Por: Pietro Viktor Carracedo Ahumada, doctorando por la Universidad Complutense de Madrid.
El descubrimiento de las religiones mistéricas supuso un
antes y un después en la concepción de la religión griega antigua,
anteriormente entendida como un bien establecido panteón y creencias y rituales
acordes a este. Los misterios no solo cambiaron la perspectiva de los ritos
particulares, sino que dieron un vuelco al estudio de la cultura antigua y
permitieron descubrir, en testimonios clásicos, pervivencias de estos,
influencias y manifestaciones malinterpretadas.
Se denomina “misterios” a los cultos religiosos de la
antigüedad que de manera pseudosectaria guardaban unos conocimientos y ritos,
generalmente relacionados con la creencia en una vida después de la muerte y en
la salvación y protección del individuo en esta vida y en la siguiente. Queda
además bien definido en la explicación que dan algunos autores sobre ellos:
En este mundo el alma no tiene
conocimiento, salvo cuando llega al trance de la muerte. Entonces sufre una
experiencia como la de los que participan en las grandes iniciaciones. Por eso
se parecen tanto la palabra a la obra (teleutan “morir” y telesthai “iniciarse”
como una acción a la otra.[1]
Entre estos muchos misterios había prácticas y creencias que
no se aceptaban de común acuerdo entre las distintas sociedades griegas y cuya
praxis causaba, en ocasiones, problemas que atañían a actos sociales y
religiosos, en cuanto a la oficialidad y necesidad –do ut des- de la mentalidad antigua y el equilibrio entre el mundo
divino y el humano.
Resumiendo mucho, los principales
misterios bien conocidos en la
Antigüedad griega se encierran en dos grandes grupos, de los cuales en esta
primera parte solo veremos los rituales eleusinos y la interpretación que les
dio Ángelos Sikelianós.
-Eleusis: son los misterios por excelencia,
distribuidos por todo el Mediterráneo. Los testimonios van desde el Himno
homérico a Deméter ( 478 a.C.) a la
prohibición del culto por Teodosio (en 394 d.C.) que nos cuenta Alarico. Las
divinidades de este rito son Deméter y Perséfone, que no son más que una la
renovación de la otra, en base al mito de las diosas[2], y los
lugares en que estuvieron[3].
Eleusis es el lugar preferido por la diosa para la instauración de sus cultos.
Los misterios tenían además otros numerosos personajes que completaban su
simbología y mitos: Triptólemo, la diosa Atenea[4] o
Eubuleo y Dionisos, divinidades que a veces se confunden. Del ritual de Eleusis
se conocen algunos pasos, gracias a fuentes iconográficas y textuales, como la
reunión de los iniciados y de los que quieren iniciarse, el sacrificio de un
cerdito, ayunos, ingerir el ciceo[5]…
Realizaban el camino-procesión de veinte kilómetros que lleva desde a Atenas a
Eleusis, cruzando el puente Cefiso, donde recibiendo burlas superaban una
prueba de humildad. Estos cultos mistéricos eleusinos procuraban efectos
prácticos, materiales, (como la riqueza o milagros) y espirituales, al ofrecer
la felicidad en este mundo y en el siguiente, habida cuenta de la salvación del
alma mediante el rito.
Las enormes ampliaciones que tuvieron lugar en el templo,
hasta poder abarcar la ingente cantidad de individuos que querían participar en
los ritos, miles y miles, dejan clara constancia de la valoración e importancia
de los mismos, y a un tiempo del capital que debían mover.
Todo esto lo sabemos, pese al silencio de muchos, por las
insinuaciones de otros. Aunque guardasen los misterios y sus secretos con celo,
en ocasiones muestran comparaciones o describen sin describir lo que en el santuario acontecía. Un ejemplo de esto
pueden ser las constantes menciones a la “salvación” a través de la Diosa.
