Por: Jorge Vizuete Vidal, graduado en Filosofía.
Correo electrónico: bono_springsteen@hotmail.com
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Bruce Lee |
El taoísmo es una
concepción del mundo muy particular, ya que no concibe el cosmos como creado
por un ser externo a él, que crea ex
nihilo el mundo y por tanto crea un mundo distinto de sí mismo. Para el
taoísmo la raíz última del cosmos es un elemento que se conoce como Tao. Este Tao, a diferencia de la concepción occidental cristiana, no es una
suerte de dios que crea el mundo mediante un acto de su voluntad, sino que es
el principio natural del cual emana el resto del cosmos de un modo natural. Sin
embargo, la actividad del Tao no
acaba en ser un mero principio cosmológico a partir del cual surge el mundo,
sino que está constantemente operativo en el mundo en forma de devenir
constante. Por ello, el taoísmo no concibe el cosmos regido por esencias
inmutables, como la tradición platónica y aristotélica las concibe, sino como
eterno fluir del Tao. Esto
evidentemente tiene una consecuencia directa en el modo en que el hombre
orienta su acción en el mundo, ya que el hombre taoísta carece de unas
coordenadas morales que puede hacer universales. El hombre taoísta no puede,
por tanto, apelar a una norma que poder aplicar en todos los casos que se le
presenten a lo largo de su vida.
La imposibilidad de
conocer algo de un modo universal en el taoísmo no salva al hombre de tener un
modo de actuar en el mundo. Para el taoísmo el devenir del mundo no es caótico,
sino armónico, como el agua que naturalmente fluye sin salirse del cauce del
río. El hombre taoísta debe dirigir su praxis de modo que no interrumpa ni
trastoque este devenir armónico. Este modo de actuar en el mundo se traduce en
el no-actuar o wu wei. Sin embargo,
no quiere esto decir que el hombre deba ser un ser apático que no haga nada en ninguno de los casos, sino que su
acción deberá estar orientada a fluir en armonía con el devenir natural de las
cosas. El wu wei es, por tanto, el
afán de no truncar el fluir natural del mundo de un modo forzado. Si no se
aplicase este principio, y se forzase la acción, las consecuencias serían, como
mínimo, contraproducentes.
Basten estas pinceladas
para comprender el concepto de wu wei.
En lo siguiente trataré de ver cómo este concepto se entreteje en las artes
marciales y las dota de sentido. Como he hecho notar, el concepto de wu wei no proclama una apatía ni un
forzar las cosas, sino un fluir naturalmente con ellas y actuar de modo que
preservemos este fluir armónico. Pronto veremos que según el arte marcial que
practiquemos las aplicaciones serán distintas, pero el concepto será el mismo,
el de fluir armónicamente con el oponente de modo que se aplique la técnica en
el momento oportuno para neutralizar al contrario. Haciendo la analogía con el
mundo, se entiende el combate como macrocosmos de manera que el vencedor será
el que preserve la armonía con el contrincante, mientras que si se pierde, es
porque no se ha preservado la armonía (bien por intentar atacar de una manera
precipitada o bien por efectuar la defensa de un modo no armónico respecto del
ataque).
Teniendo en mente que
las artes marciales basan sus técnicas y sus aplicaciones en este concepto (que
tampoco podía ser otro, ya que han nacido en su mayoría en un ámbito taoísta),
se nos hará más fácil entender el por qué se suele recurrir al argumento de que
un arte marcial se basa en devolverle al atacante su fuerza. Esto es una verdad
a medias. No se trata de que la fuerza del atacante se vuelva en su contra,
sino más bien en restablecer la armonía que el atacante ha roto. Por tanto, una
primera aproximación para ver la aplicación del wu wei al campo marcial será examinar brevemente las técnicas más
comunes empleadas en las artes marciales y ver cómo se emplean. Distinguiremos
cuatro tipos: las técnicas defensivas, las técnicas ofensivas, las técnicas de
luxación o sumisión y las técnicas de derribo o proyecciones.
Judo. |
Las técnicas defensivas
tienen como objeto impedir que un ataque del oponente tenga éxito, o al menos
minimizar el daño que pueda causarnos un impacto directo. Las artes marciales
orientan a este aspecto toda aquella técnica que desvíe el ataque a un lugar
donde sea inocuo para la persona, anulando así la potencia que tenga el ataque
desviado y colocando al defensor en una posición ventajosa. En su mayor parte
suelen consistir en técnicas que no bloquean, sino que redirigen los ataques a
otro lugar. Para ello la aplicación más normal es de un modo circular respecto
al ataque, aunque puedan existir técnicas de rechazo que sigan un movimiento
rectilíneo. El propósito de disipar los ataques es mayormente provocar una
abertura por la cual fluir de modo natural con nuestro ataque de modo que sea
lo más efectivo posible.
Las técnicas ofensivas
comprenden todas aquellas que estén destinadas a dañar o incapacitar al
oponente mediante el golpeo, por lo general mediante el uso de las
extremidades. Estas técnicas están diseñadas para aprovechar las posibles
aberturas en la posición del oponente. Suelen utilizarse tras defenderse con
éxito de un ataque, dejando al enemigo predispuesto a recibir el golpe con la
mayor contundencia posible. Se ilustrará esto con un símil: supongamos un
barril lleno de agua. El agua no estará haciendo nada, pero en el momento en
que se haga una abertura en el barril, ésta fluirá naturalmente fuera del
barril. El barril es la defensa del oponente. En el momento en que haya una
apertura en ésta, se debe fluir de un modo natural y contundente.
