Por: Jorge Mateos Enrich, Doctor de la Universidad Politécnica de Madrid.
Aunque el presente artículo
tiene como objeto resaltar el papel de la mujer en el Islam primitivo, es
necesario recorrer un camino inverso para situar la cuestión, desde el presente
hasta el pasado. Esto va a ayudar a comprender una serie de hechos,
circunstancias, situaciones y aspectos que hoy, en los albores del siglo XXI,
se dan por supuestos sin contrastarlos de forma precisa.
Actualmente se tiene, al menos
en la Cultura Occidental, un concepto habitualmente erróneo del Islam, cuando
no una postura crítica o de rechazo. Aspectos y tópicos que, sin más, se
admiten y de los que raramente se duda y mucho menos se cuestionan. Uno de
ellos es el papel que representa la mujer en la sociedad musulmana.
Es evidente que desde el
nacimiento y posterior expansión del Islam el rol de la mujer ha ido cambiando,
mutando, adaptándose. Obviamente este es un aspecto similar al que se ha
producido en otros ámbitos culturales de referencia como podrían ser los ámbitos
de las otras dos grandes religiones monoteístas: el Judaísmo y el Cristianismo.
Entre las tres religiones
podemos encontrar nexos, más o menos plausibles, pero nexos a fin de cuentas.
Cronológicamente, el Islam heredó algo de las anteriores, así como el
Cristianismo lo hizo del Judaísmo. Las referencias sobre la mujer en las
sociedades primigenias de estas tres culturas se harán necesarias.
En todo tiempo y en todo
ámbito social y cultural, el papel de la mujer ha sido más o menos relevante,
pero siempre ha tenido lugar, La cuestión mujer-Islam o, dicho de otra manera:
el debate en torno a los derechos de la mujer y las barreras para la igualdad
efectiva de sexos que representan las sociedades patriarcales actuales, los
textos sagrados y las tradiciones se ha mantenido por generaciones. Debates del
mismo orden se han mantenido en el ámbito de Judaísmo y del Cristianismo. Por
lo que se refiere al mundo musulmán, es innegable que el papel actual de la
mujer no siempre fue el que es ahora. La situación se torna a la inversa que en
el ámbito de otras religiones o sociedades y la figura, activa, de la mujer en
el Islam ha ido perdiendo relevancia con el tiempo. Se puede situar en torno al
año 1000 de nuestra era el declive del papel político y social de las mujeres
islámicas, coincidiendo con la agonía del Imperio de la dinastía Abasida.
En el maremágnum de términos
sobre el Islam que se vienen escuchando desde los años 80 y 90 del siglo pasado
y la primera década del presente (cuando Occidente sacudió definitivamente el
“avispero de Oriente Medio”) y, aún actualmente, surge la confusión y,
paradójicamente, el interés por lo musulmán. Términos como “muyahidín”, “islamismo”,
“salafismo”, “yihad”, “burka”, “hiyab”, “niqab”, “ablación”, etc. son mal interpretados,
cuando no asimilados sin explicación, por la cultura occidental.
Todo esto tiene que ser
analizado, reflexionado y contextualizado. En el caso que ocupa, se tiene el
concepto de una mujer islámica representando un papel secundario, cuando no
relegado, en el ámbito religioso, político y social. Importante y fundamental
en el contexto de la familia pero irrelevante y sumiso en los demás.
Este artículo pretende aportar
luz sobre esta cuestión y apuntar que esto no siempre fue así, ni mucho menos.
Se ha de hacer, pues, un recorrido por el Islam, desde sus comienzos y sus primeros
pasos hasta su afianzamiento, para refutar la idea actual de una mujer
relegada. Se van a aportar aspectos sobre la importante labor que tuvieron las
mujeres en los albores de esa nueva cultura; la cultura musulmana.
Llegados a este punto hay que
aclarar un concepto primordial. El Islam no es una religión en sí misma (carece
de dogmas y de una estructura jerárquica), es un modo de vida. Parece que
siempre se quiere buscar, y más actualmente, un antagonismo entre Islam y
modernidad. Esta es una discusión fútil. Desde sus comienzos, el Islam ha ido
sufriendo un continuo estado de revisión, cuando no de refundación. No se trata
de conjugar una religión con un modo de vida, sino de adaptar ese modo de vida
a los tiempos cambiantes.
