Confucio: El
Mandato del Cielo
Por:
Carmelo Morales Marcos
Correo
electrónico: Karmelo7777@hotmail.com
Cuando se habla de la
Ley o Mandato del Cielo se hace referencia a la Ley que el Cielo ha impreso a
todos los seres para que se dirijan a su destino. En el punto 1 del capítulo I
del libro del Justo Medio de Confucio, dice lo siguiente acerca del Cielo, la
razón humana y la moral: <<Lo que el Cielo ha ordenado es llamado natural.
Seguir lo que es natural es lo que se denomina el Camino. La regulación de este
Camino es a lo que se nombra como doctrina>>.[1]
El Mandato del Cielo
está en concordancia con la naturaleza. Cuando adecuamos nuestra conducta al
Mandato del Cielo también entramos en concordancia con esa armonía natural.
Esto es el Camino. Adecuar nuestra conducta al Camino es seguir la doctrina que
predicaba Confucio. En el mismo capítulo se lee: <<El Camino no
puede abandonarse ni siquiera un breve instante…>>”[2].
Todas las personas
pueden descubrir esa norma de conducta moral en su interior. Hay aquí una
enseñanza similar a la budista. En el budismo se busca encontrar en nuestro
interior la liberación mediante la meditación; aquí, mediante el estudio. Esta
norma de conducta moral de la que habla Confucio, es el Camino recto, Camino del
Cielo o simplemente Camino. Los
textos confucianos dicen que ni por un instante nos es lícito apartarnos de él,
porque si esto fuese posible dejaría de ser el Camino. De ahí que sea tan
importante la persistencia en el Camino.
Examinando estos
primeros párrafos de El Justo Medio,
se puede llegar a la conclusión de que la regla de conducta tiene raíz en la
naturaleza ordenada por el Cielo y por ello es inmutable como el mismo Cielo.
Recuérdese que para el Libro de las
Mutaciones (uno de los Cinco Clásicos
en los que Confucio apoyaba su enseñanza) todo está sometido a cambio. Sin embargo
tenemos aquí un gran hallazgo, lo único que no se somete a cambio, la “Ley del
Cielo”, o lo que es lo mismo, la ley moral que el Cielo nos otorga. Todo lo
demás, como es materia, muta incesantemente. Si esto es así para los
confucianos, para Confucio y para reyes tan sabios como el rey Wen, no es de
extrañar la importancia que le adjudicaban a esta Ley. Si es lo único inmutable
debe de ser porque tiene una gran importancia, por no decir que es lo más
importante, no lo único, pero sí lo máximo, y por eso no puede violarse o
transgredirse.
¿Cómo se llega a la
conclusión de que la Ley de Cielo es inmutable y no se puede transgredir? Es la
conclusión a la que llegaron los sabios antiguos y entre ellos Confucio. Él aseguraba
que la doctrina o Ley del Cielo de Yao y Chun la siguieron siglos después el
rey Wen, Wu y el duque de Zhou sin que cambiase un ápice. Y sigue afirmando el
Maestro que esa misma Ley del Cielo fue revelada a él sin mutación alguna, y es
por eso que adquiere ese carácter de inmutabilidad. Hoy en día, dos milenios y
medio después, cualquier confuciano podría afirmar que la doctrina de Confucio
se podría aplicar a la vida cotidiana sin cambios de ningún tipo.
Los sabios al
contemplar lo más alto, el Cielo, y ver su efecto en lo más bajo, los seres y
las plantas, llegaron a la conclusión de que la causa y fin de todos los seres
es la perfección; por eso el sabio tiene la perfección como meta. Si la
perfección es el fin y meta de todos los seres, y la índole del ser humano con
respecto a los demás seres es la razón y la moral recibida del Cielo, entonces,
la meta y el fin del ser humano no puede ser otra que la perfección moral. Si
esto fuese así, se entendería mejor
porque es lo más importante (es el objetivo de nuestra existencia) y porque esa
Ley no se debe transgredir. A la vez nos recuerda el texto que todos tenemos la
obligación de conservar, perfeccionar y tener siempre presente dicha norma
moral o de conducta. Con lo cual, de esto se deduce, que el Noble, el que se halla más cerca de la
inteligencia divina, alcanza con su recta conducta el máximo grado de
perfección. El capítulo XXV del Zhong Yong
o El Justo Medio dice al respecto lo
siguiente:
<<El Hombre sincero
llega a completarse a sí mismo y hace que el camino de la sinceridad sea su
propio camino…El hombre sincero no solo se completa a sí mismo sino que se vale
de la sinceridad para completar a los demás seres. El perfeccionamiento propio
es la benevolencia, el perfeccionamiento de los demás seres es el conocimiento
y ambos son virtudes naturales…>>[3]
La sinceridad es una de
las virtudes más importantes para seguir el Camino que quiere el Cielo. Cuando
aquí se habla de completarse a sí mismo, quiere decir perfeccionarse
interiormente. Porque la
perfección es la causa y fin de todos los seres. Este es el motivo por el que
el sabio estima la sinceridad sobre todas las cosas, porque es el elemento
esencial para alcanzar la perfección…El hombre sincero no se contenta con su
propia perfección, sino que tiende al perfeccionamiento de todos los demás
hombres. El perfeccionamiento de uno mismo o perfeccionamiento interior es una
virtud; el perfeccionamiento exterior o perfeccionamiento de los demás es una ciencia
sublime, ambos perfeccionamientos tienen su origen en la Ley o Mandato del
Cielo. El cumplimiento de la Ley del deber que el Cielo nos impone, es la
posesión de uno y otro perfeccionamiento y se consigue obrando siempre con
sinceridad.