Las técnicas de
luxación son las destinadas a provocar la sumisión del contrincante, instándole
a rendirse. En último término provocarán la luxación o rotura de alguna
extremidad, incapacitando efectivamente al oponente para evitar que el combate
continúe. La ejecución de estas técnicas es muy variada, pero su principio es
el mismo: consisten en la presión de la extremidad de determinada manera para
lograr uno de los dos efectos comentados arriba: sumisión o incapacidad. Quizá
sean las técnicas donde se vea el wu wei
de una manera más clara, ya que suelen ser iniciadas como respuesta a un agarre
del oponente. La manera más efectiva de escapar a los agarres suele ser no
resistirse a estos y obtener la salida mediante el fluir natural del movimiento
del contrincante respecto a nosotros: seguir el movimiento del contrincante nos
permitirá aplicar la técnica de sumisión de un modo más sencillo que resistirnos
a ella.
Por último, las
proyecciones tratan de derribar al oponente para lograr una posición ventajosa
respecto a él. Como en el caso de las técnicas de luxación, el wu wei quizá se vea más claro en este
tipo de técnicas para los no practicantes de las artes marciales, ya que para
derribar al enemigo se utiliza su propio ímpetu o un desequilibrio previo,
provocado o no. Es debido a este tipo de derribos que se asevera que las artes
marciales consisten en utilizar la fuerza del contrario contra él, pero como he
tratado de mostrar, se fundamentan en una búsqueda de la armonía con respecto
del contrario que garantice que se salga bien parado de la contienda. Por ello
se considera que el que no actúe de modo armónico respecto al contrario no
vencerá el combate.
Ahora bien, ¿de qué
modo nos ayuda a comprender que las artes marciales basan la aplicación de sus
técnicas según el principio de no-actuar si cuando no hay combate no pueden
aplicarse? La finalidad de las artes marciales no es solo aprender a defenderse,
sino procurar al individuo de una actitud que le ayude en los demás aspectos de
la vida. Nos hemos referido en el principio del artículo al wu wei como la manera que tiene el
individuo de orientar su praxis en un mundo en constante devenir. Entendemos
entonces que el hombre taoísta ha de esforzarse en vivir en armonía con el
fluir del mundo, y ahí es donde entra el estudio y entrenamiento de las artes
marciales. Las artes marciales no son un mero sistema de defensa personal, sino
que llevan aparejadas una actitud de respeto al prójimo y de conservación de la
armonía del mundo. Un artista marcial que haya comprendido y hecho suyo el
no-actuar no tratará de buscar el conflicto de manera gratuita, sino que en
todos los aspectos de su vida tratará de preservar la armonía del cosmos allá
donde se encuentre. Algunas artes marciales, como el Tai Chi, interpretan en
términos de armonía de energías el combate, y sostienen que una situación
violenta es ante todo una perturbación de la armonía de la naturaleza.
En conclusión, en estas
breves líneas he dado cuenta de cómo las artes marciales son una de las formas
en que el wu wei está más explícito,
ya que, embebidas de la filosofía taoísta (tanto en concepción como en
aplicación) llevan el camino de la no-acción a todos los niveles de la praxis
humana, puesto que dentro del corpus de
técnicas se insiste en la práctica del respeto hacia todos, no solo al
conflicto violento. Las artes marciales son, por lo tanto, ante todo un
instrumento de realización personal para lograr que el practicante sea una
persona equilibrada que guarde la armonía en toda circunstancia. Es por ello
que las artes marciales y el taoísmo son dos elementos indivisibles, de modo
que, aunque se puede reducir la praxis marcial al conjunto de sus técnicas para
aprender defensa personal, se perdería con ello todo el entramado taoísta que
justifica tanto sus técnicas como la aplicación de éstas.
De este modo, la famosa
sentencia de Bruce Lee “Vacía tu mente, sé amorfo, moldeable, como el agua. Si
pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se
convierte en la botella. Si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El
agua puede fluir o puede golpear. Sé agua, amigo” cobra sentido a la luz de
estas consideraciones sobre el no-actuar. El agua, en su reposo, no actúa, pero
si entra en un cauce lo sigue, si entra en una botella, se adapta a ella, y si
esa botella tiene un agujero, fluirá fuera. La práctica de las artes marciales,
por lo tanto, tiene su último objetivo en convertir al artista marcial en agua.
Bibliografía
MIÑANA, JAVIER. Taiji Quan. El universo
Taoísta. 2002, Mandala Ediciones. Madrid.
GRAHAM, ANGUS CHARLES. El Dao en
disputa. La argumentación filosófica en la China antigua. 2012. Fondo de
Cultura Económica. México D.F.
LAO TZE. Tao Te Ching:
los libros del Tao. 2012, Editorial Trotta. Madrid.
WATTS, ALLAN. El camino
del Tao. 1975, Editorial Kairós. Madrid.
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