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Davadasi. |
Durante el
siglo VI, en el seno de los templos de la India, tuvo lugar la aparición de una
nueva institución. Esta nueva institución estaba relacionada con la existencia
de mujeres dedicadas al cuidado del templo y de la deidad que en él se veneraba,
llegando a formar incluso una casta propia.
Según la región, esta institución
recibe diferentes nombres: Devadāsis (Tamil Nadu, Andhra Pradesh y Karnataka),
Maharis (Odhisa), Bhagtans o Kalavangtis (Rajasthan y Uttar
Pradesh), Murlis (Maharashtra), Nathis (Assam), etc.
Se trata de mujeres que viven en
el templo o en sus alrededores y cuyas funciones residen en cuidar de él, del
sacerdote y, por supuesto, de la deidad, simbolizada por un ídolo.
Es, por tanto, también en este
mismo momento, siglo VI, cuando tuvo lugar el origen de la creación de imágenes
móviles para las procesiones, pues el pueblo requería ver a sus dioses, y el
acceso al templo, donde estaban las grandes imágenes esculpidas, era restringido.
Este hecho tiene que ver con la
creencia de que la sola visión de la imagen insufla en el cuerpo del testigo el
propio poder de la divinidad representada, es lo que los hindúes conocen como darśana.
Eran dos los principales caminos por
los que una niña se unía al grupo de servidoras del templo: por vía
hereditaria o por necesidades económicas (eran vendidas por su familia). En el
caso de los chicos, se convertían en músicos y acompañaban a las bailarinas
durante sus danzas.
Pero
antes de entrar a formar parte de la comunidad debían realizarse diversos pasos
o rituales: el ritual simbólico de matrimonio con la deidad (kalyanam),
el de dedicación (muttirai) y la ceremonia de la primera lección de
danza (gejjaipūja), en la que se ofrecían los ghungroos, cascabeles que se ligan
a los tobillos durante el baile.
Más
tarde, tras un período de formación sería el momento de buscar un patrocinador
que se encargase de ellas, pasando a ser posiblemente también sus compañeras.
El ritual
del matrimonio, a pesar de ser simbólico, tenía un gran valor añadido, pues,
significaba que estas mujeres pasaban a poseer el estatus de sumangali
(mujer casada auspiciosa) y, al ser este un enlace con la divinidad, nunca
serían viudas, lo cual tenía un gran valor en un sistema en el que muchas
mujeres se suicidaban arrojándose a la pira funeraria de sus maridos (conocido
como “Sacrificio de Sati”)1. Estas viudas preferían el suicidio
antes de afrontar el ser repudiadas por su propia familia, separadas de sus
hijos, exiliadas y convertidas en dalits o intocables, pues eran consideradas
portadoras de mala suerte. Aún hoy en día, estas circunstancias se siguen dando
y muchas viudas emigran a ciudades donde residen en comunidad, como es el caso
de Vrindavan, ciudad próxima a Delhi, o Varanasi, por supuesto, en muy duras
circunstancia pues ni tan solo tienen permitido ejercer labores para recibir un
sustento.
La principal
función de las servidoras, como decíamos, era la de cuidar a la deidad, por lo
tanto, al ídolo que la representa y llevar a cabo los rituales. Algunos de estos
rituales eran: el baño y el adorno de las imágenes, la ceremonia de la diosa Lakṣmī (ritual de regeneración), portar la lámpara sagrada o
kumbarti en las procesiones y durante
las pūjas
u ofrendas (pues eran las encargadas del ejercicio de
realizar círculos con la lámpara delante de la imagen) y cantar y bailar
(esto último siempre en privado y solo para la deidad).
El pushpanjali2 (literalmente, la ofrenda de las flores) era
el primer ritual de la mañana, donde se bailaba y se decoraba con flores a la
deidad.
En muchos de
estos rituales podemos observar la importancia que adquiere el arte, pues era a través de la
música, la danza (denominada dasiattam) y el teatro como ellas se
relacionaban con la divinidad y mostraban su unión y comunicación con ella, es
decir, su Bhakti (devoción). No debemos olvidar que en la India,
tradicionalmente, como ocurría en la antigua Grecia, no existía una clara
diferenciación entre las artes, pues todas ellas (teatro, poesía, música,
danza…) forman parte de un todo.
