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Hýpnos, Hermes, Thánatos y Sarpedón. Metropolitan Museum. |
Las alas son uno de los símbolos más extendidos en la iconografía
religiosa, debido en gran parte a todos los símbolos y connotaciones que puede
ofrecer, más que a su pura estética o relación física con el sujeto. Desde
tiempos primitivos, las alas se conforman como un elemento que da capacidad
para volar.[1]
Si tenemos en cuenta que en la Antigüedad, conforme los estudios del
campo afirman, las cosmogonías y teogonías primordiales siempre hacen
referencia entre otras a una Divinidad celeste, está claro que los seres
voladores se relacionarían rápida y fuertemente con ésta, o al menos con su
campo de acción[2]. Las
alas se convierten en una menara de “llegar” al Mundo Celeste Divino. Todo ser
que se diga de este origen tenderá a poseerlas como atributos y como necesidad
para sus viajes a este mundo, en una asociación mundana pero práctica de esta
característica. Existe, paralela a esta, otra teoría curiosa, en la cual las aguas
juegan un papel importante: las aguas primigenias rodean el universo, incluso
más allá del cielo; esto explica que muchos seres mitológicos marinos muestren
alas sin aparente conexión.
Otra asociación, algo fuera de lo religioso y desarrollada
posteriormente, es aquella en que las alas son un elemento que otorga libertad.
Esta libertad puede ser tanto física como psíquica, así como relacionada con el
elemento vital, llámese alma, hálito…, no tanto como “encerrada en el cuerpo”
según las ideas de tipo platónicas, sino por el valor de su origen divino, en
última instancia, pues la vida la da la Divinidad.
Tipos de alas:
Dentro de los tipos de alas se harán generalmente ciertas distinciones para
dar un valor más a este elemento y al portador del mismo. Las alas de pluma, de
ave, serán generalmente positivas a lo largo de la iconografía de carácter
religioso. La razón estriba en que las aves son, con excepciones muy marcadas,
mensajeros de los dioses y portadores de advertencias o buenas noticias. En las
artes plásticas los colores de estas alas influirán también en su
interpretación: blancas simbolizan pureza y divinidad; las alas de colores
realistas corresponden a un ideal atento y observador de la naturaleza, que
puede decantarse por pura imitación artística o por la búsqueda de la
cercanía la realidad religiosa de la
creación; las alas negras rara vez se exponen para algo positivo, asociándose
color y aves consideradas de presencia nefasta.[3]
Las alas de piel o tipo murciélago o dragón tendrán generalmente
connotaciones negativas, por estar asociadas a este animal nocturno, o por
relacionarse con el Diablo y otros seres nocturno-infernales. El poseedor de
tales alas estará ligado intrínsecamente a estos seres y parajes.
Las alas de insectos se suelen relacionar rápidamente con asociaciones
populares, seres de cuento… no siempre es así. Sin quitar mérito religiosos a
las creencias populares, las alas de mariposa evocan fragilidad y belleza, y de
este modo tendrán un valor especial vinculado a la vida, el alma, o seres con
esas características.
Seres alados:
Los seres que tienen origen o deberes de tipo celeste, como antes se
mencionó, serán alados casi necesariamente. Hay seres como las Sirenas griegas
o las Harpías que poseen alas por sus características particulares – en este
caso evidente, su cuerpo es de ave- mas también poseen algo divino en su ser –
inmortalidad, origen… Pero la mayoría de criaturas míticas o “fantásticas”, si
se me permite la expresión, están representadas por animales a los que se les
añaden las alas con una nueva connotación. Pegaso, cuyo origen mítico se
encuentra en la constelación del mismo nombre, necesita alas para realzar su
soberbia y velocidad, a su establecimiento en el cielo nocturno, y a la vez
para asociarlas a su origen divino, pues es hijo de la Gorgona, que a su vez
tiene alas por su identidad monstruosa[4]
y el dios Poseidón. A los hijos de Bóreas[5],
uno de los vientos, no pueden sino nacerles alas en los hombros.
Los Grifos son un conglomerado de seres que representan la realeza y la
divinidad, a los que se dota de cuerpo terrestre y de ave para unir en él ambos
mundos. Por la misma regla se aúnan en él lo divino y lo humano, por lo que su
representación para la realeza, o el propio Cristo, será habitual. En
Mesopotamia los toros alados[6]
indican fuerza, majestad, divinidad.
