lunes, 5 de octubre de 2015



Espejos y cuadrados mágicos en el Islam medieval, Parte 1

Por: Ivan Ruiz Larrea. Máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid.

Correo electrónico: ruizlarrea@hotmail.com

En esta primera entrega abordaremos la cuestión de los espejos mágicos para más adelante, en una entrega posterior, continuar con el artículo refiriéndonos a los cuadrados mágicos y completando con la bibliografía utilizada.

Desde la tradición islámica podemos rastrear un gran interés por la magia a partir sus comienzos. Dichos comienzos, son vistos por algunos autores como momentos en los que la confusión entre grupos de judíos, musulmanes, y cristianos, es difusa, por lo que la influencia de dichos grupos, su simbiosis originaria y sus préstamos en prácticas e intereses, nos llevan a una difícil distinción en lo que se refiere a lo auténtico y único de una tradición. Es por ello que mediante las prácticas de unos grupos y otros podemos entrever prácticas comunes.
Nuestro trabajo no va a indagar en lo común de dichas prácticas, sino que se va a centrar en las que se recogen desde la tradición islámica, a pesar de que consideramos que apuntar a dicha comunión, tan común en las cuestiones mágicas, es necesario, para poder destacar el valor transversal que el estudio de la magia adquiere en lo que se refiere a los préstamos producidos de unas confesiones a otras. La labor interdisciplinar del estudio de las religiones, queda, en los estudios de magia, resaltada por estas características intrínsecas a la propia disciplina. Podemos valorar mejor los préstamos interculturales, las influencias y los aspectos compartidos, así como los aspectos únicos de cada religión desde dicho estudio. 

La tradición musulmana y la magia. El reflejo como analogía de la magia lícita.

