Schopenhauer
y el budismo, 2ª Parte
Por
Alejandro Tenorio Tenorio
Correo electrónico: alejante@ucm.es
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Sobre
el Triple Entrenamiento.
Monjes alrededor de la imagen de Buda. |
Se trata de un entrenamiento ético, mental y de desarrollo de la sabiduría
por medio de la Óctuple Vía o Sendero del auto-desarrollo que lleva al estado del despertar.
La meta de todo aspirante budista es el nirvana o experiencia última de la
liberación y que conlleva la más alta felicidad. Ese Noble Sendero
Óctuple se recorre observando y practicando las siguientes iniciativas:
1) La recta
comprensión de la existencia fenoménica: todo está sometido a enfermedad,
vejez y muerte y, por tanto, a transitoriedad. Todo fenómeno es impersonal.
2) El recto pensamiento: alcanzar una mente
limpia renunciando a lo insano y perverso.
3) La recta palabra: evitar la
maledicencia, la infamia, la charla fútil o de poco aprecio, la mentira y
la difamación, haciendo uso de palabras sinceras, nobles, amables y
ecuánimes.
4) La recta acción, donde se incluyen
cinco preceptos: no dañar ni matar, no robar, evitar la lujuria o el desenfreno
sexual, no mentir y no consumir drogas ni bebidas tóxicas.
5) La
recta forma de vida: hay que evitar las acciones nocivas como el
traficar con armas, con seres humanos, tráfico de órganos, venta de bebidas
alcohólicas, sustancias tóxicas. También considera profesiones equivocadas la
de soldado, pescador, cazador y todo lo que atente contra la vida, así como la
usura y el enriquecimiento injusto.
6) El
recto esfuerzo: tratar de evitar los pensamientos perniciosos y
suscitar estados mentales y pensamientos positivos y saludables.
7) La
recta atención mental: cultivar la atención mental y vigilar la mente,
la palabra y los actos, viviendo intensamente cada momento. La atención
constante es un factor liberador importantísimo pues lleva a la comprensión
clara y al análisis profundo.
8) La
recta concentración: hay que aprender a dirigir la mente y
concentrarla por medio de los ejercicios de meditación hasta alcanzar grados
elevados de absorción mental lo que conduce al conocimiento intuitivo.
De la doctrina del Karma
Del Karma, de nuestras acciones y sus
consecuencias o efectos, depende el número de reencarnaciones y también su
cualidad, esto es, la naturaleza de éstas.
Tal vez el sentido profundo de esta idea es la interconexión general de
todos los actos humanos y sus efectos y repercusiones, tanto a nivel individual
como universal. Por mor de esa generalizada interdependencia, existen múltiples
líneas o vías de causación en todas direcciones, que constituyen un tejido
imprevisible e indisoluble de efectos. Los occidentales llamamos Destino a
esa ley ciega, anónima e implacable que determina el estado de cosas o las
circunstancias vitales de los individuos y en función de su comportamiento
obtiene una retribución moral positiva o negativa.
La doctrina del Karma permite dar una explicación de los condicionamientos
físicos o históricos de la existencia por una misma ley que es a la vez de
orden natural y moral y cuyo curso depende en cada momento de la conducta de
los individuos en sus existencias anteriores. De ahí que el mundo fenoménico
existe a causa de esa masa de Karma que se tiene que
retribuir. En la hipótesis ideal de que todos los hombres anularán su Karma o
negásemos la voluntad de vivir por el ascetismo y la quietud espiritual, el
mundo fenoménico se acabaría, la historia terminaría y el Nirvana se
convertiría en la condición universal de toda existencia.
Arthur Schopenhauer |
La conclusión es que el budismo califica de ignorante, de insensato, a todo
el que se deja arrastrar por el puro deseo de vivir al
considerar a éste como dolor. Esta doctrina afirma que la
existencia, cuando se la comprende desde la sabiduría, no es otra cosa que
dolor. Y en esto contrasta con el modo occidental de pensar y de vivir.
Sobre la Dukkha o
“dolor”
La palabra sánscrita Dukkha, “dolor”, tiene una complejidad
semántica mayor que la que pueda expresarse con los vocablos “sufrimiento”,
“pesar”, “aflicción”, “miseria”, etc. Dukkha connota
irrealidad, vacío, inestabilidad de las cosas que nos rodean y de nuestra
propia vida.
Todos tenemos la experiencia de la constante transformación del mundo que
nos rodea y de nosotros mismos (Heráclito: afirmación del cambio constante, del
devenir de la realidad; todo fluye. El Cosmos siempre
fue, es y será fuego eterno por la tensión entre contrarios. Y esa guerra está
regida por una Ley universal, el Logoso razón, que conduce a
la armonía). No solo las personas y las cosas son inestables, sino
también las ideas, los valores, los principios… todo está destinado a
desfigurarse, disolverse y transformarse.