Se puede afirmar que la ley que
rige a la sociedad musulmana es la Sharia.
Sharia significa literalmente
“sendero” o “camino”. Esta es, a su vez, un compendio de cinco elementos. El Corán, libro sagrado o de las
revelaciones. Los Hadizes, dichos del
Profeta y actitudes de su vida
cotidiana. La Qiya, el razonamiento
analógico. La Ijma, el consenso de la
comunidad. La Ijtihad, el pensamiento
libre e independiente basado en la razón. Este último es uno de los aspectos
más discutidos, controvertidos y polémicos en las distintas escuelas del Islam.
Es obligado hacer referencia a estos elementos para evaluar el papel de la
mujer islámica en sus orígenes.
Las citas del Corán y la actitud de los primeros
musulmanes son testigos del hecho de que la mujer era tan esencial para la vida
cotidiana como lo era el hombre y de que ella no era inferior a él. El estatus de la mujer fue establecido para
garantizar ser igual al hombre. Este fue establecido como una norma y un hecho,
por lo que nunca se consideró un problema.
El Islam otorgó a la mujer
derechos y privilegios que ella nunca había tenido en otras religiones o
sistemas sociales. Los derechos y responsabilidades de una mujer eran iguales a
los de un hombre. Ella es igual que el hombre en la búsqueda del conocimiento y
la sabiduría. Como el Islam exige a los musulmanes la búsqueda del
conocimiento, no hace distinción entre hombre y mujer. En el principio del Islam,
el Profeta declaró que la adquisición
del conocimiento le incumbe a cada musulmán. Esta declaración fue muy clara y
ha sido realizada por los musulmanes a lo largo de la historia. Ella tenía
derecho a la libertad de expresión tanto como el hombre. Sus opiniones eran
tomadas en consideración y no podían ser rechazadas porque ella perteneciera a
este género. Ambos, el Corán y la
historia, registran que las mujeres no solo expresaron libremente sus opiniones
sino que también discutieron y participaron en discusiones muy serias con el Profeta y otros líderes musulmanes.
Además de esto, hubo ocasiones en que las mujeres musulmanas expresaron sus
opiniones en asuntos legislativos de interés público e incluso se opusieron a
los califas, que aceptaron sus válidos argumentos. Un ejemplo específico de
esto tuvo lugar durante el califato de Omar
(segundo califa “Rectamente Guiado”,
año 625-646 de nuestra era, EC, año 13-24 después de la Hégira DH).
Los registros históricos
demuestran que las mujeres participaron en la vida pública de la primera
comunidad musulmana, especialmente durante los tiempos más difíciles. Las
mujeres musulmanas acompañaron a los ejércitos musulmanes para curar a los heridos, preparar las provisiones y
servir a los guerreros. Pero no solo esto, como se verá más adelante algunas
tomaron parte activa en la batalla en condición de jefes como en el caso de la
“Batalla del Camello”. Esta batalla enfrentó a Aisha (viuda del Profeta)
con Alí (cuarto califa “Rectamente Guiado”, año 656-661 EC, año
36-40 DH). Ellas nunca fueron encerradas detrás de unos barrotes de acero,
consideradas indignas o privadas de almas.
En tiempos de Omar la educación era obligatoria tanto
para los niños como para las niñas de la comunidad. Las mujeres trabajaban
junto a los hombres, tomaban parte en la vida pública, asistían a las
disertaciones, hacían sermones y componían poemas para las oraciones públicas.
De hecho Omar nombró a una mujer
máxima autoridad del mercado de Medina. Este era un puesto de gran
responsabilidad civil, pues entre sus obligaciones estaba la de regular la
construcción, la concesión de autorizaciones comerciales y la inspección de pesos
y medidas.
