Por: Alejandro Tenorio Tenorio.
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Sigmund Freud. |
En
psicoanálisis, el inconsciente es un lugar desconocido para la
conciencia: “otra escena”. En la primera concepción tópica, denominada
primera tópica freudiana (1900-1920), Freud distinguió el inconsciente,
el preconsciente y el consciente. En la segunda
concepción, o segunda tópica (1920-1939), hizo intervenir tres instancias o
lugares: el ello, el yo y el superyó.
El inconsciente (Ics)
constituye una instancia o un sistema de contenidos reprimidos que se sustraen
a las otras instancias: el preconsciente y el consciente (Pcs – Cs). En la
segunda tópica no es ya una instancia, sino una característica del ello y, en
gran medida, del yo y el superyó.
Freud no
descubrió el inconsciente ni la palabra para definirlo, pero lo convirtió en un
concepto principalmente de su doctrina dotándolo de un significado muy
diferente. Inconsciente ya no es una “supraconciencia” o un
“subconsciente”, situado más allá o más acá del consciente; lo convierte en una
instancia a la cual la conciencia no tiene acceso, pero que se le revela en los
sueños, los lapsus, los juegos de palabras, los actos fallidos,
entre otros.
El preconsciente,
para Freud, designa una de las tres instancias de su primera tópica. Como
adjetivo, califica los contenidos de esa instancia o sistema que, aunque no
están presentes en la conciencia, son accesibles para ella, a diferencia de los
contenidos del sistema inconsciente.
El consciente: como
sustantivo, indica la localización de ciertos procesos constitutivos del
funcionamiento del aparato psíquico. Y como adjetivo, califica un estado
psíquico.
En la segunda
tópica freudiana,
Ello: designa una de las tres instancias de la personalidad, junto al yo y el
superyó. El ello es concebido como un conjunto de contenidos de naturaleza
pulsional y de tipo inconsciente. Freud introdujo por primera vez esta palabra
en su ensayoEl yo y el ello, insistiendo en lo bien fundado de la
acepción que hizo su introductor del término: una vivencia pasiva del individuo
confrontado con fuerzas desconocidas e imposibles de dominar.
A partir de
1915, Freud llega a la conclusión de que grandes partes del yo y el
superyó son inconscientes. Por eso introduce el ello para
designar el inconsciente, considerado como un receptáculo pulsional
desordenado, semejante a un verdadero caos, lugar de “pasiones indómitas” que,
sin la intervención del yo, sería un juguete de sus deseos pulsionales.
Convierte al ELLO en sede de la pulsión de la
vida y de la pulsión de la muerte.
Superyó: según Freud, designa una de las tres instancias de la
segunda tópica, junto al yo y el ello. Hunde sus raíces en el ello y, de un
modo despiadado, actúa como juez y censor del yo.
En su texto de
1924 sobre la economía del masoquismo, Freud declara: “El imperativo categórico
de Kant es [...] el heredero directo del complejo de Edipo”.
Al descubrir
Freud una parte inconsciente del yo, distinta del yo consciente, considera que
su objeto es observar y juzgar al yo consciente. Así el superyó lo llenó
de una instancia de vigilancia y juicio del yo inconsciente, albergando también
la autoridad parental que dirige la infancia en la que se alternan las pruebas
de amor y los castigos (generadores de angustia); cuando el niño renuncia a a
satisfacción edípica, interioriza también la prohibiciones externas y el
superyó reemplaza o sustituye a la instancia parental por medio de una identificación*
*Identificación:
en psicoanálisis, designa el proceso por el que el sujeto se constituye y se
transforma al apropiarse de aspectos, atributos o rasgos de los seres
humanos de su entorno.
La severidad y
el carácter represivo del superyó son producto de la precoz dirección de las
pulsiones sexuales y agresivas, por un superyó al servicio de las exigencias de
la cultura. La transmisión de los valores y las tradiciones se perpetúan por
medio de los superyoes, de generación en generación, y esos tienen
una gran importancia en las funciones educativas.
Ni el padre del
psicoanálisis ni ninguno de sus seguidores elaboraron un concepto específico
de homosexualidad (del gr. homo- y sexual) para
sus análisis, basados en la asociación libre. El término fue creado por el
médico húngaro Karoly Maria Benker y con el quiso designar
todas las formas de amor carnal entre individuos del mismo sexo biológico; poco
a poco la palabra se fue extendiendo por todos los países occidentales y fue
sustituyendo los nombres de uranismo (del gr. Ούραυός, a
través del lat. Uranus, Urano, castrado por su hijo Cronos, y por
Urania, la musa de la astronomía), inversión, sodomía (de Sodoma,
antigua ciudad de Palestina donde se practicaba el ayuntamiento carnal entre
varones),hermafroditismo (del fr. Hermafrodite, que
tiene los dos sexos), psicosexual (psicosis sexual o trastorno
psicótico sexual), pederastia (del gr. Παιδεραστία, en sus dos
acepciones: abuso deshonesto cometido contra los niños y concúbito entre
personas del mismo sexo), unisexualismo (del lat. unus,
uno solo, y sexus, sexo), homofilia,safismo (del
lat. sapphicus, y este del gr. Σαπφικός, de Σαπφώ, Safo, poetisa
griega.), lesbianismo (de Lesbos, antiguo nombre de la
isla griega de Mitilene en el mar Egeo, donde, según Anacreonte, Safo enseñaba
su arte a un grupo de mujeres jóvenes por las que sentía amor sexual), etc.