Mientras que en Oriente la Esfinge, cuerpo alado de león y torso humano, es
varón y tiene un valor positivo y profiláctico, en Grecia la imagen de la
esfinge torna en mujer con connotaciones negativas, pues es enviada a las
ciudades transportando la peste como castigo.
A los dragones, al principio solo serpientes de gran tamaño o saurios
terribles, se les añaden alas posteriormente en el folklore europeo para darles
una misión nueva[7] o una
afinidad con lo negativo lo diabólico[8],
a la vez que señalar sus características monstruosas y destructoras; mientras,
en la América precolombina u Oriente eran seres benévolos, y a menudo pueden
volar sin necesidad de un elemento tan sustancial como las alas.
Divinidades paganas:
La idea divina de las alas no cambia en exceso cuando es asociada a un
ser antropomorfo. Las divinidades paganas etéreas son precisamente eso, dioses
que tienen conexión el mundo celeste divino. La iconografía y creencia de las
divinidades aladas parece tener su origen en Mesopotamia. No solo se han
encontrado allí las primeras representaciones de seres alados, también las de
divinidades y seres antropomorfos, como los genios protectores o personales,
acompañantes especialmente de los monarcas, y portadores de dos pares de alas
para señalar el origen de tal poder.
Relacionado con los viajes celestes, en la Grecia antigua, Iris,
mensajera de los dioses, era representada con alas, pese a hacer referencia al arco
iris, y que era una forma de analizar su movimiento por el cielo. Otro tanto
para su compañero Hermes, quien tenía alas en los pies o las sandalias,
haciendo referencia a su velocidad, pero a menudo se le mostraba también con un
casco alado, pues tenía mente rápida, patrón como era de los mercaderes y los
ladrones.
En ocasiones el mundo divino es irreprochablemente asociado al mundo de
ultratumba. Por citar un ejemplo, la diosa egipcia Isis es representada con
alas no solo por ser hija de Geb y Nut, Tierra y Cielo, ni a raíz del mito de
su unión con el difunto Osiris tomando forma de halcón, sino precisamente por
su valor fecundo y revividor: los seres relacionados con el más allá también
tendrán alas y no siempre para “subir al cielo”.[9]
El mismo Hermes antes mencionado tiene una doble función, como veíamos en el
caso de Isis, pues también tiene el epíteto de “psicopompo”, el que guía las
almas, y era fácil hallarlo en los ritos de umbral. Las alas ya no son para él
símbolos de mensajero celeste en la tierra, sino de divinidad entre el cielo y
el inframundo. En referencia al submundo encontramos otros arquetipos mucho más
claros de cómo las alas toman un valor funerario. Véase sin ir más lejos la
imagen de Thánatos, la muerte, y su hermano gemelo Hýpnos, el sueño. A menudo
se representa a ambos con alas a la espalda – en ocasiones a Hýpnos con alas en
la cabeza.[10] Estos
dos dioses poco o nada tienen que ver con el mundo celeste, pero su divinidad y
su relación con el más allá les otorga alas. Aquí se entienden como liberación
o rapidez, sumadas al valor divino.
Aparecen en el mundo griego las primeras alegorías: las más conocidas
sean quizás Eros y Niké, Amor y Victoria. En ambos casos nos encontramos con
seres que, por estar relacionados con cosas inmateriales o estados del alma,
son caracterizados con alas, que hacen referencia a su fugacidad, a su
delicadeza, etc., y por estar asociados, de nuevo, con la parte considerada
“divina” del hombre, el alma y los sentimientos.
El alma:
El alma alada es una imagen común en las culturas antiguas. Las alas
hacen alusión, como supra se dijo,
tanto a su divinidad, ya que el alma se relaciona con el aliento vital que han
dado las divinidades creadoras a los hombres, como al mundo inferior, al que
van a parar en algunos casos, y al celeste en otros. La funcionalidad de las
alas se irá sustituyendo por las características del alma: la ligereza, al
velocidad…
Las almas, sin embargo, muestran rasgos muy diferentes. En Egipto, donde
el alma se dividía en múltiples elementos psíquicos, el Ka, la fuerza vital, y el
Ba, el “espíritu” [11],
tomaban en su iconografía forma de ave[12]
con cabeza humana, retrato del difunto. El alma en el mundo grecorromano, a
menudo conserva su figura humana, puesto que era entendida como una “sombra”
del hombre; pero en otras representaciones, su tamaño es reducido y tiene alas
a la espalda. Cuando se habla de alma-Psiqué[13],
ya desde antiguo se la representa con alas de mariposa, evocando su ligereza y
su fragilidad, pues también para los grecorromanos el alma era de muchos tipos
y tenía muchas partes, y una de ellas, la asociada a la razón y a la par a los
sentimientos, era esta.
