Schopenhauer y el budismo 1ª Parte
Por Alejandro Tenorio Tenorio, doctorando de la Universidad Complutense de
Madrid.
Correo electrónico: alejante@ucm.es
Arthur Schopenhauer |
Además de una filosofía de vida o una vía de evolución espiritual, el
budismo es un sistema filosófico (ca. 2500 a. C.), fundado por el
celebérrimo Śākya, Siddharta Gautama Buda[1], que nació en la
India en fecha no totalmente conocida, en un pueblo llamado Lumbini (actual Rummindei),
situado en lo que hoy se conoce como la región deTerai (Nepal), en
el antiguo reino independiente de Sakya (en sáncrito Śākya),
en las faldas de los Himalayas cuya capital era Kapilavastu;
su clan dominante es de habla Indo-ariana, denominado en los textos
budistas como un clan Kshatriya. Según la
tradición, su madre, Maya, lo parió de camino a Kapilavastu;
murió siete días después de alumbrar al niño.
Su padre fue Sudodhana, rey del clan familiar lo que le
posibilitó a Gautama Buda vivir rodeado de lujos, quien se
casaría con la bella Gopa Yasodhara, y de aquella unión nació su
hijo Rahula. A los 29 años, Siddhartarenuncia al mundo
y se convierte en asceta; sigue duras penitencias y practica incesantemente la
meditación hasta alcanzar la iluminación (a los 35 años). El
resto de su vida predica y propaga la Enseñanza; cuando muere a los
80 años, cuenta con decenas de miles de seguidores.
Esa búsqueda hacia dentro de la persona propia del budismo oriental, acaba
por transformar al hombre para cambiar el mundo. Desde tiempos de Schopenhauer,
el sistema despierta gran interés entre los occidentales, atribuido hoy ese
acercamiento en parte a los males de “nuestros tiempos”, entre los que destacan
la mercantilización de la vida humana y la decadencia de los referentes éticos.
El budismo lo practican entre 500 y 700 millones de personas repartidas en
numerosas escuelas.
El Camino de Buda o dharma propone liberarse del sufrimiento
a través de una rigurosa autodisciplina, de la meditación y el conocimiento de
la realidad. Esta vía de liberación individual concibe un ser humano que se
transforma por sus actos y es libre y responsable de sus elecciones. Más que de
muchos budismos hay pensar en budismos multiformes, heteróclitos y variopintos
que conservan un núcleo esencial común y originario.
El budismo indio genera distintas corrientes o escuelas que se expanden
fuera de la India; así hemos de citar: a)Therevada (Sri Lanka hacia
el siglo III a. C.); b)Mahayana (Vietnam, Corea y Japón, s. I d. de
C.), y c)Vajrayana (Indochina y Tibet, en el siglo VIII d. C.).
Frente al vitalismo del occidente cultural, el budismo de Oriente
Estatua de Buda. |
Lo que subyace a esa voluntad de poder del occidente cultural hasta
desembocar en nuestro mundo totalmente tecnificado e informatizado es
su orientación vitalista como deseo humano de querer vivir y disfrutar de la
existencia con el fin de obtener el máximo placer y felicidad de la vida y
realizar hasta el límite las potencialidades del ego.Frente a este vitalismo
que busca la felicidad a cualquier precio, el budismo y, con la influencia de
éste, también la filosofía de Schopenhauer, le da la vuelta a ese deseo humano
de querer vivir al considerar que dejarse arrastrar por él es una actitud de
ignorantes.
El budismo precisa esa actitud occidental en su concepción de Karma, ley
implacable que regula el tiempo y el ciclo de las reencarnaciones. De
nuestras acciones y sus consecuencias o efectos, esto es, delKarma
individual o motor de nuestros actos y de todo aquello que nos apega a
la vida, raramente controlable y previsible, dependerá el número de reencarnaciones y
también su cualidad o la naturaleza de éstas.
De las distintas imágenes del Tiempo al Samsara búdico:
La imagen del
tiempo es variante en el helenismo, el cristianismo y el gnosticismo; en este
último, por una necesidad de salvación inmediata, quebrará la servidumbre y la
repetición del tiempo cíclico del helenismo, lo mismo que la continuidad del
tiempo unilateral del cristianismo; hará saltar en pedazos al uno y al otro.Son
tres concepciones opuestas, en las que el tiempo puede figurarse,
respectivamente, en la primera por un círculo; en la segunda por una línea
recta y en la tercera por una línea quebrada[2].