Además, contamos con textos pseudoexplícitos como, por ejemplo, Dión
Crisóstomo:
Si alguien llevara a un hombre,
griego o bárbaro, a un lugar oculto místico, destacado por su belleza y
amplitud, donde va a contemplar muchas visiones místicas y a oír muchos sonidos
místicos, donde la oscuridad y la luz van a aparecer en cambios repentinos y
van a ocurrir otros innumerables sucesos, donde incluso va a seguir la llamada
ceremonia de entronización…[6]
El poeta y para muchos místico Ángelos Sikelianós nació en
Léucade el 15 de marzo de 1884. Hacia 1900 acabó sus estudios. Fue el último
hijo de Ioanis Sikelianós, lleva el nombre de un hermano suyo que murió. De
padres muy cultos y preocupados por la enseñanza de su hijo, sin embargo, marchó
a Atenas para estudiar Derecho, pero no finalizó la carrera. Recopiló poemas
desde muy joven, participó en teatro, revistas, fascículos conmemorativos, en
ocasiones con obras de creación propia.
Casó en 1908 con Eva Palmer, americana que había sido invitada
en varias ocasiones a Grecia y París, donde se encontraba Sikelianós, por
Raymond Duncan, marido de Penélope Sikelianós, hermana de Ángelos. Esta
relación con Eva ayuda mucho a los proyectos de Sikelianós, tanto económica
como publicitariamente por las numerosas conferencias por ella impartidas.
Mantuvo constante relaciones con los intelectuales de la época, en especial,
claro, con gente griega. Surgió, quizás a raíz de su amistad con el poeta
Katzantzakis, la llamada Idea o Tentativa Délfica, la búsqueda del renacer de la cultura helénica antigua en
unión a la neohelénica. Una búsqueda de identidad y espiritualidad para el
griego[7].
Se celebraban festivales, con juegos y concursos de poesía, teatro, música,
conferencias y sencillas aunque multitudinarias reuniones para tratar de los
asuntos que pudieran parecer más insignificantes hasta los más profundos y/o
trascendentales. Acudían gentes de a pie y también grandes pensadores. Durante
tres años se estuvieron celebrando estos encuentros, más por la situación
política, que por el coste. Debido
a la unión de múltiples factores de todo
tipo, acabaron retrasándose y finalmente cancelándose. Cuando Eva marchó a
América para hablar de la Idea Délfica, la vieron tan “afectada” que la
impidieron regresar. Sikelianós, mucho tiempo después y con su permiso, casó
con Ana, pero las relaciones entre las mujeres fueron increíblemente
afectuosas.
Ángelos nunca dejó de visitar santuarios antiguos, paganos y
cristianos. Se interesó especialmente por los misterios y por la dimensión
personal de la religión y claramente lo plasmó tanto en sus poesías
individuales como en su teatro. Aunque la Idea Délfica fracasara[8],
la producción de Sikelianós continuó viva y conocida mediante otros muchos
eventos y publicaciones. Pero, en una época de grandes cambios como esta,
muchos de sus escritos son tergiversados e “inapropiados”, por lo que se
censuraban en parte, e incluso el propio Sikelianós recibió amenazas de muerte.
En 1950, un incidente cerebral lo mantendrá con toda su parte izquierda
paralizada durante casi el resto de su vida. A pesar de las constantes visitas
de sus amigos y compañeros, apenas sale y dicta sus escritos… finalmente, murió
en Kifisiá a las 8 de la tarde el 19 de Junio de 1951, a la edad de 67 años.
Fue uno de los más importantes poetas y dramaturgos griegos del S.XX.
El momento clave para el posterior desarrollo de su
pensamiento sin duda fue su viaje y estancia en el monte Athos. Al descender
ambos pasado el tiempo de retiro en el monte santo, del mismo modo que
Nikos Katzantzakis, guardaba una
profunda visión nihilista, Ángelos creía haber encontrado la razón de ser del
mundo, en un panteísmo universal en que la divinidad, la filosofía y la vida se
unían. Grecia, antigua y moderna, seguía siendo Grecia, pero en una nueva
percepción del tiempo, cíclica, renovadora, donde la cultura antigua pervivía
bajo formas oscuras desconocidas, y en las que los elementos presentados como
novedosos y modernos yacían ya aunque dormidos en los elementos de la
Antigüedad Clásica. Se cuidó de presentar todo esto en sus obras, cargadas de
un misticismo tan profundo que en algunas ocasiones es difícil saber
exactamente cuál es la intención del autor con tal o cual situación u objeto,
arcaico o moderno[9].