No hay que dar muchas vueltas para relacionar las alas en la iconografía
cristiana, que si bien se entiende como una sombra inmaterial del difunto, es a
menudo representada, sobre todo en el paleocristianismo, como la paloma blanca[14].
Pese a todo, las almas cristianas conservarán finalmente su figura humana, si
acaso se representen como sombras o fantasmas que salen del cuerpo del difunto,
pero las alas quedarán reservadas a seres más cercanos a la naturaleza de Dios.
Los ángeles:
En el mundo occidental es la figura religiosa alada más extendida hasta
la actualidad. Los ángeles pueden mostrarse con figura humana alada o no,
aunque esto último es menos frecuente, y cuando así es, es durante episodios en
los que no interesa ser reconocidos. Cuando son ángeles benévolos sus alas son
de plumas, de diversos colores, pero los ángeles caídos tienen alas de dragón.[15]
Hay diversos tipos de ángeles, pero entre los alados cabe destacar los
Serafines, los Querubines, los Arcángeles y los Ángeles.
Los ángeles cumplen la misión de mensajeros – no en vano esto significa
su nombre[16] –
entre el Dios monoteísta y los hombres. De ahí la necesidad de las alas para
subir al Cielo, ahora sí, originariamente enmarcado en lo Alto. Aparte de
mensajeros, cuyo máximo representante sería el arcángel Gabriel, cumplen otras
muchas funciones.
Los tres arcángeles y Tobias de Michele Tosini. |
Los Serafines están entonando frente al trono de Dios sus eternas
alabanzas, pero el poder de Dios es tan fuerte que no puede contemplarse, y por
ello poseen la peculiaridad de seis alas: dos para volar, dos para taparse el
cuerpo y dos para taparse el rostro. Su nombre evoca lo ardiente, así que a
menudo sus alas son de colores brillantes, cálidos o directamente representadas
como llamas, en ocasiones repletas de ojos.
Los Querubines aparecen las más de las veces como niños pequeños,
semejantes a erotes que se encuentran inmersos en las representaciones
posteriores entre las nubes sobre las que se sienta Dios, ya que su misión es
ser el Trono de Dios. La imagen primigenia, casi perdida, era la de un hombre
con cuatro alas, de colores fríos como un extra de diferenciación de los
Serafines.
Los Ángeles y los Arcángeles tienen forma humana, a veces marcadamente
asexuados, siempre jóvenes y con dos alas a la espalda. Los Ángeles cumplen las
funciones que tenían otros dioses y genios del mundo popular y pagano, pero no
con poder en sí mismos sino solo como intermediarios de la Divinidad.
Entre los Arcángeles, Gabriel es el mensajero por excelencia, a raíz de
la Anunciación, pese a haber en la Biblia y otros textos sagrados numerosos
episodios en que es él quien transmite los mensajes de Dios. Rafael es el
prototipo de ángel custodio y sanador, que recuerda bastante en sus
representaciones al dios paganos Esculapio, por su episodio con la
serpiente/diablo[17], y en
su faceta popular se asocia a Hermes como protector en los caminos. El arcángel
Miguel se lleva la palma en cuanto a asociaciones: es el vencedor del Diablo,
representado como serpiente o dragón, por lo cual se le compara con el dios
Apolo, quien a su vez sometió, según el mito griego, a la serpiente Pytho.
Tanto es así que algunos templos dedicados a este dios rápidamente se
convirtieron en monasterios con el arcángel por patrón; es también psicopompo,
pues guía a las almas hasta el cielo, popularmente se cree que en especial a
las del purgatorio, por ser juez de las mismas. Esta faceta de juez se enmarca
en la idea de Juicio Final y Juicio personal, sin embargo su iconografía no es
novedosa, puesto que el pesaje de las almas se encontraba ya en Egipto con
Anubis y en el mundo grecorromano hallamos modelos de Hermes representados con
una balanza frente a las almas. Es asimismo el arcángel Miguel un ser de
umbral, que permite el acceso a los Cielos.