A diferencia del cristianismo que rechaza los aspectos mágicos y astrológicos (aunque tenga normalizadas ciertas prácticas no vistas como tales), la magia en el Islam goza de cierto reconocimiento que, no sin algunas dificultades, hacen que sea visto como una práctica incluida dentro del normal funcionamiento doctrinal y práctico.
Además de su vinculación con el judaísmo y con este de la astrología babilónica, encontramos influencias en la magia islámica desde diversos orígenes. Podemos destacar la influencia de la cultura india, la persa y la helenística, también desde el neoplatonismo, el gnosticismo, el mazdeísmo, y de figuras a las que se les atribuyeron obras de magia como Ptolomeo, Aristóteles, Platón, Zósimo, la escuela Pitagórica, el profeta Idris (Hermes)…
Para entender la proliferación de la magia en el mundo islámico debemos tener diversos factores en cuenta, entre los que se encuentran la herencia mencionada y la habitual presencia de este tipo de prácticas en el entorno del mundo islámico. A esto hay que añadir la inseguridad social de la época, la observación de ciertos hechos inexplicables en la naturaleza, como podía ser la generación de ciertos animales “de forma espontánea”. La astrología también estaba muy difundida (tenemos grandes ejemplos como los de Al-Kindi, Al-Farabi, Ar-Razi) y constituía el método adivinatorio por excelencia.  
El mundo mágico queda entroncado con la mística y las prácticas de sufíes dentro de las corrientes suníes, y goza de mayor popularidad en la vertiente chií. Realiza esa doble función que parece contradecirse, y que caracteriza la cuestión mágica dentro de las religiones. Por un lado sirve como sistema alternativo de vivencia social, como protección de resistencia contra el poder, que, en el desarrollo del mundo sufí les permitió permanecer al margen del poder de la administración califal o del gobierno de turno, al igual que en el entorno chií daba cierto poder de resistencia sobre el amplio dominio suní. Pero a su vez el control del mago (sufí o líder chií, principalmente) realiza un control social, como élite religiosa que representa dentro de su contexto interno.
Así la figura del Imam dentro del chiísmo, como la figura del sabio sufí, quedan  revestidas de cierto poder, a la vez que gozan de cierta protección contra el mayor poder político de las élites suníes. La tradición suní será más crítica con el uso de la magia, pero no por ello dejará de practicarla.
Algunos autores contrarios a los sufíes como puede ser el escritor medieval Abd al-Latif al-Baghdadi denunciarán ciertas prácticas de los sufíes (como Suhrawardi, Ibn Sina, o Jabir in Hayyan) como no tan lícitas, denunciándoles de practicar ciertos ritos de magia negra para curar ciertas enfermedades o ciertos hechizos (como podía ser el uso de ojos humanos para el mal de ojo). También encontramos detractores de la magia dentro de grupos de teólogos, que aludirán, por ejemplo, a que Abraham cambió su afición por las estrellas por su adoración a Dios.
Otro de los aspectos a destacar es la importancia que la magia (sihr) cobra en los avances de la ciencia, con la que se mezcla y confunde en gran medida. Lo oculto se hizo parte integral de la cultura islámica, en parte desde las ciencias. Los sabios astrónomos y científicos musulmanes de la Edad Media, combinan sus conocimientos físicos y matemáticos con conocimientos astrológicos y mágicos, siendo así que no existe una raya divisoria entre las prácticas mágicas y las ciencias de la naturaleza. Los avances técnicos serán utilizados indistintamente para uso técnico-científico así como mágico-adivinatorio.
En esta mezcla entre los distintos saberes también se unen arte y ciencia, ética y medicina, estética y arquitectura, con la magia y el esoterismo. En lo que se refiere a nuestro estudio, la simetría, moderación o itidāl es el concepto que aborda esta cuestión. La simetría es la esencia de la belleza. En su fuerte herencia neoplatónica, el Islam acogerá estas cuestiones sobre la forma y sus proporciones, y el espejo, motivo de nuestro estudio, ejemplifica esta cuestión. Su uso, así como las cuestiones derivadas de las propiedades refractantes de su superficie, darán lugar a toda una suerte de cuestiones relativas a sus aplicaciones. El espejo refleja lo que se ve y lo que no se ve. Muestra lo interno y lo externo del hombre, y como objeto que se sitúa en los márgenes de lo visible y lo invisible, también saca a la luz lo divino y lo demoníaco.