La convicción budista de que la existencia es dolor no parece que pueda
quedar reducida a una mera visión nihilista que se regodea en
la inanidad de los seres e en los aspectos negativos de la existencia como la
enfermedad, la vejez y la muerte.
La Sabiduría budista:
entreveros del Oriente.
Estatua de Siddharta Gautama (Buda). |
¿En qué consiste la Sabiduría budista? Cualquier oriental
definiría la Liberación como interrupción de la Ley
del Karma mediante la Iluminación o Nirvana.
Sin embargo, la semántica de Nirvana encierra una dificultad
que no facilita su análisis. Para el budista, el salir de la
ignorancia, el lograr la sabiduría, no es, como para los occidentales, sólo
un proceso mental, sino que incluye también y fundamentalmente la práctica
de la virtud, especialmente la de no hacer daño. A lo que
aspira no es a una sabiduría como conocimiento, sino a un estado
incondicionado en el que desaparece o cesa el deseo de vivir y se
neutraliza toda acción y sus efectos, quedando ya fuera del ciclo de las
reencarnaciones.
La
influencia del hinduismo en el budismo: Atman y Brahman
El Vedanta está más próximo a nosotros que el budismo en
su concepción de la sabiduría, pues para el hindú Sankara, por ejemplo,
la liberación consiste en el reencuentro final del individuo con su yo más
profundo, con su ser auténtico tras sobreponerse al espejismo del velo de
maya[8] y
comprender la vacuidad del mundo.
Las Upanishads hablan continuamente de la identidad de Atman y Brahman: Atman es
un pronombre que significa “yo mismo”, y Brahman, designa “lo
absoluto”. Y así señalan la posibilidad para el individuo de identificarse con
lo absoluto y encontrar en él el verdadero valor y plenitud de su ser.
Este planteamiento tan europeo lo podemos encontrar en el sistema Idealista de
Hegel o en su versión invertida de éste, el materialismo de
Marx. “Yo soy lo absoluto, lo absoluto soy yo” se lee en las Upanishads.
Ese yo auténtico y liberado no es el yo subjetivo y empírico, sino que alude y
referencia a una realidad más profunda que conduce a ese lugar metafísico
anterior a la actualización del individuo. Es decir, el “yo mismo” que el hinduismo
llama Atman es, realmente, el sustrato impersonal todavía no
individualizado en las personas y, por tanto, la fuente transpersonal e
indiferenciada de la que surge la personalidad.
El Atman, mi “yo mismo”, indiferenciado e interior que
constituye muestro ser más profundo, es el paso en nosotros de lo absoluto sin
dualidad. Mi “yo mismo” está en todo y “yo mismo soy el absoluto”, pues el yo
más verdadero es ese instante metafísico en el que el ser humano se interioriza
hasta el punto en que diluye en el absoluto que él mismo es.
El
contexto de la cultura Vedanta de Sánkara
En ese contexto, el yo personal y empírico, sometido a la Ley del
Karma que rige el mundo fenoménico y el ciclo de las reencarnaciones,
no es más que un envoltorio que desfigura el yo verdadero. Mientras el karma
mantenga el disfraz, el envoltorio, la ganga, el Atman, “el yo
mismo” quedará prisionero en el ciclo de Samsara (de las
reencarnaciones). Con el control y dominio del Karma, se produce
la Liberación. En las Upanishads este es un
proceso de conocimiento. No es un aumento de conocimiento discursivo (que
implica la dualidad sujeto-objeto), sino de un proceso de interiorización
místico, de inmersión en la zona metafísica del absoluto, donde la Ley del
Karma queda desactivada.
Este conocimiento es “reminiscencia”, “rememoración”, anamnesis,
“recuerdo”, “reconocimiento” de lo absoluto en el fondo de nosotros. Esta es
la gnosis en la que se desvela y actualiza la conciencia plena
de nuestra identidad con un absoluto impersonal. Desde este punto de vista, las
analogías del Vedanta de Sankara con el pensamiento occidental
son perceptibles: desde Platón a Heidegger, pasando por Descartes, Hegel o
Schopenhauer. En todo caso, se entiende la Liberaciónaquí como una
reintegración del yo más profundo, el Atman-Brahman, al ser verdadero; de
una Liberación que recupera el yo profundo y trascendental al
abandonar el yo particular y empírico a la inanidad e inconsistencia, lo que
implica su vinculación con el mundo fenoménico.
El concepto de Liberación en
Buda
En contraste a esta visión del Vedanta de Sankara,
el budismo ofrece un planteamiento muy diferente acerca de la Liberación.