La perfección está
totalmente vinculada a la Ley del deber, es decir a la Ley que el Cielo ha
impreso en nosotros, la Ley Moral. El texto llega incluso a afirmar que no solo
hay que buscar la propia perfección de uno; también, y esto la distingue de
otras doctrinas, busca la perfección de los demás. Ahora se entiende mejor lo
que dice Confucio en el capítulo único
del Daxué o Gran Enseñanza cuando dice: <<Conociendo a dónde se
debe tender se determina el objeto que alcanzar>>.
[4]
Ante todo es preciso
conocer el fin al que debemos dirigir nuestras acciones. Ese fin al que tenemos
que dirigir nuestras acciones, no es otro que la perfección, la perfección
moral. El texto sigue diciendo: <<Habiéndolo determinado
se puede conseguir la tranquilidad; tras la tranquilidad se puede obtener la
paz y, obtenida esta, la deliberación es posible. La deliberación es seguida
por la consecución del objeto que alcanzar>>
[5].
Es necesario descubrir
a dónde debemos tender, es decir, nuestro destino, para así poder tomar la
firme determinación de dirigirnos hacia él. Una vez tomada esta determinación,
nuestro espíritu obtendrá la tranquilidad y se verá libre de vacilación e
inquietud. En cuanto se hayan consolidado esta tranquilidad y serenidad de
espíritu, gozaremos de una profunda paz interior que ningún acontecimiento
podrá alterar. Cuando gocemos de esta paz inalterable, estaremos en condiciones
para meditar y penetrar en la esencia de todas las cosas. En cuanto conozcamos
la esencia de todas las cosas, habremos conseguido el estado de perfección que
nos habíamos propuesto. Nuestro destino estará
cumplido.
Confucio. |
El texto se refiere a
que nuestro destino es nuestra propia perfección y más arriba hemos indicado
que el Mandato o Ley del Cielo nos ordena esto. Y después de conseguir esto,
vendría la perfección de los demás, por efecto de mímesis. Por eso los antiguos
gobernantes sabios estimaban tan importante que el Emperador fuese el primero
en practicar la virtud y de esa forma no apartarse del Mandato del Cielo. En el
punto 1 del capítulo XII del Zhong Yong o Justo Medio se lee: <<El Camino
del hombre superior es vasto y, sin embargo, sutil>>[6].
El Camino, o lo que es
lo mismo, la norma de conducta moral del sabio, posee un contenido tan amplio
que puede aplicarse a todos los actos y
palabras de los hombres.
A su vez es tan sutil que algunas veces es imperceptible, pasa desapercibido
para la gente común. En el punto 3 de este mismo capítulo dice lo
siguiente: <<…el Camino se manifiesta en todas partes>>. [7] El Camino
se manifiesta en todas partes porque la
norma de conducta moral se halla impresa en la mente de todos los hombres.
Hay que darse cuenta de
la suma importancia en el confucianismo de esta Ley Moral, por eso se llega a
decir que ilumina el universo entero y por eso habla de que el sabio cuando la
alcanza en plenitud, llega a ser como una trinidad, junto con el Cielo y la
Tierra. Para aclarar mejor esto veamos por último el punto 4, que dice así: <<El Camino
del hombre superior…en su máxima expresión brilla en el Cielo>>. [8]
Tenemos que el Camino,
o a norma de conducta moral, se halla presente en el interior de todos los
hombres, sin excepción, pero no en todos los hombres se desarrolla en el mismo
grado. Porque el sabio le imprime tal resplandor que ilumina todo el Cielo. Lo
desarrolla tan completamente que sigue los designios de la divinidad y cumple
en su totalidad con la Ley del Cielo.