Esta tendencia sexual la hicieron derivar de
la bisexualidad propia de la naturaleza humana y animal, tal y como
la entendieron, y que en su origen se relacionó con las perversiones
sexuales, y luego con el concepto de perversión frente a
la psicosis y la neurosis.
Y antes de proseguir, no detenemos en el término neurosis fue propuesto en 1769 por el médico
escocés William Culler para designar las enfermedades
nerviosas que entrañan un trastorno de la personalidad. Freud lo
usa como un tecnicismo a partir de 1893; lo aplica a las enfermedades nerviosas
cuyos síntomas simbolizan un conflicto psíquico reprimido de origen infantil.
Con el psicoanálisis, el término ocupa su lugar en la estructura
tripartita: psicosis, perversión y neurosis.
La neurosis
obsesiva o de coacción, a veces, aparece relacionada con una
regresión de la vida sexual a un estado anal y su consecuencia es un
sentimiento de odio propio de la constitución misma del sujeto humano.
Para Freud era el odio y no el amor el que estructuraba el
conjunto de relaciones entre los hombres, obligándoles a defenderse contra él
mediante la elaboración de una moral.
Más tarde,
en 1926, Freud revisa esta teoría a la luz de la segunda
tópica y de la noción de pulsión de muerte. El desencadenante de la neurosis
obsesiva sería entonces el miedo del yo a ser
castigado por el superyó; mientras el superyóactúa
sobre el yo como un juez severo y rígido; el yo se
ve obligado a resistir las pulsiones destructivas del ello,
desarrollando formaciones reactivas que toman la forma de escrúpulos, limpieza,
sentimientos piadosos y de culpa. De este modo el sujeto se hunde en un
verdadero infierno del que nunca logra liberarse. Freud se pintó a sí mismo
como obsesivo y a Jung como histérico. El Edipo es
un caso de neurosis obsesiva en sí mismo.
En 1870, el
término fobia designa una neurosis cuyo sistema central es el
terror continuo e inmotivado del sujeto ante un ser vivo, un objeto o una
situación que en sí mismo no presenta ningún peligro. En psicoanálisis, la
fobia es un síntoma y no una neurosis, por eso se le llamahisteria de
angustia y no neurosis fóbica, que para Freud es una
neurosis de tipo histérico que convierte una angustia en un terror inmotivado
ante un objeto, un ser vivo o una situación que en sí misma no presenta ningún
peligro real.
Con el psicoanálisis freudiano y su estudio de
la sexualidad humana, la homosexualidad dejó de sentirse como
una tara o una degeneración, propia de una especie de raza maldita, condenada
con furia hasta entonces por los psiquiatras más destacados del siglo XIX. El
odio, de finales del XIX, aOscar Wilde o Marcel Prust por ser
homosexuales, solo era comparable al odio irracional del antisemitismo hacia el
judío por el simple hecho de serlo. Aquella aversión social hacia homosexuales
y judíos a menudo se transforma en autoodio, es decir, odio a la parte
“femenina” de su propia personalidad, sentimiento certeramente descrito
por Proust en la personalidad de su ente de
ficción Charus, de su novela En busca del tiempo
perdido, y odio por pertenecer a esa raza, como les sucedió a muchos
intelectuales vieneses de finales del XIX. Freud tuvo siempre
presente la influencia de la tradición judeocristiana en las persecuciones a
los homosexuales, a los que se les acusa de transgredir las leyes sagradas de
la familia y entregarse a prácticas sexuales demoníacas, desviadas, bárbaras y
prohibidas por Dios en la Biblia, por la Iglesia y por las leyes del hombre.Freud,
entusiasta de la cultura griega y sensible a la tolerancia que la
Antigüedad clásica profesó al amor a los efebos, silencia el incidente
homosexual de Layo en el mito de Edipo. La anécdota que se narra es más o menos así:
Lábdaco había
heredado el trono de Cadmo, pero su descendencia pronto perdería el favor
divino. A su muerte, al ser su hijo Layo demasiado joven, el reinado recayó en
un héroe descendiente también de Cadmo, quien fue asesinado por Zeto y Anfión,
apoderándose así del poder. Layo huyó entonces hasta las tierras de Pélope.