La concepción
del Tiempo en los griegos
El helenismo
concibe el tiempo como cíclico o circular, volviéndose sobre sí mismo, por
efectos astronómicos que presiden y regulan necesariamente su curso. Para los
griegos, en efecto, el despliegue del tiempo es cíclico y no rectilíneo.
Dominado por el ideal de inteligibilidad que asimila al Ser auténtico y
pleno a lo que es en sí y permanece idéntico a sí, a lo
eterno e inmutable, el griego tiene al movimiento y al devenir como grados
inferiores de la realidad en los que la identidad ya no se percibe en forma de
permanencia y de perpetuidad, sino de recurrencia.
El movimiento
circular asegura el mantenimiento de las mismas cosas repetidas, restableciendo
continuamente su retorno. Concebido así el tiempo, en el grado supremo de la
jerarquía, es lo más próximo a lo divino, pues el Ser esinmovilidad
absoluta. Según la célebre definición platónica, el tiempo, que determina y
mide la revolución de las esferas celestes, es la imagen móvil de la
inmovilidad eterna que imita desplegándose en círculo. Por tanto, el
devenir cósmico entero se desarrolla en círculo donde la misma realidad se
hace, se deshace y se rehace, según una ley inmutable. No solo se conserva la
misma suma de Ser sin que nada se pierda ni se cree, sino que
en el interior de cada uno de estos ciclos de duración se reproducirán las
mismas situaciones que se habían producido ya en los ciclos anteriores y que
habrán de reproducirse en los subsiguientes, hasta el infinito, como llegan a
admitir algunos pensadores de la Antigüedad tardía –pitagóricos, estoicos,
platónicos-.
Ningún
acontecimiento es único, ni se representa una sola vez (por ejemplo, la condena
y muerte de Sócrates), sino que se ha representado, se representa y volverá a
representarse perpetuamente; los mismos individuos han aparecido, aparecen y
reaparecen a cada retorno del círculo sobre sí mismo. La duración cósmica es
repetición y ankyklósis, eterno retorno.
De esta
concepción del tiempo se derivan graves consecuencias. En un círculo, no hay
ningún punto que sea principio, medio ni fin, en un sentido absoluto, o bien lo
son indiferentemente todos. No puede haber, pues, un comienzo ni un fin del
mundo; el mundo, moviéndose desde siempre en una serie infinita de círculos, es
eterno; resulta inconcebible cualquier idea de Creación y Consumación
del Universo.
Como indica
Aristóteles, en el punto de rotación del círculo en que nos encontramos, nos
podemos considerar posteriores a la Guerra de Troya; pero cuando el
círculo prosigue su rotación, volverá a traer, después de nosotros, la
misma Guerra de Troya y, en este sentido, se puede decir que
nosotros somos anteriores a la Guerra de Troya. No hay, pues,
anterioridad ni posterioridad cronológicas absolutas. Y puesto que todo se
conserva y repite idénticamente, queda excluido que pueda surgir en el curso de
la Historia algo que sea radicalmente nuevo.
Se trata de una
concepción esencialmente cosmológica que incapacita a los griegos para
construir una auténtica filosofía de la Historia porque lo singular, lo
contingente, lo sensible no le interesa; solo retiene de la realidad sensible
los aspectos generales o reproducibles. Los griegos no disponen de un eje
central de referencia con respecto al cual se pueda definir absolutamente y
ordenar un pasado y un futuro histórico: Para los griegos, los elementos se
repiten bajo la forma de un círculo, en el que todos los puntos son
indiferentes: comienzo, medio, fin; no hay del uno al otro ni anterioridad ni
posterioridad absoluta. Su perpetuidad, la repetición cíclica son, bajo forma
móvil, las imágenes del orden inmutable y perfecto del universo eterno y
eternamente regulado por leyes fijas. El Kosmos (=Mundo y
Orden) es divino, o el reflejo de lo divino. Los astros, dotados de un alma
superior a la nuestra, son divinos también, si es que no son los dioses mismos.
Esta es la forma que adapta la religión griega desde la vejez de Platón y que
se conserva hasta el final del paganismo: la de una “religión cósmica”.