Además, en el propio lenguaje incluye étimos de la lengua griega antigua y
juega con los significados arcaicos y actuales, las etimologías, la fonética,
todo para demostrar que ha tenido lugar una “evolución” continua y perenne de
la Verdad que se expresa, y a la que
a menudo denominó Espíritu griego.
Quede claro a estas alturas que, en primer lugar, Ángelos
conocía de los misterios relativamente poco, es decir, que guardaba
interpretaciones confusas incluso fuera de su búsqueda de sincretismo. Vivía
sin duda con las ideas generalmente superadas en la actualidad de que las
iniciaciones y las religiones mistéricas ayudaron en gran parte a la expansión
del cristianismo, por sus elementos en común en cuanto a individuos que morían
y resucitaban, y que prometían resurrección o nueva vida a los que creyeran en ellos. Si a esto
añadimos su manera de interpretar el mundo, obtenemos una mezcla heterogénea:
las religiones antiguas con el cristianismo, y no solo eso, sino ambientada en
todo su universo literario en un misticismo de carácter bizantino, esto es,
enmarcado aún en la Antigüedad, con el recuerdo fresco de los elementos
paganos, al menos a sus ojos. No obstante, no sería el único defensor de la
relación que él más claramente establece, entre Dionisos y Jesús Cristo, en
especial cuando se ha creído que hubo algún tipo de secta gnóstica que unió en
un solo personaje a Cristo y a Orfeo/Dionisos[10].
Su producción
literaria es extensa, pero aquí se señalarán sólo los títulos en que se pueden
vislumbrar los misterios que Ángelos trataba de dar a conocer y fusionar con la
religiosidad moderna.
Vía sacra: Comienza con la imagen de una nave
a punto de naufragar[11]
para definir el estado de su alma, en un mar de dudas. Con descaro señala el
poeta el valor místico del camino que ha iniciado, el que va de Atenas a
Eleusis, como en la antigua procesión, reconociendo que, para él, siempre ha
sido un Camino del Alma. No solo es una asociación directa con el rito antiguo,
también una mención a que sus propios estudios y reflexiones que sobre el tema
le han conducido allí. Los carros que realizan el camino, con gente como
sombras, son para él las sombras del pasado, los peregrinos que realizaban este
ascenso conociendo su verdadero valor y significado, y que, como un recuerdo
vano, realizan ahora los comerciantes y los viajeros sin terminar de apreciar
su valor, desconociendo su sentido; sin embargo, parece designio de algo o
alguien más grande el hecho de que este camino continúe haciéndose, aún
inconscientemente… Se trata del “mismo camino de siglos” del que hace mención
posteriormente, en una concepción de tiempo sagrado circular, si se me permite
la expresión utilizada por Mircea Eliade.
No obstante, al hacer mención de la desaparición del hombre,
se presentan dos posibles interpretaciones: la primera, la fuerza de la
verdadera naturaleza, el mundo primero, lejos de la actividad humana, la
Creación. Hablando de la diosa Deméter, a la que a menudo se refiere en toda su
obra como Gran Madre o Madre Tierra, evidencia el poderío de esta. La segunda
opción es que hable del hombre dentro
de la naturaleza, sin distinción, entendiendo el individuo que forma parte del
mundo, y no que el mundo es[12]
para el hombre su entorno. Una vez ha mencionado a la diosa, ya no hay excusa
para no hacer referencias, claras o no, a la misma y sus ritos. La primera de
estas referencias es sentarse en la piedra del camino “reservada a mí por los
siglos”. De nuevo tenemos dos posibles interpretaciones: la piedra donde,
cuentan los mitos, se sentó Deméter a descansar tras la larga y poco fructífera
búsqueda de Perséfone, y la piedra como asiento de los Iniciados, entre los que
Sikelianós busca incluirse (y lugar donde, posteriormente, tendrá su
revelación)
Acudimos ahora al suceso que él interpreta como revelación
del valor sagrado del lugar: la contemplación de una danza llevaba a cabo por
dos osos, madre e hijo, a los que conduce cautivos un gitano. La Osa cumple el
papel principal. Pues en ella ve Sikelianós a la madre dolorida por el destino
de su prole, al sacrificio al que se somete por el bien de su cría. Ve asimismo
a la Madre Naturaleza, a la Gran Diosa ancestral, en su fuerza y protección.
