Por: Alejandro Tenorio Tenorio
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Sigmund Freud |
El término perversión desaparece de la terminología
psiquiátrica mundial en 1987 y fue sustituido por parafilia (del griego παρά, para, "fuera
de", y φιλία, filía, "amor"). Una parafilia es una conducta sexual en el que la fuente
predominante de placer no se da en el
coito sino en alguna otra actividad. Las parafilias se consideran inocuas
excepto cuando se dirigen a un objeto potencialmente peligroso, dañino para el
sujeto o para otros, o cuando impiden el funcionamiento sexual normal. El
estado legal de las parafilias varía ampliamente de cultura en cultura y de país
en país.
El comportamiento parafílico dependen de
las convenciones sociales del momento y de las culturas; ciertas prácticas,
como la homosexualidad o la masturbación fueron consideradas parafílicas,
aunque ahora se consideran variaciones normales y aceptables de la actividad
sexual. Así resulta imposible catalogar las parafilias con exactitud. En cuanto
su origen, no se ha podido demostrar la existencia de ninguna alteración
orgánica o psicológica que las explique. Se ha sugerido que estas personas
podrían tener unos niveles excesivamente altos de andrógenos y también se ha
especulado sobre una posible relación entre conducta parafílica y lesión del
lóbulo temporal. Las distintas escuelas psicoanalíticas, por su parte,
defienden que algunas de las parafilias serían una consecuencia del complejo
de castración en
la fase edípica
La psicodinámica de las parafilias tiene
su origen en 1905 con TREE ESSAYS ON THE THEORY OF SEXUALITY de
Freud; allí especulaba que la energía sexual o libido está presente
desde el nacimiento en forma desorganizada. La libido se caracteriza por la
satisfacción de las fuentes auto erógenas no genitales: el
mamar, comer, defecar, embarrarse y posteriormente mirar y exhibirse. Cada uno
de estos actos constituye un "instinto parcial", los cuales se van
integrando en forma gradual hasta llegar al dominio genital en el adulto.
Los instintos parciales según Freud no
desaparecen del todo y muchos de ellos permanecen bajo las formas del beso,
juego amatorio y el exhibicionismo, a menudo empleado como juego presexual. Si
estos instintos parciales tienen fijaciones en la etapa pregenital (o
regresiones), permanecerán como fuente dominante de gozo sexual en el adulto.
Las tendencias para las parafilias existen en cada persona en forma latente y
las causas por medio de las cuales se transforman en actos francos son dudosas.
Las causas más comunes son la ansiedad de castración, conflictos de Edipo y otras anomalías
del medio familiar durante la niñez. La mayoría de las parafilias son llevadas
a cabo por varones, no quedando exentas las mujeres pero en mucho menor número;
también se dice que hasta el 78 % de los casos hay alteraciones
neuropsiquátricas en diferentes grados.
Dentro de las parafilias se incluyen la paidofilia, el exhibicionismo,
el voyeurismo, el masoquismo, el sadismo, travestismo, fetichismo,
necrofilia y frotteurismo (del fr. frotteur, ‘que
siente placer sexual frotándose con gente’) cuya sintomatología consiste en fuertes
necesidades sexuales recurrentes y en fantasías sexuales excitantes, que
implican el contacto y el roce con una persona que no consiente; hay que tener
en cuenta que lo excitante es el contacto pero no necesariamente la naturaleza
coercitiva del acto. Queda excluido el
término homosexualidad.
Freud no juzgó la homosexualidad y tuvo como antecedente a Sandor Ferenczi,
en 1906, antes de conocer a Freud, fue un defensor de los
homosexuales perseguidos en Hungría. Desautorizó a aquellos médicos que
aconsejaban el matrimonio como remedio a su supuesto problema. Freud trató de
comprender sus causas, su génesis, sus estructuras desde el punto de vista del
inconsciente. Por esto se mostró muy interesado en analizar la homosexualidad latente
de los heterosexuales en la neurosis y en la paranoia.
