viernes, 4 de noviembre de 2016

Los sacrificios humanos en el antiguo Israel Parte II

Por: Antonio Justo Patallo, Licenciado en historia, especializado en Historia Antigua. Máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid.

Correo electrónico: antoniojusto@hotmail.com

Los sacrificios de niños en las partes deuteronómicas y postdeuteronómicas

Completamente diferente es la imagen que se saca de los fragmentos deuteronómicos y postdeuteronómicos del Antiguo Testamento. No existen narraciones de las épocas anteriores que se puedan igualar a las más antiguas de Gen. 22 y Jueces 11, 30-40. Solamente se pueden nombrar las informaciones del libro de Reyes sobre Ahab y los sacrificios de niños de sefarvitas y Manasés (II Re. 16, 3; 17, 31; 21, 6) que han sido reescritas primero por parte deuteronómica, como ejemplo de la idolatría más atroz, y el cronista (II Cro. 28, 3; 33, 6) realza aún más la facilidad de pecar que tenían Ahab y Manasés diciendo que no sólo sacrificaban a su hijo sino a varios.
También están los sermones de reprimendas y amenazas que llevaron a Jeremías y Ezequiel a lanzarse contra los sacrificios de niños, que consideraban como una costumbre extraña a la religión de Yahveh y más bien originaria del culto cananeo, y todas las disposiciones penales con las que la Ley de Santidad quería hacer desaparecer la costumbre de los sacrificios de niños. Al contrario de las leyes más antiguas no dice ni una sola palabra sobre los primogénitos, en relación con la demanda de animales que nacen los primeros (Deu. 15, 19-23). En cambio polemiza aún más contra los sacrificios de niños en general:

No obres tal respecto a Yahveh, tu Dios, porque ellos cometieron en relación con sus dioses todo lo que Yahveh abomina, lo que El aborrece, pues incluso queman en el fuego a sus hijos e hijas en honor de sus dioses. (Deu. 12, 31)
Cuando hayas entrado en el país que Yahveh, tu Dios, te otorga, no aprenderás a imitar las abominaciones de aquellas naciones. No ha de hallarse en ti quien haga pasar a su hijo o su hija por el fuego. (Deut. 18, 9-10)
Las primeras iniciativas se dieron en el Deuteronomio y en la reforma de Josías. Esta, en seguimiento de las demandas del Deuteronomio, junto a elementos verdaderamente “extraños”, es decir los que procedían de cultos asirios y cananeos que habían fluido hacia la religión de Yahveh, apartaba también a aquellos que como mínimo habían adquirido carácter nacional desde siglos, pero que ahora se les tenía por atrasados e incompatibles con la “verdadera” religión de Yahveh. Por esa razón se les marcaba luego como a los extranjeros, para así poder desecharles sin razón ni decoro, una actitud que luego tiene su paralelo en todas las reformas y revoluciones.
La época que siguió también continuó esta clase de lucha contra las costumbres y conceptos religiosos y morales. Una de las costumbres eliminadas por Josías fue el sacrificio de niños, que había sido reconocido como legítimo en la religión de Yahveh hasta entonces, y también aquí la ficción legalizó la renovación, ya que se trataba de una práctica de la religión de Yahveh de origen extranjero. El informe sobre esta reforma por lo menos lo reconoce así, en cuanto se hace referencia a la profanación de los lugares de culto del valle de Hinnom que estaban destinados para los sacrificios de niños (II Re. 23, 10), y a las medidas que apuntaban claramente que se trataba de la eliminación de elementos de culto extranjeros, como la desaparición de los caballos sagrados de Shamash del recinto del Templo (23, 10).
En la época de Jeremías todavía se señalaban como idólatras los sacrificios de niños llevados a cabo en el valle de Ben Hinnom. En Jer. 32, 35 se denuncia a Jerusalén de sus servicios idólatras:

Y construyeron las alturas del Ba´al, que están en el valle de Ben-Hinnom para hacer pasar [por el fuego] a sus hijos e hijas en honor de Molok, lo cual no les había ordenado, ni me había venido a la mente que se cometiera tal abominación a fin de inducir a pecar a Judá.
En los pasajes 7, 31; 19, 5 también se alza la voz contra la idolatría. Sin embargo, también se deja bien claro en los pasajes de Jeremías que los sacrificios de niños se tuvieron como componente legítimo de la religión de Yahveh, por lo menos en amplios círculos. Aquí se trata evidentemente de la lucha contra una costumbre que una vez tuvo el derecho a la legitimidad en la religión de Yahveh pero que ahora se concibe como desfasada, y la forma en que esta lucha se lleva a cabo es la misma que se relata en el pasaje 7, 21-23 sobre el carácter que tiene el rechazo de Jeremías a los sacrificios de animales. Yahveh no dio ninguna clase de indicaciones sobre los sacrificios de sangre u holocaustos en la salida de Israel de Egipto, sino solamente pedido que obedezcan sus mandamientos. Como esto es un postulado voluntario, nacido de la contemplación de la historia y no una constatación objetiva histórica, lo mismo sucede con las declaraciones sobre los sacrificios de niños: ambas veces la disputa sobre la procedencia de estas costumbres de Yahveh demuestra lo contrario de lo que quiere demostrar, o sea que sí tuvieron valor una vez de acuerdo con la voluntad de Yahveh y aún lo siguen teniendo.
Ezequiel por una parte cree que los sacrificios de niños fueron dedicados a ídolos, es decir fetiches, como relata el pasaje 39 y los pasajes 16, 21; 23, 37 y 23, 39 sobre todo. Por otra parte él puede dejar a Yahveh hablar de esta manera en 20, 25-26:

Por otra parte, Yo les propuse también preceptos no buenos y prescripciones por las cuales no podrían vivir, y suscité la contaminación de ellos mediante sus ofrendas, al hacer pasar [por el fuego] a todo primogénito, a fin de aterrorizarlos, para que supiesen que Yo soy Yahveh.
Ezequiel tiene la certeza de que los sacrificios de niños eran indispensables y cree como Jeremías que fueron un bien común en grandes círculos. Sin embargo, al contrario que Jeremías, los rechaza sin indignación y los modela al donaire del concepto que tiene de dios, después dice que Yahveh le ha dado estas órdenes de sacrificar, que para él son repulsivas, para castigar a Israel por sus pecados. Lo que posiblemente piensa el profeta es que ese mandamiento ha constituido el verdadero punto de partida para el sincretismo reinante.[1]
Bibliografía
Albertz, R., Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento, vol. 1: De los comienzos hasta el final de la monarquía, trad. esp. de D. Mínguez, Ed. Trotta, Madrid, 1999.
Eissfeldt, O., “Molk como concepto del sacrificio púnico y hebreo y el final del dios Moloch”, en Otto Eissfeldt, El Molk como concepto del sacrificio púnico y hebreo y el final del dios Moloch, trad. esp. de A. Wagner y K. Mansel, Centro de Estudios Fenicios y Púnicos, Madrid, 2002, pp. 45-86.
Ruiz Cabrero, L. A., “El sacrificio semita de las primicias y el molk en Fenicia e Israel: problemática de su difusión”, en J. Alvar; C. Blánquez; y C. G. Wagner (eds.), Formas de difusión de las religiones antiguas, Ediciones Clásicas, Madrid, 1993, pp. 75-97.
Vaux, R. de, Instituciones del Antiguo Testamento, trad. esp. de A. Ros, Herder, Barcelona, 1985.





[1] Albertz, R., Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento, vol. 1: De los comienzos hasta el final de la monarquía, trad. esp. de D. Mínguez, Madrid, 1999, p. 364.

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