En los párrafos precedentes se
vislumbra la dirección que conformaba el estatus de la mujer en esa sociedad incipiente. Se va, a partir de aquí,
a reflexionar sobre aspectos cuya interpretación actual no era válida antaño.
Son conceptos esenciales en las sociedades contemporáneas. Pero retrotrayéndose
al pasado van a ser contextualizados adecuadamente.
En la sociedad musulmana el matrimonio era y es un contrato
civil. Es un contrato concluido, mediante una propuesta y una aceptación, entre
dos partes capacitadas para ello ante dos testigos. El matrimonio decidido por
las familias o tutores es el tradicional. También se acepta que a una mujer
adulta no se le puede forzar a una unión en contra de sus deseos. Por otra
parte, la novia recibe una dote, según lo estipulado en el contrato, pagada
directamente por el marido y la cantidad acordada forma parte de su fortuna
personal, sobre la cual el marido no tiene ningún derecho legal. En el contrato
de matrimonio la mujer podía estipular que su marido no tomaría otra mujer por
esposa o podía asegurarse una autorización previa para divorciarse si ella así
lo decidiese. Se ve que los aspectos
concernientes al matrimonio distan mucho de la concepción actual que se tiene
sobre el tema.
Otro asunto es el de
contracepción o el aborto. En pleno siglo XXI, estos son temas sumamente delicados
en las sociedades occidentales, sobre todo las marcadamente influenciadas por
el catolicismo. De hecho los jerarcas y miembros de la Iglesia prohíben la
contracepción y sancionan el aborto como crimen.
No obstante, mientras el Islam
permite la contracepción, no permite terminar con el embarazo una vez que
acontezca. Se va a matizar esta aseveración. Los juristas musulmanes estaban de
acuerdo en que el aborto está prohibido después de que el feto se haya formado
completamente y se haya dotado de alma. Esto acontece, de acuerdo con los Hadizes, alrededor de las seis semanas
después de haber comenzado el embarazo. Esto sería equiparable en la actualidad
a una especie de “Ley de Plazos”. Existía y existe una excepción a este plazo:
si, después de que el bebé haya sido completamente formado, se llega al
dictamen médico de que continuar el embarazo ocasionará la muerte de la madre.
En este caso, la pareja tiene que recurrir al principio general islámico: el de
elegir el menor de los males. En tal caso el feto debe ser abortado.
Se va viendo que conceptos o
tópicos actuales son desmontables acudiendo a la historia.
El derecho a testificar por
parte de la mujer musulmana fue algo
reconocido. Para otorgarle a la mujer el derecho a testificar, el Corán llevó a cabo una gran revolución.
No obstante, es importante decir que es preciso el testimonio de dos mujeres
por el de un hombre en según qué temas.
Por otra parte hay que referir
que a las mujeres no les estaba permitido declararse como testigos en los
principios de la sociedad judía. Los rabinos catalogaban a una mujer de no
tener permitido ser testigo. En Israel, hoy en día las mujeres judías no tienen
permitido atestiguar en las cortes rabínicas. En el occidente cristiano tanto
las leyes eclesiásticas como las civiles excluyeron a las mujeres de dar
testimonio incluso hasta finales del siglo XVIII.
Otro tema espinoso es el de la
ablación. Hoy en día es aceptado por algunas sociedades y tiene lugar en
determinadas regiones del planeta. Pero esta no es una práctica aceptada por el
Islam. La mujer tenía derechos esenciales sobre su propio cuerpo. La ablación
del clítoris o infibulación está completamente prohibida en el Islam. No existe
(en las escuelas de jurisprudencia islámica, en los Hadizes ni en la sunna o
tradición del Profeta) la menor referencia
a la ablación. El Profeta nunca trató
dicho asunto. Esta es una práctica pre-islámica que, según los antropólogos y
etnólogos, tiene una antigüedad superior a tres mil años. Además, esta práctica
ha sido ejercida en sociedades y tribus no islámicas, de regiones y latitudes
tan opuestas como Etiopía y Escandinavia, o incluso Melanesia.