Como ha quedado
aclarado más arriba, todas las acciones, hasta nuestros pensamientos más
íntimos, pueden ser reguladas por esta norma. Por eso Confucio dice en el libro
Lun Yu o Analectas (论语) que
no hay que hacer nada de lo que puedas avergonzarte, ni siquiera en los lugares
más íntimos donde estés solo.
En el capítulo XIII, en
el punto 1 de La Doctrina del Medio
Confucio dice: <<El Camino no
está lejos de los hombres cuando los hombres quieren practicarlo, pero si el
Camino que emprenden está lejano, no es posible que este sea el verdadero
Camino>>. [9]
El Camino o buena
conducta moral debemos buscarla en nuestro interior, por eso dice que no está
lejos de los hombres cuando estos quieren practicarlo. No es verdadera norma de
conducta o Camino el que se descubre fuera del hombre, es decir, la que no
deriva directamente de la naturaleza humana.
Recuérdese que para el Cielo lo natural es seguir el Camino.
Véase de nuevo la similitud con Kant. No
hay que olvidar que para el prusiano la Ley Moral está impresa en nuestro
interior y por lo tanto es la única verdadera. En las palabras de Kant se vislumbra
cierto parecido: <<Toda doctrina religiosa que busca dar al ser
humano una norma de conducta que no se limita a la ley moral del deber es
fanatismo religioso>>[10].
Kant aquí alude a todas
esa religiones que se guían por supersticiones y fanatismos, en vez de tener
como guía la ley moral que tenemos impresa en nuestro interior. Por su parte
Confucio dice que esa ley o norma de conducta moral no está lejos de nosotros,
eso es porque debemos buscarla en nuestro interior. La alusión que aquí hace
Kant a la superstición y el fanatismo en las religiones, se parece mucho a la
hechicería, brujería y magia que imperaba en la religión en época del Maestro.
Y este, posiblemente, sea otro motivo por el cual Confucio no hablaba casi
nunca de estos temas. Más adelante explicaremos esto con más detalle.
En el mismo capítulo XIII
del Zhong Yong (Justo Medio) de Confucio, se lee: <<El hombre superior se
vale de lo que hay en el hombre para regir al hombre y cuando lo ha corregido,
se detiene>>. [11]
Una
vez más queda claro que el Camino no hay que buscarlo fuera. El hombre superior
acepta con humildad los designios del Cielo, que no son otros que alcanzar la
perfección moral, o lo que es lo mismo, no apartarnos del Camino. Por el
contrario el hombre que camina fuera del Camino se meterá en mil empresas que
no le corresponde, que son ajenas a su índole.
¿Cómo se puede saber o
conocer esos designios del Cielo? El Cielo tiende a manifestarse de diferentes
formas, según los confucianos. Por un lado se manifiesta a través del pueblo
que se rebela ante el gobernante que se aparta del Camino. Cuando un gobernante
se desvía del camino recto y deja de cumplir la Ley del Cielo, o sea,
desobedece a la Ley Moral que el Cielo ha impreso en nosotros, entonces es el
mismo Cielo el que le retira su protección y le enviará calamidades. Esa
desobediencia puede ser de distintas maneras, como no escuchar a tu pueblo o
como no dar importancia a los ritos y costumbres; Otras veces el Cielo se manifiesta mediante
los métodos de adivinación, es decir, mediante los oráculos. La divinidad puede
mediante los oráculos dar una reprimenda o dar su aprobación a quien lo
consulta; otras veces se manifiesta el Cielo cuando uno descubre la ley moral
en su interior y es nuestra conciencia la que nos dice cómo debemos obrar, cómo
debemos pensar y cómo seguir el Camino del Cielo. En el capítulo XVII del mismo
libro dice el Maestro:
<< ¡Qué gran piedad filial
tenía Shun! Su virtud le hacía sabio, su dignidad emperador, poseía todas las
riquezas que hay en el ámbito de los cuatro mares, realizaba sacrificios a los
antepasados en su templo ancestral y sus descendientes lo conservaron dedicados
a él…Por eso el Cielo, al producir a los seres, es generoso para con ellos de
acuerdo a sus cualidades. De ahí que alimente a un árbol vigoroso y derribe a
otro que está medio seco>>.[12]
Se alude aquí a la
piedad filial, a los sacrificios y al ritual, virtudes indispensables para
seguir el Camino. Shun era uno de esos pocos sabios de la antigüedad que sirve
como ejemplo para Confucio por haber completado su desarrollo moral, por no
apartarse ni un milímetro del Camino. El Cielo, en el constante cuidado que
proporciona a todos los seres, proporciona a cada uno el desarrollo adecuado a
su naturaleza o a sus inclinaciones naturales, por eso a Shun le proporcionó el
desarrollo moral.