Buda niega la noción védica de Atman y los conceptos
equivalentes hinduistas y jainistas[9],
como Sattva (‘ser vivente’), Jiva (‘cosa
viviente, alma, mónada vital’), Pugdala (‘sustrato de la
personalidad’), etc. porque ve en ellos una de las raíces esenciales del
querer-vivir, las huellas de una búsqueda egoísta capaz de encadenarnos
sutilmente a la vida transmigrante más que liberarnos de ella.
De facto, para el budismo, la peor
forma del deseo que existe y la que más Karma produce es,
paradójicamente, el deseo de absoluto. Para Buda, no existe ningún yo (el
disfraz, la ganga, el envoltorio, el Atma de Vendata)
que tenga que liberarse del mundo fenoménico accediendo al absoluto.
El rechazo budista de Atma y defensa del fenomenismo radical
El budismo rechaza cualquier concepto de yo (Atma) y defiende un
fenomenismo radical. No solo mantiene la existencia de un devenir fluyente e
incesante de las cosas (Heráclito), sino que va más allá de la filosofía
heraclitea y niega que el constante fluir de la existencia se produzca sobre
elementos permanentes que se transforman y cambian.
Esta metafísica radical del constante fluir hace problemático comprender al
individuo humano, porque el hombre, sobre ese trasfondo fluyente, en constante
devenir, solo se entiende como el simple encuentro fugaz e inestable en cada
momento de las fuerzas llamadas agregados (Skandha) en
que se clasifica la experiencia individual de cada persona. El individuo es
visto como un complejo cuerpo-mente de procesos interdependiente (dharmas[10] o
‘unidades básicas de un fenómeno’).
Los Cinco
Agregados o Cinco Skandhas
Los agregados o Skandhas son los
cinco elementos con los que la mente de válida para crear la ilusión del Yo,
del Ego, y sumir al hombre en la Ignorancia, a saber:
a. Los contenidos de la sensibilidad (percepción
corporal), es decir, Forma y cuerpo (rūpa): incluye no solo el
cuerpo en sí, sino además la propia imagen que la persona se hace de éste;
b. Sentimientos y sensaciones (vedanā); esto es, los afectos de la emotividad: son los datos (o información pura) que
se reciben a través de los cinco sentidos y también a
través de la mente. Pueden ser
agradables, dolorosos o neutros.
c. Percepción y memoria (en
sánscrito sangñā,): es el registro que se hace de esos estímulos
sensoriales puros que la persona convierte en objetos reconocibles y
distinguibles. Los pensamientos e ideas también se consideran objetos. Se trata
de la percepción del mundo por medio de la memoria y la imaginación
(recuerdos e imágenes);
d. Estados mentales (en sánscrito samskāra): los deseos conscientes e inconscientes, y
e. Conciencia (en sánscrito vigñāna).
Es un acto de atención o respuesta de la mente en el que el conocimiento del
objeto se hace consciente en nosotros. La conciencia desaparece y resurge cambiada de un instante a otro y actúa de manera
discriminatoria y parcial ya que existe un aferramiento a lo percibido como
deseable, un rechazo contra lo no-deseable e indiferencia a lo neutro. Este
constante movimiento genera insatisfacción o sufrimiento al no poder controlar
cómo esos objetos percibidos aparecerán: conocimiento de discernimiento y objetivación.
Los Cinco Agregados son
inestables y perecederos. Por eso en ninguno de ellos se podrá encontrar
la esencia del ser o del yo. La ascética budista busca conseguir
que el practicante llegue a darse cuenta de manera constante cómo operan los
procesos de los Cinco Skandhas. Esto constituye un
cultivo (bhavana) de la mente.
Funcionamiento
de los Agregados. Sus interacciones: la ilusión de un yo
sustancial y su identidad cambiante.
Todo lo que constituye la individualidad
de la persona es solo la concordancia transitoria y puntual de todos aquellos
componentes cuyo funcionamiento combinado permiten al hombre representarse el
resultado de su propia actividad mental.
A lo largo de una vida, aquellos
agregados funcionan interaccionándose de modo que produce la creencia de una
sustancia estable, un principio de identidad o yo esencial como soporte. Sin
embargo, de hecho, ese yo sustancial no posee mayor realidad que la de un todo
combinado, cambiante y provisional, de fuerzas, de actividades o de funciones.
El
Nirvana: una liberación sin sujeto liberado.
Es justamente esa ausencia de Yo (Atma) lo que implica tanto el
dolor como la posibilidad de salvación. El budismo proclama una liberación sin
sujeto liberado, pues bastaría romper un eslabón de la cadena de la ignorancia
que nos hace creer en el yo para que el encadenamiento cesara. Y el estado que
resultaría de ahí sería el Nirvana: una liberación sin sujeto
liberado, al igual que plantea un proceso de reencarnación sin alma que se
reencarne, desde el momento en que, desde su perspectiva, esta vida funciona
sin el soporte de ningún tipo de entidades sustanciales (ni Atman ni Brahman).