Los ángeles menores, por así llamarlos, cumplen funciones comunicativas,
intermediarias, pero en lo popular está extendida la creencia de que algunos
acompañan a cada individuo de manera personal y lo protegen de los peligros, en
especial a los niños: es la extendida imagen del ángel custodio o de la guarda.[18]
Alas por placer estético y alegorías tardías:
Una vez sobrepasada la antigüedad clásica, y quedando relegado el
sentimiento religiosos a una expresión artística, las alas estarán cargadas de
los más diversos significados, extraídos de la cultura precedente. Así, una
figura, mayoritariamente femenina, alada, en un contexto no religioso de ningún
modo podrá ser un ángel, sino una alegoría o personificación, caracterizada por
la acción que lleve a cabo o por los objetos y personas de los que esté rodeado.
Fue un recurso muy utilizado durante el Barroco, pero presente a lo largo
de toda la historia. Es una bella forma y excusa para el arte. Las alas en
ocasiones serán un recurso de puro valor estético, mas siempre guardarán una
significación profunda – asociada a su inmaterialidad, a su movimiento… y en
ocasiones a su carácter divino – si esta es moralizante o considerada una
verdad universal, por así decirlo, que continúa, sin quererlo, la tradición,
modelos y valores que una vez tuvieron sus alas.
Bibliografía:
Bulley, Margaret. Historia del arte antiguo y medieval. Tradcción de
Diana Gibson. Edimat. Madrid 1999
Eliade, Mircea. Tratado de Historia de las religiones. Morfología y
dialéctica de lo sagrado. Traducción de A. Medinaveitia. Ediciones Cristiandad.
Madrid. 2000
Fatás, Guillermo y Borrás, Gonzalo M. Diccionario de términos de arte y
elementos de arqueología, heráldica y numismática. Biblioteca de consulta.
Alianza Editorial. Madrid 2005.
Hall, James. Diccionario de temas y símbolos artísticos. Traducción de
Jesús Fdz. Zulaica. Alianza Editorial. Madrid 2003.
Rodríguez Santidrián, Pedro. Diccionario de las religiones. Biblioteca de
consulta. Alianza Editorial. Madrid 2004.
Teravent, Guy de. Atributos y símbolos en el arte profano: diccionario de
un lenguaje perdido. Tarducción y notas de José M. Sousa. Ediciones del Serbal.
Barcelona 2002.
Recursos online iconográficos:
[1] No entraremos en temas de aves
no voladoras, hablamos de la idea de volar asociada a las alas.
[2] La mayoría de los grandes dioses
celestes tienen un ave como símbolo de poder. El águila lo es para Zeus y Visnú
(Garuda).
[3] Cuervos, urracas, buitres…
animales siempre en relación con la muerte o los malos espíritus.
[4] Y marina. Aunque el mito más
conocido habla de un castigo por el cual cambió su aspecto, su origen
mitológico primero es el monstruo marino hija de otros dos, Forcis y Ceto.
Hesíodo, Theogonia 240-336.
[5] Zetes y Calais.
[6] O Lamassu.
[7] Como el carro de Medea,
descendiente del Sol, del que tiran serpientes aladas: pueden viajar por el
cielo, pero en su iconografía no se muestran alas. No en vano Medea es también
un personaje oriental.
[8] Pese a que en la Biblia se habla del dragón, la serpiente antigua, en referencia a Satanás, la
representación más común es la del dragón acostumbrado.
[9] Pese a que muchas culturas
relacionan el Otro Mundo con el Cielo, en otras ocasiones a las alas sólo les
queda el valor divino y no la funcionalidad.
[10] Simbolismo evidente.
[11] Que podrían ser las más
correspondientes a nuestras ideas actuales de “alma”.
[12] Aves como la cigüeña, de
carácter migratorio, suscitando el simbolismo..
[13] Alegoría popularizada en el mito
incluido en la novela Metamorfosis o El asno de Oro, de Apuleyo.
[14] La propia imagen del Espíritu
Santo adquiere esta forma.
[15] En principio sólo en la
representación de Satanás, que adopta también, como se vio antes, la forma de
Dragón o cuerpos deformados, semihumanos, etc., y luego como característica de
todos los diablos. La idea de Satanás como un ángel bello se establece mucho
después.
[16] Gr, ἄγγελος
[17] El libro de Tobías.
[18] Aunque tampoco novedosa: genios
protectores mesopotámicos, espíritus personales, lares familiares…
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