Martín Lutero
Benjamín García García
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Martín Lutero |
Martín Lutero fue el segundo hijo del
matrimonio entre Hans Luder y Margarita Ziegler. Nació el 10 de noviembre de
1483 en la localidad alemana de Eisleben[1]. El
pequeño niño recibió el agua del bautismo a la mañana siguiente de haber nacido
y el párroco le impuso el nombre del santo correspondiente con el día (San
Martín de Tours)[2].
Su padre se preocupó de que su hijo hiciese carrera, y será en Magdeburgo y
Eisenach donde estudie gramática o latinidad tras su paso por Mansdeld. En 1501
inició los estudios universitarios en la Facultad de Artes de la universidad de
Erfurt donde se encontró con brotes humanistas y con la filosofía nominalista.
Una vez logrado el título de maestro en Artes (1505), se matriculó en Leyes,
como quería su padre. Sin embargo, apenas matriculado, ingresó en el convento
de los agustinos de Erfurt (17 de julio de 1505)[3].
Fue ordenado sacerdote en 1507 después
de una preparación cuidadosa. Al mes, 2 de mayo, celebró su primera misa solemne.
Conforme a la costumbre de los frailes, siguió estudiando al mismo tiempo que
enseñaba para obtener los grados. A sus 28 años, Fray Martín tuvo que acudir a
Roma por asuntos administrativos relacionados con su orden religiosa. Se
mostraba pletórico de fuerzas e ilusionado por ir a la Ciudad Eterna[4].
Estando allí tuvo tiempo de enterarse de muchas curiosidades históricas,
legendarias y piadosas de la ciudad, de los monumentos y las indulgencias. Como
fiel devoto celebró varias misas, veneró a los mártires y llegó a subir de
rodillas las veintiocho gradas que forman la Scala sancta. Sobre la curia oyó hablar de escándalo y relajación
eclesiásticas. Es por ello que de Roma recibió Lutero una impresión de ser una
ciudad muerta.
Instalado definitivamente en Wittemberg
a partir del verano de 1511, al año siguiente se doctoró en teología y empezó
su enseñanza como profesor de Biblia. El estilo de prepararse y enseñar de
Martín no era el frío y abstracto característicos de la escolástica, sino el
cálido que tocaba cuestiones vitales y actuales. La carta a los Romanos le
dieron la respuesta a sus inquietudes: “El
justo vivirá por la fe” (Rm 1,17). A través de su reflexión sobre el
escrito de Pablo descubrió el don de la gracia, de la gratuidad absoluta de la
misericordia con que Dios redime al pecador en Cristo. Fue aquí donde fraguó el
núcleo de su doctrina: la salvación por la “sola gracia” y el nulo valor
salvífico de las obras. La mediación de la Iglesia, que administra los
sacramentos y las indulgencias, resultaba entonces ineficaz[5].
Lutero no pretendía inicialmente ir más
allá de la renovación de la teología, con una hostilidad declarada a las
escuelas que no era más virulenta que la descargada por humanistas como Erasmo
de Rotterdam (1466-1536). Sin embargo, las posiciones rígidas de Lutero y de
Roma, así como la implicación de los poderes políticos y la fuerza expansiva de
la recientemente inventada imprenta condujeron hacia una confrontación que
desencadenaría la ruptura de la cristiandad occidental.
En abril de 1517 llegó la noticia de que
el dominico Juan Tetzel (1465-1519) predicaba una nueva indulgencia plenaria
concedida por el papa León X (1475-1521) a favor de la Basílica de San Pedro en
Roma[6].
Más que censurar los abusos e imprudencias que se cometían en la predicción de
las indulgencias, Lutero levantará su voz contra el poder papal de conceder
indulgencias. Su parecer lo expresará primero a través de la predicación y
luego lo hará formulando varias tesis, 95 en total, pero sin ánimo de divulgarlas
en un principio. Así pues, las tesis sobre las indulgencias las anunció Lutero
a unos pocos amigos doctos y escribió al arzobispo Alberto de Maguncia y
Magdeburgo (1490-1545) una carta de protesta por las falsas ideas que llegan al
pueblo a través de la predicación de Tetzel, adjuntándole una copia manuscrita
de las famosas 95 tesis. La tradición popular atribuye al 31 de octubre de 1517
el día que Lutero fijaría en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg
las 95 tesis sobre las indulgencias. Tras analizarlas detenidamente Alberto de
Maguncia escribió a la Curia de Roma el 13 de noviembre del mismo año,
denunciando al teólogo de sospechoso de herejía[7].