Y como ese funcionamiento consiste en una interacción de fuerzas, de energías
(nuestros órganos), considera que cuando el organismo muere, las energías
quedan detenidas, las fuerzas no se interfieren, aunque tampoco perecen.
De modo que si durante la vida no hemos neutralizado, por medio de la
ascética, el deseo del querer vivir (energía que alimenta esa interacción de
fuerzas de las que nacen nuestros pensamientos, sentimientos, esperanzas,
sensaciones, acciones y voliciones diferentes), y si, por el contrario, hemos
alimentado su energía, esas fuerzas anónimas, impersonales, continuarán
funcionando y provocarán un renacimiento, una reencarnación, por lo que no se
alcanzará el Nirvana al no haber logrado, mediante las vías
adecuadas, desenraizar y arrancar de nosotros el deseo de vivir.
El sendero de la Sabiduría.
El budismo se aferra a la convicción de que el mayor obstáculo para la
sabiduría y para la liberación está en la creencia de la existencia de un yo
como fundamento sustancial de la persona; y, por otro lado, tiene la
experiencia ilusoria del yo como algo irreductible, siendo su propia
autodisolución conceptual en el no-youn hecho de ese mismo yo
ficticio e ilusorio.
El sendero de la sabiduría consistiría en el proceso de dar muerte al yo, algo
así como la aceptación de la muerte incesantemente vivida sin trampas
metafísicas ni esperanzas religiosas de ningún tipo. No se puede negar, pues,
ni la sutiliza ni la finirá del pensamiento budista en este punto.
Este proceso puede horrorizar a cualquier occidental movido siempre por el
impulso de autosuperación, de un autoengrandecimiento de nuestro yo,
ya sea como realización plena de nuestro proyecto existencial, ya sea por la
esperanza de una divinización de ese yo según las promesas de
la religión cristiana.
Según las doctrinas de las diferentes escuelas del budismo, la liberación
oscila entre su identificación directa con la nada y su consideración como el
estado de la suprema felicidad. Los textos suelen presentar definiciones
distintas e incluso antinómicas.
La estructura léxica de Nirvana procede del verbo
sánscrito ‘va’, que significa “desatar” (en referencia con los
nudos de la mente) y también “desaparecer, extinguir, cesar, apagar la vela, en
donde la llama representa las pasiones incontroladas”, y el prefijo ‘nir’,
que en los autores budistas se aplica al fuego que se apaga, al astro
que se oculta, o al individuo que desaparece de esta vida. Pero ni la
etimología ni las comparaciones que se hacen permiten conocer plenamente qué es
el Nirvana [11].
Para la mentalidad occidental, acostumbrados a vivir en un optimismo bien
planificado, guiados con gusto por ilusiones y deseos, y evitando pensar en la
muerte, y disfrutar de la vida como si la muerte no existirá (Carpe
Diem Quam Minimum Credula Postero; Horacio, Odas, I, 11), el pensamiento de la muerte quita el sentido y el
sabor a la vida, la sume en el absurdo y en la depresión, salvo que se acepte
la esperanza en la resurrección de los cristianos. Y si se piensa en la muerte,
hay que hacerlo creyendo que de ningún modo es el final, sino tan solo un
cambio a otra vida mejor, porque en ella se van a realizar plena y de modo “sobrenatural”
todos esos deseos infinitos de felicidad, de eternidad y de plenitud que da
sentido a la existencia humana.
[8]. La Teoría del velo de Maya atrajo
la atención de muchos filósofos, entre ellos a Arthur Schopenhauer. Cuando en
el libro primero de su obra -El Mundo como Voluntad y Representación- Schopenhauer
habla acerca del velo de maya, este se refiere a que los sentidos
son los que hacen a la representación, característica principal de la realidad.
Todo lo que percibimos –decía- se nos aparece como conocimiento único, como
dadiva apolínea; Schopenhauer insistía en que la vida y el sueño estaban
íntimamente asociadas, el sueño era una ilusión de la realidad (la vida y
los ensueños son páginas de un mismo libro) y solo el entendimiento podría
soltarnos de las cadenas de la realidad aparente, del mirar sombras en la
caverna.
[9]. Vardhamana Mahavirá (549 a.C. – 477 a.C.) fue un santo indio, iniciador del jainismo (en inglés jainism), una doctrina hinduista que
rechazaba el sistema de castas, la autoridad de los textos Vedas y los sacrificios rituales.
[10]. Con minúscula, dharma, se diferencia
de Dharma, con mayúscula, que significa las Enseñanzas o
la Ley natural.
[11]. SÁNCHEZ MECA, Diego (2004), El Nihilismo.
Perspectivas sobre la historia espiritual de Europa, Madrid, Editorial
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BIBLIOGRAFÍA
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