Allí se enamoró del joven Crisipo, hijo de Pélope (para muchos exegetas esta es
la razón del nombre de Layo, que en griego significa el torcido o cojo,
pues pasaría por ser el introductor mitológico de la homosexualidad). Dominado
por la pasión, lo raptó y se unió a él, con lo que atrajo sobre sí y sobre las
generaciones futuras la maldición de Pélope. Cuando los usurpadores
desaparecieron a su vez, Layo fue llamado por los tebanos a ocupar el trono.
Pero en adelante todos los intentos de evitar que el oráculo se cumpla
resultarán inútiles. Layo, acudió al oráculo de Delfos a consultar a la
pitonisa sobre su destino. La divinidad le aconsejó entonces que evitara tener
hijos, pues si llegaba a tener alguno, éste le mataría a él, su padre, y se
casaría con su esposa, y madre del hijo. Pero Layo y su esposa Yocasta
engendraron un niño, pero tan pronto como nació, lo entregaron a un criado para
que lo abandonase a las fieras en el monte Citerón, después de haberle
taladrado un pie con un clavo (de ahí le viene el nombre, pues en griego Edipo significa pie
hinchado, por la marca que le dejó aquella antigua herida).
Sin embargo el
criado se apiadó del pequeño y se lo entregó a un pastor que andaba por allí
para que se lo llevase lejos. Éste así lo hizo y llevó al niño a tierras de
Corinto, su propio país, donde lo entregó a los reyes Pólibo y Mérope, que, como
no tenían descendencia, lo acogieron como hijo propio. Creció Edipo como un
príncipe de noble estirpe, hasta que ya adolescente, tras oír rumores, fue a
consultar el oráculo de Apolo, quien le comunicó que mataría a su padre y se
casaría con su madre. El joven Edipo, aterrorizado, decidió no regresar a
Corinto. En la encrucijada de la montaña, al salir de Delfos, se topó con un
coche de caballos; al no querer ceder el paso, se produjo un altercado en el
que perdieron la vida todos menos uno. El dueño del carro resultó ser Layo, el
rey de Tebas. Precisamente a Tebas se dirigió luego Edipo. La ciudad estaba
aterrorizada por un terrible monstruo que la asolaba, la esfinge. Las
adivinanzas de la Esfinge eran dos:”¿Quién es el ser que al amanecer camina a cuatro
patas, a mediodía sobre dos y al anochecer sobre tres?” Edipo da la respuesta
correcta “El hombre, que en su infancia gatea, en su juventud camina erguido y
en su senectud se apoya en un bastón”. La Esfinge plantea la segunda “¿Cuáles
son las hermanas que se engendran mutuamente?”. Edipo vuelve a acertar “El día
y la noche”.
La Esfinge se
dio muerte y Tebas otorgó a Edipo la corona de la ciudad, casándose con Yocasta
(que en griego significa la que sobresale por su hijo), la viuda de
Layo, su verdadera madre, con la que tiene cuatro hijos. Finalmente Edipo
descubre que Layo era su verdadero padre, y al saber Yocasta que Edipo era en
realidad su hijo, se ahorca. Al ver esto, Edipo se saca los ojos y abandona el
trono de Tebas.
La
historia de Edipo está dentro de un conjunto de leyendas más
extenso; por eso, su dramatización no encuentra significación plena si no es en
un contexto mucho más amplio: el del triste sino trágico que, a través de
varias generaciones, persigue a la familia real de Tebas, a la dinastía de
los Labdácidas. Edipo es hijo de Layo y de Yocasta y, por
tanto, nieto de Lábdaco. Su ascendencia se remonta hasta el
propio Cadmo, el héroe que, tras consultar el oráculo de Delfos y
recibir la ayuda del dios Apolo en la búsqueda de su hermana Europa, raptada
por Zeus, fundó en la Fócide la ciudad de Tebas.
Se trata de una
complicada y enrevesada historia que el público debía conocer sobradamente.
Pero Sófocles debió manejar la leyenda tradicional según sus intenciones
literarias e introdujo en el mito aspectos hasta entonces desconocidos.
Esos aspectos novedoso pudieran ser los siguientes: a) se alcanza el punto
culminante cuando Edipo, siendo ya rey de Tebas, está a punto de descubrir
todo su triste pasado: el parricidio y el matrimonio con su madre; b) hace que
Edipo se castigue a sí mismo, y que Yocasta se suicide al descubrir el incesto,
y c) cuenta la historia como una investigación personal del personaje sobre su
pasado.