Este orden
inflexible y de duración repetitiva, sin comienzo, ni fin, ni propósito, hace
que nazca, tras la admiración primera, un sentimiento de angustia y
servidumbre; este mundo acaba siendo monótono y aplastante. Las cosas son
siempre las mismas; nuestra vida no es única. La Historia gira sobre sí misma;
hemos venido muchas veces ya a la existencia y volveremos aún, indefinidamente,
en el curso de los ciclos perpetuos de reencarnación, de “trasvases”, de mentensômatesis o
de metempsicosis.
Los astros, con
sus posiciones y desplazamientos, pesan demasiado gravemente sobre el destino
de los hombres. El orden astronómico, cuyo rigor endurecen los matemáticos y
los astrónomos, se vuelve rigurosamentedeterminismo y predestinación,
Fatalidad, Fatum. Un fatalismo desesperado se dejó sentir al atardecer
de la época grecorromana. Muchos trataron de escapar a esta esclavitud del
Destino inscrita en los astros. Pero al ser inmutables y eternos el orden y las
leyes del Kosmos, lo mejor era someterse a ellos, resignarse como
les ocurre a los personajes de las tragedias griegas. Sublevarse contra el
Destino de la marcha del Mundo y negar la primacía y la divinidad del
firmamento visible y de los astros, era impensable. Ese desmontaje será lo que
les toque hacer a los gnósticos, como luego veremos.
La concepción
del Tiempo en el Cristianismo
Para el
cristianismo, por el contrario, el tiempo, ligado a la Creación del
Mundo y a la acción de Dios, se despliega unilateralmente en un solo
sentido en dirección a un fin igualmente único, el Juicio Final.
Según el cristianismo, el Mundo ha sido creado en el tiempo y habrá de acabar
en el tiempo (α y ω, principio y fin). El relato del Génesis y
las previsiones escatológicas delApocalipsis, La Creación y el
Juicio final, constituyen los dos polos por los que atraviesa un tiempo
intermedio que se extiende del uno al otro de esos dos acontecimientos, únicos
e irrepetibles. El tiempo cristiano no es ni eterno ni infinito en su duración.
Dios se manifiesta en el tiempo. Con la Encarnación de Jesucristo,
una línea recta traza la marcha de la Humanidad desde la Caída inicial
hasta la Redenciónfinal. Y el sentido de la Historia es único,
porque laEncarnación es un hecho único, como Cristo murió
por nuestros pecados una sola vez, una vez por todas. Son acontecimiento
que no se volverán a repetir.
El Nacimiento
de Cristo es el eje de referencia que divide la Historia en dos
períodos y los une entre sí: un periodo antecedente (Creación y Caída de
Adán y Eva, con la expulsión del Paraíso), que converge hacia la Parusía o
llegada triunfal de Cristo Glorioso al Final de los
tiempos. Es una concepción cristiana de la Historia de un tiempo
rectilíneo en el que nada se ve dos veces, cuyo eje de referencia es la Cruz,
en relación al cual existe una anterioridad y una posterioridad,
un pasado y un futuro finitos y limitados. Esta concepción del tiempo se opone
de manera radical a la teoría helénica del tiempo circular.
La concepción
del Tiempo en la Gnosis y el Gnosticismo
La tercera concepción del tiempo se abre paso en los
primeros siglos de nuestra era. Históricamente, se llamó Gnosis y el
Gnosticismo a un movimiento “heterodoxo”, posterior e interior al
cristianismo y al helenismo, en auge sobre todo en el s. II a. C.[3], cuyo origen hay que
buscarlo en las imágenes y en los mitos del Oriente Antiguo: Egipto, Babilonia,
Persia, India e incluso China. El gnosticismo es un fenómeno general de la Historia
de las Religiones que sobrepasa con mucho el cristianismo antiguo, y que
es en sus orígenes, exterior y anterior al cristianismo.
Apoyándose en
revelaciones o tradiciones secretas que procedían de Cristo y de sus Apóstoles,
estos heresiarcas y sus seguidores pretendían dar del cristianismo y de la
totalidad del universo invisible y visible una interpretación trascendente y
exhaustiva, solo accesible para iniciados, llamados también “sabios,
conocedores o espirituales”, muy superiores al resto de los mortales.