Por último, en este apartado se
hablará del signo exterior que se ha convertido en un tópico de la mujer
musulmana: el hiyab o “velo”. Todo
este asunto es muy confuso, empezando porque el término “velo” no alude a una,
sino a tres clases diferentes de prendas para la mujer. El hiyab se refiere a una prenda que oculta el pelo. El litam es una prenda que cubre el pelo y
la parte inferior de la cara hasta los ojos. Y por último, el burka que cubre totalmente el cuerpo,
ocultando la fisionomía femenina, incluso tapa los ojos con una especie de
rejilla. No hay un solo verso del Corán
que prescriba que las mujeres deban cubrirse el pelo o la cabeza. La obligación
de cubrirse no tiene ninguna base canónica. Hay que decir que este tipo de
velos no se vestían en tiempos del Profeta.
Ninguna de las cinco escuelas principales de derecho islámico establece el uso
obligatorio del velo. En realidad, no es más que un hábito que se ha extendido
con la ayuda del fundamentalismo moderno y la actitud intransigente de la
“política identitaria”.
Una vez hecha la revisión de
algunos conceptos básicos, se hace patente el rol que desempeñó la mujer en los
primeros siglos del Islam. Pero después de todo lo expuesto anteriormente, cabe
formularse la siguiente pregunta: ¿cuándo cambió el estatus de las mujeres en
la sociedad islámica?
Situándose en los últimos años
del Imperio Abasida (956 EC) surgieron una serie de acontecimientos clave para
entenderlo. Hasta entonces la cultura musulmana era una fuerza imperante. Se
avanzaba en las matemáticas, los conocimientos científicos, la medicina. Los
Abasidas construyeron una nueva capital, Bagdad, empezada a construir por Mansur, el califa abasí en el 756 EC. Era
la mayor ciudad del mundo, posiblemente la más poblada que jamás había
existido. El Islam había conquistado todos los territorios de los antiguos sasánidas
y gran parte de los que habían gobernado los bizantinos, pero, al final, el
fantasma de aquellos imperios suplantados se infiltró en el Islam y lo cambió. En
lo que aquí compete, la práctica de relegar a la mujer a un mundo invisible
derivó, al parecer, de las costumbres bizantinas y sasánidas.
Habían pasado casi cuatro
siglos desde la muerte del Profeta.
Ahora surgían eruditos, filósofos y sufíes. Se empezaban a cuestionar muchos
aspectos del Islam. Asuntos como interpretación, razón o tradición se ponían en
duda, surgían desacuerdos, controversias. Se ponía en cuestión la ciencia, ya
que esta dependía de la indagación que a su vez depende de la aplicación de la
razón, sin recurrir a la revelación. Algunos volvían a la contemplación
ascética y las reflexiones místicas. En aquella época surgió un movimiento de
alejamiento de la filosofía y la ciencia natural. Se pensaba que la razón era
una trampa peligrosa que solo conducía al caos. A mediados del siglo XI nació Muhammad al-Gazali, de padres persas. Este
hombre encabezó todo esa tendencia regresiva o de reinstauración de las
ciencias religiosas.
En algún momento de ese
período, parece que cambió el estatus de las mujeres en la sociedad islámica.
Ya se ha visto que en los
primeros tiempos del Islam las mujeres tenían más independencia y desempeñaban
en los asuntos públicos un papel de mayor importancia que el que tuvieron
después, o que el que muchas tienen hoy en el mundo islámico. La primera esposa
del Profeta, Jadiya, por ejemplo, fue una mujer de mucho poder y éxito. Aisha, la mujer más joven del Profeta, dirigió uno de los principales
partidos del cisma que se produjo al morir Omar.
Llegó incluso a comandar ejércitos en el campo de batalla. Las mujeres aparecen
de forma destacada entre los eruditos del primer Islam. En el siglo I DH,
mujeres como Hafsa, Umm al-Darda, Amra
Rahman fueron famosas calígrafas. Ellas y otras daban clases y pronunciaban
conferencias públicas.
Las mismas fuerzas que oprimieron las primeras
luces científicas y las erradicaron de la vida intelectual del Islám, las
mismas que devaluaron la razón, se emplearon en constreñir la posición de la
mujer.
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