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Introducción
Este trabajo trata sobre la influencia de la
adivinación etrusca en la antigua Roma. Ya desde la Antigüedad los etruscos
tuvieron una fama de pueblo de una gran religiosidad debido sobre todo a sus prácticas
adivinatorias. La disciplina etrusca de la adivinación tenía un gran prestigio y
así lo atestiguan los autores latinos que escribieron sobre el tema. Por ello
este trabajo se centra especialmente en las prácticas adivinatorias etruscas,
que tuvieron una gran fama especialmente en el Imperio Romano, ejerciendo una
gran influencia en la propia religión romana.
La adivinación etrusca se basaba en un tipo
de adivinación indirecta en torno a la interpretación
de señales que se transmitió a los romanos pero
que se diferenciaba de la adivinación directa que practicaban otros pueblos
como los babilonios, los judíos o los griegos, basada en una inspiración divina
personal de tipo profético. Esta adivinación se consideraba como el fruto de una revelación al igual que las
principales religiones monoteístas actuales pero diferenciándose en este
sentido de las religiones griega y romana de su entorno del Mediterráneo.
Finalmente con el triunfo del cristianismo en el Imperio Romano los autores
cristianos asociaron la adivinación etrusca a la magia pagana y la superstición, según esta visión
cristiana negativa.
El trabajo se estructura en torno a unos
objetivos concretos. En primer lugar plantea una reflexión sobre la imagen de
los etruscos como pueblo de una gran religiosidad partiendo de los textos de
autores de época romana. En segundo lugar se analizan los diferentes rituales
religiosos de la adivinación, destacando especialmente la figura de los arúspices,
encargados de llevar a cabo estas prácticas por ser los grandes especialistas.
Por último se hace referencia a la asimilación de la adivinación etrusca en las
prácticas religiosas romanas desde la integración de Etruria en el mundo romano
hasta la desaparición de estas prácticas adivinatorias por el triunfo del
cristianismo en el Imperio Romano.
La visión de la adivinación
etrusca por los autores latinos
La fama de los etruscos como pueblo de una
gran religiosidad vino transmitida especialmente por los textos de autores
latinos, tanto romanos como cristianos. Entre estos testimonios destacan los de
autores romanos como Cicerón, Tito Livio, Séneca o Plinio el Viejo pero también autores cristianos
posteriores como Arnobio. Cicerón escribió el tratado De Divinatione donde habla sobre estas
prácticas religiosas de los etruscos; Séneca describe los rituales de adivinación
etruscos relacionados con los rayos en su obra Naturales Quaestiones; mientras que Plinio
en su Naturalis Historia también trata este tema y describe la división
de la bóveda celeste para la adivinación etrusca.
La mayoría de los autores romanos utilizan
obras traducidas al latín que parten de los libros sagrados escritos en lengua
etrusca. Fueron nobles etruscos ya romanizados e integrados en el mundo romano
quienes transmitieron estas obras procedentes de generaciones anteriores. Por
lo general las visiones de los autores latinos sobre la adivinación etrusca son
variadas. Estas visiones son de respeto por un lado, debido a la fama que tenía
la disciplina etrusca en la Antigüedad, pero por otro lado también aparecen
burlas por los falsos adivinos que surgieron en Roma con la intención de
desacreditar estas prácticas religiosas sobre todo por los autores cristianos.
Así mientras Tito Livio consideraba a los etruscos como unos de los
pueblos más dedicados a las prácticas religiosas (5.1.6), autores cristianos
como Arnobio consideraban a Etruria como la creadora y madre de todas las
supersticiones (Adv. Gent. 7.26). Por su parte
Cicerón llegaba a dudar sobre la interpretación de los prodigios por los
etruscos (Div. 1.35) e incluso
ridiculiza a los falsos arúspices o etruscos como pone en boca de Catón el
Viejo afirmando que dos arúspices no pueden mirarse sin reírse (Div. 1.58.132).
En general los autores latinos consideraban
que los arúspices etruscos eran los especialistas de mayor prestigio en lo que
se refiere a la adivinación. A pesar del gran respeto hacia la disciplina
etrusca, autores como Séneca dejaron constancia en sus escritos sobre las
diferencias entre romanos y etruscos a la hora de interpretar fenómenos
naturales como los rayos. Cuando Séneca afirma que los adivinos etruscos
atribuyen a los dioses estos fenómenos a diferencia de los romanos, en realidad
parece resaltar esa visión de los etruscos como un pueblo de gran religiosidad
pero muy supersticioso que justifica todo lo que ocurre por la voluntad de los
dioses, mientras que los romanos ofrecerían unas explicaciones más
lógicas y racionales (Nat. Quaest. 2.32.2).