Admitido que
el gnosticismo eran interpretaciones subjetivas del antiguo
cristianismo y un fenómeno específicamente cristiano, la crítica ha descubierto
sistemas gnósticos distintos. Actualmente se hace de la Gnosis una
nación generalizada, de la que la gnosis cristiana solo
representa un caso particular. Así, el maniqueísmo (s. III d.
C), que nació en parte bajo las teorías de Marción y de Bardesanes, es una
gnosis esencialmente babilónica, con miras ecuménicas y que sobrepasa con mucho
la gnosis cristiana por más que la Iglesia Occidental la
calificara de herética.
También se ha
hablado de la existencia de gnosticismos puramente paganos:
el hermetismo[4], entre otros, o
aquella teosofía de los Oráculos Caldeos que, a partir de
Jámbico[i], ejerció una gran
influencia sobre el neoplatonismo posterior. Apareció también el mandeísmo[5], vieja religión
baptista, viva aún en Irán e Irak. Además están las gnosis judías, la Kabala,
las gnosis musulmanas o los sistemas alquimistas, ocultistas o
“Iluminados” que se multiplicaron en Occidente, desde el final de la Antigüedad
hasta la época moderna.
Los trabajos de
los comparativistas aportan dos conclusiones muy importantes: a) ciertos
sistemas gnósticos denunciados por herejías solo aparecen cristianizados
superficialmente; su fondo primitivo es absolutamente pagano; b) todas las
gnosis de los ss. III al VII d. C. poseen un fondo común de figuras y temas
míticos que hay que rastrear en las civilizaciones del Oriente Antiguo: Egipto,
Babilonia, Persia, India o China.
La Gnosis (del
griego gnosis=conocimiento), es un conocimiento absoluto que salva
por sí mismo, o que el gnosticismo es la teoría de la obtención de la salvación
por el Conocimiento. Según PUECH, Henry-Chales[6], considera las gnosis
paganas, bien como gnosis puramente orientales, bien como el resultado de un
sincretismo greco-Oriental. Así las concepciones gnósticas del tiempo o bien se
ciñen a la de las religiones de Oriente y, por tanto, esas concepciones del
tiempo se hacen míticas, o bien se adhieren a la racionalidad helénica o a la
historicidad del cristianismo.
Sin embargo,
y a priori, se puede afirmar que el gnosticismo,
cualquiera que fuera el medio espiritual que penetrara, no pudo asimilar
enteramente sus postulados ni los del helenismo ni los del cristianismo, ya que
se manifiesta radicalmente autónomo e incluso, en ocasiones, subvierte las
posiciones del helenismo y el cristianismo
El gnosticismo es
típicamente una religión de Salvación que responde a una
necesidad concreta y profunda, a una experiencia de vida vivida, a una reacción
del hombre frente a su condición. Esta necesidad nace en el gnóstico, según los
heresiólogos, cuando el hombre se ve asediado por un sentimiento obsesivo del
mal. No deja de preguntarse de dónde procede el mal y el porqué de su
existencia. Es más que verosímil que el enigma de la presencia escandalosa del
mal en el mundo, el sentimiento insoportable de cuanto la condición humana
tiene de precario, de malo o de ignominioso, las dificultades que surgen al
querer atribuir un significación del mal, adjudicándosela a Dios… son
pensamientos que sin duda motivan el origen de la experiencia religiosa que ha
dado lugar a la concepción gnóstica de la Salvación.
El gnóstico se
siente aquí abajo aplastado por el peso del Destino, sometido a los límites y a
la servidumbre del tiempo, del cuerpo, de la materia, sujeto a sus tentaciones
y a su degradación. Ese sentimiento de esclavitud y de inferioridad solo lo
puede explicar por una caída: el hombre tuvo que ser en sí algo distinto de lo
que es ahora en este bajo mundo, que le parece una prisión y un exilio y
respecto del cual –como el Dios Trascendente en quien proyecta su nostalgia de
un más allá- es y se siente extranjero.
El tiempo
también es una mancha: nos hallamos sumergidos en él y participamos de él
mediante el cuerpo que, como toda cosa material, es la obra abyecta del Demiurgo inferior
o del Príncipe del mal; en el tiempo y por el tiempo, nuestro
verdadero yo espiritual o luminoso por esencia, se halla condenado a la carne y
a sus pasiones o a las tinieblas de la Materia.
