La Diosa Isis
Por: Lorena
González Blasco
Correo electrónico:
lorenagblasco@yahoo.es
La Isis de Farnese, Museo Arqueológico de Nápoles |
En estas pocas páginas vamos a ver a Isis, una de las
diosas egipcias, ya romanizada, por lo que tendrá nuevos atributos y
advocaciones diferentes de las de su origen. Así lo que veremos es una
presentación de ella en dicho periodo de la historia.
Su nombre egipcio, Isis, significa asiento o trono. [1]
Es una diosa madre. Su principal representación es amamantado a su hijo Horus,
heredera de la iconografía egipcia; asimilada a Io o Deméter, a la
Fortuna-Tyché o Sothis, también se la encuentra como una diosa panthea entre los lararaia, asimilando varios atributos de diferentes diosas y cuya
función era profiláctica, además podía encontrársele con su paredro Serapis y
su hijo, formando la triada y siendo la garante de la familia. Aunque también
se la encuentra sola a la diosa con el sistro.[2]
Se nos relata que es uno de los cuatro hijos de Rea-Nut y
esposa del dios Osiris, ambos se unieron en el vientre de su madre antes de
nacer. Se convierte en regente al partir su esposo-hermano a civilizar el
mundo, pero a su regreso Set se deshace de él encerrándole en un sarcófago que
lanza al río, de esta forma navegará hasta Biblos, donde bajo la forma de un
árbol el rey de ese país lo utilizará como pilar de su palacio. Tras conocerlo
Isis por medios mágicos y ayudada por Anubis se dirige a ese lugar, donde se
convierte en la nodriza del príncipe, siendo sorprendida una noche cuando
intentaba darle la inmortalidad, entonces se revela exigiendo el ataúd de su
esposo, regresando a Egipto. Por ello, esconde a Osiris, pero Set en una
partida de caza lo encuentra y lo trocea en varios fragmentos que Isis recupera,
menos el falo, e Isis le devuelve a la vida. Tras ello nace Horus, que más
tarde reclamará su herencia al luchar contra Set, del que se apiada Isis y
Horus le quita la cabeza colocándole luego una de vaca. [3]
En estos momentos aparece Serapis, emergido de los dioses
Osiris y Apis, según Alvar el Apis muerto convertido en Osiris, dios fecundador
y protector de los muertos, asimilado a Plutón con un cesto de frutas, calathos, cuya iconografía fue inventada
por Briaxis y cuyo culto se configuró gracias a Timoteo de Eleusis.[4]
En esta época Isis forma la triada con Serapis, equivalente
a Horus, y junto a Harpocrates, que sería su hijo Horus. Así sus nombres se
helenizan y entran dentro de los relatos helénicos.
Sus textos son las aretalogías, escritas en griego entre
el 100 a.C. y el 200 d.C., los cuales contienen himnos o plegarias a la diosa,
que según Alvar se recitarían de forma colectiva. Y sus instrumentos para la
realización del culto son la hidra o la situla, donde se guardaba el agua,
elemento imprescindible ya que se suponía que era agua del Nilo; el sistro, una
especie de sonajero, y la cista, donde se guardaban las diferentes partes de
Osiris que la diosa fue recogiendo.[5]
Se la adoraba en templos públicos y privados. El primero
estaba incluido dentro de la ciudad como el iseum
de Pompeya y el Iseum Campense con
lugares anejos para aposentos del clero y hospedaje de peregrinos así como para
realizar la iniciación. Y el segundo estaba dentro de las casas particulares,
como la casa de Decimo Octavio Quartione y Loreio Tiburtino, ambas en Pompeya. [6]
Se realizaba un culto diario. Por lo que se abría el
templo por la mañana, tras ello se procedía al despertar, asear y acicalar a la
diosa, una vez realizado esto se le ofrecía comida, la cual rechazaba, por lo
que se guardaba para la alimentación de los sacerdotes. Durante el día hasta la
hora de cerrar el templo, que se hacía por la tarde, la gente entraba a rezar,
a hacer sus tareas, a realizar requerimientos divinos o incubatios o tener alguna visión.[7]
Cada isiaco entraba en contacto con la divinidad de forma
personal, abrazando el altar, un acto típicamente romano comenta Alvar,