El Cielo cuida de que todos los seres se
desarrollen y crezcan, a cada uno según su naturaleza. Como la naturaleza del
ser humano es racional, a este le proporciona lo necesario para que se
perfeccione moralmente, este es el fin último al que todos los seres humanos se
tienen que dirigir, como ya hemos dicho antes, pero, ¿cómo se conseguiría esto?
En el punto 5 del capítulo único del Daxué
o Gran Enseñanza se dice lo siguiente
al respecto:
<<Los antiguos
que querían ilustrar la luminosa virtud en el mundo ponían primero el orden su
reino; para poner el orden en su reino regulaban antes su propia casa; para
regular su propia casa se perfeccionaban antes ellos mismos; para
perfeccionarse ellos mismos rectificaban primero su corazón, para rectificar su
corazón hacían previamente sinceros sus pensamientos; para hacer sinceros sus
pensamientos alcanzaban antes el máximo conocimiento. Y el máximo conocimiento
reside en la investigación de las cosas>>. [13].
El máximo conocimiento
de las cosas también se refiere al fenómeno causa-efecto, a lo que hace que las
cosas sean lo que son, a alcanzar un conocimiento
claro y profundo de las cosas y sus causantes, de las acciones de los hombres y
los móviles que hacen que los hombres actúen de esa forma, una vez alcanzado
esto obtenemos con ello la máxima perfección de los conocimientos, que aquí se
refiere a los conocimientos morales. O sea, investigando a los demás o el
pasado, podemos saber cómo actuar de acuerdo al Camino. Cuando se alcanza la
máxima perfección de los conocimientos morales,
las intenciones se vuelven rectas y sinceras. Si las intenciones son
rectas y sinceras al alma la penetran todas las virtudes. Las virtudes del alma
corregirán todo nuestra forma de ser. Si alcanzamos nuestra perfección
personal, quedará establecido el orden en nuestra familia. Si esta está en
orden, el reino será rectamente gobernado. Y cuando todos los reinos son
gobernados de acuerdo a la rectitud del Camino, el mundo entero se renueva y goza
de paz.
En algunos de los cinco
libros clásicos anteriores a Confucio, como El
Libro de las Odas, El Libro de los Ritos o El Canon de la Historia se puede
leer abundante información sobre la influencia del Cielo en los humanos y no
solo en cuanto a generador de virtudes. Todas estas lecturas dejan claro que el
poder del gobernante procede del Cielo, y que si el gobernante cumple con su
Ley este seguirá disfrutando de sus bendiciones. Se pone de manifiesto que la
virtud del prudente es el fundamento de la autoridad que el Cielo le atribuye
para gobernar a los demás hombres. Pero los confucianos creen que esto mismo le
sucede a cualquiera, no solo a los que gobiernan. Y lo creen probablemente
porque así viene indicado en este mismo capítulo único de La Gran Enseñanza, que es
un texto original de Confucio: <<Desde el
Emperador hasta el último vasallo, todos deben tener el cultivo de sí mismos
como fundamento…>>[14]
Según Confucio el que
no ha descubierto en su interior el Mandato del Cielo, no ha alcanzado la
perfección. Porque para él, lo único verdaderamente perfecto sin mezcla alguna
de imperfección, es el Mandato del Cielo. El hombre debe esforzarse en descubrir
en su interior este Mandato, que es la base y fundamento de todos sus deberes.
Bibliografía
-
Cheng, Anne. Historia del pensamiento chino, Bellaterra, Navas de Tolosa, 2012.
-
Elorduy, C. Romancero Chino, Editora
Nacional, Madrid 1984.
-
Kant, I. Crítica de la razón práctica, F.C.E, México, 2005.
-
Kaizuka, S. Vida y pensamiento de Confucio, J de Olañeta , Palma de Mallorca
2004.
-
Pérez Arroyo, Joaquín. Confucio: Los cuatro libros, Espasa
libros, Barcelona 2014.
-
Wilhelm, R, I Ching, Libro de las Mutaciones, Edhasa, Barcelona, 1977.
-
Xinzhong, Y, El Confucianismo, Cambridge University Press, Madrid, 2001.
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