miércoles, 6 de enero de 2016

Taoísmo y artes marciales



Por: Jorge Vizuete Vidal, graduado en Filosofía.

Correo electrónico: bono_springsteen@hotmail.com

Bruce Lee
Quizá pueda parecer un tópico recurrente cuando se habla de artes marciales el recurrir a la archifamosa sentencia de Bruce Lee que nos insta a comportarnos como el agua. En efecto, la conocida exhortación a ser agua es una de las frases más famosas del filósofo y artista marcial. Sin embargo, lo que no es tan conocido es el por qué de dicha aseveración. En las siguientes líneas trataré de desentrañar el misterio detrás del “sé agua, amigo”, remitiéndome a la concepción taoísta del mundo y cómo ésta afecta a la praxis humana, fijándome en las artes marciales para ello.

El taoísmo es una concepción del mundo muy particular, ya que no concibe el cosmos como creado por un ser externo a él, que crea ex nihilo el mundo y por tanto crea un mundo distinto de sí mismo. Para el taoísmo la raíz última del cosmos es un elemento que se conoce como Tao. Este Tao, a diferencia de la concepción occidental cristiana, no es una suerte de dios que crea el mundo mediante un acto de su voluntad, sino que es el principio natural del cual emana el resto del cosmos de un modo natural. Sin embargo, la actividad del Tao no acaba en ser un mero principio cosmológico a partir del cual surge el mundo, sino que está constantemente operativo en el mundo en forma de devenir constante. Por ello, el taoísmo no concibe el cosmos regido por esencias inmutables, como la tradición platónica y aristotélica las concibe, sino como eterno fluir del Tao. Esto evidentemente tiene una consecuencia directa en el modo en que el hombre orienta su acción en el mundo, ya que el hombre taoísta carece de unas coordenadas morales que puede hacer universales. El hombre taoísta no puede, por tanto, apelar a una norma que poder aplicar en todos los casos que se le presenten a lo largo de su vida.

La imposibilidad de conocer algo de un modo universal en el taoísmo no salva al hombre de tener un modo de actuar en el mundo. Para el taoísmo el devenir del mundo no es caótico, sino armónico, como el agua que naturalmente fluye sin salirse del cauce del río. El hombre taoísta debe dirigir su praxis de modo que no interrumpa ni trastoque este devenir armónico. Este modo de actuar en el mundo se traduce en el no-actuar o wu wei. Sin embargo, no quiere esto decir que el hombre deba ser un ser apático que no haga nada en ninguno de los casos, sino que su acción deberá estar orientada a fluir en armonía con el devenir natural de las cosas. El wu wei es, por tanto, el afán de no truncar el fluir natural del mundo de un modo forzado. Si no se aplicase este principio, y se forzase la acción, las consecuencias serían, como mínimo, contraproducentes.

Basten estas pinceladas para comprender el concepto de wu wei. En lo siguiente trataré de ver cómo este concepto se entreteje en las artes marciales y las dota de sentido. Como he hecho notar, el concepto de wu wei no proclama una apatía ni un forzar las cosas, sino un fluir naturalmente con ellas y actuar de modo que preservemos este fluir armónico. Pronto veremos que según el arte marcial que practiquemos las aplicaciones serán distintas, pero el concepto será el mismo, el de fluir armónicamente con el oponente de modo que se aplique la técnica en el momento oportuno para neutralizar al contrario. Haciendo la analogía con el mundo, se entiende el combate como macrocosmos de manera que el vencedor será el que preserve la armonía con el contrincante, mientras que si se pierde, es porque no se ha preservado la armonía (bien por intentar atacar de una manera precipitada o bien por efectuar la defensa de un modo no armónico respecto del ataque).

Teniendo en mente que las artes marciales basan sus técnicas y sus aplicaciones en este concepto (que tampoco podía ser otro, ya que han nacido en su mayoría en un ámbito taoísta), se nos hará más fácil entender el por qué se suele recurrir al argumento de que un arte marcial se basa en devolverle al atacante su fuerza. Esto es una verdad a medias. No se trata de que la fuerza del atacante se vuelva en su contra, sino más bien en restablecer la armonía que el atacante ha roto. Por tanto, una primera aproximación para ver la aplicación del wu wei al campo marcial será examinar brevemente las técnicas más comunes empleadas en las artes marciales y ver cómo se emplean. Distinguiremos cuatro tipos: las técnicas defensivas, las técnicas ofensivas, las técnicas de luxación o sumisión y las técnicas de derribo o proyecciones.
Judo.

Las técnicas defensivas tienen como objeto impedir que un ataque del oponente tenga éxito, o al menos minimizar el daño que pueda causarnos un impacto directo. Las artes marciales orientan a este aspecto toda aquella técnica que desvíe el ataque a un lugar donde sea inocuo para la persona, anulando así la potencia que tenga el ataque desviado y colocando al defensor en una posición ventajosa. En su mayor parte suelen consistir en técnicas que no bloquean, sino que redirigen los ataques a otro lugar. Para ello la aplicación más normal es de un modo circular respecto al ataque, aunque puedan existir técnicas de rechazo que sigan un movimiento rectilíneo. El propósito de disipar los ataques es mayormente provocar una abertura por la cual fluir de modo natural con nuestro ataque de modo que sea lo más efectivo posible.