También
hay que señalar que los templos fueron la gran cuna del arte hindú, desde la
arquitectura y escultura hasta la música, danza y teatro, de hecho, encontramos
aquí el origen de muchos de los estilos de danza clásica que hoy conocemos.
Servidoras de la divinidad. |
Esto es
debido a que por todo el subcontinente, los templos y todo lo que los envolvía
recibieron un gran patrocinio de los legisladores, pues era a través del
patrocinio como los reyes mostraban su poder. Este poder consistía no solo en exhibir
su autoridad y potencia militar sino en mostrar su capacidad para facilitar el
bienestar espiritual de su pueblo.
Algunas de
las dinastías más involucradas en este patrocinio fueron la Pallava (s. IV-IX),
la Coḷa (s.IX-XIII) y la Pandya
(s.XII-XIV) de Tamil Nadu, y la Gajapati (s.XI-XVI) de Odhisa, especialmente
los reyes Chodaganga Deva o Kapilendra Deva, este último encargado de definir
las obligaciones de las servidoras, entre las que se incluía bailar dos veces
al día, y de crear el NatyaMandir, un
espacio en el templo para la danza.
A finales del s.XII el subcontinente
indio vivió la invasión, desde la actual Afghanistan, de los ejércitos
musulmanes procedentes de Asia Central. A penas un siglo después, gran parte
del país estaba bajo las órdenes del recién fundado Sultanato de Delhi.
Los legisladores musulmanes, muy
lejos de eliminar la institución de las servidoras, le dieron un nuevo empuje llevando
a algunas de las bailarinas más destacadas a la corte, dando origen a la
aparición de las Rajadasis
(servidoras del rey). Esto causó la aparición de nuevos estilos de danza y de nuevas
piezas coreográficas, pues a diferencia del templo, donde bailan para la deidad
en privado, en la corte bailan para el público.
Según algunos investigadores, con la llegada de los ingleses
en el s. XVII, la institución de las servidoras comenzó a decaer. Otros, sin
embargo, ven su decadencia mucho antes. Zaechner dice literalmente: “A parte del sistema de castas y de los
abusos inhumanos había muchas prácticas hindúes amparadas por el dharma que
habían sido consideradas inhumanas en muchas partes del mundo, como el suicidio
de las viudas en la pira funeraria de sus maridos, el matrimonio de niñas o la
prostitución en el templo. Estas fueron algunas de las costumbres que los
británicos encontraron en la India en el s.XVIII”3
Esta decadencia, ya sea antes o después de la colonización
inglesa, habría obligado a las servidoras a buscar nuevos caminos de
financiación, comenzando incluso a ejercer la prostitución, dando lugar a lo
que algunos han definido como “prostitución sagrada”, pues, los beneficios
recaen igualmente en el templo.
De cualquier forma, cierto es que la moral victoriana
introdujo prejuicios contra ella, hasta que, finalmente la institución fue
prohibida por la legislación gubernamental (Ley Devadasi
de Bombay, 1934).
Tras la
independencia de la India en 1945, fue el propio gobierno el que en
consecutivas leyes (1988-1996) la prohibió definitivamente, con penas de hasta
tres años de cárcel, ya que, a pesar de las leyes anteriores, había sobrevivido
de forma residual. Incluso hoy en día, aún a pesar de los esfuerzos
gubernamentales y no gubernamentales, continúan existiendo mujeres que realizan
las prácticas de servidoras de la divinidad en los Estados sureños de Karnataka
y Andhra Pradesh bajo el paraguas del culto a la diosa Yellamma.
Citas:
1.
Finalmente
fue prohibido por la legislación gubernamental inglesa en 1829.
2.
En
el siguiente enlace podemos ver la danza realizada durante el Pushpanjali por
un grupo de bailarinas de Bharatanatyam, danza clásica del sur de la India:
3.
Zaechner,R.C.
(1966), p. 149.
Bibliografía:
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VV.AA., (1988). Le grand guide de l´Inde, Editions Gallimard, París.
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ZAEHNER, R.C (1966)., Hinduism, OUP, Oxford.
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