Aunque finalmente Roma adoptó oficialmente la adivinación etrusca en sus prácticas religiosas, la
imagen que los autores latinos tenían de la aruspicina era de respeto pero
también de desconfianza, sobre todo en los primeros siglos, bien fuera porque
fue utilizada por los etruscos contra el ejército romano, o bien por el origen
extranjero de los etruscos.[1] En cualquier caso, sea por el motivo que sea la visión hacia la
adivinación etrusca entre los autores romanos acabó siendo de aceptación y más
adelante serían los cristianos quienes cuestionarían estas prácticas por
considerarlas incompatibles con sus creencias.
A pesar de las críticas
tardías del cristianismo, la disciplina etrusca
de la adivinación seguía siendo considerada de gran prestigio e incluso el papa Inocencio I
durante el año 408 permitió que se consultara en
secreto a los arúspices etruscos sobre el destino de la ciudad de Roma ante la
amenaza de los godos de Alarico. Dentro de las críticas, la visión de los cristianos
hacia la adivinación etrusca fue de respeto, reconociendo al mítico Tages, el
principal profeta etrusco, como el profeta nacional de la Italia pagana. En
general la visión cristiana de la adivinación etrusca era de críticas porque
representaba el paganismo romano, pero también de respeto hasta el punto de
creer que permitía conocer el provenir aunque era considerada obra de demonios.[2]
Precisamente por considerar esta adivinación como obra de
demonios y también por su prestigio y fama los autores cristianos creían que
podía tener cierta credibilidad.
Dentro de las prácticas adivinatorias
etruscas los cristianos criticaban más las relacionadas con los sacrificios,
mientras que las que se referían a los rayos o los prodigios gozaban de una
mayor tolerancia. Esta credibilidad se relaciona con la concepción
judeocristiana de las profecías, un fenómeno que también estaba presente en la propia religión etrusca. Por
los textos de estos autores se sabe que la adivinación etrusca fue muy bien
conocida y estudiada en el cristianismo.
Los rituales de la adivinación etrusca
Dentro de la adivinación etrusca los
rituales ocupaban el papel más importante. La religión etrusca era considerada como una religión revelada por profetas,
una característica compartida por las llamadas religiones del libro de Oriente
como el judaísmo, el cristianismo o el islam, pero que la diferenciaba de otras
religiones de su entorno en el Mediterráneo como la griega o la romana.[3] La adivinación etrusca era considerada como el resultado de una
revelación hecha a los hombres por los dioses a través de profetas como Tages o
la ninfa Vegoia. Entre estos profetas el más destacado era Tages, cuyo mito es
relatado por Cicerón a través de su amigo Aulo Caecina, noble etrusco romanizado que conocía
la disciplina etrusca (Div. 2.23.50). El mito de
Tages se relaciona con la adivinación a través de los sacrificios de animales y la interpretación de sus vísceras,
sobre todo el hígado. Estas prácticas rituales, que también estaban presentes en Mesopotamia, habrían
sido reveladas por Tages a los etruscos de la ciudad de Tarquinia, dándoles
instrucciones sobre cómo debían realizarse los rituales. Por su parte la ninfa Vegoia habría
revelado los libros sagrados relacionados con la adivinación
a través de los rayos.
La adivinación etrusca tenía
un carácter especialmente práctico, en el que los
rituales eran la parte más importante. Por lo tanto no era una creencia de tipo
dogmático, sino que la adivinación se basaba en unas técnicas concretas que
eran aprendidas por los arúspices, que las realizaban siguiendo unas
instrucciones específicas. Estos rituales fueron bien conocidos por los autores
romanos, sobre todo a través de nobles etruscos romanizados que habrían
recibido la disciplina etrusca a través de diferentes generaciones. Entre los
autores romanos que escribieron sobre estos rituales destacan Cicerón, Séneca y Plinio el
Viejo.