Conservó el término de perversión para designar los comportamientos
sexuales desviados con relación a una norma estructural y no social, e incluye
la homosexualidad como una perversión de objeto,
caracterizada por una fijación de la sexualidad en una disposición bisexual.
El estudio y análisis de la bisexualidad se ha basado en El
banquete de Platón, del mismo modo que los modernos estudios
sobre transexualismo lo hacen sobre las leyendas del Hermafrodita y
los amores de la diosa Cibeles, y con mayor precisión en uno de sus
discursos, el de Aristófanes, que desarrolla una fantástica concepción
antropológica del amor.
Con respecto al Banquete de
Platón, diremos que un banquete constaba de dos partes, el deipnon o syndeipnon,
la comida, y el potos o sympotos, la bebida en común
posterior. Durante el sympotos, los comensales animados por el
vino pronunciaban discursos, cantaban o se divertían de acuerdo con las
normas que establecía el symposiarchos o presidente del
banquete, quien además ordenaba la mezcla de vino y de agua para la
bebida. Antes de comenzar el sympotos, se retiraban las mesas, se
limpiaba la sala, hacíase una libación de vino puro en honor de Dionisio o
Zeus, y se entonaba un peán en honor a Apolo. Era frecuente que los symposia terminaran
en orgía, aunque en ocasiones, como la que nos describe Platón, era motivo de
encuentro entre amigos para poder exhibir el más refinado ingenio al tratar
temas de alto contenido filosófico.
El Banquete es un diálogo
donde se exponen los discursos sobre al Amor (Eros) que se pronunciaron en casa
del poeta Agatón, con ocasión de su primer triunfo trágico en las Panateneas de
Atenas. El momento en que se sitúa la escena de la conversación inicial
entre Apolodoro y sus amigos corresponde al 416 a.C. en un período de
entusiasmo organizador de la desastrosa campaña contra Siracusa (Sicilia) y la
máxima popularidad de Alcibíades a quien se verá irrumpir estruendosamente al
final del diálogo. El elogiar por turno al Amor lo propone el médico Erixímaco
que parece ejercer las funciones de symposiarchos, aunque el
verdadero inspirador del tema es Fedro que considera un gran olvido que hasta
entonces, ningún poeta ni sofista hubiera compuesto algo en honor de un dios
tan grande, si se exceptúan los grandes poetas eróticos griegos (Safo,
Anacreonte) o en los trágicos ( Sófocles -Antígona, Edipo- y Eurípides
–Hipólito-) si bien ninguno de ellos había tenido en cuenta los aspectos
apacibles del Amor, sino los destructivos de la pasión.
La estructura literaria que le asigna
Platón es la siguiente: La primera parte está compuesta por los discursos de
Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes y Agatón; la segunda parte contiene el
discurso de Sócrates dividido a su vez en dos apartados a) el maestro rebate y
corrige algunas opiniones vertidas anteriormente mediante su lógica de
acertadas preguntas, y b) basándose en una supuesta conversación con Diotima de
Mantinea, sienta las bases del Amor platónico. La parte final es un
panegírico a favor de Sócrates realizado por Alcibíades en el que se puede
analizar el carácter y forma del filósofo.
La naturaleza humana era antes muy diferente
de cómo es hoy día. Al principio hubo tres clases de hombres: los dos
sexos que subsisten hoy día y un tercero compuesto de estos dos y que ha sido
destruido y del cual sólo queda el nombre. Este animal formaba una especie muy
particular que se llamaba Andrógino porque reunía el sexo masculino y femenino,
pero ya no existe y su nombre es un oprobio. En segundo lugar, tenían todos los
hombres la forma redonda, de manera que el pecho y la espalda eran como una
esfera y las costillas circulares, cuatro brazos, cuatro piernas, dos cara
fijas a un cuello orbicular y perfectamente parecidas; una sola cabeza reunía
estas dos caras opuestas la una a la otra; cuatro orejas, dos órganos genitales
y el resto de la misma proporción. Marchaban erguidos como nosotros y sin tener
necesidad de volverse para tomar todos los caminos que querían [...]. La
diferencia que se encuentra entre estas tres especies de hombres procede de la
diferencia de sus principios; el sexo masculino está producido por el Sol, el
femenino por la Tierra y el compuesto de los otros dos por la Luna, que
participa de la Tierra y el Sol. Tenían estos principios su forma, que es
esférica, y su manera de moverse. Sus cuerpos eran robustos y vigorosos y sus
ánimos esforzados, lo que les inspiró la osadía de subir hasta el cielo y
combatir contra los dioses, como Homero lo ha escrito en Efialtes y de Oto.
