Por: Ramadán Ibrahim Mizah, Máster en Ciencias
de las Religiones y Doctorando en la Universidad Complutense de Madrid.
Correo
electrónico: ramadán.ibrahim@cchs.csic.es
El islam, como
otras muchas religiones, cree en la resurrección después de la muerte y que a
la gente le espera otra vida más allá de la mundana: la vida eterna. El
musulmán, a su vez, cree en la tortura o el tormento en la sepultura, en la
resurrección después de la muerte, en el paso del Sirat, extendido por
encima del Infierno, en la rendición de cuentas ante Dios, y en la entrada en
el Paraíso o en el Infierno. Todo va por pasos. El primero de éstos es el
tormento en la tumba, ya que la otra vida empieza desde el momento mismo de la
muerte y su entrada en la tumba. De ahí, las etapas de la otra vida según el
islam son como sigue:
A.
La primera etapa: la sepultura:
De forme general,
el hombre cuando muere cree que va a la otra vida, la vida eterna. La tumba es
la primera etapa de esta vida. Widengren[1] nos cuenta que mientras
esté el hombre en su sepultura tendrá dos posibilidades: o ser atormentado o
ser agraciado, cada uno según sus obras. Sostiene también que al hombre, en su
sepultura, le vienen dos ángeles, uno por la derecha y se llama “Munkar” y el
otro por la izquierda y se llama “Nakir”. Éstos le preguntan por su religión,
por el hombre que le fue enviado (en referencia a Muhammad). Si el muerto fue
un buen hombre, contestará a las preguntas sin problemas. En este caso, los
ángeles le anuncian su sitio en el paraíso, diciéndole literalmente lo
siguiente: “contempla tu sitio en el infierno, en vez del cual, te ha dado
Alá un sitio en el paraíso”. En caso contrario, si el muerto fue un hombre
de malas obras, no podrá contestar nada y le anunciarán su sitio en el infierno
diciéndole: ¡¡“no sabes nada ni
siquiera has leído nada!!”. Un ejemplo del tormento en la tumba es
que al infiel o el hipócrita, el tiempo en que permanece en su hoyo, le aprieta
su sepultura por ambos lados, tanto que se descomponen sus huesos. Lo contrario
con el buen hombre o el creyente, su sepultura se pone muy ancha (70 varas) y
se ilumina y tiene una puerta que da al paraíso. No hay que olvidar que la
estancia del muerto en su tumba no es más que una etapa transitoria, después de
la cual resucita la gente de la muerte otra vez y llega el día del juicio
final.
B. La segunda etapa: La resurrección (Baath):
Es la
revivificación de los muertos. Según la doctrina islámica, éste es un tema del que
no hay duda ninguna. El Corán hace referencia a ello en muchos suras. Lo mismo
se refiere a las señales de ese día. Ya en el sura 74, aleyas 8-10 Allah
amenaza que ese día va a ser muy difícil para los incrédulos. De las señales de
la llegada de ese día tenemos: la tierra se sacude y saca lo que tiene en sus
entrañas (sura 84, aleya 210) y la hendidura de los cielos y la separación de
la tierra.[2]
C. La tercera etapa: El sendero (As-
sirat):
Una vez resucitada
la gente, sacudida la tierra y hendidos los cielos, acudimos a otra creencia
musulmana: el Sirat. Según la doctrina islámica, todo el mundo tendrá que pasar
por el Sirat, extendido, a su vez, por encima del Infierno, en una línea
divisoria entre el Paraíso y el Infierno. El profesor Alí Laraki[3] avisa de que el paso de la
gente sobre el Sirat difiere de una persona a otra, según las obras de cada uno
en la vida mundana. Hay quien lo pasa en un abrir y cerrar de ojos, hay quien
lo pasa lentamente, hay quien lo hace de bruces, y los hay quien no puede pasar
y acaba cayendo en el Infierno. Este paso lo tendrán que hacer todos los
hombres: musulmanes y no musulmanes. El Corán habla del Sirat en varias aleyas,
de las que citamos las siguientes: ¡¡“ninguno de vosotros dejará de llegarse
a ella. Es una decisión irrevocable de tu señor!”(Sura 19, aleya, 71). Ibn Kathir [4]cuenta
en su interpretación del Corán que este libro alude al Sirat en la anterior
aleya y que Allah advierte a todos los hombres de la llegada inevitable de ese
día cuando dice: “es una decisión irrevocable de tu señor”. Con más claridad todavía se refiere el
Corán al Sirat en el sura 1, aleyas 6-7, diciendo: “dirígenos por la vía
recta, la vía de los que tú has agraciado, no de los que han incurrido en la
ira, ni de los extraviados”.