Su poder, recogido en tantas culturas, es importante, al conectar el más allá con la realidad presente, pudiendo hacer de conexión entre el pasado, el presente y el futuro, y sitúan al espejo dentro de los instrumentos que permiten el acceso al inframundo.
Sus propiedades físicas que permiten aprehender la forma, pero no la esencia del objeto, nos sitúan en las características filosóficas de estos instrumentos ópticos.
La mística del espejo es claramente aludida en múltiples valores musulmanes que constituyen su imaginario. El mundo es el espejo de Dios, la belleza no está nunca ausente del espejo. El mismo profeta Mohammed actúa como espejo en el que el creyente y el no creyente se reflejan en su pura naturaleza. El corazón será visto como un espejo, que siendo bien pulido se hace capaz de percibir la luz de Allah. La luna ejemplifica bien esta labor de reflejo de la verdad, que el Islam simboliza en su idea mística del reflejo especular. 
El uso de este instrumento simboliza, pues, la mística de la luz divina, y su reflejo en el hombre y en las cosas, al hacerse partícipes de dicho reflejo, contiene cierta sacralidad que las hace irrepresentable, en cuanto partícipes de lo divino. Es por ello que la representación del hombre, que participa de dicha luz, queda restringida en la ética de la labor artística. La obra pictórica es contemplada con lupa por los censores de la ortodoxia, siendo así que cualquier representación de dicha iluminación divina (con el objeto iluminado que funciona como espejo que refleja dicha luz), puede pecar de intentar competir con la belleza única, que emana del foco original de dicha luz. Hasta la regulación de las sombras en la pintura será tenido en cuenta.[1]
El artista, el poeta,[2] se convierte a través de su obra, en un posible hereje, al intentar emular, en un acto diabólico, la belleza que sólo la luz creativa de Dios puede realizar. La representación pictórica es vista como un juego peligroso que puede intentar competir con la majestuosidad divina. 
La caligrafía es así consagrada como un arte legítimo, que expresa en la belleza de sus líneas caligráficas y en la estética de sus letras, la esencia de lo referido, que las formas pictóricas tienen vedado expresar, por lo poco sutil de su labor. Si la belleza no es vista como reflejo de lo divino, será vista como demoníaca, como máscara de Satán.
El uso y el poder de las letras serán también recogidos dentro de esta corriente místico-esotérica, que dota de valor mágico a los diferentes signos.
El Corán y los hadices serán observados con lupa para legitimar lo permitido y lo prohibido (halal y haram) de las artes. Se origina una idea del uso legítimo de la magia frente a un uso prohibido (as-sihr al-halal  y as-sihr al-haram). Es decir, que se crean los conceptos y disposiciones para hablar de una magia legítima islamizada.[3]
La escritura sobre magia queda justificada en el propio Corán, así como su vínculo con el judaísmo,[4] y la preocupación por dichos temas queda reflejado en las dos últimas suras apotropaicas del libro sagrado.
Este tipo de magia lícita que caracterizará al Islam queda indisolublemente unida a las prácticas místicas y al éxtasis, convirtiéndose para algunos en la meta final e intrínseca, a la poesía y otros artes. Aparecerán así diversas fórmulas y modos que regularán los usos mágicos.
En su Muqaddimah, Ibn Jaldun clasifica la magia negra (él no habla de magia lícita pero sí distingue las acciones mágicas de sufíes como lícitas, identificándola con la magia divina de los profetas) en tres aspectos, todos ellos ilícitos:
La brujería, que utiliza fuerzas propias del alma para influir en los elementos.
La que usa los talismanes gracias a la ayuda de los planetas.
La que ejerce poder sobre la imaginación y que es característica de los predistigitadores.
La magia islámica o sihr incluye en todos sus aspectos, lícitos y prohibidos: la poesía, los trucos de manos, las propiedades curativas de las plantas, las invocaciones a Dios para que asista a alguien, las invocaciones a los jins o a los demonios o los espíritus de los planetas, y, en ocasiones, el arte adivinatoria de la astrología. La adivinación (kihana) busca la predicción de eventos futuros, pero no necesariamente cambiarlos, mientras que la magia buscará cambiar el transcurrir de las cosas con la ayuda de alguna fuerza sobrehumana.