arrojando sus cabellos desatados y de rodillas y a veces sentados. Normalmente
se pedía por el bienestar, la salud y curación de los seres queridos, terminar
bien un viaje, tener éxito profesional, preservar la castidad de la mujer y
proteger la vida materna de los partos. Y era la diosa quien elegía tanto al
que se iniciaba como al sacerdote que le iniciaba. Dicho iniciado debía pasar
varias pruebas, entre ellas el ayuno de ciertos alimentos y la abstinencia
sexual.[8]
Las dos grandes fiestas son el Navigium Isidis y el Inventio
Osiridis. La primera, llamada en griego Ploiaphesia,
se celebra el 5 de marzo, fecha que inicia la temporada de navegación y en la
que se hacen votos a la diosa para que el mar de sus frutos. Y la segunda
rememora el viaje para recuperar a Osiris, realizado entre el 26 de octubre y
el 3 de noviembre. A ambas les precedía un periodo de abstinencia sexual.[9]
Lo que es interesante es que aunque
cambiando de civilización conserva su estructura en tríada y su principal
papel, como diosa-madre. Así como que sus acompañantes cambien el nombre
helenizándose. No debemos olvidar que dicha deidad pasará luego al mundo
cristiano en la advocación de la Virgen María con muchas de sus
características, sobreviviendo a lo largo de la historia.
BIBLIOGRAFÍA
-
Alvar Ezquerra, J; Los Misterios. Religiones «orientales» en el
Imperio Romano, ed. Crítica, Barcelona, 2001
-
Arroyo de la
Fuente, M. A.; El culto isiaco en el
Imperio Romano. Cultos diarios y rituales iniciático: iconografía y significado,
BAEDE, nº 12, Madrid, 2002. (versión impresa y pdf)
-
Arroyo
de la Fuente, M.A.; Iconografía de las
divinidades alejandrinas, Liceus, Portal de Humanidades, 2006.
-
Turcan,
R.; Los cultos orientales en el Mundo
Romano, trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001.
[1] Arroyo de la Fuente, M. A.; Iconografía de las divinidades alejandrinas, Liceus, Portal de
Humanidades, 2006, pág. 18 y Turcan, R.; Los
cultos orientales en el Mundo Romano, trad. A. Seisdedos, ed.
Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 83.
[2] Alvar Ezquerra, J; Los
Misterios. Religiones «orientales» en el Imperio Romano, ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 153 y Arroyo de la
Fuente, M. A.; op. cit. BAEDE, nº 12,
Madrid, 2002, pág. 216.
[3] Alvar Ezquerra, J., op. cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001,
pág. 47-49 y 51-54 y Turcan, R.; op. cit.,
trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 83.
[4] Alvar Ezquerra, J.;
op. cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 58-60, 62, 64 y 66 y Turcan,
R.; op. cit., trad. De Antonio
Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pág. 80-82.
[5] Alvar Ezquerra, J; op.
cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 150-151, 234-235 y 237.
[6] Arroyo de la Fuente, M. A.; El culto isiaco en el Imperio Romano. Cultos diarios y rituales
iniciático: iconografía y significado, BAEDE, nº 12, Madrid, 2002, pág.
214, 216-217 y 219 (versión impresa) y Turcan, R.; op. cit., trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001,
pág. 107 y 109.
[7] Alvar Ezquerra, J; op.
cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 227-228; Arroyo de la Fuente, M.
A.; op. cit. BAEDE, nº 12, Madrid,
2002, pág. 225-226 (versión impresa) y Turcan, R.; op. cit., trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001,
pág. 107 y 112-114.
[8] Alvar Ezquerra, J; op.
cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 145, 241 y 250 y Arroyo de la
Fuente, M. A.; op. cit. BAEDE, nº 12,
Madrid, 2002, pág. 226-228 (versión impresa).
[9] Alvar Ezquerra, J; op.
cit., ed. Crítica, Barcelona, 2001, pág. 146, 218 y 221; Arroyo de la
Fuente, M. A.; op. cit. BAEDE, nº 12,
Madrid, 2002, pág. 229-230 (versión impresa) y Turcan, R.; op. cit., trad. A. Seisdedos, ed. Biblioteca Nueva, Madrid,
2001, pág. 115-118.
Estupendo artículo. Felicidades.
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