Nuestra
condición temporal es por ello una alianza monstruosa de espíritu y materia, de
luz y de oscuridad, de lo divino y de lo diabólico, una mezcla en la que el
alma del hombre corre el riesgo de verse infectada y que es para ella ocasión
de sufrimiento y pecado. Es nuestro nacimiento el que nos introduce en esa
cautividad envilecedora dentro del cuerpo y el tiempo, y es nuestra existencia
terrena la que nos mantiene dentro de esta cautividad.
Esta dolorosa
aventura, por el instinto de generación, suscitado por el Creador o la Materia,
impulsa a la Humanidad carnal a crecer y a multiplicarse: venidos al mundo, los
hombres introducimos en el Mundo nuevos cautivos, de los que
seguirán naciendo indefinidamente otros cautivos.
En general, los
gnósticos están de acuerdo en profesar que estamos condenados a renacer,
a pasar de prisión en prisión en el transcurso de un largo ciclo dereencarnaciones,
de “trasvasamientos”, asimilado y asumido por algunos textos maniqueos al Samsara
búdico, es decir, a la reencarnación, en las tradiciones de la
India como el hinduismo o el budismo; es lametempsicosis de
los gnósticos.
De las Cuatro
Nobles Verdades
Según el
escritor y orientalista Ramiro Calle[7], Buddhaenseñó
cuatro verdades esenciales una vez que las alcanzó en el momento de su Iluminación hace
más de 2500 años y que aparecen en numerosos textos del Canon Pali[ii]:
a) La noble
verdad del sufrimiento o frustración: este viene provocado por el
nacimiento, la decadencia, la muerte, el contacto con lo que desagrada, la
separación de lo que se ama y el no lograr lo que se desea. Todo surge y desaparece. El sufrimiento se
origina cuando nos resistimos al flujo de la vida y tratamos de aferrarnos a
las formas fijas.
b) La noble
verdad del origen del sufrimiento. Defiende que el sufrimiento viene
causado por la ignorancia y el apego (trishna, ‘aferrarse o agarrarse’). El tratar de
aferrarse a cosas que son transitorias es debido a nuestra ignorancia sobre la
realidad. Creemos que nos apoyamos en valores estables y en el fondo se trata
de ideas materiales y vanalidades que en nada nos ayudan a evolucionar en
nuestro camino espiritual.
c) La noble
verdad de la cesación del sufrimiento. Se produce cuando el hombre es capaz
de disipar su ignorancia y superar el apego. Nos asegura que el
sufrimiento y la frustración se puede detener y que es posible trascender el
círculo vicioso, liberarse de las ataduras de karma y lograr
un estado de total liberación llamado nirvana. En este estado, las
falsas nociones de un Yo separado han desaparecido para
siempre y la unidad de toda vida se hace una sensación constante.
d) La noble
verdad del sendero que hay que seguir para superar el sufrimiento. Este
cesa cuando el hombre se aleja por igual del extremo de la penitencia como del
de la excesiva autoindulgencia o autocomplacencia; para ello hay que alcanzar
la vía del Nirvana y liberarse.
Continuará en el próximo artículo…
[1]. Buda significa `iluminado´ y
con ese término se distingue a todo el que ha obtenido el nirvana o iluminación definitiva.
[2]. PUECH,
Henry-Chales(1982) En torno a la Gnosis I. La Gnosis y el tiempo y
otros ensayos. Versión castellana de Francisco Pérez Gutiérrez. Título
original: En quête de la Gnose. I. La Gnose et le temps. Madrid,
Taurus Ediciones, Ensayistas, págs. 267 y ss.
[3]. Sus representantes fueron Basílides, Valentín,
Marción…, sucesores de Simón el Mago y Satornil de Antioquía y que sobrevivió
hasta el siglo VII entre grupos múltiples y diversos: ophitas, “gnósticos”
propiamente dichos, arcónticos, basilidianos, valentianianos…
[4]. Hermetismo (
<Hermes Trimegisto, nombre griego del dios egipcio Tot,
al que la tradición griega acabó atribuyendo conocimientos esotéricos sobre
magia, alquimia y astrología). m. Cualidad de hermético (ǁ impenetrable,
cerrado).
[5]. mandeísmo (<
arameo mandaya, gnóstico, der. de manda‘, conocimiento
[místico]). m. Conjunto de doctrinas gnósticas que subsiste en la actualidad en
la Mesopotamia inferior.
