnossos.
El arte inherente a la Diosa, con su sorprendente ausencia de imágenes de guerra y dominación masculina, refleja un orden social en el que las mujeres, como jefes de clanes o sacerdotisas-reinas, desempeñaban un papel central. La Vieja Europa y Anatolia, así como la Creta minoica, eran una “gylanía”, que es el término que indica una estructura social en la que los dos sexos son iguales. Por ejemplo, Marija Gimbutas postula que las figurillas son “figuras míticas o simbólicas que utilizaban para representar los mitos de las estaciones y otros”. De esta perspectiva se hacen eco anilistas como A. Marshack –autor de The roots of Civilization (1972)-, para el que las figurillas evocan “imágenes historiadas” que se relacionan con los ciclos estacionales y la renovación de la vida. Ambos expertos las vinculan con una diosa de la tierra o con sus celebrantes a través del papel que desempeñan en las ceremonias. Es probable que las sociedades paleolíticas practicasen alguna variante de magia de la fertilidad.
Los principales temas representados en el simbolismo de la Diosa son el misterio del nacimiento y la muerte, así como el de la renovación de la vida, no solo la humana, sino de toda la vida del planeta y, por supuesto, del cosmos. Ella era la única fuente de vida, la cual tomaba su energía de manantiales y pozos, del sol, de la luna y de la tierra húmeda. Este conjunto de símbolos representa un tiempo mítico que es cíclico, no lineal. Esto se manifiesta en el arte con signos de movimiento dinámico: espirales que giran y se retuercen, serpientes enroscadas y ondulantes, círculos, crecientes, astas de bóvido, semillas germinadas y brotes.
La serpiente es la energía vital y la regeneración, un símbolo seminal, es un epítome del culto a la vida en este mundo. Esta misma energía está en las espirales, en las plantas trepadoras y en los árboles que crecen, así como en los falos y estalagmitas, pero se concentra especialmente en la serpiente y, por consiguiente, es esta la más poderosa; es algo primordial y misterioso que procede de las profundidades de las aguas, donde comienza la vida; su renovación estacional, manifestada por el cambio de piel, y su hibernación la convirtió en un símbolo de la continuidad de la vida y de la conexión con el Otro Mundo. Durante todo el Neolítico, la Diosa Serpiente aparece, invariablemente, representada en posición sedente; sus brazos y piernas pierden con frecuencia la forma humana y se transforman en auténticas serpientes, y, a veces, es la cabeza la que se metamorfosea. A su vez la figura de la serpiente está presente en muchos iconos de la antigüedad, ya sea como compañera de la Diosa o en tanto parte de su equipo, como cetro, cinturón o tocado de la misma.
La asociación entre aves y serpientes queda consignada en un arcaico mito griego cosmogónico citado en las Argonáuticas de Apolonio de Rodas y en otros fragmentos de autores menores, Robert Graves (Los Mitos Griegos) recopila e interpreta este mito. La gran madre Eurínome se materializó en el abismo amorfo y bailó en las tinieblas, sus movimientos originaron el viento, al que dio la forma de la serpiente Ofión quien la deseó y con el que finalmente Eurínome copuló. Comprobó que estaba embarazada y por ello se transformó en paloma para empollar sobre las aguas un huevo que ella misma había generado, a su vez la serpiente Ofión lo incubó entre sus anillos. A partir de este Huevo Universal se creó todo.
Continuará…

Bibliografía

Fuentes Clásicas:
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          Hesíodo: Los trabajos y los días. Introducción, traducción y notas de Pérez Jiménez, A. y Martínez Díaz, A. (2006) Ed. RBA, Barcelona.
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Estudios Modernos:
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-          Vernant, J.P (2009): Mito y sociedad en la Grecia Antigua. Prólogo de Carlos García Gual. Ed. Siglo XXI, Madrid.
-          Vernant, J.P (2011): Mito y religión en la Grecia Antigua. Traducción de Salvador María del Carril. Ed. Ariel, Barcelona.

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