Zeus examinó con los dioses el partido que se debería adoptar [...]. Por fin,
después de largas reflexiones, y de tener en cuenta que si los hombres
desaparecieran desaparecían también el culto y los sacrificios que aquéllos les
tributaban, se expresó Zeus en estos términos: Creo haber encontrado un medio
de conservar a los hombres y de tenerlos más reprimidos, y es disminuir sus
fuerzas. Los separé en dos y así los debilitaré y al mismo tiempo tendremos la
ventaja de aumentar el número de los que nos sirvan: andarán derechos
sostenidos solamente por dos piernas, y si después de este castigo conservan su
impía audacia y no quieren estar tranquilos, los separaré de nuevo y se verán
obligados a andar sobre un solo pie, [...].
Después de esta declaración hizo el dios
la separación que acababa de resolver, cortó a los hombres en dos mitades, lo
mismo que hacen los hombres con la fruta cuando la quieren conservar en almíbar
o cuando quieren salar los huevos cortándolos con una crin, partiéndolos en dos
partes iguales [...]. Una vez hecha esta división, cada mitad trató de
encontrar aquella de la que había sido separada y cuando se encontraban se
abrazaban y unían con tal ardor en su deseo de volver a la primitiva unidad,
que perecían de hambre y de inanición en aquel abrazo, no queriendo hacer nada
la una sin la otra. Cuando una de estas mitades perecía, la que la sobrevivía
buscaba otra a la que de nuevo se unía, fuera ésta la mitad de una mujer
entera, lo que hoy llamamos una mujer, o un hombre, y así iba extinguiéndose la
raza. Movido Zeus a compasión, imagina un nuevo expediente: pone delante los
órganos de la generación, que antes estaban detrás: se concebía y vertía la
semilla, no el uno en el otro, sino sobre la tierra como las cigarras. Zeus
puso delante aquellos órganos y de esta manera se verificó la concepción por la
conjunción del varón con la hembra. Entonces si la unión se verificaba entre el
hombre y la mujer, eran los hijos el fruto de ella, pero si el varón se unía al
varón, la saciedad les separaba muy pronto y volvían a sus trabajos y otros
cuidados de la vida. De ahí procede el amor que naturalmente sentimos los unos
por los otros, que nos vuelve a nuestra primitiva naturaleza y hace todo para
reunir las dos mitades y restablecernos en nuestra antigua perfección. Cada uno
de nosotros no es por tanto más que una mitad de hombre que ha sido separado de
un todo de la misma manera que se parte en dos un lenguado. Estas dos mitades
se buscan siempre. Los hombres que proceden de la separación de aquellos seres
compuestos que se llaman andróginos aman a las mujeres, y la mayor parte de los
adúlteros pertenecen a esta especie, de la que también forman parte las mujeres
que aman a los hombres y violan las leyes del himeneo. Pero las mujeres que
provienen de la separación de las mujeres primitivas no prestan gran atención a
los hombres y más bien se interesan por las mujeres [...]. Los hombres procedentes
de la separación de los hombres primitivos buscan de igual manera el sexo
masculino. Mientras son jóvenes aman a los hombres, disfrutan durmiendo con
ellos y en estar entre sus brazos y son los primeros entre los adolescentes y
los adultos, como si fueran de una naturaleza mucho más viril [...] y la prueba
es que con la edad se muestran más aptos para el servicio del Estado. Cuando
llegan a la edad viril, aman a su vez a los adolescentes y jóvenes, y si se
casan y tienen hijos, no es por seguir los impulsos de su naturaleza, sino
porque la ley los constriñe a ello. Lo que ellos quieren es pasar la vida en el
celibato juntos los unos y los otros. El único objetivo de estos hombres, sean
amantes o amados, es reunirse con sus semejantes. Cuando uno de estos ama a los
jóvenes o en otro llega a encontrar su mitad, la simpatía, la amistad y el amor
se apoderan del uno y del otro de tal manera, de tan maravillosa manera, que ya
no quieren separarse, aunque sólo sea un momento. (Platón, El banqueteo
del amor, Madrid: Colección Austral, 2001, págs. 240-242)
Este enfoque basado en la bisexualidad eliminaba
el carácter peyorativo y antiigualitario de la homosexualidad; él
como nadie hizo entrar la homosexualidad en el universo de la
sexualidad humana y la humaniza y se niega a considerarla como una disposición
innata (biológica), para entenderla como una elección psíquica
inconsciente.