Establece un paralelo evidente entre Deméter, Alcmena y la Virgen, como
prototipos religiosos de Madres. La danza que efectúa adquiere tintes de
ritual, y el dolor de la madre es para él un reflejo del “dolor del mundo”,
mundo como Tierra o como humanidad, según se prefiera mirar. Entre tanto, esta danza parece conducirle a
una especie de éxtasis, “fuera del tiempo”
donde lo importante no es lo que se está viendo, sino la interpretación,
oculta, que se le está dando. Habla de su corazón inundado –de nuevo el
paralelo con la nave que naufraga-, y del Tributo del Alma, el dolor como pago
por la existencia. Su propia alma, tras comprender esto, la proclama iniciada,
y aguarda el día en que las almas todas se solacen, es decir, que se igualen
dentro del Mundo-Naturaleza.
Sybila: Solo tiene lugar una breve mención,
sin embargo importante, ya que está referida a la superación del destino del
hombre, es decir, la muerte y la adquisición de una nueva vida. Hablan de la
superación de la naturaleza (mortal) común hacia lo superior que le ofrecen el
Cielo y la Madre Tierra.[13]
El ditirambo de la Rosa: El ditirambo de la Rosa, aunque más
relacionado con Orfeo, guarda también menciones y símbolos de los ritos
eleusinos. Al inicio de la obra, establece una comparación entre sus seguidores
y los huérfanos que se dedican con más ahínco a labrar la tierra, mejor dicho,
el mundo, en una idea de que la labranza es una unión de los hombres
civilizados y a un tiempo en busca de la unión entre todos ellos.
Posteriormente, en una suerte de descripción del camino de la vida y la muerte,
hace mención de la santa Deméter como el segundo peldaño en la escalada a la
cima “santa”, es decir, a la superación de la vida y la muerte. Hace referencia
del mismo modo a que, al igual que Hades iguala a todos los hombres en la
muerte, la Espiga Mística Eleusina los iguala también, pero en la Vida. Pues a
lo largo de la obra, la idea de pertenecer a la Tierra se funde con el objetivo
de vivir eternamente.
[1] Plutarco, fragmento de 178Sandbach. Se sabe que
Plutarco estaba iniciado en los misterios dionisíacos.
[2] Que se narra en el Himno homérico a Deméter: el rapto
de Perséfone por el dios del Submundo, la búsqueda que inicia su madre,
abandonando el cuidado de las cosechas, y la posterior devolución de la
muchacha, que trae la primavera. Como para encontrarla recibió ayuda de los
atenienses de Eleusis, a ellos les corresponde ocuparse de su culto.
[3] En Eleusis recibe la diosa ayuda, una roca en el
camino en la cual se sienta la diosa, cansada de hacer camino, o un pozo, el lugar
por donde la tierra se abrió y entró el carro de Hades…
[4] Al fin y al cabo, el culto se da en su ciudad.
[5] Bebida a base de agua, harina y poleo, que tomó la
diosa tras su ayuno en la búsqueda de su hija.
[6] Dión Crisóstomo, Discursos 12.33
[7] Sikelianós unía en su poesía, producto de su
pensamiento, el cristianismo bizantino y el pensamiento religiosos griego
antiguo, en el que la religión era parte del individuo en cuanto a su
pertenencia al pueblo.
[8] Hubo varios intentos, año tras año o en largos
intervalos, de comenzar de nuevo con los festivales Délficos por decenas de
puntos, pero ninguna de estas tentativas logró oponerse a la situación
verdadera.
[9] Dentro del elemento moderno cabe destacar la religión
cristiana, en la que Sikelianós ve continuación de las religiones místicas y
mistéricas griegas, como se comprobará más adelante.
[10]
Existe un sello-amuleto de hematita, del S.III.
con la inscripción ORPHEOS BAKKIKOS y la figura de un crucificado. (Hoy
conservado en Berlín)
[11] Es destacable que consciente o inconscientemente haga
mención a esto, porque los misterios de Samotracia tienen mucho que ver con la
protección marinera y los viajes por mar. Aunque menos conocidos, cabría la
posibilidad de que los hubiera confundido, o extrapolado.
[12] Pertenece.
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