Los espejos mágicos

Si bien es importante destacarlo, el motivo de los espejos no queda reducido solo a la influencia del pensamiento místico, desde el ámbito conceptual o alegórico. 
El uso del espejo como elemento adivinatorio o mágico lo podemos rastrear en diversas culturas, y su uso debió de pasar al islam influido por las culturas que tenía alrededor. Es bien conocido el componente mítico que tenía el espejo en Grecia.   
También en el judaísmo encontramos referencias diversas[5] al uso de espejos (como en Ex 38,8). Las referencias del poeta persa medieval Hafiz de Shiraz, respecto del uso de espejos, por parte del prior de los magos zoroástricos, nos aporta un dato estimable para entender la mayor influencia de estas prácticas en el islam chií.
“Lo vi riendo, la copa de vino en su mano, portando en su espejo cientos espectáculos diferentes”[6]
Una de las leyendas que se refieren a los espejos mágicos, sirvió para desprestigiar la facción chií a partir del relato suní. En dicha leyenda se cuenta como Dios dio a Adán un espejo mágico, que permitía al primer hombre conocer todas las cosas, todos los secretos cosmológicos (jafr). Dicha leyenda, contada por Tabari, continúa explicando cómo dicho espejo pasa de mano en mano, por los diferentes líderes judíos, hasta el rey Salomón, y, hasta un Rosh-Golah al final de la dinastía Omeya, que se lo dará al califa Marwan. El califa destruirá dicho espejo para que no caiga en manos de los demonios que intentan usurparlo. A pesar de ello, el espejo caerá en manos de un chií, al que se lo arrebatará el segundo califa abasí Ja´far al-Mansur, siendo castigado por el califa. Dicha historia trata de mostrar lo ilegítimo de la acción chií, desprestigiando la idea de estos, en torno a que su legitimidad proceda de la línea judía que entronca con los grandes reyes del judaísmo, los exilarcas babilónicos y la autoridad del Imam chií, desde la línea de Alí.[7] Estas y otras historias nos hablan de un tiempo en el que entre judíos y musulmanes se confundía y mezclaba el ámbito religioso.
Pero el ámbito de los espejos (mirʹāt), también es visto dentro de la filosofía chií como un dilema ontológico, al situar el problema de la aprehensión de la imagen sin la esencia del objeto. El tema del espejo genera interés en el mundo musulmán medieval desde la magia, la adivinación, la filosofía y también desde la ciencia y la técnica. Todo ello está de una forma u otra interrelacionado. 
Desde el ámbito más puramente científico-técnico hay que destacar la importante labor traductora de los estudiosos árabes, que, preocupados por rescatar los conocimientos griegos, entorno al uso de espejos con fines militares (los famosos espejos ardientes de Arquímedes), de comunicaciones, y otros usos prácticos, recuperaron diversos escritos, sobre la fabricación y la física del espejo o catóptrica.[8] Dichas traducciones de Diocles o Antemio fueron usadas tanto por magos y astrólogos como por astrónomos y físicos:    
“Deux siѐcles avant notre ѐre, Dioclѐs invoquait l´efficacité de certains miroirs pour illuminer les temples et pour marquer les heures”[9]
Otro escritor persa medieval, Nizām ad-Dīn (Nezāmi), nos cuenta ciertas leyendas sobre el origen del espejo y de cómo sorprendió este objeto en su encuentro con la cultura china, por parte de una embajada de Al-Iskandar (Alejandro Magno), y nos menciona a Alejandro, como el poseedor de un espejo mágico en el que aparecen los secretos del mundo. Dicho “Alejandrom” habría sido inventado por el mismo Alejandro, originándose en esta leyenda el primer espejo conocido.[10]
La adivinación a través del espejo, o catoptromancia, se relaciona con la adivinación en la superficie del agua o lecanomancia, a la que Ibn Jaldun se refiere como un tipo de adivinación de segundo rango, en la que se miraba fijamente la superficie hasta que aparecía una imagen, que informaba al adivino de qué hacer o qué saber. Mediante estas técnicas en las que se interpretaban los patrones aparecidos en la superficie del agua, del espejo, del aceite, o cualquier otra superficie brillante, se aprendía la voluntad divina o se leía el futuro.[11]
Muchos de los espejos incluían en su lado trasero un lema coránico o alguna palabra con funciones mágicas. También se conservan cajas de espejos que servían de talismán. Muchos otros que nos han llegado están grabados con cuadrados mágicos.
Podemos ver un ejemplo de la importancia de los espejos, reflejos y luces en este santuario chií de Shiraz.

Nota: La bibliografía correspondiente será expuesta en la segunda parte de esta investigación el próximo mes.




[1]  Bürgel, J. C. The Feather of Simurgh: the “Licit Magic” of the Arts in Medieval Islam. New York University Press, 1988. pp. 14

[2]  Los poetas eran propagandistas políticos y se les veía con poderes cuasi divinos, en algunos casos inspirados por los jins. Corán, 26.

[3] “Early in the history of Islam a magical world view started to evolve, not one of black magic, but of the white, i.e., licit, religious, Islamicized magic.” Bürgel, op. cit. pág. 16

[4] El Corán, 2,102.

[5]  Trachtenberg, J. Jewish Magic and Superstition. New York: Atheneum, 1987. Relata una práctica que consistía en escribir tres veces el nombre de la persona deseada, en el envés de un espejo. Si se dirigía el espejo a dos animales copulando se conseguiría el efecto deseado.

[6]  Referido en Bürgel, pág. 140.

[7]  Wasserström, S. M. Between Muslim and Jew. The problem of Symbiosis under Early Islam. Princeton: Princeton University Press, 1995pp 108-116.

[8]   Rashed, R. Les Catoptriciens grecs. Vol. 1: Les miroirs ardents. Paris: Les Belles Lettres, 2000. Pág. XVIIXVIII.

[9]Op. cit. pp. XIV-XV  

[10] En Bürgel, op. cit. pág. 138 y siguientes


[11]  Savage-Smith, E. Magic and Divination in Early Islam. Aldershot: Ashgate, 2004. Pág. XXXI

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