[i]. Jámblico (c. 240-c.
325), filósofo sirio, uno de los principales exponentes del neoplatonismo.
Nacido en Calcis (Siria), partió hacia Roma para ser alumno del filósofo
Porfirio. Allí conoció también las doctrinas del filósofo neoplatónico Plotino.
Tras regresar a Siria fundó su propia escuela, que intentaba conciliar, en un
sistema único y coherente, las ideas de Platón con las del filósofo y
matemático griego Pitágoras y con algunos elementos místicos e incluso mágicos
de la religión oriental.
Jámblico consiguió transformar el
neoplatonismo intelectual y espiritual de Plotino en una versión, incluso más
intrincada que la filosofía religiosa pagana, que incorporaba mitos, ritos y
expresiones mágicas. Se conservan pocos escritos suyos; entre ellos sobresalen
ciertos comentarios sobre Pitágoras y Platón.
“Jámblico." Microsoft® Encarta® 2006 [DVD]. Microsoft
Corporation, 2005.
[ii]. Hay dos discursos que
debemos destacar: a) El Discurso de la Puesta en Movimiento de la Rueda
de la Doctrina (Dhammacakkappavattana Sutta) y b) El
Gran Discurso de los Cuatro fundamentos de la Atención(Maha-Satipatthana
Sutta). El primer discurso, impartido dos meses después de la Iluminación,
es particularmente relevante debido a que representa la primera exposición de
la doctrina de Buddha. En este discurso Buddha expone al grupo de cinco
discípulos estas cuatro verdades y declara haberlas descubierto por sí mismo.El
Gran Discurso de los Cuatro Fundamentos de la Atención es la más
importante fuente canónica acerca de la práctica de meditación. Aquí Buddha
explica en detalle cada una de estas verdades desde la perspectiva de la
meditación budista.
BIBLIOGRAFÍA
(2010) Filosofía Hoy. Cuestionar, descubrir, vivir tu mundo.
Filosofías orientales: Hinduísmo, Budismo y Taoísmo. Núm. 3, Madrid, GLOBUS Comunicación.
(2010) “Budismo” en Filosofía Hoy, núm.
3, Madrid, GLOBUS Comunicación, págs. 21-22.MANZANERO, Juan (1988), El
placer de meditar, Novelda (Alicante), Ediciones Dharma.
PUECH, Henry-Chales(1982) En torno
a la Gnosis I. La Gnosis y el tiempo y otros ensayos. Versión castellana de
Francisco Pérez Gutiérrez. Título original: En quête de la Gnose. I. La
Gnose et le temps. Madrid, Taurus Ediciones, Ensayistas, págs. 267 y ss.
SÁNCHEZ MECA, Diego (2004), El Nihilismo. Perspectivas sobre la
historia espiritual de Europa, Madrid, Editorial Síntesis, págs. 291-307.
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1. Traducción, introducción y notas de Roberto R. Aramayo. Madrid,
Alianza Editorial, El libro de bolsillo.
SCHOPENHAUER, A. (2010), El mundo como voluntad y representación,
2. Complementos. Traducción, y notas de Roberto R. Aramayo. Madrid,
Alianza Editorial, El libro de bolsillo.
SCHOPENHAUER, A. (2012), Aforismos sobre el arte de vivir. Edición
de Franco Volpi, Madrid, Alianza Editorial, El libro de bolsillo.
SCHOPENHAUER, A. (2010), El arte de envejecer. Edición,
introducción y notas de Franco Volpi, Madrid, Alianza Editorial, El libro de
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SCHOPENHAUER, A. (2009), El arte de conocerse a sí mismo.
Edición, introducción y notas de Franco Volpi, Madrid, Alianza Editorial, El
libro de bolsillo.
SCHOPENHAUER, A. (2011), El arte de tratar con las mujeres.
Edición de Franco Volpi, Madrid, Alianza Editorial, El libro de bolsillo.
SCHOPENHAUER, A. (2008), El arte de hacerse respetar. Expuesto en
14 máximas o bien Tratado del honor. Edición, introducción y notas de
Franco Volpi, Madrid, Alianza Editorial, El libro de bolsillo.
SCHOPENHAUER, A. (2012), Sobre la libertad de la voluntad.
Edición de Ángel Gabilondo. Alianza Editorial, Filosofía, El libro de bolsillo.
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