Una vez conocidas en Roma las Resoluciones
de Lutero, se persuadió León X de que lo procedente era seguir lo establecido
para estos casos, es decir, abrir un proceso al sospechoso de herejía. Sin
embargo, la voluntad de Lutero era no abandonar la Iglesia, sino servirla como
doctor en Teología y docente universitario[8].
Más que los contenidos, fue el haber tocado los intereses económicos y
jurisdiccionales de Roma lo que, no tardando, convertiría estas invectivas en
herejía y al autor en hereje. Poco después el fraile agustino era citado para
comparecer en Roma, pero el príncipe elector de Sajonia, que tomaría el de
Lutero como caso de inmunidad personal en su territorio, consiguió que la
comparecencia tuviera lugar en Augsburgo, aprovechando la Dieta en la que el
cardenal Cayetano (1469-1534) estaba como nuncio para negociar ayudar a la
campaña contra el turco, que era lo que entonces de veras importaba[9].
La entrevista de octubre de 1518, a la que Lutero daría tanta importancia, fue
un fracaso rotundo. El cardenal dedujo que lo que Lutero preconizaba era una
iglesia nueva y no logró que el fraile agustino se retractara en ninguna de sus
posiciones dogmáticas.
Todo esto coincidía con la muerte del
emperador Maximiliano I (1519) y la elección imperial de Carlos V (1500-1558).
Mientras tanto, se habían multiplicado las simpatías hacia Lutero, que era
aclamado por el sentimiento germánico. Roma reaccionaría con la bula Exsurge Domine (15 junio de 1520)
condenando las doctrinas y los libros de Lutero sin condenar su persona pero
urgiéndole la conducción a Roma para retractarse. Era ya demasiado tarde y la
causa, originalmente teológica y disciplinar, se había convertido en
predominantemente política. Lutero fue interrogado en la Dieta de Worms el día
17 de abril de 1521. Se le había invitado no para defenderse sino únicamente
para reconocer los errores de sus escritos y para retractarse de sus contenidos
heterodoxos. Ante la pregunta sobre su retractación el fraile agustino
responderá:
A
menos que se me convenza por testimonio
de la Escritura o por razones evidentes, no quiero ni puedo retractarme en
nada, porque no es seguro ni honesto actuar contra la propia conciencia. Que
Dios me ayude. Amén[10].
Carlos V no llevó a las últimas
consecuencias la aplicación del edicto de proscripción de Worms. Los miramientos
con los que tuvo que andar siempre con los poderes territoriales, más
concretamente con el de Sajonia electoral, permitieron que su príncipe actuara
como si tal edicto no existiese. Lutero desde entonces era un proscrito en el
Imperio y, por lo mismo, estaba expuesto a la ejecución de las penas impuestas
a los excomulgados. La protección de su señor territorial le libraría de estos
peligros y permanecería en el castillo de Warburg desde mayo de 1521 hasta
marzo del año siguiente disfrazado como el caballero Jorge. Entre los objetivos
intelectuales de Martín Lutero figuraba la traducción de la Sagrada Escritura
al alemán, y será durante su estancia en el castillo cuando consiga la
traducción alemana del Nuevo Testamento[11].
La doctrina luterana influyó fuertemente
en la clase baja trabajadora dando lugar a la denominada Guerra de los
campesinos (1525). Pequeñas revueltas iniciales que desembocaron en guerra por
el impulso del líder anabaptista Thomas Müntzer (1488-1525). Lutero se mostrará
claramente contrario al movimiento a través de su obra Exhortación a la paz. Creía firmemente que los cristianos debían
obedecer siempre a sus gobernantes, incluso aunque sean injustos[12]. Percibiendo el alejamiento del pueblo,
éste le pagará con el suyo mediante su escrito Contra las rapaces y homicidas hordas de los campesinos en el que insta
a la nobleza a aplacar de forma contundente la ira de los rebeldes. Dos años
antes había ayudado a un grupo de nueve monjas a abandonar su convento. Entre
ellas se encontraba Katherine von Bora (1499-1552), con la que Lutero se
casaría en junio de 1525[13].