Las técnicas ofensivas comprenden todas aquellas que estén destinadas a dañar o incapacitar al oponente mediante el golpeo, por lo general mediante el uso de las extremidades. Estas técnicas están diseñadas para aprovechar las posibles aberturas en la posición del oponente. Suelen utilizarse tras defenderse con éxito de un ataque, dejando al enemigo predispuesto a recibir el golpe con la mayor contundencia posible. Se ilustrará esto con un símil: supongamos un barril lleno de agua. El agua no estará haciendo nada, pero en el momento en que se haga una abertura en el barril, ésta fluirá naturalmente fuera del barril. El barril es la defensa del oponente. En el momento en que haya una apertura en ésta, se debe fluir de un modo natural y contundente.

Las técnicas de luxación son las destinadas a provocar la sumisión del contrincante, instándole a rendirse. En último término provocarán la luxación o rotura de alguna extremidad, incapacitando efectivamente al oponente para evitar que el combate continúe. La ejecución de estas técnicas es muy variada, pero su principio es el mismo: consisten en la presión de la extremidad de determinada manera para lograr uno de los dos efectos comentados arriba: sumisión o incapacidad. Quizá sean las técnicas donde se vea el wu wei de una manera más clara, ya que suelen ser iniciadas como respuesta a un agarre del oponente. La manera más efectiva de escapar a los agarres suele ser no resistirse a estos y obtener la salida mediante el fluir natural del movimiento del contrincante respecto a nosotros: seguir el movimiento del contrincante nos permitirá aplicar la técnica de sumisión de un modo más sencillo que resistirnos a ella.    

Por último, las proyecciones tratan de derribar al oponente para lograr una posición ventajosa respecto a él. Como en el caso de las técnicas de luxación, el wu wei quizá se vea más claro en este tipo de técnicas para los no practicantes de las artes marciales, ya que para derribar al enemigo se utiliza su propio ímpetu o un desequilibrio previo, provocado o no. Es debido a este tipo de derribos que se asevera que las artes marciales consisten en utilizar la fuerza del contrario contra él, pero como he tratado de mostrar, se fundamentan en una búsqueda de la armonía con respecto del contrario que garantice que se salga bien parado de la contienda. Por ello se considera que el que no actúe de modo armónico respecto al contrario no vencerá el combate.

Ahora bien, ¿de qué modo nos ayuda a comprender que las artes marciales basan la aplicación de sus técnicas según el principio de no-actuar si cuando no hay combate no pueden aplicarse? La finalidad de las artes marciales no es solo aprender a defenderse, sino procurar al individuo de una actitud que le ayude en los demás aspectos de la vida. Nos hemos referido en el principio del artículo al wu wei como la manera que tiene el individuo de orientar su praxis en un mundo en constante devenir. Entendemos entonces que el hombre taoísta ha de esforzarse en vivir en armonía con el fluir del mundo, y ahí es donde entra el estudio y entrenamiento de las artes marciales. Las artes marciales no son un mero sistema de defensa personal, sino que llevan aparejadas una actitud de respeto al prójimo y de conservación de la armonía del mundo. Un artista marcial que haya comprendido y hecho suyo el no-actuar no tratará de buscar el conflicto de manera gratuita, sino que en todos los aspectos de su vida tratará de preservar la armonía del cosmos allá donde se encuentre. Algunas artes marciales, como el Tai Chi, interpretan en términos de armonía de energías el combate, y sostienen que una situación violenta es ante todo una perturbación de la armonía de la naturaleza.

En conclusión, en estas breves líneas he dado cuenta de cómo las artes marciales son una de las formas en que el wu wei está más explícito, ya que, embebidas de la filosofía taoísta (tanto en concepción como en aplicación) llevan el camino de la no-acción a todos los niveles de la praxis humana, puesto que dentro del corpus de técnicas se insiste en la práctica del respeto hacia todos, no solo al conflicto violento. Las artes marciales son, por lo tanto, ante todo un instrumento de realización personal para lograr que el practicante sea una persona equilibrada que guarde la armonía en toda circunstancia. Es por ello que las artes marciales y el taoísmo son dos elementos indivisibles, de modo que, aunque se puede reducir la praxis marcial al conjunto de sus técnicas para aprender defensa personal, se perdería con ello todo el entramado taoísta que justifica tanto sus técnicas como la aplicación de éstas.          

De este modo, la famosa sentencia de Bruce Lee “Vacía tu mente, sé amorfo, moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se convierte en la botella. Si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El agua puede fluir o puede golpear. Sé agua, amigo” cobra sentido a la luz de estas consideraciones sobre el no-actuar. El agua, en su reposo, no actúa, pero si entra en un cauce lo sigue, si entra en una botella, se adapta a ella, y si esa botella tiene un agujero, fluirá fuera. La práctica de las artes marciales, por lo tanto, tiene su último objetivo en convertir al artista marcial en agua.



Bibliografía


MIÑANA, JAVIER. Taiji Quan. El universo Taoísta. 2002, Mandala Ediciones. Madrid.

GRAHAM, ANGUS CHARLES. El Dao en disputa. La argumentación filosófica en la China antigua. 2012. Fondo de Cultura Económica. México D.F.

LAO TZE. Tao Te Ching: los libros del Tao. 2012, Editorial Trotta. Madrid.

WATTS, ALLAN. El camino del Tao. 1975, Editorial Kairós. Madrid.

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