La cuestión del
Sirat la encontramos también en el zoroastrismo, que surgió en el siglo IV a.C en Irán de la mano de
Zoroastro. Según esta doctrina, cuando muere un hombre, su espíritu pasa por un
puente extendido entre el Infierno y el Paraíso. Este puente se llama “puente
chinvat”, y es más fino que un pelo. Es, además, una forma de conexión
entre la vida mundana y la vida del más allá, que es de Ahura Mazda, el Dios Supremo.
Cuando el alma pasa por este puente, sufrirá en función de sus obras mundanas.
Por esa razón, cuando muere un hombre, los zoroastristas permanecen durante 4
días celebrando los ritos fúnebres, leyendo algunos capítulos del Avesta, su
libro sagrado, con la creencia de que en estos días el alma muda a la otra
vida, pidiéndole perdón y misericordia. Aun así, hay mucha diferencia entre las
dos doctrinas: la islámica y la zoroastrista. Según la primera doctrina, el
paso por el Sirat será después de la resurrección de la muerte. Es decir,
después de muertos los hombres, resucitados y presentados ante Dios para rendir
cuentas. Mientras que según la segunda doctrina, este paso se practica justo
después de la muerte y antes de la resurrección,[5] teniendo en cuenta que los
zoroastristas también creen en la resurrección, en la rendición de cuentas y en
el Infierno y en el Paraíso. [6]
D. La cuarta etapa: la rendición de cuentas
y la balanza:
El profesor Eliade[7] nos habla del día del
juicio final según la doctrina islámica apuntando que todos los hombres se
personarán ante Dios para rendirle cuentas de las obras y hechos mundanos. Dios
estará tumbado en su trono, rodeado por ocho ángeles del Cielo. Cada persona se
presentará ante Dios a llevar su libro de obras. En este libro estarán
apuntadas todas las obras que arremetió en su vida mundana, tanto las grandes
como las pequeñas obras. El bienaventurado es el que se toma su libro con la
mano derecha. Ello es una señal de que lo tiene fácil ese día. Es una albricia. El malaventurado es quien se toma este libro
por detrás de su espalda, que lo tendrá muy difícil ese día. Véase el sura 84,
aleyas 1-12.
Entonces, cada uno
volverá otra vez, con su libro de obras en mano, para rendir cuentas ante Dios.
Quien pesan más sus buenas obras sobre las malas entrará en el Paraíso. Quien
pesan más sus malas obras sobre las buenas entrará en el Infierno. Esto es lo
que en la doctrina islámica se llama “la balanza”. Es una forma de medir
las obras que hizo el hombre en su vida mundana. A esta idea de la balanza se
refiere el Corán en muchas ocasiones. Véase, por ejemplo, el sura 101, aleyas
6-11; el sura 21, aleya 47; el sura 99, aleyas 7-8. En ese día también se
presentarán todos los profetas y mensajeros precedentes a Muhammad, desde Adán
y Abraham y Moisés hasta Jesucristo, para certificar ante Dios que han
trasmitido y predicado sus respectivos mensajes de unicidad. Mientras tanto,
Muhammad estará en el Paraíso aguardando quien de su nación entre allí para
felicitarle. [8]
E.
La quinta etapa: La entrada en el
paraíso o en el infierno:
El
profeta Muhammad nos describe en el sura 85, aleyas 11-40 el Paraíso adonde
entran los creyentes, que estará lleno de bienes, gracias, y de todo lo que
apetecen las almas, tanto de comida y debida como de frutas y hurís. Éstas son
chicas jóvenes guapísimas que aguardan el Paraíso la llegada de sus prometidos.
Por ello, el musulmán sabe muy bien que esta vida es pasajera y que la otra
vida es la eternidad y la estabilidad, con lo cual él trabaja siempre por la
vida del más allá, que es el futuro.[9]El profesor Ali Laraki[10] nos habla diciendo que el
musulmán, siempre y cuando sea musulmán
de fe, no se queda eternamente en el Infierno, que simplemente se permanecerá
allí una temporada para purgarse de los pecados cometidos en su vida efímera,
luego ingresa en el Paraíso. Mientras que el no musulmán, al que había llegado
el mensaje del islam pero en el que no ha creído, aun sabiendo lo que es el
islam, se considera incrédulo por haber perecido siendo no musulmán. Por eso,
se permanece en el Infierno eternamente, así lo dice el Corán: “y realmente
los que, de la gente del Libro, y los asociadores, se hayan negado a
creer, estarán en el Fuego de Djahannam donde serán inmortales. Esos son lo
peor de todas las criaturas.” (Sura 98, 6) Como bien dice Ibn Kathir[11]
en su interpretación, la gente del Libro son los cristianos y los judíos; ya
que a ellos se envió Jesús con el Evangelio, en el caso de los primeros, y
Moisés con la Torá, para los segundos. Ambos negaron de Muhammad cuando vino
con el Corán, que según la doctrina islámica, es la palabra de Dios, por el que
fue revelado, en lengua árabe clásica.