Cicerón en su tratado sobre
la adivinación (De Divinatione) ofrece una clasificación de los más importantes libros sagrados
etruscos. Entre estos libros destacan: los Libri Haruspicini, atribuidos a Tages y centrados en las técnicas
de análisis e interpretación de los signos que se muestran en las vísceras de los animales
sacrificados; los Libri Fulgurales, atribuidos a Vegoia que trataban sobre la doctrina relativa a los
rayos como expresión de los designios divinos; y los Libri Rituales, que incluían los
libros centrados en la interpretación de los prodigios. Esta clasificación es
la más conocida por ser los libros más importantes pero había más libros sagrados para
los etruscos.
Séneca en Naturales Questiones describe con mayor detalle los rituales etruscos de la adivinación,
pero centrándose en los relacionados con la interpretación de los rayos. Este
autor divide la disciplina etrusca relativa a los rayos en tres pasos
concretos: observación, interpretación y expiación. En la observación el arúspice
se limitaría a observar los rayos fijándose en su procedencia y su destino
principalmente. La interpretación consistiría en dar un
significado a los hechos que se han producido en base a los libros sagrados
etruscos de la adivinación. Finalmente la expiación serían las acciones que
deben realizar los adivinos para cumplir la voluntad de los dioses como
respuesta a su mensaje (Nat. Quaest. 2.33).
Plinio el Viejo en su Naturalis Historia ofrece una descripción
de la división de la bóveda celeste en
diferentes divinidades según las creencias etruscas (N. H. 2.143). Esta división que narra Plinio es similar a la que muestra el
hígado de Piacenza, fechado entre los siglos III y II a. C. Este hígado ofrece
información destacada sobre la hepatoscopia o adivinación
a través de las vísceras de los animales
sacrificados. Entre estas vísceras los etruscos daban mayor importancia al hígado
por considerar que contenía la fuerza o energía
vital del animal sacrificado. De esta forma, al igual que la bóveda celeste, se
establecía una división en diferentes
divinidades para interpretar los hígados o los rayos según
zonas. También los truenos eran
objeto de interpretación como muestra un calendario brontoscópico traducido al
latín por el arúspice Nigidio Fígulo en el siglo I a.
C. que contiene información según los días del año.
La información que nos transmiten Séneca y
Plinio sirve para hacernos una idea de las técnicas adivinatorias que eran
aplicadas por los arúspices. Estas técnicas eran muy específicas y debían ser bien conocidas por los arúspices.
En el análisis de los rayos o los hígados la posición era lo más importante a
la hora de realizar una interpretación y esta precisión contribuyó mucho para generar
esa imagen de los etruscos como un pueblo de gran religiosidad famoso por el
prestigio de su adivinación, ya que sin duda los etruscos fueron uno de los
pueblos que más desarrollaron el arte de la adivinación como puede observarse
en los libros sagrados de los arúspices.
Continúa el próximo mes.
Bibliografía
Blázquez Martínez, J. M., “La
religión etrusca”, en Historia de las
religiones de la Europa antigua, Cátedra, 1994, pp. 19-102.
Espinosa Espinosa, D., “La adivinación
en Roma: orígenes, fundamentación
y crítica especulativa de su práctica”, en Polis: revista de formas e
ideas políticas de la Antigüedad
clásica, Nº 20, 2008, pp. 43-72.
Lara Peinado, F., Los etruscos. Pórtico de la historia
de Roma, Cátedra, 2007.
Martínez-Pinna Nieto, J., “Los etruscos y la
adivinación”, en Sánchez León, M. L. (ed.), Religions del Món Antic 6. L´endevinació al món classic, 2007, pp. 51-88.
Montero Herrero, S., “La interpretación
romana de las prácticas hepatoscópicas extranjeras”, en Gerión, Nº 13, 1995, pp. 155-168.
Montero Herrero, S., Política y adivinación en el Bajo Imperio Romano: emperadores y harúspices (193 d. C – 408 d. C.), Bruselas, 1991.
[1] S. Montero, “La interpretación romana de las prácticas
hepatoscópicas extranjeras”, Gerión, Nº 13, 1995, pp. 155-156.
[2] S. Montero, Política y adivinación en el Bajo
Imperio Romano: emperadores y harúspices (193 d. C. – 408 d. C.), Bruselas,
1991, pp. 169-170.
[3] J. Martínez-Pinna, “Los etruscos y la adivinación”,
M. L. Sánchez León (ed.), Religions del món
antic 6. L´endivinació al món clàssic, 2007, p. 58.
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