La Dieta de Spira de 1526 había decidido
dar por nula la imposición del Edicto de Worms de 1521 y la reforma de la
iglesia mediante la celebración de un concilio era cada vez más demandada. Los
ánimos de los católicos alemanes comenzaron a irritarse a raíz de las ventajas
y avances que habían obtenido por los reformadores en la Dieta de Spira de
1526. Carlos V convocó la próxima Dieta en Spira (1529) para tratar tres
cuestiones esenciales: las disensiones religiosas, la guerra contra el turco y
la paz interna del Imperio[14].
Buena parte de príncipes y ciudades
firmaron su oposición al retorno de Worms con la siguiente fórmula: “Protestamos[15]
ante Dios que no podemos aceptar lo decretado porque hacerlo sería contario a
Dios”. Ya había príncipes (como los de Hessen y Sajonia) entusiasmados por
la Reforma y dispuestos a organizar alianzas armadas, si ello fuere preciso,
para defender la causa evangélica[16].
Un proyecto, en principio teológico y espiritual de Lutero, que fue tomando una
dimensión política cada vez mayor. En la Dieta de Augsburgo de 1530 presentó
Melanchton (1497-1560)[17]
una propuesta de acuerdo religioso a través del documento conocido como la Confesión de Augsburgo, con la que el
propio Lutero no estaba muy conforme. El fracaso de los coloquios conducirá
inevitablemente a una sucesión de confrontaciones bélicas entre los bandos
protestante y católico.
La salud de Lutero había comenzado a
mermarse, particularmente entre los años 1527-1537[18].
Sin embargo, no cejó en su actividad docente y escritora, saliendo de su pluma
los últimos escritos que no hacían sino afianzar sus posiciones y sus rechazos.
En 1543 daba a luz su aireado libro Contra
los judíos y sus mentiras, y en 1545 se despedía con el furibundo panfleto Contra el Papado de Roma fundado por el
demonio[19].
Su muerte se produjo en la madrugada del
18 de febrero de 1546 cuando había vuelto a Eisleben, su lugar natal, para
mediar en un conflicto familiar. Instantes antes de morir dirigió una oración a
Dios con la confianza cierta de que le otorgaba la salvación. Según los médicos
que le asistieron, la causa de la muerte fue una angina de pecho aguda
complicada con arteriosclerosis[20].
Su cadáver fue aclamado y venerado en su trasladado a Wittemberg donde fue
enterrado en la iglesia del castillo.
Bibliografía
Egido, T. (2006). Lutero y el luteranismo. En Cortés
Peña, A. L. (Coord.), Historia del
cristianismo. III, el mundo moderno. Granada: Trotta.
Floristán, A. (2008). La ruptura
de la cristiandad occidental: las reformas religiosas. En Floristán, A.
(Coord.), Historia moderna universal. Barcelona: Ariel.
Lazcano, R. (2009). Biografía de
Martín Lutero: 1483-1546, Madrid: Editorial Agustiniana.
O’Neill,
J. (1991). Martín Lutero, Madrid:
Akal.
[1] A unos ciento diez kilómetros al
suroeste de Wittemberg, y a noventa y cinco al nordeste de Erfurt.
[2] Lazcano, R. (2009). Biografía de Martín Lutero: 1483-1546,
Madrid: Editorial Agustiniana. p. 35.
[3] O’Neill, J.
(1991). Martín Lutero, Madrid: Akal.
p. 9.
[5]
Floristán, A. (2008). La ruptura
de la cristiandad occidental: las reformas religiosas. En Floristán, A.
(Coord.), Historia moderna universal. Barcelona: Ariel. p. 86.
[8] Ibídem, p. 121.
[9]
Egido, T. (2006). Lutero y el
luteranismo. En Cortés Peña, A. L. (Coord.), Historia del cristianismo. III, el mundo moderno. Granada: Trotta.
p. 102.
[11] Lazcano, R. p. 219.
[12] O’Neill, J. p
43.
[13] Matrimonio del que nacerían
cinco hijos.
[14] Lazcano, R. p. 315.
[15] Mediante esta fórmula a los
evangélicos se los llamará protestantes en adelante.
[16] Egido, T. (2006). p. 132.
[17] El alumno más aventajado de
Lutero.
[18]
Lazcano, R. p. 386
[19] Egido, T. (2006). p. 134.
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