Con “asociadores” se refiere, según el mismo exegeta, a los
adoradores de los Dioses paganos y del fuego, a los que llegó el mensaje del
islam, pero que no lo reconocieron.
Bibliografía:
-
Abdul Wahed Wafei, Alí.
“Al- Asfar al-
mokaddasa fi Al-Adian al sabeka lel-Islam,” (las escritoras sagradas antes la venida del Islam.), Editorial Nahdit Misr, Egipto, Nueve ediciones, 2010.
-
Eliade,
Mircea. Historia de las creencias y
de las ideas religiosas: De Mahoma al comienzo de la Modernidad, V.
3. Ediciones Cristiandad, S.L.Madrid.1983.V.
-
Ibn
Kathir, Tafsir al
Corán al- adhem, (=La interpretación del glorioso Corán.), Editorial: Al- juloúd,
el Cairo, 1994. v, 3.
-
G, Gnoli. “El Iran antiguo y zoroastrismo”, en Tratada de antropología de lo sagrado, el hombre indoeuropeo y lo sagrado,
Coordinador por Julien Ries V, 2. Trotta, Madrid. 1995, p. 145.
-
Laraki, Alí. “Aqída” dos tratados sobre la creencia islámica
(عقيدة الاسلام), Editorial Zaquizami, primera Edición.
Impresión: Realización HERA.
-
Widengren, G. Fenomenología de la religión, Madrid:
Cristiandad, S.L. 1976.
[1] Fenomenología
de la religión, Madrid: Cristiandad, S.L. 1976. Pp. 409 y 413.
[2] Laraki, Alí. “Aqída”
dos tratados sobre la creencia islámica (عقيدة الاسلام), Editorial Zaquizami, primera Edición. Impresión:
Realización HERA, p.31.
[3]Ibídem, p.32.
[4] Tafsir al Corán
al- adhem, (La interpretación del glorioso Corán.), Editorial: Al-
juloúd, el Cairo, 1994. v, 3. p. 49.
[5] Abdul Wahed
Wafei, Alí. “Al- Asfar al- mokaddasa fi Al-Adian al sabeka
lel-Islam,” (las escritoras
sagradas antes la venida del Islam.),
Editorial Nahdet Misr, Egipto, Nueve
ediciones, 2010, p. 169.
[6] G, Gnoli. “El Iran antiguo y zoroastrismo”, en Tratada de antropología de lo
sagrado, el hombre
indoeuropeo y lo sagrado, Coordinador por Julien Ries V, 2. Trotta,
Madrid. 1995, p. 145.
[7] Historia de
las creencias y de las ideas religiosas: De Mahoma al comienzo de la
Modernidad, V. 3. Ediciones Cristiandad, S.L.Madrid.1983.V. 3, p. 80.
[8] Ibídem,
p. 80.
[9] Widengren, Fenomenología
de la religión, p. 413.
[10] Aqida. Dos
tratados sobre la creencia islámica, pp. .32-33.
Cristianos y musulmanes coincidimos en algunas cosas y diferimos en otras: coincidimos en hacer buenas obras y buenas obras son el ayuno, la limosna y la oración, por eso hay que practicar las tres, pero en secreto, lo que haga tu mano derecha que no se entere la izquierda.
ResponderEliminarTambién coincidimos en que hay un Cielo y un Infierno. Pero el Cielo en el cristianismo es distinto del Cielo del islam. En el cristianismo los hombres y mujeres no se casarán, serán como los ángeles. Lo dice el Nuevo Testamento. En otras palabras, según el cristianismo, no hay huríes, porque no va a haber relaciones sexuales ni matrimonio. Sin embargo, todo lo bueno de la tierra está allí con mucha más intensidad que aquí en la tierra. De la misma manera, todos lo malo de la tierra se da en el infierno como mucha más intensidad que aquí en la tierra.
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