La tragedia inspiró
a Sigmund Freud su teoría del complejo de Edipo [1] o conjunto de
emociones, actitudes y conductas que reflejan en el sujeto la atracción hacia
el progenitor del sexo opuesto y la rivalidad, odio y celos hacia aquel del
mismo sexo. Se trata de un sentimiento conflictivo en la experiencia de los
seres humanos, y cuya resolución tiene las siguientes consecuencias: la
identificación con el padre del mismo sexo, la búsqueda de un objeto
sexual del sexo opuesto y ajeno a los progenitores y la instauración de la
instancia del superyó en el psiquismo. El complejo de Edipo aparece
en el niño muy temprano, al mismo tiempo que éste empieza a modificarlo y a
construir su superyó.
Sigmund Freud
emplea la expresión complejo de Edipo en sus estudios, apropiándose
del nombre del personaje central del drama. Muchos críticos se han preguntado
si esta expresión freudiana es o no adecuada al núcleo del mito.
Freud atribuirá
la expresión complejo de Edipo a toda una construcción
psíquica cuya nota más relevante es la sexualidad del niño o de la niña en una
fase concreta de su crecimiento, al proyectar aquellos sus deseos sexuales,
pulsiones, sobre la madre y el padre, como tendremos ocasión de leer más
adelante. En sus trabajos, Freud citará expresamente el mito griego y, en
concreto, el drama de Edipo Rey para ilustrar sus tesis de que
los deseos incestuosos constituyen una antigua herencia de los hombres y de que
el mito que estamos comentando debió significar algo parecido para la
cultura griega.
Pero antes de proseguir, nos detendremos a
analizar sucintamente que entendió Freud y sus seguidos porbisexualidad de
la que hacen derivar la homosexualidad. Tras la publicación
de Tres ensayos de teoría sexual (1905), basándose en el darwinismo y
la embriología, Freud defiende el monismo sexual y
da a la libido humana un componente “masculino” invariable,
esencial. Jamás Freud pretendió describir la diferencia de los sexos desde el
punto de vista anatómico, ni siquiera trató de definir la condición femenina en
la sociedad moderna. Partiendo de la libido única, llegó a defender
que la niña, en el estadio infantil, desconoce la vagina y ve en su clítoris un
homólogo del pene, por lo que tendrá la sensación de poseer un falo pequeño; a
ese sentimiento Freud lo denominará complejo de castración, algo
muy distinto a como lo vive el niño, pues cuando el varón observa que la niña
carece de pene, aquel lo siente como una amenaza de su propia castración. Según
Freud, la sexualidad de la niña se materializa en torno al falocismo
(falocentrismo) porque ella quiere ser un varón. El complejo
de Edipo va unido a la fase fálica de la sexualidad infantil. Aparece
en el varón hacia los dos o tres años, cuando comienza a experimentar
sensaciones voluptuosas: enamorado de la madre, quiere poseerla, sintiéndose
rival del padre, al que admira. También adopta la posición contraria: siente
ternura por el padre y hostilidad hacia la madre. De este modo, en el niño
aparecen simultáneamente el Edipo y el Edipo invertido;
estas dos inclinaciones (positiva y negativa) respecto de cada progenitor son
complementarias y constituyen el Edipo completo que Freud
describe en El yo y el ello. El complejo de Edipo desaparece
con el complejo de castración: el varón ve en el padre un obstáculo
para realizar sus deseos, y es entonces cuando abandona a la madre como objeto
al que dirige su energía pulsional (fin del complejo de Edipo), se
identifica con el padre y esto le permite elegir un objeto distinto al de la
madre, aunque del mismo sexo que ella.
Termino falocentrismo fue
creado en 1927 por Freud, está basado en la tradición grecolatina en la que las
distintas representaciones del órgano masculino están organizadas como un
sistema simbólico. En el psicoanálisis, remite a la sexualidad femenina y
la diferenciación de sexos. En su teoría monista, falocentrismo significa
que en el inconsciente sólo existiría un tipo de libido,
de esencia masculina.
Bibliografía
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de Sófocles. Ed. Hernando, Madrid, 1970, pp. 1-33.
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PONTALIS, Jean-Bertrand, Diccionario de Psicoanálisis, bajo la dirección
de Daniel Lagache, Barcelona: Labor, 1971.
LAPANCHE, Jean y
PONTALIS, Jean-Bertrand, Diccionario de Psicoanálisis, traducción de
Fernando Gimeno Cervantes, Barcelona: Piados, 1996 (título original, Vocabulaire
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ROUDINESCO, Élisabeth y
PLON, Michel, Diccionario de Psicoanálisis, traducción de Jorge
Piatigorsky, Barcelona: Piados, 1998.
Freud I love his work .
ResponderEliminarMuy interesante. Freud aporta una explicación muy consistente del comportamiento humano.
ResponderEliminarEn definitiva, no esplica con palabras sencillas ¿cual es el significado de: COMPLEJO DE EDIPO?
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