En cuanto a Ceres, era hermana y esposa de Saturno. Hija del Cielo,
diosa de la Tierra, madre de Júpiter Juno, Neptuno y Plutón, llamada Madre de
los Dioses. Es llamada Dindima, Berecinta e Idea, en recuerdo de tres montañas
de la Frigia donde era adorada. También fue designada con el título de
Gran-Madre porque la mayoría de los dioses le debían el ser, entre otros Júpiter,
Neptuno, Plutón, Juno, Ceres y Vesta. También es conocida con los nombres de
Tellus y Ops porque regía la tierra y procuraba a los hombres protección, ayuda
y riquezas. Esta diosa suele representarse bajo el aspecto de una mujer
robusta. Su corona de encina recuerda que los hombres en tiempos primitivos se
alimentaron del fruto de este árbol; las torres que coronan su cabeza indican
las ciudades que están bajo su protección; la llave que ostenta en su mano
designa los tesoros que el seno de la tierra oculta durante el invierno para
manifestarse en el verano. Aparece sentada sobre un carro tirado por leones, o
bien rodeada de bestias salvajes. Algunos artistas la han representado con los
vestidos sembrados de flores. Cuando Saturno fue arrojado del cielo, Rea le
siguió en su huída a Italia; allí secundó sus propósitos de practicar el bien y
se atrajo el cariño de los pueblos del Lacio. Sus sacerdotes, llamados curetas,
coribantes, dactilos y galos, celebraban sus fiestas con danzas dando a sus
cuerpos movimientos convulsivos, con gritos y lamentos, en memoria de la
desventura de Atis. Este era un pastor frigio al que Cibeles dispensaba
especial benevolencia, confiándole la custodia de su culto con la condición de
que jamás se casaría. Atis olvidó su juramento y tomó por esposa a Sangaride.
Cibeles le castigó por perjuro matando a esta ninfa e infundió al culpable un
frenesí que le revolvía contra sí mismo y cuando iba a poner fin a sus días, la
diosa conmovida le metamorfoseó en pino, árbol que le fue consagrado.
Bibliografía:
BENAVENTE
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Tragedias de Sófocles. Ed. Hernando, Madrid,1970, pp. 1-33.
ERRANDONEA,
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GÓMEZ SÁNCHEZ,
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GRIMAL,
Pierre,
Diccionario de Mitología, Ed. Paidós, Barcelona, 1986
FREUD, Sigmund, Los textos fundamentales del
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PONTALIS, Jean-Bertrand, Diccionario de Psicoanálisis, bajo la dirección
de Daniel Lagache, Barcelona: Labor, 1971.
LAPANCHE, Jean y
PONTALIS, Jean-Bertrand, Diccionario de Psicoanálisis, traducción de
Fernando Gimeno Cervantes, Barcelona: Piados, 1996 (título original, Vocabulaire
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ROUDINESCO,
Élisabeth y PLON, Michel, Diccionario de Psicoanálisis, traducción de
Jorge Piatigorsky, Barcelona: Piados, 1998.
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